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Cuando esto ocurrió, también experimenté...

Bienvenido a Our Wave.

Este es un espacio donde sobrevivientes de trauma y abuso comparten sus historias junto a aliados que los apoyan. Estas historias nos recuerdan que existe esperanza incluso en tiempos difíciles. Nunca estás solo en tu experiencia. La sanación es posible para todos.

¿Cuál cree que es el lugar adecuado para empezar hoy?
Mensaje de Sanación
De un sobreviviente
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poder seguir adelante y pasar un poco la pagina

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  • “Tú eres el autor de tu propia historia. Tu historia es tuya y solo tuya a pesar de tus experiencias”.

    Historia
    De un sobreviviente
    🇨🇦

    Name, solo tenía 6 años

    Tenía alrededor de 6 años, cierro los ojos y es cómo si volviera a vivir en carne propia el recuerdo, me acuerdo del ruido de la televisión, el olor del desayuno que estaba comiendo, yo solo estaba viendo caricaturas. El, un hombre de alrededor 50 años me cargó y me acomodó en sus piernas, y deslizó su mano por debajo de mis panties, TENÍA 6 AÑOS y ahí empezó mi historia de abusó sexual, una historia que me hubiese gustado no tener que experimentar. Yo hablé ya que mi mamá siempre me había enseñado a que nadie podía tocar mis partes pero en ese entonces mi mamá no tenía los recursos, vivíamos en casa de una prima (la hija de mi abusador) y nadie me creyó, dijeron que era mi imaginación. Otros sucesos pasaron cometidos por la misma persona, me arrebató mi inocencia y me rompió en pedacitos… pese a que yo hablé la primera vez, las otras veces me quedé callada porque nadie me creyó, nadie me protegió y nadie me escuchó más que mi mamá pero en ese entonces ella estaba luchando con un problema de alcoholismo y toda la familia nos dio la espalda. Después de un tiempo dejé de ver a mi abusador pero a los 8 años me volvió a pasar pero esta vez por el esposo de mi tía (la hermana de mi mamá) ellos han sido casados desde que mi tía tiene 16 años hasta el presente. Fuimos de visita a casa de mi tía, era diciembre entonces mi mamá salió con mi tía a comprar cosas para la navidad, yo, mi hermano y mi primo (hijo de mi tía) nos quedamos al cuidado del esposo de mi tía, el en ese entonces era oficial de la policía. Yo estaba jugando con mi primo y mi hermano cuando él me llamó, él estaba sentado en la mesedora viendo las noticias cuando me sentó en sus piernas y yo inmediatamente me paralice puesto que la última vez que alguien me sentó en sus piernas me manoseo, esta vez fue diferente, solo me acaricio las piernas y yo solo sentí cómo algo duro me rozaba mis glúteos, me paralicé y no sabía que hacer, hasta que tuve la fuerza y me bajé. Nunca hablé de mi segundo abusador y nunca lo he hecho, yo ya no vivo en Colombia pero cuando voy me toca actuar cómo si nada aunque por dentro sienta tantas cosas. Por mucho tiempo reprimí todo lo que me pasó, siempre decía que no me afectó y ahora a mis 22 años me está atormentando. Estoy comprometida con el amor de mi vida, siento que ha sido un regalo que Dios y la vida me dio después de tanto tormento pero hay veces que cuando vamos a tener intimidad y me toca siento una rabia en mi, ese tipo de rabia que te dan ganas de pegarle un puño en la cara a esa persona, y no lo entiendo, el no me ha hecho nada? El solo me ha ayudado y me ha tratado con amor y me ha demostrado lo mucho que me respeta y me ama, siempre quise evadir el tema y reprimirlo, no hablar de ello y pretender cómo que no me afectó pero ya llegué a un punto donde me dan unos ataques de ira que ni yo me reconozco, donde termino lastimándome a mí misma o sacando esa ira en mi prometido, hace unas noches por fin en medio de una ataque de ira donde terminé azotandome la cabeza en la pared solo repetía “no me deja en paz, me persigue, sácalo de mi cabeza” estaba en un estado de crisis y mi prometido solo pudo sujetarme en sus brazos mientras me preguntaba quién me perseguía y fue la primera vez que dije su nombre en voz alta, “Name, el hombre que me violo y me robo mi inocencia no sale de mi cabeza” no podía hablar, las lágrimas y gritos de desesperación eran más que las palabras, en ese momento me di cuenta que no importa cuánto allá crecido aquella niña de 6 años sigue dentro de mi, está enojada, está triste y rota. Mi pareja es abogado entonces el fue quien me habló sobre me too movement, me dijo que me hiciera justicia y lo denunciara pero que si no me sentía lista por miedo que navegara las opciones que me too ofrece y que quizá empezara por contar mi historia, por unos días habría la página y solo me quedaba paralizada, pero hoy me anime, ya no merezco ser prisionera de un dolor que no fue mi culpa aunque por mucho tiempo he sentido que lo es, me siento perdida y no quiero que mi pasado defina mi presente, la vida me está dando oportunidades bonitas pero mi abusó sexual no me deja avanzar, cómo me saco esta rabia que siento por dentro? Porque me volví un ser tan agrio y amargo, porque me enojo por todo? Porque no puedo disfrutar la intimidad con mi pareja si es delicado conmigo? Parece que entre más delicado es más rabia siento por dentro. Me siento muy sola y perdida. Quiero este dolor fuera de mi

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    Contar eso sin derrumbarme

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    Corazón fuerte

    Si alguien quisiera entender quién soy, tendría que saber que… No sabría cómo ni por dónde empezar. Supongo que por la base de todo: mi niñez. Me llamo Name. Nací en Venezuela, pero me crie toda la vida en España, bueno, a partir de los ocho años. Mi niñez… qué decir. Era feliz. Fui feliz. O eso cree uno a esas edades. Mis primeros ocho años en Venezuela. Supongo que fui feliz. Una familia que me quería, un hermano, una mamá… aunque nunca un papá. Mami siempre supo cómo tirar ella sola con nosotros. Siempre me inculcó cosas buenas de mi padre. Incluso me enseñaba cartas y fotos de él. Crecí queriendo a mi padre, aun sin haberlo visto nunca en persona. Tuve un colegio que me gustaba mucho, aunque he de decir que la liaba mucho. Era demasiado ruido para aulas tan pequeñas. Tengo muchos recuerdos bonitos, otros que ahora de adulta sé que no lo fueron. Me dieron todo, tuve todo. A pesar de venir de una familia humilde, nunca me faltó un plato de comida, nunca me faltó amor, nunca me faltó nada. Todo se complica… Cuando cumplo los cuatro años, cuando ya eres un poquito, pero muy poquito, más consciente de la vida, todo se complica. Mamá dejó de estudiar y decidió trabajar. Eso implicaba verla menos. Eso implicaba ser cuidada por otras personas. Eso implicaba muchas cosas. A partir de ahí mi vida se derrumbó. A partir de ahí marcaría un antes y un después. A partir de ahí mi vida en la adultez sería distinta. La gravedad de todo lo vi al crecer. Aunque he de decir que tuve una pequeña reacción siendo tan pequeña. Podría decir que algo dentro de mí me dijo: esto está mal, esto no puede ser así. Siempre he dicho: ¿dónde estaba Dios? Soy creyente, o fui creyente, pero poco a poco todo eso fue desapareciendo. Cuanto más dolor me causaba la vida, más dejaba de creer. No me enrollo más… vamos al principio. Pues sí, tuve una niñez bastante bonita. Aunque la parte mala ahí está, y creo que estará por siempre en mi vida. Supongo que escribirlo me hace sentir un poquito mejor. Recalcar toda mi vida me hace sentir algo mejor. Fui violada. Sí, abusaron de mí siendo tan solo una niña de cuatro años. A partir de ahí me destrozaron la vida. Fui cumpliendo años y eso seguía sucediendo. Supongo que para mí era algo normal. Un niño, al sufrir eso, jamás podría darse cuenta de la gravedad. La persona que se supone que tenía que cuidar de mí era la causante de mis traumas ahora de mayor. Mi hermano y yo, siempre unidos, siempre juntos, mano a mano. Pasó por lo mismo, solo que yo cedía. Cedí muchas veces porque sabía que era la única forma, la única forma que tenía para proteger a mi tesoro más preciado: mi hermano. ¿Dónde estaba mi familia? Éramos tan solo unos niños que necesitaban ayuda de un adulto. ¿Dónde estaban todos? ¿Por qué nunca nadie se dio cuenta? Tan solo necesitábamos a un adulto que nos ayudase. ¿Cómo íbamos nosotros mismos a ayudarnos? Mi vida cambió. Mi tía nos devolvió la vida. La decisión de venir a España cambió nuestras vidas. Era un pequeño viaje. Jamás pensábamos quedarnos aquí a vivir. Ed y yo felices, con nuestra pequeña maleta, sabiendo que algún día volveríamos a Venezuela, que en un mes o así estaríamos de vuelta. Y aquí estoy, veinte años después, agradeciendo día a día la decisión de quedarnos aquí. Ahí empezó mi verdadera infancia feliz. Nos dieron todo. Mis tías nos dieron todo. Nunca había sido tan feliz. Mamá se enamoró. Ahí conoció al que creí mi padre. Es normal, ¿no? Te crías sin una figura paterna y cuando entra alguien en tu vida con tanto amor para darte… cómo no creer que es tu padre. Mil viajes, muchas playas, muchos planes, mucho de todo. Él nos dio tanto. Estuvo en todo. Cómo no haberle querido tanto. El colegio es verdad que no me gustaba tanto. Sufrí mucho bullying. Supongo que no estarían acostumbrados a ver a una niña latina, pelo rizado y rasgos de negra. Esa parte quiero omitirla. La verdad que me marcó demasiado. Pensé siempre que de ahí venía mi inseguridad. Crecí. O eso creía con catorce años. Me creía la reina del mambo. Quería vivir rápido, quería ser adulta, quería hacer mil cosas. Empecé a perderme. A ser una inconsciente con mamá. A ser una rebelde. Cuanto más me prohibían, más quería hacerlo. Creo que fue mi peor época. Nunca me sentí entendida por nadie. Nunca nadie se sentó a explicarme paso a paso cómo va la vida y desde cuándo tenía que empezarla a vivir como una adulta. Mamá lo hizo bien siempre, pero he de decir que no supo lidiar con una adolescente llena de ira, llena de rabia, llena de odio. Fui mi peor versión. Pero era adolescente, ¿quién se da cuenta a esas edades? Porque yo, hasta que no tuve un choque de realidad, no me di cuenta. Mi primer amor… Sí, tuve mi primer amor. Fue lo más preciado que la vida me había dado. Tus primeras veces en todo, tus primeros te quiero, tu primer sentimiento de amor, tu primer todo. Fue un fracaso. Supongo que éramos muy jóvenes e inexpertos. Yo quería más, salir al mundo, conocer gente. No me valía nada. Tuve más de un amor. Con todos fracasé. Pero me quedo con lo que aprendí con cada uno de ellos. Aprendí a saber qué merezco y qué no. Aprendí a quererme un poco más. Aprendí a no tolerar cosas que no. Aprendí a no quedarme con migajas. No sé por qué nunca me fue bien en el amor. Y la poca fe que me quedaba me la destrozaron. Cumplo dieciocho. Por fin mayor de edad. Por fin podría hacer lo que me diese la gana. Eso sentía y eso creía. Me duró bastante la rebeldía. Hasta que… Ocurriría de nuevo. Mamá se separa. Mi vida cambia. Todo cambia. Mi supuesto padre sigue siéndolo. Seguimos queriéndolo como el primer día. Seguimos viéndole. Seguimos todo con él, a pesar de no estar con mamá. Pero tuve un choque con la realidad. Creí que mis parejas me habían roto el corazón, pero creí mal. Él me rompió el corazón. Dejé de creer en el amor. Si la persona que más quería, a quien yo consideraba mi papá, me partió el alma, me partió el corazón… ¿qué iba a pensar del resto del mundo? ¿Cómo debía ser yo? Y llegó ese día, el segundo peor día de mi vida. Sufrí violencia doméstica. Mi supuesto padre fue capaz de destrozarme la vida. Intento de violación. Una vez más sentí ese miedo. Una vez más sentí que la vida se me caía. Una vez más sentí decepción. Una vez más sentí cómo mi corazón se rompía poco a poco. Cómo creer en la gente. Cómo creer en la vida. Nace Brother. Empecé a ver la vida un poco mejor. Brother llega a nuestras vidas, mi pequeño hermano, y cambié por completo. Me dio esa felicidad que no tenía. Me dio esa calma en el alma que yo tanto necesitaba. Verle tan pequeño, tan bonito, esas manitos… Mi hermano me devolvió la vida y las ganas de querer con el alma a alguien. Nunca se lo dije. Es muy pequeño. Pero algún día me sentaré y hablaré con él. Dejé de estudiar. Fui de mal en peor en los estudios y decidí adentrarme en el mundo de la hostelería. Crecí de verdad. Mi mentalidad cambió. Empecé a ser mejor persona con mamá, mejor persona con mi hermano Edy, mejor persona con todos. Trabajar me hizo darme cuenta de cuánto cuesta la vida. De cuánto ha tenido que currar mamá para darnos todo. Trabajar me hizo crecer como persona, como mujer. Pasa el tiempo. Pasa la vida. Y sí, sigo estancada en la hostelería. Pero he de decir que me he ganado todo lo que tengo a pulso. Agradecida de todo lo que aprendí. Sigo con la vida. Sigo con mi vida. Pasa el tiempo. Vuelvo a tener amores que no van a ningún lado. Más decepciones: de familia, de novios, de amistades. Pero supongo que siempre pude con todo. Era como que mi corazón estaba a prueba de balas. Como que algo más ya me era indiferente. Estaba tan acostumbrada a que lo malo me persiguiese que era totalmente normal para mí. Pero oye, que nunca dejé de ser buena. Nunca dejé de tener este corazón tan noble, como dice mamá. Siempre di todo de mí a todos. Siempre fui con mis mejores intenciones. Hace poco leí que las personas que siempre están haciendo la gracia son las que más tristes están por dentro. Nunca algo me había representado tanto. Como digo yo, soy la payasa del grupo. Me encanta ver a mi gente reír a base de mis ocurrencias. Eso me hace sentir un poco menos mal. Eso me ayuda mucho. Me gusta hacer la gracia siempre, porque sí, porque no. Eso me hace olvidar un poco todo. Pasa el tiempo y estoy en calma. Siento que no tendré nada más por lo que sufrir. Y llega un mensaje inesperado… Siempre estuve en contacto con mi padre, ese mismo del que mamá siempre me habló y siempre me inculcó cosas buenas. Le quiero tanto que jamás se me pasaría por la mente odiarle. Y llega un mensaje: “Hola hija, Dios te bendiga. Soy tu papá, el hermano de tu mamá.” Mi mente no entendía absolutamente nada. Papá, mamá, hermano… Pensé que era fake, pero indagué hasta dar con la realidad de todo. Ese día, bendito día, una vez más me vuelven a romper el corazón. Pero esta vez, mi querida mamá. Resulta que ese señor era mi padre de verdad. Resulta que mi mamá no era mi madre biológica. Resulta que toda mi vida crecí creyéndome mentiras. Mi madre biológica me abandonó. Con tan solo un mes de nacida. Me abandonó como un perro. Mi papá, con miedo de la vida, con miedo de seguir con una niña tan pequeña, solo buscó ayuda. Ayuda de sus hermanos. Y ahí entra mi mamá en el plano. Como me dice ella: “Hija, me enamoré de ti. Verte tan pequeña, tan vulnerable, con esa carita, con esa nariz, con esos rizos… cómo no quedarme contigo.” Mamá no me dio la vida. Me la devolvió. Agradezco la vida que me diste, mamá. Para mí siempre serás mi madre. Mi única y verdadera madre. Pero me duele el alma. Todo por lo que tanto había trabajado volvió: mis miedos, mis inquietudes, mis traumas, mis inseguridades, mi rabia, mi ira. Y llegó él. Llegó alguien a mi vida para hacerme entender que la vida no siempre es tan mala. Alguien que me haría entender por qué nunca funcionó con nadie más. Alguien que me daría todo el amor del mundo. Y llegaste tú, justo en el momento que más me dolía la vida. Llegaste y me olvidé por un ratito de todo lo que estaba pasando. Volví a creer en el amor. Volví a creer en que de verdad hay personas buenas con corazones bonitos. A veces siento que no lo merezco. A veces siento que es una trampa de la vida. Me saboteo mucho. No sé cómo asimilarlo. Siento que en cualquier momento todo se romperá. Sentiré miedo. Sentiré angustia .

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  • Eres maravillosa, fuerte y valiosa. De un sobreviviente a otro.

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    No tengo recuerdos claros y siento mucha culpa

    Mi historia es un poco larga. Cuando tenía 15 años o 16 años, vino a mi mente el recuerdo de cosas que habían ocurrido cuando yo tenía entre 4 y 5 años. Dos tíos abusaron de mí. Los recuerdos sobre esto nunca han sido claros y ahora, muchos años después, todo se ha vuelto más lejano y confuso y he dudado varias veces de mí misma y de mi historia. Hay otras cosas que pasaron en mi infancia que sí recuerdo con más claridad: cuando tenía entre 7 y 8 años, vi a mis papás teniendo relaciones sexuales a mi lado (esa noche me había pasado a dormir con ellos en su cama). Tiempo después, se repitió la situación, pero con mi padrastro y mi mamá. También cuando tenía entre 7 y 8 años, estaba revisando unos CD'S en el DVD que había en la casa para marcarlos según el género musical o según la película que fuera. Uno de los CD'S, era una película porno. Como casi siempre, me encontraba sola en mi casa, entonces la vi completa. No recuerdo si me masturbé. Sé que desde muy niña me frotaba con peluches, muñecas y otros objetos, aunque sin mucha conciencia de lo que hacía, pero estaba presente el miedo a ser vista. Hay algo que me atormenta en este momento: cuando tenía 6 o 7 años, mi prima (ella un año mayor) y yo jugábamos a imitar algunas posiciones de un libro de kamasutra que había en su casa. También tengo leves recuerdos de una vez que, mientras nos bañábamos, frotamos nuestras partes íntimas. No sé si esto se dio en el marco de una curiosidad bilateral y por el contenido del libro al que habíamos estado expuestas o si fui yo quien generó la situación y la persuadió a ella de hacerlo o si la manipulé. No recuerdo que haya sido así, pero me da miedo que sí. ¿Y si imité lo que hacía mis tíos conmigo o lo que vi en contenido al que estuve expuesta? Siento miedo, culpa y vergüenza. Además, hace medio año, recordé que cuando tenía 10 años y cargué a mi hermanita en mi piernas (que estaba como de un mes), sentí un estímulo placentero en mi zona íntima por el contacto. Cuando esta imagen vino a mí (tampoco fue clara, como mis otros recuerdos) sentí culpa, pero no escaló a más porque entendí que fue una reacción física y nada más. Pero luego no podía dejar de pensar en ello y me cuestionaba si había prologando o intensificado el contacto y sentí muchísima culpa, asco y vergüenza. Fue tan fuerte, que tuve un episodio de TOC y siento que aún no he podido salir de ahí, porque ahora me inundan las dudas sobre lo sucedido con mi prima.

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  • “Estos momentos, mi quebrantamiento, se han transformado en una misión. Mi voz solía ayudar a otros. Mis experiencias tenían un impacto. Ahora elijo ver poder, fuerza e incluso belleza en mi historia”.

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    Nombre

    Tener TU voz es lo más importante que puedes tener como víctima de abuso. Después de sufrir abuso durante varios años en Ubicación, sentí que me lo arrebataban todo. A los 9 años, me habían arrebatado mi dignidad, autoestima, confianza, felicidad y fuerza. Verano tras verano, iba a este lugar oscuro que se suponía sería una experiencia positiva. Mis padres creían que me dejaban en un lugar para ayudarme a crecer en mi relación con el Señor. Lo que no sabían es que Nombre 2 me dijo que si realizaba los actos sexuales que él quería, me prometía que me acercaría más a Dios. Era una persona enferma que constantemente infringía las normas de Ubicación y la ley. Lo peor es que Ubicación tenía la visión y sabía que esto estaba sucediendo, pero no hizo nada. Al salir del campamento y volver a casa, recuerdo sentirme vacía y deprimida. A esta edad, no se tiene la madurez suficiente para comprender lo que ha sucedido y cómo procesarlo. Acudí a centros de defensa infantil para obtener ayuda profesional y me costaba incluso hablar de lo sucedido porque no tenía sentido en mi cabeza y no podía verbalizar los acontecimientos ni el impacto que tuvieron en mí. A medida que avanzaba en la adolescencia, me deprimí más. Todas las noches soñaba que Nombre 2 abusaba de mí y sentía que cada noche que me iba a dormir, iba a ser abusada de nuevo. El miedo, la ira y la depresión que experimenté me pesaban tanto que casi no quería llegar al día siguiente. Después de años en este ciclo, decidí que necesitaba un cambio para poder vivir una vida plena. Empecé a trabajar en mi salud física, espiritual y mental. Lo más importante es tener voz. Tienes que poder compartir tu experiencia para poder recibir la ayuda que necesitas y expresar el dolor que has vivido. Por eso estoy agradecida por la Ley de Trey. Esta elimina la posibilidad de que organizaciones como Ubicación silencien a las víctimas después de hacerles pasar por experiencias horribles. Le devuelve el poder al Superviviente. La Ley de Trey salvará vidas. Permitirá que alguien pueda defenderse. Permitirá que menos criminales/organizaciones se salgan con la suya en el peor delito que alguien puede cometer. Si alguien lee esto y necesita ayuda, ¡siempre estaré encantado de escuchar su voz!

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  • “Puede resultar muy difícil pedir ayuda cuando estás pasando por un momento difícil. La recuperación es un gran peso que hay que soportar, pero no es necesario que lo lleves tú solo”.

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    🇮🇪

    #638

    Tuve un año difícil: perdí a un padre, me engañaron y tuve que terminar una muy buena amistad. Ese verano iba a pasármelo bien y disfrutar de mi juventud. Un día, después del trabajo, se me ocurrió salir una noche con mi primo, que había tenido un año parecido al mío. Salimos a tomar algo, los dos haciendo lo mismo que una noche de fiesta: lidiando con gente rara en el bar, bailando, pasándolo bien. Nos encontramos con un antiguo amigo del colegio de ella y su amigo, y me cayó bien. Nos amontonamos en un taxi y volvimos a su casa. Nos tomamos un par de copas más, y mi primo y su amigo del colegio subieron, dejándome con el otro amigo. Una cosa llevó a la otra y subimos. Mientras tanto, hubo cosas que no me cuadraban, e intenté decirle que parara, que me sentía incómoda, que no quería hacerlo, pero no me hizo caso, simplemente siguió adelante. Cuando por fin terminó, me sentí congelada en el tiempo, más preocupada por mi prima en la habitación de al lado que por mí misma, en una situación inquietante. Mi teléfono se había muerto y nadie tenía cargador, así que tuve que rogarle al tipo que me acababa de agredir que pidiera un taxi, porque no sabía en qué parte de la ciudad estaba en ese momento, pero lo único que sabía era que tenía que llegar a casa, y rápido. Solo recuerdo a mi prima enfadada conmigo por irme, pero no me importó, quería llegar a casa, quería estar a salvo. Recuerdo a la taxista, una mujer que me contó que su hijo vivía en ubicación y lo húmedo que era en esa época del año. Puede que no fuera mucho, pero fue reconfortante en ese momento. Recuerdo el reflejo de las farolas en las hileras de casas de ese barrio, que todavía me persiguen cada vez que paso por esa zona, provocándome escalofríos. Llegó a mi casa, el sol empezaba a salir, mi padre dejó la luz del porche encendida. Me desvestí y me di una ducha. Sin procesar lo que había pasado, escribí en mi diario e intenté que pareciera un fracaso en una cita, pero en el fondo sabía que no estaba bien. No podía dormir, así que leí un libro y al día siguiente llevé a mi hermano pequeño al pueblo a comprar útiles escolares para el año nuevo. Pasaron los meses e intenté contarle a una amiga lo que me había pasado, pero lo único que supo decirme fue: "Bueno, ¿qué esperabas? Eso es lo que pasa cuando te lías con gente desconocida", y me encerré en mí misma. Después de eso, pasé mucho tiempo sin contarle a nadie lo que había pasado hasta que fui a visitar a otra amiga en otra ciudad y decidí tener una cita con alguien con quien había hecho match por una app. Cuando estaba a punto de subir al metro para ir a la cita, me quedé paralizada, entré en pánico y empecé a llorar. Mi amiga me preguntó inmediatamente qué había pasado, si estaba bien y si podía ayudarme en algo. No podía decir que no era nada, porque no era nada. Fue algo que me conmovió profundamente, me hizo pensar que estaba haciendo mal en disfrutar de mi sexualidad. No fui a la cita, pero lo que sí hice fue contarle a mi amiga lo sucedido, y en lugar de que me juzgara, recibí amabilidad, compasión y amor. Salimos de la estación de tren, recogimos algunas cosas para una noche de autocuidado, y pude ser yo misma en un espacio donde me creían y me escuchaban. Me llevó un buen tiempo sentirme cómoda conmigo misma, con mi aspecto, con mi forma de expresarme, incluso con mi forma de ser en las relaciones. Si no fuera por la amiga que se aseguró de que estuviera bien y a salvo, quizá no estaría compartiendo mi historia ahora mismo. Todavía hay momentos en los que paso por ese mismo barrio, escucho el nombre de esa persona o incluso paso por el bar donde nos conocimos y una ola de frío me recorre el cuerpo, pero estoy orgulloso del trabajo que he realizado para no dejar que me arruine el día, me deprima o me defina.

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    El trastorno de estrés postraumático (TEPT) se desarrolló en la escuela secundaria.

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    Empezó con mi hermano

    Mi hermano, que ha crecido mucho, me usó, pero aún llevo cicatrices. Mi hermano es cuatro años mayor que yo y, cuando estaba pasando de la primaria a la secundaria, ese verano, me hizo pensar que las chicas de secundaria necesitan saber cómo hacerle sexo oral a los chicos. Primero me lo hizo para mostrarme que no era para tanto. Pensé que era algo muy serio. Pero lo hice y él me entrenó y me hizo mantenerlo en secreto, excepto para mi mejor amiga. Invitó a su amiga a casa cuando tuve una pijamada una noche y le pidió que se lo hiciera a su amiga. Luego nos hacían hacer concursos con los ojos vendados. Al menos entonces no estaba sola. Me cambió, aunque el séptimo grado en sí no tuvo nada que ver con nada de eso. Era una mentira para obtener placer de mí. Mi hermano todavía me hacía hacerlo en casa. Y a veces me lo hacía y yo llegaba al clímax. Así que tuve una extraña vida sexual secreta y me sentí muy mal por eso. Luego, en octavo grado, tuve mi primer novio de verdad. Mis padres son muy estrictos, aunque ambos trabajaban y me dejaban sola con mi hermano. Para ir al cine con mi novio, se aseguraban de que fuera en grupo, me llevaban y me esperaban fuera del cine. Bueno, una vez, cuando fuimos a ver Blancanieves y el cazador, mi mejor amiga y yo hicimos lo que queríamos: hacerle sexo oral a nuestros chicos en la última fila del cine, y lo hicimos. Solo un mes después, empecé a tener sexo con él, algo que nunca habría sucedido de no ser por lo que hizo mi hermano. Nos escapamos de su casa durante una pijamada, quedamos con los chicos afuera, fuimos al parque cercano y lo hicimos en el césped. Esa fue mi virginidad. El evento realmente malo, donde mi vida se descarriló, fue cuando lo intentamos desde mi casa, escabulléndonos por la ventana y adentrándonos un poco más en mi gran patio trasero que daba a la ladera de una gran colina, y mi padre nos pilló. Fue horrible. Se acabó el mundo. Me trataron como una gran traidora y casi todos mis privilegios fueron revocados y esencialmente fui castigada sin fecha límite. Y aún así mi hermano me obligaba a hacerle sexo oral. Estaba desconsolada porque no me permitían tener a mi novio hasta el punto en que mis padres me obligaron a ir a la escuela y hablar con el director y el subdirector y se aseguraron de que no tuviera la oportunidad de verlo a solas. Y mi hermano seguía entrando sigilosamente por la noche a veces o cuando nos quedábamos solas esperando que hiciera lo que él me había entrenado para que estuviera acostumbrada. La siguiente parte realmente mala fue dos meses en mi nueva vida restringida. Mi hermano comenzó a hacerme sexo oral una tarde después de la escuela y decidió llevarlo más lejos y se levantó y comenzó a besarme y tuvo sexo conmigo. Estaba en el momento y no hice nada para detenerlo e incluso participé. Sin condón. Era una tarde en la que mis padres estaban fuera, así que no teníamos que callarnos ni preocuparnos. Y él lo hizo mucho más tiempo que las pocas veces que yo había tenido con mi novio, porque él era mayor y sabía más por haber estado con otras chicas. Me sentí irritada por primera vez y me dio una infección de orina. No cené esa noche, fingí estar enferma y lloré hasta quedarme dormida. Mi hermano tenía muchas ganas de repetirlo, diciéndome que había sido el mejor sexo de su vida, pero me negué, y algo que podía decir de él en aquel entonces era que al menos no era un violador. Aunque me presionaba, nunca intentó forzarme. Cuatro meses después de perder mi virginidad por incesto, terminó el curso escolar y él se graduó. Fui al instituto y él se mudó a una residencia universitaria a 190 kilómetros de nuestro pueblo. La escuela pública terminó para mí, como estaba planeado, en cuanto mi padre me pilló en la colina. Fui a un instituto católico solo para chicas. Mi padre tenía que llevarme media hora en coche todas las mañanas y mi madre me recogía durante todo el primer año. Luego me consiguieron un auto para que pudiera conducir yo mismo, pero el kilometraje y mis tiempos eran monitoreados de cerca. No tuve relaciones sexuales durante la escuela secundaria, pero siete veces en total le hice sexo oral a mi hermano durante las vacaciones de verano e invierno cuando los dos estábamos en casa. Ese fue el fin del incesto en mi vida. Fui a la universidad en Atlanta, pero no a la misma que mi hermano. Me rebelé contra mis padres y, aunque intentaron mantener el control, como adulta legalmente no los dejé. La confusión y la tristeza duraron meses hasta que finalmente lo entendieron. Me separé de ellos financieramente y trabajé y saqué préstamos estudiantiles. Fui muy promiscua en la universidad. Bebía, salía de fiesta y consumía drogas recreativamente y salía con varios chicos de vez en cuando, principalmente para sexo. Esa era mi vida y pensé que la disfrutaba en ese momento. Me volví más fuerte y asertiva, y cuando mi hermano insinuó por primera vez durante una reunión de Acción de Gracias en casa de un pariente que íbamos a dar un paseo, le dije que no quería volver a tocarlo de una forma tan contundente que supo que yo estaba fuera de mis límites e incluso pareció la asustada de nuestra relación. No me matriculé en clases durante dos semestres no consecutivos solo porque mi vida de fiesta era mucho más divertida. Viajaba de vez en cuando. A veces con amigos, a veces con hombres, normalmente mayores, que me invitaban a lugares exóticos. Las Maldivas, Portugal, las Islas Vírgenes. Dejé que mi jefe casado me usara durante un fin de semana en Cayo Hueso. Tuve una aventura con mi profesor de español, que solo me llevó hasta Ciudad de Panamá, Florida. Tantos rollos arriesgados de una noche. Mi identidad era que no buscaba nada permanente, una hija del universo. Mientras que me usaron como juguete tantas veces y creía que me gustaba el juego. Les decía cosas sobre querer hacerles feliz y cosas que inflarían su ego. Estoy segura de que hay muchísimos mensajes de texto por ahí que guardaron sobre la talla de su D que encajaba en mi pequeña P, sobre ser una niña pequeña y querer que me enseñaran a ser mujer y otras fantasías depravadas que pensé que querían oír. Obviamente, directamente relacionadas con lo que me hizo mi hermano. Estoy casi segura de que evité ser violada más de una vez dejándome llevar por la corriente cuando no lo esperaba o probablemente no quería. Puede que sea bueno que algunas de ellas probablemente no las recuerde. Una vez fue en una de las pocas fiestas de fraternidades a las que fui. Éramos tres chicos, no es mi estilo habitual. Otra vez fue con el padre de mi compañera de piso, que la visitaba en nuestra casa alquilada y se metió en mi cama de madrugada. Uno de los eventos traumáticos más extremos fue con un policía que me paró por conducir cuando había bebido, pero tenía menos del límite legal en su alcoholímetro. Me siguió a casa, como a un kilómetro de distancia, "por mi seguridad", e incluso me siguió adentro. Estaba en un apartamento en ese momento y pensé que mi compañera de piso estaba en casa y se lo dije. Pero cuando ella no estaba allí, dijo que le mentí a un oficial de policía y que tenía que hacer una búsqueda más exhaustiva si quería evitar que me arrestaran. No era atractivo ni agradable. Tenía un arma, aunque nunca la sacó. Puedes adivinar lo que pasó. Finalmente me deshice de esa vida salvaje durante mi penúltimo semestre cuando vi venir el final de la universidad. Mi promedio era 3. 3. y mi especialidad era filosofía y me di cuenta de que el futuro no era brillante en términos de lo que haría o cómo pagaría mis préstamos. Me puse a trabajar y decidí cambiar. Tenía una oferta para desnudarme y "ganar mucho dinero", pero afortunadamente no solo nunca me consideré así, sino que cuando fui con una amiga a su entrevista e intentaron reclutarme fueron tan sórdidos que los dos salimos corriendo de allí disgustados. Reevalué toda mi vida. Consideré terminarla, pero algún mecanismo de supervivencia no lo permitió. No quería ser la persona que había sido durante unos años. Miré hacia adelante y vi que no era sostenible a medida que envejecía y no tenía amor ni estabilidad. Dejé de trabajar cuando me ofrecieron un despacho de abogados. Me acosté con el gerente que me contrató como recepcionista, pero fue una gota en el océano de cosas de las que avergonzarme. Fue el último en hacerlo. Saqué solo sobresalientes y me gradué cum laude. Ascendí en el bufete principalmente por mi título, pero lo aproveché para escabullirme y aceptar un trabajo peor pagado en un bufete sin fines de lucro donde no me había acostado con nadie. Allí sí me acosté con un abogado, pero sigo casada con él y mi vida ha vuelto a la normalidad. Lo amo y él me ama. Él no sabe hasta qué punto fui promiscua en la universidad ni sobre mi hermano, y dudo que lo sepa alguna vez. Esa oscuridad se está desvaneciendo y ya no forma parte de mi vida. No es quien soy. En cuanto a mi hermano, ahora tiene familia y nos llevamos bien. Hablamos de ello una vez mientras estudiaba como loca en el último año, aunque no fue una conversación profunda. Mencioné que me usó, se disculpó, nos abrazamos y eso fue todo. No fue la confrontación catártica que algunos esperarían. Mi catarsis es mi esposo y mi vida actual, por la que estoy agradecida. Adoptamos dos hermanos pequeños y soy su mamá. Quizás tengamos uno propio. Quizás volvamos a adoptar. Me usaron y me introdujeron al sexo demasiado joven y temprana, lo que tensó mi relación con mis padres durante mucho tiempo y nunca la recuperaré. Descarriló mi vida. Estuve a la deriva por un tiempo, pero Dios, el universo o la suerte finalmente me pusieron en un buen lugar. Todo lo que sucedió me llevó a lo que soy ahora. No puedo decir que nunca contemplé el suicidio en tiempos más oscuros. Pero como en la película Náufrago, si se me permite citar, “Seguí vivo. Seguí respirando. Y un día, mi lógica se desvirtuó por completo porque la marea subió y me dio una vela. Y ahora, aquí estoy”. Miles de horas dedicadas al estudio de la filosofía y cito una película que ni siquiera está basada en un libro. Pero es perfecta.

    Estimado lector, esta historia contiene lenguaje autolesivo que puede resultar molesto o incomodo para algunos.

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    De un sobreviviente
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    Por la verdad

    Soy nueva en este sitio web, pero no soy nueva en esto de ser una sobreviviente de incesto. Hace más de 35 años, en las décadas de 1960, 1970 y 1980, fui víctima de un incesto prolongado entre mi padre y mi hija, durante toda mi infancia, con una madre incrédula y que no me apoyaba. Fue hace mucho tiempo, así que ya no corro "peligro" por culpa de mi abusador. Pero las heridas aún me duelen de vez en cuando y las cicatrices aún están sanando. Mi mente aún se está recuperando de la locura que amenazaba con apoderarse de mí, derivada de haber sido criada en ese entorno desquiciante y manipulador. Un día me desperté y pude ver que todo era solo una pesadilla del pasado que estaba permitiendo que me "atormentara" en el presente, amenazando con acabar con mi futuro prematuramente. Quiero compartir mi historia, y lo haré en pequeñas porciones, porque es demasiado larga para contarla aquí. Como probablemente les sucede a muchos sobrevivientes de incesto paterno, podría escribir un libro entero, no, una trilogía, sobre mi infancia y los problemas que he tenido a lo largo de mi vida debido a ese problema. Tuvo una larga trayectoria como depredador sexual infantil desde que empezó con tan solo 5 años, un adicto sexual que amaba a los niños hasta los 70 años, cuando falleció de un cáncer de rápida evolución en 2017. Sus oscuros secretos están saliendo a la luz desde su fallecimiento, pero mi familia aún lo niega. Como descubrí, a veces los esqueletos se revelan solos. Tras su fallecimiento, las víctimas de abuso sexual de mi padre, todos sus hermanos, están empezando a abrirse. Mi padre fue el depredador sexual más joven del que he oído hablar. No se convirtió en violador de menores en su vida adulta ni desarrolló su predilección por alguna peculiaridad de su vida matrimonial; ya era violador de menores cuando se casó con mi madre, con tan solo 17 años. Mi padre era un abusador de menores y violador de 17 años [que abusó sexualmente de sus cinco hermanos menores, dejándoles cicatrices y problemas psicológicos para toda la vida]. Mi padre se convirtió en un agente de la policía de la CHP muy respetado y en un ciudadano muy respetado, religioso, respetuoso de la ley [su imagen pública, aunque infringía las leyes en su vida privada] y contribuyente, venerado por todos en la pequeña base militar y el pueblo civil donde crecí. He vivido la historia real de "La niña que gritó lobo", solo que yo decía la verdad sobre el "lobo", que era mi padre. En la fábula de Esopo, el niño gastaba bromas a los aldeanos, así que no le creyeron cuando realmente necesitaba que le creyeran. Sé lo que es decir la verdad sobre un lobo con piel de oveja y que nadie más pueda ver lo que realmente es. Da mucho miedo. Realmente, es mortal. De niña, sabía que tenía que ser más lista que mi padre si quería delatar sus malas acciones. Pero él siempre iba dos pasos por delante. Siempre tenía dos o tres mentiras por cada verdad que yo tenía. Estaba jugando a un juego amañado, pero no me di cuenta hasta la edad adulta. Mi padre intentó arruinarme la vida, la de todos sus hermanos, mi hermana, mis hijos y cualquier otro niño al que pudiera acercarse. Viví y conozco las pesadillas [en sentido figurado y literal] que viven los niños cuando su propio papá es el lobo "hombre del saco" que aparece por la noche, sale del armario o de debajo de la cama, pero desaparece mágicamente por la mañana, sin dejar rastro [prácticamente]. Como mi padre se salió con la suya abusando sexualmente de mí todos esos años, quiero abrirme y exponer sus tácticas furtivas. No se salió con la suya abusando sexualmente de mí porque fuera un genio, brillante y talentoso con las ilusiones y los trucos de magia. Se salió con la suya porque todos los que lo rodeaban, los adultos, eran ignorantes y estaban engañados. Estoy a favor de usar mi experiencia para ayudar a desarrollar una mejor manera de ayudar a más de estas víctimas infantiles que buscan a un adulto que las escuche y quiera ayudarlas. Es terrible estar cautivo en tu propia casa, sin que nadie lo vea y sin que nadie se ofrezca a ayudar. Te das cuenta de que estás atrapado. Indefenso. Eso no debería ser así. Los niños deberían poder encontrar a alguien a quien contárselo. La policía parece no encontrar la financiación ni el personal necesarios para detener a estos tipos. Rara vez logran atrapar a uno y encerrarlo, y si lo logran, solo es por unos años antes de que vuelvan a la libertad y reanuden sus abusos. Mi vida y mi camino hacia la sanación me han llevado a un punto en el que he dejado de ser una víctima en recuperación que se considera una "sobreviviente", pero quiero ser más... Deseo ser una "vencedora" que ha aplicado lo que sabe y está [empezando a] marcar la diferencia. Quiero ser parte de la solución para otras víctimas que claman por ayuda... la ayuda que nunca llegó para mí y otras sobrevivientes de incesto padre-hija, que tuvieron que soportar "abuso sexual infantil por parte de su padre" porque nadie vio las señales... porque nadie "escuchaba". Espero ser parte de brindar una mejor solución al problema del incesto que la que existe actualmente... porque la forma actual de abordar este problema no está funcionando. La continua afluencia de nuevos informes que representan casos completamente nuevos de abuso sexual infantil perpetrado por otro padre nos dice que ni siquiera estamos cerca de detener la marea de este insidioso problema que crece a puerta cerrada. Eso es todo lo que tengo que decir por ahora. Gracias por escuchar.

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  • “No estás roto; no eres repugnante ni indigno; no eres indigno de ser amado; eres maravilloso, fuerte y digno”.

    Historia
    De un sobreviviente
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    Superviviente 👊🏼

    Fue hace 21 años y nunca se lo he contado a nadie. Viví con mi primera compañera de piso, quien sabía que tenía amigos sospechosos. Aun así, confiaba en ella y en nuestro nuevo y encantador hogar. Hasta que una noche invitó a amigos. Yo no bebía ni consumía drogas duras. Comíamos, todos bebían y se lo pasaban bien. No recuerdo nada después de eso, hasta que me desperté en mitad de la noche con un hombre, uno de sus "amigos", encima de mí. Estaba dentro de mí mientras yo yacía en medio del suelo. No podía moverme, no podía hablar. No fue una huida, una lucha ni una congelación; me habían drogado y no podía mover ni una sola parte de mi cuerpo. Ni siquiera podía mover los brazos para apartarlo. Y cuando la madre de mi compañera entró en nuestro nuevo hogar, en la habitación oscura, en mitad de la noche, vio lo que estaba pasando. Solo pude abrir los ojos de par en par del miedo, pero ella se dio la vuelta y salió sin decir palabra, dejándolo terminar lo que había empezado. Él se rió cuando ella se alejó. Para cuando recuperé el control de mi cuerpo, él ya no estaba. Estaba sola y desnuda en el suelo de la sala de mi primer piso, donde todos me pisoteaban al salir por la mañana. Era la broma de la mañana... ¿qué y a quién le hizo? Nadie me preguntó si estaba bien esa mañana. Nadie lo hizo nunca. Han pasado 21 años y todavía no sé el nombre del hombre que me violó esa noche, pero siempre recordaré su rostro.

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    #400

    Realmente no puedo recordar cuándo "empezó" todo, tenía 6 o 7 años, creo que duró hasta los 8, pero él seguía haciendo cosas espeluznantes hasta que tuve 9 o 10 años. Una noche me preguntó qué era el sexo, no estoy segura de lo que dije, pero creo que sabía qué era, pero realmente no sabía que él pidió tener sexo, no sabía qué hacer, creo que me "contenté" esta vez, estuve ansiosa todo el tiempo, quería que parara, le decía que parara y que escuché a alguien y no paraba después de eso, continuó, no recuerdo el orden ni nada de lo que sucedió, realmente no lo recuerdo, pero usaba palabras clave como "quiero ver videos divertidos de Minecraft", intentaba convencerlo de ver videos divertidos de Minecraft REALES, pero él quería ver pornografía o "tener sexo", nunca decía que sí cuando lo hacía en cuanto al sexo de inmediato, generalmente me rogaba o me manipulaba o, a veces, se obligaba a sí mismo a tener sexo. Decía "nunca quieres hacer lo que yo quiero", se burlaba de mí, me lo preguntaba una y otra vez, o si estaba sentada frente a él, me metía su parte en la parte de atrás de mis pantalones. Recuerdo que una vez le decía basta y no mientras jugaba Minecraft en su Xbox, y él me la metía... ¿sabes? Una vez me violó. Normalmente solo me agredía sexualmente (me frotaba la parte, me agarraba los pechos, me la metía en los pantalones), pero esta vez me rogó y dijo que, como me la había tocado (yo no quería que lo hiciera), tenía que hacerle cosas. Le dije que no, pero él dijo que sí, y que no era justo. Básicamente, me obligó a hacerle sexo oral. Después de eso, lo amenazé con decírselo si me volvía a preguntar. Se puso muy deprimido. Me sentí culpable, como si estuviera haciendo algo mal. No era la única razón por la que me sentía tan culpable. Mi padre falleció en esa época y pensé que me estaba cuidando y me odiaba por lo que mi primo estaba haciendo por mí porque pensé que estaba "teniendo sexo" cuando prácticamente lo estaba todo el tiempo. Todavía se las arregló para hacerme cosas espeluznantes después. Como sujetarme y presionar su parte privada contra la mía diciendo que era "un juego", escribir esto me da asco, no quiero pensar más en esto, solo necesito que alguien realmente escuche mi historia aunque no tenga todos los detalles o un buen recuerdo de lo que me pasó.

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  • Si estás leyendo esto, es que has sobrevivido al 100% de tus peores días. Lo estás haciendo genial.

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    El depredador al que llamé profesor

    Él tenía 53 años. Yo tenía 20. Era mi profesor, un ex policía. Al principio no confiaba en él. Pero se esforzó por abrirme. Notó las grietas, los puntos vulnerables en los que ya era vulnerable, y los presionó. Estaba lejos de casa, lidiando con múltiples tragedias, retraída, reservada y anhelando a alguien que realmente me escuchara. Él se posicionó como esa persona, la que me entendía cuando nadie más lo hacía. Al principio, no parecía abuso. Parecía atención. Que me llamara en clase, que me pidiera que me quedara después, que me viera a mí y a mis heridas, y que me dijera que tenía potencial. Fue meticuloso. Poco a poco, la atención se volvió personal. Hacía preguntas que ningún profesor debería hacer. Me tocó sin mi consentimiento: clavó el pulgar en mi clavícula, me agarró el cuello, me pateó el trasero, se rozó contra mí, me bloqueó físicamente. Hizo comentarios sobre mi cuerpo y mi ropa. Admitió que tenía sentimientos que "no podía expresar ni expresar". Se esforzó por demostrar que se podía confiar en él. Presentó mi indecisión como falta de confianza y me hizo sentir culpable cuando me alejé. Me aisló. Criticó a mi novio y puso piedras en el camino en mis relaciones. Me dio un objeto sencillo que él mismo había usado, presentándolo como un recordatorio para "ser él mismo". Yo también lo veía así, pero quedó claro que era más como un collar, una forma de poseerme. Se daba cuenta cuando no lo usaba. Me habló de su ex fallecida y me comparó con ella, como si yo debiera ocupar su lugar. Dijo que pensaba en mí a menudo. Presumía de conocer mujeres de veintipocos años en bares, de mi misma edad. Me sugirió que fuera a su casa para "sentirme seguro". Incluso admitió que tenía una lista de cosas escritas sobre mí. Lo veía como un mentor, a veces incluso como una figura paterna. Pero él se negaba. En cambio, intentó replantear la relación, manipulándome para que lo viera de una forma que le sirviera. Hubo noches después de clase en las que solo estábamos nosotros. Quería que lo acompañara a su coche. Mirando hacia atrás, creo que si mi amigo no hubiera aparecido algunas de esas noches, algo peor habría sucedido. Su contacto visual era asfixiante, impasible, agudo e intimidante. Me miraba de una forma que me paralizaba, me hacía sentir vista y atrapada. Se presentaba como invencible, incluso presumiendo de que podía hacerse pasar por una persona "intimidante". En una videollamada, estoy casi segura de que intentaba presionarme para que hiciera cosas. Fue entonces cuando me preguntó si alguna vez había sufrido una agresión sexual, usándolo como palanca. Reveló sus preferencias y dejó claro que no le gustaba que las mujeres contaran a otras sobre su relación. Cuando lo confronté una vez, dijo que la gente siempre lo pintaba como el "villano". Lo decía como si él fuera el perjudicado. E incluso entonces, me sentía culpable, como si lo hubiera lastimado. Así de fuerte era su control. Durante un año y medio, permanecí en ese círculo vicioso: enferma a su alrededor, pero convencida de que era el único que me entendía. Las grietas en su máscara finalmente aparecieron, y su control se aflojó cuando empecé a desafiarlo y a decir la verdad que tanto se esforzaba por ocultar. Finalmente, huí. Estaba tan agotada, despojada de mí misma, que no pude sobrevivir a otra ronda de su juego perverso. Lo denuncié más de una vez. La primera vez, no hicieron nada. Más tarde, incluso después de que perdiera su trabajo por razones no relacionadas, intentó obligarme a volver, incluso pidiéndome que fuera su referencia para trabajos con niños. Lo denuncié de nuevo porque temía que siguiera atacando a estudiantes. Esa vez, entró sin permiso, pero aún así sentí que no había terminado. Todavía temo encontrarme con él. Cargaba con la culpa. Vergüenza. Silencio. No se lo conté a nadie durante mucho tiempo. Pensé que el silencio lo borraría. En cambio, le dio al abuso más espacio dentro de mí. Y todavía me pregunto: ¿Qué fue esto? ¿Fue una agresión sexual, aunque nunca pareciera lo suficientemente "obvio"? ¿Fue culpa mía? ¿Es todo producto de mi imaginación? ¿Es válido, ya que no era menor de edad? ¿Fue real? Todavía estoy aprendiendo a sentirme segura. A existir en mi cuerpo sin pestañear. A usar ropa sin preguntarme si la tela es una invitación. A mantener el contacto visual sin sentirme expuesta. A creer que la atención no siempre tiene un precio. A dejar que el silencio me resulte tranquilo en lugar de peligroso. A dejar de escudriñar cada habitación en busca de la salida más cercana. A confiar en mi instinto. Y a no dejar que nadie me trate así nunca más. Todavía estoy aprendiendo a vivir en un mundo alterado por sus ojos, sus manos, sus palabras, y a creer que no estoy marcada para siempre por ellos, ni por hombres como él.

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    No violes a mi chica

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    reconstruyendo mi cuerpo

    Tengo 22 años. Siempre me ha gustado el sexo, y no necesariamente la sensación física, sino el empoderamiento que lo rodea. Sé que el sexo no siempre tiene que ser político, pero al crecer como mexicana/estadounidense y católica romana, siempre me sentí con una fuerte carga. Perdí mi virginidad en un lugar oscuro. Tenía trece años, y un chico de mi clase que me había estado acosando me obligó a ir al auditorio de la escuela, fue tras bambalinas, me empujó la cabeza hacia abajo y me hizo... bueno, sí. Sentí que estaba haciendo lo que tenía que hacer. Si quería demostrar lo poco que me afectaba esta fuerza, ganaría a mi(s) abusador(es). Me preguntó una y otra vez si podía meterlo, y finalmente dije que sí. Sabiendo lo que sé ahora, sé que esto no fue un verdadero consentimiento. Recuerdo que después de que lo hicieron, dije: "Bueno, eso fue horrible". Y él dijo: "¿De qué estás hablando? Eso fue genial". Me sentí tan insensible después, y confundí ese insensibilidad con poder. No sentí nada, no me sentí diferente. Me convencí de que la virginidad y el sexo no significaban nada. El catolicismo me había mentido. Decían que cuando tenemos sexo, las mujeres perdemos algo esencial de nosotras mismas. Nos apegamos al hombre y nunca volveremos a ese estado anterior. Recuerdo sentir que había desacreditado a la Iglesia. Era una estafa para que las chicas religiosas se odiaran a sí mismas y dependieran de los hombres. No creo que estuviera necesariamente equivocada, más bien equivocada. Iba por buen camino, pero le quité importancia al sexo, le quité importancia a mi cuerpo. Tuve que hacerlo, creo, porque reconocer el peso del sexo habría hecho mi situación insoportable. Ahora, a los 22, lo sé mejor. Ojalá pudiera abrazar y sostener a mi yo más joven. Probablemente pensaría que soy cursi y demasiado sensible, pero no me importa. A mi yo más joven, lo siento mucho. Creo que eres muy inteligente, pero recuerda que lastimarte para demostrar cosas a los demás nunca vale la pena. No tienes que dar ejemplo para empoderarte. Fuiste coaccionada, abusada y acosada, y no eres menos poderosa, menos tú misma, por reconocerlo. Te quiero mucho. Me violaron en agosto. Acababa de volver de mi ciudad universitaria. Me rompió el corazón haber terminado mi tiempo allí. Haberme despedido de las mejores amigas que he tenido. Mi mejor amiga, que fue conmigo a la universidad y al instituto, ya llevaba un mes en nuestra ciudad y me invitó a salir. No me apetecía, pero me convenció. Somos tan jóvenes y qué más da. Me fui con muy malas vibraciones, ya que el último día que estuve allí, un chico con el que había sido amiga y con el que había tenido relaciones regularmente durante casi dos años me dijo que había estado teniendo sexo con otras chicas sin protección, y cada vez que le preguntábamos si usaría condón, mentía. Que los abusadores se desahoguen sabiendo que las consecuencias serán mínimas. No podía asimilar la absoluta falta de respeto y traición a mi cuerpo. ¿Por qué a los hombres no les importaba? ¿Por qué no podían vernos como algo más que un maldito imbécil? ¿No podía haber sido sincero? ¿Usar condón conmigo era tan horrible que tuvo que mentir durante meses? Estaba furioso. Estaba decepcionado, y todavía lo estoy. Me sentía estúpido. ¿Por qué confiar en la palabra de alguien? ¿Cómo podía vivir en un mundo donde no tenía control sobre cómo la gente que amo/amo me lastimaba tanto? En fin, la cuestión es que al día siguiente, cuando salí con mi amiga, bebimos un poco de más. Ella me preguntó si podíamos quedar con un chico con el que había estado saliendo y su amigo. Le dije que sí, que estaba borracho y que no quería ser un aguafiestas. Cuando llegamos a su casa, nos dijo que había invitado a un amigo. Su amigo llegó y nos sirvió un vino de caja de mala calidad. Me quedé inconsciente y, por alguna razón, pensamos que sería buena idea que su amigo me llevara de vuelta a casa a las 3 de la madrugada mientras estaba borracho. Mi amigo paró el coche y me convenció de tener sexo. Cuando quise parar, no me dejó ni paró. Recuerdo llorar y pedirle que parara, pero no paró. No recuerdo mucho de la violación en sí. Recuerdo lo que pasó después. Lloré a mares y creo que lo acusé de violarme, y creo que probablemente lo negó. Solo recuerdo que estaba muy enfadado y yo muy disgustada. Le dije que mejor me diera dinero para el plan B y que me llevara a casa, o a casa de su amigo, para que pudiera contárselo a mi mejor amiga. Recuerdo que dijo que le había "faltado el respeto". Eso me da vueltas en la cabeza cuando no quiero. "Me faltaste el respeto", dijo. "Puedo echarte del coche", dijo. Recuerdo que me agarré a la puerta. Recuerdo que pensé que me moriría. Solo tengo destellos del después. Creo que estaba llorando sobre mi amiga, y recuerdo su cara. No sabía qué hacer, ¿y cómo iba a hacerlo? Me dijo después, cuando empecé a dudar de mi memoria, que yo había dicho que me había violado. Verás, no sabía, como la primera vez que abusaron de mí, que después intentas engañarte a ti misma con la opción más fácil, que es creer que simplemente eres una zorra. Recuerdas mal o exageraste. Pero por desgracia no. Te violaron. Lo sabes, tu cuerpo lo sabe. El violador también. En el fondo de su ser, sabe que hizo algo malo. Pero probablemente solo piense: "Perras, tío" o "Se lo merecía" o "Para eso están hechas las mujeres". Y aquí estoy, con mi miedo a la muerte, mi miedo al sexo/a la intimidad, mi yo/concepto de mí misma destrozados, todavía preguntándome por qué demonios la gente no puede respetarme a mí y a mi cuerpo. Antes nunca miraba por encima del hombro. Era una de esas chicas que nunca sentía la necesidad de llamar a alguien o fingir que llamaba a alguien cuando caminaban a casa. Mierda, después de que me pasó eso, el gas pimienta no me pareció suficiente. Quería comprar una pistola. Mi trasero liberal, anti pena de muerte, pro control de armas, quería comprar una solo para que nadie pudiera hacerme daño nunca más. A veces pienso en mi cuerpo destrozado, tirado al lado de la autopista en algún lugar. Pienso en el vestido de mi hermana que tomé prestado sin preguntar, y en cómo tenía manchas. Y en cómo se habría enfadado si hubiera muerto con él puesto. Tuve que ir a una fiesta de quince años al día siguiente, y creo que nunca he estado tan angustiada como el día después. ¿Alguna vez quieres arrancarte la vagina del cuerpo? Como si fuera una especie de punto focal de dolor. Quería estar suave como una muñeca o algo así. Sin entradas. Mi cuerpo todavía se congela ahora. Aprendí que eso es TEPT. Esto es sano. Nunca se lo dije a mi familia porque sabía que me culparían, así que solo unos pocos amigos lo sabían. Es casi vergonzoso, y sé que no lo es, pero es difícil no pensar: "Si tan solo... Si no lo hubiera hecho", y cosas así. No denuncié nada, aunque sabía que podía hacerlo, pero habría policías y vivo con mi familia. He visto lo que una investigación puede hacer. He leído suficiente y he convivido con mujeres lo suficiente como para saber que es casi, si no exactamente, como una nueva violación. Estaba tan cansada. Eso también fue horrible. Mi yo más joven pensaba que si alguien alguna vez me hacía eso, lo pagaría. Estaba segura de que me levantaría e iría a una comisaría inmediatamente después, pidiendo un kit de violación con elegancia, ¿de alguna manera? Sorprendería a todos con mi dignidad y compostura. Eso no pasó, pero está bien. Estoy bien. Estoy mejor. Sigo cansada, pero las cosas han mejorado. Estoy aquí, ¿verdad? Me encanta vivir, y me lo recuerdo cuando mi cuerpo se congela. También pienso en mi hermana menor y en cuánto deseo protegerla. Lucho contra el impulso de decirle que se quede dentro, donde está segura. Sé que vivir, estar realmente viva, es peligroso. Quiero que esté a salvo, pero quiero que viva bien y plenamente, así que me aseguro de que tenga gas pimienta, de que compartamos nuestras ubicaciones, de que pueda escribirme o llamarme, y de que nunca la juzgaré por ninguna situación en la que se encuentre. Gracias por esta plataforma, y lo siento mucho por quienes han tenido que usarla. Los quiero a todos. Espero que estén bien y vivan bien.

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    De un sobreviviente
    🇸🇿

    Tengo que tener esperanza de que algún día todo termine. Pero necesito actuar.

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    De un sobreviviente
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    Brutalmente utilizado por un policía después de una parada de tráfico

    En mi historia original, COMENZÓ CON MI HERMANO, hablé del abuso que sufrí desde una perspectiva general. Era mi vida de abuso tal como la compartí en aquel momento. He estado trabajando para compartir tres casos de violación que solo evité permitiendo que los hombres tomaran lo que quisieran en lugar de pelear. El más traumático de los tres incidentes que mencioné involucró a un policía. Este es el relato. Me detuvieron cuando regresaba a casa de un grupo de estudio, siendo estudiante de tercer año en la universidad, una noche entre semana. Habíamos compartido dos copas hacia el final. NO apruebo conducir y beber, pero no estaba borracho, como confirmó el alcoholímetro más tarde. Me detuvieron y ya tenía los nervios asociados, agravados por el hecho de que aún no tenía la edad legal para beber alcohol durante tres semanas. Fue entonces cuando conocí al policía al que llamaré simplemente SIK. Me dio una sensación inquietante la primera vez que lo vi y eso nunca se detuvo. Aun así, coqueteé con él hasta cierto punto, desesperada por no meterme en problemas. Me hizo salir del coche, quitarme la sudadera con capucha, debajo de la cual solo llevaba un sujetador deportivo básico. Esa noche solo hacía unos dieciséis grados. Tenía frío y temblaba de miedo y de temperatura. Lo vi mirarme el cuerpo sin filtro. Otro coche patrulla se detuvo con dos agentes mientras me hacían las pruebas de alcoholemia. Ya me había registrado de forma incómoda. Una de las agentes que llegó era mujer y también me registró después de haber dicho que tenía algunos problemas con las pruebas de alcoholemia. Caminar hacia atrás en una línea imaginaria, talón con punta, fue lo único con lo que tuve problemas. ¡Es duro! La policía sacó el alcoholímetro que había pedido. Di 0,035. Eso es menos de la mitad del límite legal. En ese momento, SIK dijo que simplemente me seguiría a casa, en lugar de arrestarme, y el otro coche se fue. La parada completa duró quizás una hora. Los coches pasaban por la calle lateral en la que me había metido. Faros delanteros y traseros en la oscuridad. Después de que el otro coche se fuera, SIK me habló con más dureza y amenazas que nunca. Dijo que una chica como yo probablemente está acostumbrada a salirse con la suya. Aseguró que aún podía llevarme a la cárcel cuando quisiera, ya que mientras me lleva a casa y se asegura de mi seguridad, todo lo que hago sigue siendo una prueba. Podría arrestarme por posesión de alcohol y perdería mi licencia. Tenía miedo. Le dije que mi compañera de cuarto estaba en casa. Ella también era estudiante y se suponía que debía estar allí. Después de seguirme dentro de mi apartamento, llamé a mi compañera. Luego revisé su habitación. ¡No estaba! SIK me acusó de mentirle a un policía y echó el cerrojo desde adentro. Me hizo apoyar las manos en la pared de mi comedor con las piernas abiertas. Quería llamarla para que pudiera hablar con ella y confirmar que solía estar allí, pero me detuvo y me obligó a enviarle un mensaje para ver cuándo volvería. Me dio instrucciones de no preguntar ni decir nada más y lo revisó antes de enviarlo. Estaba en casa de su hermana y no volvería hasta tarde. En ese momento se quitó el cinturón de herramientas y lo puso en la encimera de mi cocina. Me dijo que, después de todo lo que había hecho por mí, ya no era gratis, ya que le mentí. Su pistola estaba justo a nuestro lado. Se aseguró de que la viera e incluso la giró para que me apuntara. Tenía miedo y le suplicaba. Estaba dispuesta a hacer lo que fuera. No estoy segura, pero creo que se lo dije. Me comunicó por radio desde su bandolera que se estaba tomando un descanso para "almorzar". Lo que recuerdo con certeza fue cuando dijo que esta vez me haría un registro completo, hasta quedar completamente desnuda, y me preguntó si estaba de acuerdo. En ese momento ya no tenía ninguna duda de lo que estaba pasando. Hice los ajustes necesarios, pero lo que hizo fue más de lo que había preparado. Me dedicó cumplidos vulgares sobre mi cuerpo mientras me abusaba descaradamente. Me amasó los pechos como si fueran masa. Me tocó mientras me preguntaba si podía usar un apéndice especial que tenía que penetraba más. Sabía a qué se refería. Sentí repulsión, pero acepté. Después del sexo inicial, con las manos apoyadas en la pared e inclinada hacia adelante, bajó el ritmo. Esperaba que ya casi hubiera terminado, pero decidió prolongarlo. Me mandó a mi habitación. Se quitó toda la ropa menos los calcetines. Complementó su anatomía y me hizo aceptar. Su miembro era muy superior al tamaño promedio, pero dudo que, de no haber llevado anillo de bodas, lo hubiera usado alguna vez. Era medio calvo, tenía una ceja prominente como la de un neandertal y una barriga cervecera pálida con muchos lunares por todo el cuerpo. Tenía bigote y perilla que no ocultaban del todo su cutis demacrado, que parecía tener cicatrices de acné severo. Casi todos los hombres eran más altos que yo, pero él era bajo y solo me superaba por unos centímetros. Nunca le había mentido tanto como cuando le dije lo que quería oír sobre ser sexy y desearlo. La única verdad era sobre su pene grande. SIK habló mucho, principalmente degradándome y confirmando que estaba de acuerdo con él. Clichés, como que yo era una puta, una zorra, una guarrilla y que me gustaba lo que me obligaba a hacerle, pero también me preguntó sobre mi vida sexual y mi historial de abusos. Quería que dijera que mi padre y mis entrenadores abusaban de mí, pero no mentiría. En cambio, le conté parte de la verdad sobre el abuso de mi hermano. Esa fue probablemente la peor parte. Decirle en voz alta a SIK lo que nunca solía admitirle a nadie, para su gran placer, me hizo daño. Eso fue peor que el sexo oral. Peor que obligarme a besarlo en algunos momentos. También fue cruel. Intentó amordazarme y empujarme hasta el fondo de mi garganta mientras le obligaba a hacerme sexo oral. Me empujó los tobillos detrás de la cabeza mientras me embestía con sus embestidas abusivas. Podía ver la cruel lujuria en sus ojos. Podía ver su sonrisa malvada. Me abofeteó muchas veces, pero no muy fuerte. Sí me azotó fuerte. Se dio cuenta de que me tenía cautiva y vulnerable a sus caprichos y que por fin estaba viviendo sus fantasías más oscuras. Hacía todo lo que él quería y lo alentaba porque quería que parara. ¡Tantas veces se detuvo justo antes de llegar al clímax! No quería que terminara. SIK intentó tener sexo anal conmigo y yo me adaptaba, pero era demasiado grande para mí. Lloré casi todo el rato de dolor, pero intentando actuar como una pareja ansiosa por que terminara. Después pensé que eso podría haberlo prolongado. SIK era probablemente el momento en que preferiría que sufriera más, como si me estuvieran violando en lugar de ocultar mi dolor. No duró mucho más de veinte minutos, pero fue terrible y lo reviví tantas veces en mi mente antes de emborracharme y colocarme hasta la muerte la noche siguiente después del trabajo. Así que el recuerdo vivió mucho más prominente en mi cabeza que un simple encuentro de 25 minutos. Alcanzo el clímax con facilidad, pero nunca tuve un orgasmo con él por su preferencia por causar dolor sexual. Cuando de repente se corrió dentro de mí, se quedó callado y apenas dijo una palabra más mientras se vestía, con cinturón de pistola y todo, y se fue en silencio. No tengo ni idea de qué significaba eso. Me asustó. Tuve miedo al conducir un tiempo y evité dormir en casa tanto como pude, lo que a veces significaba acostarme con hombres e incluso con amigos, solo para no volver. Fue la razón principal por la que no renové el contrato de alquiler y me mudé a un apartamento más pequeño, sola. Era la misma compañera de piso cuyo padre ya se había acostado conmigo sin mi consentimiento inicial. Le conté a mi compañera una versión corta y reaccionó como si fuera una historia genial. En cierto modo, se la conté así, como una forma de afrontarlo. El camino fácil y de menor resistencia. No admitir que pudo haber sido lo peor que me ha pasado en el ámbito sexual. Lo peor que me pasó en la universidad fue el corazón roto por perder a los hombres que amaba. Pero esas son historias para otro foro. Ya no expongo mi corazón para que lo pisoteen. Este incidente fue una de las llamadas de atención que me indicaron que debía cambiar por completo mi estilo de vida e intentar salvarme. También fue una de las cosas que más me costó comentarle a mi terapeuta, aunque lo pensé durante las sesiones.

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  • Creemos en ti. Eres fuerte.

    Mensaje de Sanación
    De un sobreviviente
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    Despertarme y acostarme sabiendo que estoy seguro y en paz en mi propia casa.

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    De un sobreviviente
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    nombre

    Bueno, un poco sobre mí: ¡soy chica, así nací! Fui animadora durante toda la preparatoria y vengo de un hogar monoparental con un solo hijo, ¡solo mi papá y yo! Hace unos años, mi papá me pidió que sacara la basura; era parte de mis tareas semanales. El hijo de nuestro vecino, que entonces rondaba los treinta y tantos, estaba en la entrada de la casa de sus padres sentado en su camioneta. Llevé la basura hasta el final de la entrada, y al volver, me llamó: "¡Hola, guapa!". Fui al borde de nuestro jardín para hablar con él. Estaba borracho, muy borracho, con una cerveza en la mano. Empezó a hablar de cuánto odiaba a su prometida y de cuánto odiaba tener hijos. Entonces me preguntó: "¿Cuánto cuesta una felación?". Me quedé muy sorprendida y pensé que bromeaba. La diferencia de edad era mucha. Le dije: "No puedes pagarme". Dijo: "Ah, así que sabes cómo dar una". Me reí. Salió de la camioneta y empezó a orinar a su lado. Dije: "Buenas noches" y empecé a alejarme. De repente, me agarró del pelo y me arrastró hasta un cobertizo en el patio trasero. No tengo ni idea de por qué, pero sinceramente pensé que solo estaba jugando conmigo. Como si tuviera miedo, pero en realidad pensé que me iba a encerrar en el cobertizo como una broma de mal gusto. Seguía preguntando: "¿Qué haces?". Cuando llegamos al cobertizo, me tiró al suelo y cerró la puerta. Fue entonces cuando me di cuenta de que estaba en peligro. Sacó un cuchillo del bolsillo y empecé a gritar. Corrió hacia mí y me tapó la boca con la mano. Estaba tan asustada que lloré. Se quitó los pantalones y me ordenó que me quitara los shorts. Tenía demasiado miedo para moverme y fue entonces cuando me hizo el primer corte. Me cortó el brazo. De verdad. Lloraba: "¡Por favor, no!". Sacó una cuerda de la pared y me ató las manos por encima de la cabeza porque intentaba apartarlas. Le había arañado el brazo con las uñas y me llamó "perrita" justo antes de atarme. Luego me quitó los pantalones cortos y la ropa interior. Tenía mucho miedo, pero seguía cortándome, así que cerré los ojos mientras me penetraba a la fuerza "ahí abajo". Me dolía muchísimo y me sentía asquerosa. Gritaba: "¡Por favor, para!", "¡No!", "¡Por favor!". Lo sentí salir y empezó a meterme su "cosa" en la boca. Era asqueroso, tenía muchísima sangre y me daban arcadas. Lo mordí y me dio una bofetada y dijo: "¡Maldita perra, te quieres morir!", y me escupió. Me quitó las cuerdas y vomité. Se apartó por eso, y yo corrí a la puerta y pude salir y correr a mi casa y a mi habitación. Me senté en el suelo contra la puerta y lloré muchísimo toda la noche. A la mañana siguiente, fui a mi médico de cabecera y me derrumbé en el vestíbulo. No recuerdo mucho después de eso. De hecho, no recuerdo mucho de las tres semanas siguientes. Recuerdo el kit de violación y fue horrible. Solo quería ropa y dormir. Estaba agotada y cansada, y había tantas fotos y preguntas. Me dijeron que estaba en shock. Al día siguiente fui a la comisaría. Eso fue lo más difícil de todo. Tenía muchísimo miedo de que no me creyeran. Recuerdo que unas semanas después fue como si se hubiera disipado la niebla. Creo que lo que más sentí esos primeros meses fue un entumecimiento abrumador. Sentía que nadie podía entender lo que sentía y me sentía muy sola. Tan sola... Deseaba desesperadamente que alguien me ayudara. Fue horrible. Decidí, por insistencia de mi padre, hablar con un terapeuta y luego iría a un psiquiatra. No ha sido fácil. Horas y horas y muchas pequeñas victorias, y finalmente estoy en un punto donde una nueva normalidad está empezando a ser real. Creo que lo más importante que he aprendido es que nunca hay vuelta atrás. Ella ya no está. Tengo trastorno de estrés postraumático (TEPT) y probablemente tomaré medicación para lidiar con el trauma el resto de mi vida. Tengo ataques de ansiedad muy graves. Lo peor es que me dañó tanto el interior que oficialmente no puedo tener hijos. Es algo ENORME y no sé cómo superarlo. Tuve que sanar mucho físicamente y tengo muchísimas cicatrices en el cuerpo. No puedo ocultarlas. Siempre me preguntan cómo te hiciste estas cicatrices. Superar esto ha sido duro, pero soy muy fuerte y sobreviví. Me alegro de estar viva. Hubo momentos en los que no quería volver. Desde mi violación, conocí a mi media naranja y ¡me caso en un mes! No soy la misma, pero estoy orgullosa del trabajo que hice por lo difícil que fue. Así que sí, esta es mi historia. Gracias por leer.

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    Estimado Nombre

    Tenía 15 años. Fumaba marihuana de vez en cuando (ya que estaba en mi etapa de angustia adolescente). Tenía un mejor amigo y también tenía una relación, no necesariamente sana, pero la tenía. Una noche me sentí deprimida porque me dejaron plantada en una cita en el lago que tenía prevista para ese día. Normalmente fumo cuando me siento mal, y esa noche me sentí fatal; así que fumé un poco de más sin querer. Con el tiempo, empecé a sentirme pálida y a tener un viaje muy fuerte, así que le escribí a mi mejor amigo para que me calmara (mi novio de entonces se había acostado temprano por trabajo y vivía en otro pueblo). Él (mi mejor amigo) se invita a casa sin avisar y tuve que salir a verlo (ya que no iba a dejarlo entrar porque era muy tarde y mis padres estaban dormidos). Luego fuimos al cobertizo de fuera de mi casa a sentarnos a charlar, ya que él "quería calmar mi euforia". Finalmente, mi subidón empeoró tanto que me tambaleaba hacia atrás (sentada en el suelo) y me caí de espaldas. Mi amigo se me echó encima (ya que era/es increíblemente más grande que yo) y empezó a aprovecharse de mí. Sentía el cuerpo extremadamente débil por la marihuana y no podía levantarme en absoluto, y pronto no pude moverme porque el chico me sujetaba y me sujetaba por completo. Recordé la agonía y el dolor que sentí. Me quemaba como fuego y traté de gritar pidiendo ayuda, pero nadie me oía (ya que estábamos aislados en un cobertizo, lejos de todos, en plena noche). Me dejó. Lo primero que hice, por el asco que sentía en mi propia piel, fue ducharme... Hasta el día de hoy (casi 3 años después), recuerdo lo que llevaba puesto: una camiseta tie-dye, pantalones cortos negros de baloncesto y una braguita de bikini con tirantes a ambos lados (incluso cruzados) hasta las caderas. Hasta el día de hoy me da miedo usar braguitas de bikini... hasta el día de hoy le temo al verano por la agonía de recordarlo. Había guardado las braguitas de bikini en mi cómoda porque él las había usado y creía que esa era mi única prueba del incidente. Mi madre las había limpiado por error... había lavado toda mi ropa en mi habitación mientras yo estaba en un hospital psiquiátrico. No me quedan más que mis palabras. Lo segundo que hice (después de ducharme) fue contarle a mi novio de entonces lo que pasó, llorando a mares, de dolor, y enviando mensajes de texto frenéticamente todo lo sucedido para no olvidarlo. Él, en lugar de ayudarme o calmarme, me acusó de infiel y me dejó.

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  • “Para mí, sanar significa que todas estas cosas que sucedieron no tienen por qué definirme”.

    Mensaje de Sanación
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    Algo que espero lograr pronto.

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  • Bienvenido a Our Wave.

    Este es un espacio donde sobrevivientes de trauma y abuso comparten sus historias junto a aliados que los apoyan. Estas historias nos recuerdan que existe esperanza incluso en tiempos difíciles. Nunca estás solo en tu experiencia. La sanación es posible para todos.

    ¿Cuál cree que es el lugar adecuado para empezar hoy?
    Historia
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    Name, solo tenía 6 años

    Tenía alrededor de 6 años, cierro los ojos y es cómo si volviera a vivir en carne propia el recuerdo, me acuerdo del ruido de la televisión, el olor del desayuno que estaba comiendo, yo solo estaba viendo caricaturas. El, un hombre de alrededor 50 años me cargó y me acomodó en sus piernas, y deslizó su mano por debajo de mis panties, TENÍA 6 AÑOS y ahí empezó mi historia de abusó sexual, una historia que me hubiese gustado no tener que experimentar. Yo hablé ya que mi mamá siempre me había enseñado a que nadie podía tocar mis partes pero en ese entonces mi mamá no tenía los recursos, vivíamos en casa de una prima (la hija de mi abusador) y nadie me creyó, dijeron que era mi imaginación. Otros sucesos pasaron cometidos por la misma persona, me arrebató mi inocencia y me rompió en pedacitos… pese a que yo hablé la primera vez, las otras veces me quedé callada porque nadie me creyó, nadie me protegió y nadie me escuchó más que mi mamá pero en ese entonces ella estaba luchando con un problema de alcoholismo y toda la familia nos dio la espalda. Después de un tiempo dejé de ver a mi abusador pero a los 8 años me volvió a pasar pero esta vez por el esposo de mi tía (la hermana de mi mamá) ellos han sido casados desde que mi tía tiene 16 años hasta el presente. Fuimos de visita a casa de mi tía, era diciembre entonces mi mamá salió con mi tía a comprar cosas para la navidad, yo, mi hermano y mi primo (hijo de mi tía) nos quedamos al cuidado del esposo de mi tía, el en ese entonces era oficial de la policía. Yo estaba jugando con mi primo y mi hermano cuando él me llamó, él estaba sentado en la mesedora viendo las noticias cuando me sentó en sus piernas y yo inmediatamente me paralice puesto que la última vez que alguien me sentó en sus piernas me manoseo, esta vez fue diferente, solo me acaricio las piernas y yo solo sentí cómo algo duro me rozaba mis glúteos, me paralicé y no sabía que hacer, hasta que tuve la fuerza y me bajé. Nunca hablé de mi segundo abusador y nunca lo he hecho, yo ya no vivo en Colombia pero cuando voy me toca actuar cómo si nada aunque por dentro sienta tantas cosas. Por mucho tiempo reprimí todo lo que me pasó, siempre decía que no me afectó y ahora a mis 22 años me está atormentando. Estoy comprometida con el amor de mi vida, siento que ha sido un regalo que Dios y la vida me dio después de tanto tormento pero hay veces que cuando vamos a tener intimidad y me toca siento una rabia en mi, ese tipo de rabia que te dan ganas de pegarle un puño en la cara a esa persona, y no lo entiendo, el no me ha hecho nada? El solo me ha ayudado y me ha tratado con amor y me ha demostrado lo mucho que me respeta y me ama, siempre quise evadir el tema y reprimirlo, no hablar de ello y pretender cómo que no me afectó pero ya llegué a un punto donde me dan unos ataques de ira que ni yo me reconozco, donde termino lastimándome a mí misma o sacando esa ira en mi prometido, hace unas noches por fin en medio de una ataque de ira donde terminé azotandome la cabeza en la pared solo repetía “no me deja en paz, me persigue, sácalo de mi cabeza” estaba en un estado de crisis y mi prometido solo pudo sujetarme en sus brazos mientras me preguntaba quién me perseguía y fue la primera vez que dije su nombre en voz alta, “Name, el hombre que me violo y me robo mi inocencia no sale de mi cabeza” no podía hablar, las lágrimas y gritos de desesperación eran más que las palabras, en ese momento me di cuenta que no importa cuánto allá crecido aquella niña de 6 años sigue dentro de mi, está enojada, está triste y rota. Mi pareja es abogado entonces el fue quien me habló sobre me too movement, me dijo que me hiciera justicia y lo denunciara pero que si no me sentía lista por miedo que navegara las opciones que me too ofrece y que quizá empezara por contar mi historia, por unos días habría la página y solo me quedaba paralizada, pero hoy me anime, ya no merezco ser prisionera de un dolor que no fue mi culpa aunque por mucho tiempo he sentido que lo es, me siento perdida y no quiero que mi pasado defina mi presente, la vida me está dando oportunidades bonitas pero mi abusó sexual no me deja avanzar, cómo me saco esta rabia que siento por dentro? Porque me volví un ser tan agrio y amargo, porque me enojo por todo? Porque no puedo disfrutar la intimidad con mi pareja si es delicado conmigo? Parece que entre más delicado es más rabia siento por dentro. Me siento muy sola y perdida. Quiero este dolor fuera de mi

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    De un sobreviviente
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    No tengo recuerdos claros y siento mucha culpa

    Mi historia es un poco larga. Cuando tenía 15 años o 16 años, vino a mi mente el recuerdo de cosas que habían ocurrido cuando yo tenía entre 4 y 5 años. Dos tíos abusaron de mí. Los recuerdos sobre esto nunca han sido claros y ahora, muchos años después, todo se ha vuelto más lejano y confuso y he dudado varias veces de mí misma y de mi historia. Hay otras cosas que pasaron en mi infancia que sí recuerdo con más claridad: cuando tenía entre 7 y 8 años, vi a mis papás teniendo relaciones sexuales a mi lado (esa noche me había pasado a dormir con ellos en su cama). Tiempo después, se repitió la situación, pero con mi padrastro y mi mamá. También cuando tenía entre 7 y 8 años, estaba revisando unos CD'S en el DVD que había en la casa para marcarlos según el género musical o según la película que fuera. Uno de los CD'S, era una película porno. Como casi siempre, me encontraba sola en mi casa, entonces la vi completa. No recuerdo si me masturbé. Sé que desde muy niña me frotaba con peluches, muñecas y otros objetos, aunque sin mucha conciencia de lo que hacía, pero estaba presente el miedo a ser vista. Hay algo que me atormenta en este momento: cuando tenía 6 o 7 años, mi prima (ella un año mayor) y yo jugábamos a imitar algunas posiciones de un libro de kamasutra que había en su casa. También tengo leves recuerdos de una vez que, mientras nos bañábamos, frotamos nuestras partes íntimas. No sé si esto se dio en el marco de una curiosidad bilateral y por el contenido del libro al que habíamos estado expuestas o si fui yo quien generó la situación y la persuadió a ella de hacerlo o si la manipulé. No recuerdo que haya sido así, pero me da miedo que sí. ¿Y si imité lo que hacía mis tíos conmigo o lo que vi en contenido al que estuve expuesta? Siento miedo, culpa y vergüenza. Además, hace medio año, recordé que cuando tenía 10 años y cargué a mi hermanita en mi piernas (que estaba como de un mes), sentí un estímulo placentero en mi zona íntima por el contacto. Cuando esta imagen vino a mí (tampoco fue clara, como mis otros recuerdos) sentí culpa, pero no escaló a más porque entendí que fue una reacción física y nada más. Pero luego no podía dejar de pensar en ello y me cuestionaba si había prologando o intensificado el contacto y sentí muchísima culpa, asco y vergüenza. Fue tan fuerte, que tuve un episodio de TOC y siento que aún no he podido salir de ahí, porque ahora me inundan las dudas sobre lo sucedido con mi prima.

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    El trastorno de estrés postraumático (TEPT) se desarrolló en la escuela secundaria.

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    Por la verdad

    Soy nueva en este sitio web, pero no soy nueva en esto de ser una sobreviviente de incesto. Hace más de 35 años, en las décadas de 1960, 1970 y 1980, fui víctima de un incesto prolongado entre mi padre y mi hija, durante toda mi infancia, con una madre incrédula y que no me apoyaba. Fue hace mucho tiempo, así que ya no corro "peligro" por culpa de mi abusador. Pero las heridas aún me duelen de vez en cuando y las cicatrices aún están sanando. Mi mente aún se está recuperando de la locura que amenazaba con apoderarse de mí, derivada de haber sido criada en ese entorno desquiciante y manipulador. Un día me desperté y pude ver que todo era solo una pesadilla del pasado que estaba permitiendo que me "atormentara" en el presente, amenazando con acabar con mi futuro prematuramente. Quiero compartir mi historia, y lo haré en pequeñas porciones, porque es demasiado larga para contarla aquí. Como probablemente les sucede a muchos sobrevivientes de incesto paterno, podría escribir un libro entero, no, una trilogía, sobre mi infancia y los problemas que he tenido a lo largo de mi vida debido a ese problema. Tuvo una larga trayectoria como depredador sexual infantil desde que empezó con tan solo 5 años, un adicto sexual que amaba a los niños hasta los 70 años, cuando falleció de un cáncer de rápida evolución en 2017. Sus oscuros secretos están saliendo a la luz desde su fallecimiento, pero mi familia aún lo niega. Como descubrí, a veces los esqueletos se revelan solos. Tras su fallecimiento, las víctimas de abuso sexual de mi padre, todos sus hermanos, están empezando a abrirse. Mi padre fue el depredador sexual más joven del que he oído hablar. No se convirtió en violador de menores en su vida adulta ni desarrolló su predilección por alguna peculiaridad de su vida matrimonial; ya era violador de menores cuando se casó con mi madre, con tan solo 17 años. Mi padre era un abusador de menores y violador de 17 años [que abusó sexualmente de sus cinco hermanos menores, dejándoles cicatrices y problemas psicológicos para toda la vida]. Mi padre se convirtió en un agente de la policía de la CHP muy respetado y en un ciudadano muy respetado, religioso, respetuoso de la ley [su imagen pública, aunque infringía las leyes en su vida privada] y contribuyente, venerado por todos en la pequeña base militar y el pueblo civil donde crecí. He vivido la historia real de "La niña que gritó lobo", solo que yo decía la verdad sobre el "lobo", que era mi padre. En la fábula de Esopo, el niño gastaba bromas a los aldeanos, así que no le creyeron cuando realmente necesitaba que le creyeran. Sé lo que es decir la verdad sobre un lobo con piel de oveja y que nadie más pueda ver lo que realmente es. Da mucho miedo. Realmente, es mortal. De niña, sabía que tenía que ser más lista que mi padre si quería delatar sus malas acciones. Pero él siempre iba dos pasos por delante. Siempre tenía dos o tres mentiras por cada verdad que yo tenía. Estaba jugando a un juego amañado, pero no me di cuenta hasta la edad adulta. Mi padre intentó arruinarme la vida, la de todos sus hermanos, mi hermana, mis hijos y cualquier otro niño al que pudiera acercarse. Viví y conozco las pesadillas [en sentido figurado y literal] que viven los niños cuando su propio papá es el lobo "hombre del saco" que aparece por la noche, sale del armario o de debajo de la cama, pero desaparece mágicamente por la mañana, sin dejar rastro [prácticamente]. Como mi padre se salió con la suya abusando sexualmente de mí todos esos años, quiero abrirme y exponer sus tácticas furtivas. No se salió con la suya abusando sexualmente de mí porque fuera un genio, brillante y talentoso con las ilusiones y los trucos de magia. Se salió con la suya porque todos los que lo rodeaban, los adultos, eran ignorantes y estaban engañados. Estoy a favor de usar mi experiencia para ayudar a desarrollar una mejor manera de ayudar a más de estas víctimas infantiles que buscan a un adulto que las escuche y quiera ayudarlas. Es terrible estar cautivo en tu propia casa, sin que nadie lo vea y sin que nadie se ofrezca a ayudar. Te das cuenta de que estás atrapado. Indefenso. Eso no debería ser así. Los niños deberían poder encontrar a alguien a quien contárselo. La policía parece no encontrar la financiación ni el personal necesarios para detener a estos tipos. Rara vez logran atrapar a uno y encerrarlo, y si lo logran, solo es por unos años antes de que vuelvan a la libertad y reanuden sus abusos. Mi vida y mi camino hacia la sanación me han llevado a un punto en el que he dejado de ser una víctima en recuperación que se considera una "sobreviviente", pero quiero ser más... Deseo ser una "vencedora" que ha aplicado lo que sabe y está [empezando a] marcar la diferencia. Quiero ser parte de la solución para otras víctimas que claman por ayuda... la ayuda que nunca llegó para mí y otras sobrevivientes de incesto padre-hija, que tuvieron que soportar "abuso sexual infantil por parte de su padre" porque nadie vio las señales... porque nadie "escuchaba". Espero ser parte de brindar una mejor solución al problema del incesto que la que existe actualmente... porque la forma actual de abordar este problema no está funcionando. La continua afluencia de nuevos informes que representan casos completamente nuevos de abuso sexual infantil perpetrado por otro padre nos dice que ni siquiera estamos cerca de detener la marea de este insidioso problema que crece a puerta cerrada. Eso es todo lo que tengo que decir por ahora. Gracias por escuchar.

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    Superviviente 👊🏼

    Fue hace 21 años y nunca se lo he contado a nadie. Viví con mi primera compañera de piso, quien sabía que tenía amigos sospechosos. Aun así, confiaba en ella y en nuestro nuevo y encantador hogar. Hasta que una noche invitó a amigos. Yo no bebía ni consumía drogas duras. Comíamos, todos bebían y se lo pasaban bien. No recuerdo nada después de eso, hasta que me desperté en mitad de la noche con un hombre, uno de sus "amigos", encima de mí. Estaba dentro de mí mientras yo yacía en medio del suelo. No podía moverme, no podía hablar. No fue una huida, una lucha ni una congelación; me habían drogado y no podía mover ni una sola parte de mi cuerpo. Ni siquiera podía mover los brazos para apartarlo. Y cuando la madre de mi compañera entró en nuestro nuevo hogar, en la habitación oscura, en mitad de la noche, vio lo que estaba pasando. Solo pude abrir los ojos de par en par del miedo, pero ella se dio la vuelta y salió sin decir palabra, dejándolo terminar lo que había empezado. Él se rió cuando ella se alejó. Para cuando recuperé el control de mi cuerpo, él ya no estaba. Estaba sola y desnuda en el suelo de la sala de mi primer piso, donde todos me pisoteaban al salir por la mañana. Era la broma de la mañana... ¿qué y a quién le hizo? Nadie me preguntó si estaba bien esa mañana. Nadie lo hizo nunca. Han pasado 21 años y todavía no sé el nombre del hombre que me violó esa noche, pero siempre recordaré su rostro.

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    No violes a mi chica

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    Brutalmente utilizado por un policía después de una parada de tráfico

    En mi historia original, COMENZÓ CON MI HERMANO, hablé del abuso que sufrí desde una perspectiva general. Era mi vida de abuso tal como la compartí en aquel momento. He estado trabajando para compartir tres casos de violación que solo evité permitiendo que los hombres tomaran lo que quisieran en lugar de pelear. El más traumático de los tres incidentes que mencioné involucró a un policía. Este es el relato. Me detuvieron cuando regresaba a casa de un grupo de estudio, siendo estudiante de tercer año en la universidad, una noche entre semana. Habíamos compartido dos copas hacia el final. NO apruebo conducir y beber, pero no estaba borracho, como confirmó el alcoholímetro más tarde. Me detuvieron y ya tenía los nervios asociados, agravados por el hecho de que aún no tenía la edad legal para beber alcohol durante tres semanas. Fue entonces cuando conocí al policía al que llamaré simplemente SIK. Me dio una sensación inquietante la primera vez que lo vi y eso nunca se detuvo. Aun así, coqueteé con él hasta cierto punto, desesperada por no meterme en problemas. Me hizo salir del coche, quitarme la sudadera con capucha, debajo de la cual solo llevaba un sujetador deportivo básico. Esa noche solo hacía unos dieciséis grados. Tenía frío y temblaba de miedo y de temperatura. Lo vi mirarme el cuerpo sin filtro. Otro coche patrulla se detuvo con dos agentes mientras me hacían las pruebas de alcoholemia. Ya me había registrado de forma incómoda. Una de las agentes que llegó era mujer y también me registró después de haber dicho que tenía algunos problemas con las pruebas de alcoholemia. Caminar hacia atrás en una línea imaginaria, talón con punta, fue lo único con lo que tuve problemas. ¡Es duro! La policía sacó el alcoholímetro que había pedido. Di 0,035. Eso es menos de la mitad del límite legal. En ese momento, SIK dijo que simplemente me seguiría a casa, en lugar de arrestarme, y el otro coche se fue. La parada completa duró quizás una hora. Los coches pasaban por la calle lateral en la que me había metido. Faros delanteros y traseros en la oscuridad. Después de que el otro coche se fuera, SIK me habló con más dureza y amenazas que nunca. Dijo que una chica como yo probablemente está acostumbrada a salirse con la suya. Aseguró que aún podía llevarme a la cárcel cuando quisiera, ya que mientras me lleva a casa y se asegura de mi seguridad, todo lo que hago sigue siendo una prueba. Podría arrestarme por posesión de alcohol y perdería mi licencia. Tenía miedo. Le dije que mi compañera de cuarto estaba en casa. Ella también era estudiante y se suponía que debía estar allí. Después de seguirme dentro de mi apartamento, llamé a mi compañera. Luego revisé su habitación. ¡No estaba! SIK me acusó de mentirle a un policía y echó el cerrojo desde adentro. Me hizo apoyar las manos en la pared de mi comedor con las piernas abiertas. Quería llamarla para que pudiera hablar con ella y confirmar que solía estar allí, pero me detuvo y me obligó a enviarle un mensaje para ver cuándo volvería. Me dio instrucciones de no preguntar ni decir nada más y lo revisó antes de enviarlo. Estaba en casa de su hermana y no volvería hasta tarde. En ese momento se quitó el cinturón de herramientas y lo puso en la encimera de mi cocina. Me dijo que, después de todo lo que había hecho por mí, ya no era gratis, ya que le mentí. Su pistola estaba justo a nuestro lado. Se aseguró de que la viera e incluso la giró para que me apuntara. Tenía miedo y le suplicaba. Estaba dispuesta a hacer lo que fuera. No estoy segura, pero creo que se lo dije. Me comunicó por radio desde su bandolera que se estaba tomando un descanso para "almorzar". Lo que recuerdo con certeza fue cuando dijo que esta vez me haría un registro completo, hasta quedar completamente desnuda, y me preguntó si estaba de acuerdo. En ese momento ya no tenía ninguna duda de lo que estaba pasando. Hice los ajustes necesarios, pero lo que hizo fue más de lo que había preparado. Me dedicó cumplidos vulgares sobre mi cuerpo mientras me abusaba descaradamente. Me amasó los pechos como si fueran masa. Me tocó mientras me preguntaba si podía usar un apéndice especial que tenía que penetraba más. Sabía a qué se refería. Sentí repulsión, pero acepté. Después del sexo inicial, con las manos apoyadas en la pared e inclinada hacia adelante, bajó el ritmo. Esperaba que ya casi hubiera terminado, pero decidió prolongarlo. Me mandó a mi habitación. Se quitó toda la ropa menos los calcetines. Complementó su anatomía y me hizo aceptar. Su miembro era muy superior al tamaño promedio, pero dudo que, de no haber llevado anillo de bodas, lo hubiera usado alguna vez. Era medio calvo, tenía una ceja prominente como la de un neandertal y una barriga cervecera pálida con muchos lunares por todo el cuerpo. Tenía bigote y perilla que no ocultaban del todo su cutis demacrado, que parecía tener cicatrices de acné severo. Casi todos los hombres eran más altos que yo, pero él era bajo y solo me superaba por unos centímetros. Nunca le había mentido tanto como cuando le dije lo que quería oír sobre ser sexy y desearlo. La única verdad era sobre su pene grande. SIK habló mucho, principalmente degradándome y confirmando que estaba de acuerdo con él. Clichés, como que yo era una puta, una zorra, una guarrilla y que me gustaba lo que me obligaba a hacerle, pero también me preguntó sobre mi vida sexual y mi historial de abusos. Quería que dijera que mi padre y mis entrenadores abusaban de mí, pero no mentiría. En cambio, le conté parte de la verdad sobre el abuso de mi hermano. Esa fue probablemente la peor parte. Decirle en voz alta a SIK lo que nunca solía admitirle a nadie, para su gran placer, me hizo daño. Eso fue peor que el sexo oral. Peor que obligarme a besarlo en algunos momentos. También fue cruel. Intentó amordazarme y empujarme hasta el fondo de mi garganta mientras le obligaba a hacerme sexo oral. Me empujó los tobillos detrás de la cabeza mientras me embestía con sus embestidas abusivas. Podía ver la cruel lujuria en sus ojos. Podía ver su sonrisa malvada. Me abofeteó muchas veces, pero no muy fuerte. Sí me azotó fuerte. Se dio cuenta de que me tenía cautiva y vulnerable a sus caprichos y que por fin estaba viviendo sus fantasías más oscuras. Hacía todo lo que él quería y lo alentaba porque quería que parara. ¡Tantas veces se detuvo justo antes de llegar al clímax! No quería que terminara. SIK intentó tener sexo anal conmigo y yo me adaptaba, pero era demasiado grande para mí. Lloré casi todo el rato de dolor, pero intentando actuar como una pareja ansiosa por que terminara. Después pensé que eso podría haberlo prolongado. SIK era probablemente el momento en que preferiría que sufriera más, como si me estuvieran violando en lugar de ocultar mi dolor. No duró mucho más de veinte minutos, pero fue terrible y lo reviví tantas veces en mi mente antes de emborracharme y colocarme hasta la muerte la noche siguiente después del trabajo. Así que el recuerdo vivió mucho más prominente en mi cabeza que un simple encuentro de 25 minutos. Alcanzo el clímax con facilidad, pero nunca tuve un orgasmo con él por su preferencia por causar dolor sexual. Cuando de repente se corrió dentro de mí, se quedó callado y apenas dijo una palabra más mientras se vestía, con cinturón de pistola y todo, y se fue en silencio. No tengo ni idea de qué significaba eso. Me asustó. Tuve miedo al conducir un tiempo y evité dormir en casa tanto como pude, lo que a veces significaba acostarme con hombres e incluso con amigos, solo para no volver. Fue la razón principal por la que no renové el contrato de alquiler y me mudé a un apartamento más pequeño, sola. Era la misma compañera de piso cuyo padre ya se había acostado conmigo sin mi consentimiento inicial. Le conté a mi compañera una versión corta y reaccionó como si fuera una historia genial. En cierto modo, se la conté así, como una forma de afrontarlo. El camino fácil y de menor resistencia. No admitir que pudo haber sido lo peor que me ha pasado en el ámbito sexual. Lo peor que me pasó en la universidad fue el corazón roto por perder a los hombres que amaba. Pero esas son historias para otro foro. Ya no expongo mi corazón para que lo pisoteen. Este incidente fue una de las llamadas de atención que me indicaron que debía cambiar por completo mi estilo de vida e intentar salvarme. También fue una de las cosas que más me costó comentarle a mi terapeuta, aunque lo pensé durante las sesiones.

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    Bueno, un poco sobre mí: ¡soy chica, así nací! Fui animadora durante toda la preparatoria y vengo de un hogar monoparental con un solo hijo, ¡solo mi papá y yo! Hace unos años, mi papá me pidió que sacara la basura; era parte de mis tareas semanales. El hijo de nuestro vecino, que entonces rondaba los treinta y tantos, estaba en la entrada de la casa de sus padres sentado en su camioneta. Llevé la basura hasta el final de la entrada, y al volver, me llamó: "¡Hola, guapa!". Fui al borde de nuestro jardín para hablar con él. Estaba borracho, muy borracho, con una cerveza en la mano. Empezó a hablar de cuánto odiaba a su prometida y de cuánto odiaba tener hijos. Entonces me preguntó: "¿Cuánto cuesta una felación?". Me quedé muy sorprendida y pensé que bromeaba. La diferencia de edad era mucha. Le dije: "No puedes pagarme". Dijo: "Ah, así que sabes cómo dar una". Me reí. Salió de la camioneta y empezó a orinar a su lado. Dije: "Buenas noches" y empecé a alejarme. De repente, me agarró del pelo y me arrastró hasta un cobertizo en el patio trasero. No tengo ni idea de por qué, pero sinceramente pensé que solo estaba jugando conmigo. Como si tuviera miedo, pero en realidad pensé que me iba a encerrar en el cobertizo como una broma de mal gusto. Seguía preguntando: "¿Qué haces?". Cuando llegamos al cobertizo, me tiró al suelo y cerró la puerta. Fue entonces cuando me di cuenta de que estaba en peligro. Sacó un cuchillo del bolsillo y empecé a gritar. Corrió hacia mí y me tapó la boca con la mano. Estaba tan asustada que lloré. Se quitó los pantalones y me ordenó que me quitara los shorts. Tenía demasiado miedo para moverme y fue entonces cuando me hizo el primer corte. Me cortó el brazo. De verdad. Lloraba: "¡Por favor, no!". Sacó una cuerda de la pared y me ató las manos por encima de la cabeza porque intentaba apartarlas. Le había arañado el brazo con las uñas y me llamó "perrita" justo antes de atarme. Luego me quitó los pantalones cortos y la ropa interior. Tenía mucho miedo, pero seguía cortándome, así que cerré los ojos mientras me penetraba a la fuerza "ahí abajo". Me dolía muchísimo y me sentía asquerosa. Gritaba: "¡Por favor, para!", "¡No!", "¡Por favor!". Lo sentí salir y empezó a meterme su "cosa" en la boca. Era asqueroso, tenía muchísima sangre y me daban arcadas. Lo mordí y me dio una bofetada y dijo: "¡Maldita perra, te quieres morir!", y me escupió. Me quitó las cuerdas y vomité. Se apartó por eso, y yo corrí a la puerta y pude salir y correr a mi casa y a mi habitación. Me senté en el suelo contra la puerta y lloré muchísimo toda la noche. A la mañana siguiente, fui a mi médico de cabecera y me derrumbé en el vestíbulo. No recuerdo mucho después de eso. De hecho, no recuerdo mucho de las tres semanas siguientes. Recuerdo el kit de violación y fue horrible. Solo quería ropa y dormir. Estaba agotada y cansada, y había tantas fotos y preguntas. Me dijeron que estaba en shock. Al día siguiente fui a la comisaría. Eso fue lo más difícil de todo. Tenía muchísimo miedo de que no me creyeran. Recuerdo que unas semanas después fue como si se hubiera disipado la niebla. Creo que lo que más sentí esos primeros meses fue un entumecimiento abrumador. Sentía que nadie podía entender lo que sentía y me sentía muy sola. Tan sola... Deseaba desesperadamente que alguien me ayudara. Fue horrible. Decidí, por insistencia de mi padre, hablar con un terapeuta y luego iría a un psiquiatra. No ha sido fácil. Horas y horas y muchas pequeñas victorias, y finalmente estoy en un punto donde una nueva normalidad está empezando a ser real. Creo que lo más importante que he aprendido es que nunca hay vuelta atrás. Ella ya no está. Tengo trastorno de estrés postraumático (TEPT) y probablemente tomaré medicación para lidiar con el trauma el resto de mi vida. Tengo ataques de ansiedad muy graves. Lo peor es que me dañó tanto el interior que oficialmente no puedo tener hijos. Es algo ENORME y no sé cómo superarlo. Tuve que sanar mucho físicamente y tengo muchísimas cicatrices en el cuerpo. No puedo ocultarlas. Siempre me preguntan cómo te hiciste estas cicatrices. Superar esto ha sido duro, pero soy muy fuerte y sobreviví. Me alegro de estar viva. Hubo momentos en los que no quería volver. Desde mi violación, conocí a mi media naranja y ¡me caso en un mes! No soy la misma, pero estoy orgullosa del trabajo que hice por lo difícil que fue. Así que sí, esta es mi historia. Gracias por leer.

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    Algo que espero lograr pronto.

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  • “Tú eres el autor de tu propia historia. Tu historia es tuya y solo tuya a pesar de tus experiencias”.

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    Contar eso sin derrumbarme

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  • Eres maravillosa, fuerte y valiosa. De un sobreviviente a otro.

    “Estos momentos, mi quebrantamiento, se han transformado en una misión. Mi voz solía ayudar a otros. Mis experiencias tenían un impacto. Ahora elijo ver poder, fuerza e incluso belleza en mi historia”.

    “Puede resultar muy difícil pedir ayuda cuando estás pasando por un momento difícil. La recuperación es un gran peso que hay que soportar, pero no es necesario que lo lleves tú solo”.

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    Empezó con mi hermano

    Mi hermano, que ha crecido mucho, me usó, pero aún llevo cicatrices. Mi hermano es cuatro años mayor que yo y, cuando estaba pasando de la primaria a la secundaria, ese verano, me hizo pensar que las chicas de secundaria necesitan saber cómo hacerle sexo oral a los chicos. Primero me lo hizo para mostrarme que no era para tanto. Pensé que era algo muy serio. Pero lo hice y él me entrenó y me hizo mantenerlo en secreto, excepto para mi mejor amiga. Invitó a su amiga a casa cuando tuve una pijamada una noche y le pidió que se lo hiciera a su amiga. Luego nos hacían hacer concursos con los ojos vendados. Al menos entonces no estaba sola. Me cambió, aunque el séptimo grado en sí no tuvo nada que ver con nada de eso. Era una mentira para obtener placer de mí. Mi hermano todavía me hacía hacerlo en casa. Y a veces me lo hacía y yo llegaba al clímax. Así que tuve una extraña vida sexual secreta y me sentí muy mal por eso. Luego, en octavo grado, tuve mi primer novio de verdad. Mis padres son muy estrictos, aunque ambos trabajaban y me dejaban sola con mi hermano. Para ir al cine con mi novio, se aseguraban de que fuera en grupo, me llevaban y me esperaban fuera del cine. Bueno, una vez, cuando fuimos a ver Blancanieves y el cazador, mi mejor amiga y yo hicimos lo que queríamos: hacerle sexo oral a nuestros chicos en la última fila del cine, y lo hicimos. Solo un mes después, empecé a tener sexo con él, algo que nunca habría sucedido de no ser por lo que hizo mi hermano. Nos escapamos de su casa durante una pijamada, quedamos con los chicos afuera, fuimos al parque cercano y lo hicimos en el césped. Esa fue mi virginidad. El evento realmente malo, donde mi vida se descarriló, fue cuando lo intentamos desde mi casa, escabulléndonos por la ventana y adentrándonos un poco más en mi gran patio trasero que daba a la ladera de una gran colina, y mi padre nos pilló. Fue horrible. Se acabó el mundo. Me trataron como una gran traidora y casi todos mis privilegios fueron revocados y esencialmente fui castigada sin fecha límite. Y aún así mi hermano me obligaba a hacerle sexo oral. Estaba desconsolada porque no me permitían tener a mi novio hasta el punto en que mis padres me obligaron a ir a la escuela y hablar con el director y el subdirector y se aseguraron de que no tuviera la oportunidad de verlo a solas. Y mi hermano seguía entrando sigilosamente por la noche a veces o cuando nos quedábamos solas esperando que hiciera lo que él me había entrenado para que estuviera acostumbrada. La siguiente parte realmente mala fue dos meses en mi nueva vida restringida. Mi hermano comenzó a hacerme sexo oral una tarde después de la escuela y decidió llevarlo más lejos y se levantó y comenzó a besarme y tuvo sexo conmigo. Estaba en el momento y no hice nada para detenerlo e incluso participé. Sin condón. Era una tarde en la que mis padres estaban fuera, así que no teníamos que callarnos ni preocuparnos. Y él lo hizo mucho más tiempo que las pocas veces que yo había tenido con mi novio, porque él era mayor y sabía más por haber estado con otras chicas. Me sentí irritada por primera vez y me dio una infección de orina. No cené esa noche, fingí estar enferma y lloré hasta quedarme dormida. Mi hermano tenía muchas ganas de repetirlo, diciéndome que había sido el mejor sexo de su vida, pero me negué, y algo que podía decir de él en aquel entonces era que al menos no era un violador. Aunque me presionaba, nunca intentó forzarme. Cuatro meses después de perder mi virginidad por incesto, terminó el curso escolar y él se graduó. Fui al instituto y él se mudó a una residencia universitaria a 190 kilómetros de nuestro pueblo. La escuela pública terminó para mí, como estaba planeado, en cuanto mi padre me pilló en la colina. Fui a un instituto católico solo para chicas. Mi padre tenía que llevarme media hora en coche todas las mañanas y mi madre me recogía durante todo el primer año. Luego me consiguieron un auto para que pudiera conducir yo mismo, pero el kilometraje y mis tiempos eran monitoreados de cerca. No tuve relaciones sexuales durante la escuela secundaria, pero siete veces en total le hice sexo oral a mi hermano durante las vacaciones de verano e invierno cuando los dos estábamos en casa. Ese fue el fin del incesto en mi vida. Fui a la universidad en Atlanta, pero no a la misma que mi hermano. Me rebelé contra mis padres y, aunque intentaron mantener el control, como adulta legalmente no los dejé. La confusión y la tristeza duraron meses hasta que finalmente lo entendieron. Me separé de ellos financieramente y trabajé y saqué préstamos estudiantiles. Fui muy promiscua en la universidad. Bebía, salía de fiesta y consumía drogas recreativamente y salía con varios chicos de vez en cuando, principalmente para sexo. Esa era mi vida y pensé que la disfrutaba en ese momento. Me volví más fuerte y asertiva, y cuando mi hermano insinuó por primera vez durante una reunión de Acción de Gracias en casa de un pariente que íbamos a dar un paseo, le dije que no quería volver a tocarlo de una forma tan contundente que supo que yo estaba fuera de mis límites e incluso pareció la asustada de nuestra relación. No me matriculé en clases durante dos semestres no consecutivos solo porque mi vida de fiesta era mucho más divertida. Viajaba de vez en cuando. A veces con amigos, a veces con hombres, normalmente mayores, que me invitaban a lugares exóticos. Las Maldivas, Portugal, las Islas Vírgenes. Dejé que mi jefe casado me usara durante un fin de semana en Cayo Hueso. Tuve una aventura con mi profesor de español, que solo me llevó hasta Ciudad de Panamá, Florida. Tantos rollos arriesgados de una noche. Mi identidad era que no buscaba nada permanente, una hija del universo. Mientras que me usaron como juguete tantas veces y creía que me gustaba el juego. Les decía cosas sobre querer hacerles feliz y cosas que inflarían su ego. Estoy segura de que hay muchísimos mensajes de texto por ahí que guardaron sobre la talla de su D que encajaba en mi pequeña P, sobre ser una niña pequeña y querer que me enseñaran a ser mujer y otras fantasías depravadas que pensé que querían oír. Obviamente, directamente relacionadas con lo que me hizo mi hermano. Estoy casi segura de que evité ser violada más de una vez dejándome llevar por la corriente cuando no lo esperaba o probablemente no quería. Puede que sea bueno que algunas de ellas probablemente no las recuerde. Una vez fue en una de las pocas fiestas de fraternidades a las que fui. Éramos tres chicos, no es mi estilo habitual. Otra vez fue con el padre de mi compañera de piso, que la visitaba en nuestra casa alquilada y se metió en mi cama de madrugada. Uno de los eventos traumáticos más extremos fue con un policía que me paró por conducir cuando había bebido, pero tenía menos del límite legal en su alcoholímetro. Me siguió a casa, como a un kilómetro de distancia, "por mi seguridad", e incluso me siguió adentro. Estaba en un apartamento en ese momento y pensé que mi compañera de piso estaba en casa y se lo dije. Pero cuando ella no estaba allí, dijo que le mentí a un oficial de policía y que tenía que hacer una búsqueda más exhaustiva si quería evitar que me arrestaran. No era atractivo ni agradable. Tenía un arma, aunque nunca la sacó. Puedes adivinar lo que pasó. Finalmente me deshice de esa vida salvaje durante mi penúltimo semestre cuando vi venir el final de la universidad. Mi promedio era 3. 3. y mi especialidad era filosofía y me di cuenta de que el futuro no era brillante en términos de lo que haría o cómo pagaría mis préstamos. Me puse a trabajar y decidí cambiar. Tenía una oferta para desnudarme y "ganar mucho dinero", pero afortunadamente no solo nunca me consideré así, sino que cuando fui con una amiga a su entrevista e intentaron reclutarme fueron tan sórdidos que los dos salimos corriendo de allí disgustados. Reevalué toda mi vida. Consideré terminarla, pero algún mecanismo de supervivencia no lo permitió. No quería ser la persona que había sido durante unos años. Miré hacia adelante y vi que no era sostenible a medida que envejecía y no tenía amor ni estabilidad. Dejé de trabajar cuando me ofrecieron un despacho de abogados. Me acosté con el gerente que me contrató como recepcionista, pero fue una gota en el océano de cosas de las que avergonzarme. Fue el último en hacerlo. Saqué solo sobresalientes y me gradué cum laude. Ascendí en el bufete principalmente por mi título, pero lo aproveché para escabullirme y aceptar un trabajo peor pagado en un bufete sin fines de lucro donde no me había acostado con nadie. Allí sí me acosté con un abogado, pero sigo casada con él y mi vida ha vuelto a la normalidad. Lo amo y él me ama. Él no sabe hasta qué punto fui promiscua en la universidad ni sobre mi hermano, y dudo que lo sepa alguna vez. Esa oscuridad se está desvaneciendo y ya no forma parte de mi vida. No es quien soy. En cuanto a mi hermano, ahora tiene familia y nos llevamos bien. Hablamos de ello una vez mientras estudiaba como loca en el último año, aunque no fue una conversación profunda. Mencioné que me usó, se disculpó, nos abrazamos y eso fue todo. No fue la confrontación catártica que algunos esperarían. Mi catarsis es mi esposo y mi vida actual, por la que estoy agradecida. Adoptamos dos hermanos pequeños y soy su mamá. Quizás tengamos uno propio. Quizás volvamos a adoptar. Me usaron y me introdujeron al sexo demasiado joven y temprana, lo que tensó mi relación con mis padres durante mucho tiempo y nunca la recuperaré. Descarriló mi vida. Estuve a la deriva por un tiempo, pero Dios, el universo o la suerte finalmente me pusieron en un buen lugar. Todo lo que sucedió me llevó a lo que soy ahora. No puedo decir que nunca contemplé el suicidio en tiempos más oscuros. Pero como en la película Náufrago, si se me permite citar, “Seguí vivo. Seguí respirando. Y un día, mi lógica se desvirtuó por completo porque la marea subió y me dio una vela. Y ahora, aquí estoy”. Miles de horas dedicadas al estudio de la filosofía y cito una película que ni siquiera está basada en un libro. Pero es perfecta.

    Estimado lector, esta historia contiene lenguaje autolesivo que puede resultar molesto o incomodo para algunos.

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  • “No estás roto; no eres repugnante ni indigno; no eres indigno de ser amado; eres maravilloso, fuerte y digno”.

    Si estás leyendo esto, es que has sobrevivido al 100% de tus peores días. Lo estás haciendo genial.

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    reconstruyendo mi cuerpo

    Tengo 22 años. Siempre me ha gustado el sexo, y no necesariamente la sensación física, sino el empoderamiento que lo rodea. Sé que el sexo no siempre tiene que ser político, pero al crecer como mexicana/estadounidense y católica romana, siempre me sentí con una fuerte carga. Perdí mi virginidad en un lugar oscuro. Tenía trece años, y un chico de mi clase que me había estado acosando me obligó a ir al auditorio de la escuela, fue tras bambalinas, me empujó la cabeza hacia abajo y me hizo... bueno, sí. Sentí que estaba haciendo lo que tenía que hacer. Si quería demostrar lo poco que me afectaba esta fuerza, ganaría a mi(s) abusador(es). Me preguntó una y otra vez si podía meterlo, y finalmente dije que sí. Sabiendo lo que sé ahora, sé que esto no fue un verdadero consentimiento. Recuerdo que después de que lo hicieron, dije: "Bueno, eso fue horrible". Y él dijo: "¿De qué estás hablando? Eso fue genial". Me sentí tan insensible después, y confundí ese insensibilidad con poder. No sentí nada, no me sentí diferente. Me convencí de que la virginidad y el sexo no significaban nada. El catolicismo me había mentido. Decían que cuando tenemos sexo, las mujeres perdemos algo esencial de nosotras mismas. Nos apegamos al hombre y nunca volveremos a ese estado anterior. Recuerdo sentir que había desacreditado a la Iglesia. Era una estafa para que las chicas religiosas se odiaran a sí mismas y dependieran de los hombres. No creo que estuviera necesariamente equivocada, más bien equivocada. Iba por buen camino, pero le quité importancia al sexo, le quité importancia a mi cuerpo. Tuve que hacerlo, creo, porque reconocer el peso del sexo habría hecho mi situación insoportable. Ahora, a los 22, lo sé mejor. Ojalá pudiera abrazar y sostener a mi yo más joven. Probablemente pensaría que soy cursi y demasiado sensible, pero no me importa. A mi yo más joven, lo siento mucho. Creo que eres muy inteligente, pero recuerda que lastimarte para demostrar cosas a los demás nunca vale la pena. No tienes que dar ejemplo para empoderarte. Fuiste coaccionada, abusada y acosada, y no eres menos poderosa, menos tú misma, por reconocerlo. Te quiero mucho. Me violaron en agosto. Acababa de volver de mi ciudad universitaria. Me rompió el corazón haber terminado mi tiempo allí. Haberme despedido de las mejores amigas que he tenido. Mi mejor amiga, que fue conmigo a la universidad y al instituto, ya llevaba un mes en nuestra ciudad y me invitó a salir. No me apetecía, pero me convenció. Somos tan jóvenes y qué más da. Me fui con muy malas vibraciones, ya que el último día que estuve allí, un chico con el que había sido amiga y con el que había tenido relaciones regularmente durante casi dos años me dijo que había estado teniendo sexo con otras chicas sin protección, y cada vez que le preguntábamos si usaría condón, mentía. Que los abusadores se desahoguen sabiendo que las consecuencias serán mínimas. No podía asimilar la absoluta falta de respeto y traición a mi cuerpo. ¿Por qué a los hombres no les importaba? ¿Por qué no podían vernos como algo más que un maldito imbécil? ¿No podía haber sido sincero? ¿Usar condón conmigo era tan horrible que tuvo que mentir durante meses? Estaba furioso. Estaba decepcionado, y todavía lo estoy. Me sentía estúpido. ¿Por qué confiar en la palabra de alguien? ¿Cómo podía vivir en un mundo donde no tenía control sobre cómo la gente que amo/amo me lastimaba tanto? En fin, la cuestión es que al día siguiente, cuando salí con mi amiga, bebimos un poco de más. Ella me preguntó si podíamos quedar con un chico con el que había estado saliendo y su amigo. Le dije que sí, que estaba borracho y que no quería ser un aguafiestas. Cuando llegamos a su casa, nos dijo que había invitado a un amigo. Su amigo llegó y nos sirvió un vino de caja de mala calidad. Me quedé inconsciente y, por alguna razón, pensamos que sería buena idea que su amigo me llevara de vuelta a casa a las 3 de la madrugada mientras estaba borracho. Mi amigo paró el coche y me convenció de tener sexo. Cuando quise parar, no me dejó ni paró. Recuerdo llorar y pedirle que parara, pero no paró. No recuerdo mucho de la violación en sí. Recuerdo lo que pasó después. Lloré a mares y creo que lo acusé de violarme, y creo que probablemente lo negó. Solo recuerdo que estaba muy enfadado y yo muy disgustada. Le dije que mejor me diera dinero para el plan B y que me llevara a casa, o a casa de su amigo, para que pudiera contárselo a mi mejor amiga. Recuerdo que dijo que le había "faltado el respeto". Eso me da vueltas en la cabeza cuando no quiero. "Me faltaste el respeto", dijo. "Puedo echarte del coche", dijo. Recuerdo que me agarré a la puerta. Recuerdo que pensé que me moriría. Solo tengo destellos del después. Creo que estaba llorando sobre mi amiga, y recuerdo su cara. No sabía qué hacer, ¿y cómo iba a hacerlo? Me dijo después, cuando empecé a dudar de mi memoria, que yo había dicho que me había violado. Verás, no sabía, como la primera vez que abusaron de mí, que después intentas engañarte a ti misma con la opción más fácil, que es creer que simplemente eres una zorra. Recuerdas mal o exageraste. Pero por desgracia no. Te violaron. Lo sabes, tu cuerpo lo sabe. El violador también. En el fondo de su ser, sabe que hizo algo malo. Pero probablemente solo piense: "Perras, tío" o "Se lo merecía" o "Para eso están hechas las mujeres". Y aquí estoy, con mi miedo a la muerte, mi miedo al sexo/a la intimidad, mi yo/concepto de mí misma destrozados, todavía preguntándome por qué demonios la gente no puede respetarme a mí y a mi cuerpo. Antes nunca miraba por encima del hombro. Era una de esas chicas que nunca sentía la necesidad de llamar a alguien o fingir que llamaba a alguien cuando caminaban a casa. Mierda, después de que me pasó eso, el gas pimienta no me pareció suficiente. Quería comprar una pistola. Mi trasero liberal, anti pena de muerte, pro control de armas, quería comprar una solo para que nadie pudiera hacerme daño nunca más. A veces pienso en mi cuerpo destrozado, tirado al lado de la autopista en algún lugar. Pienso en el vestido de mi hermana que tomé prestado sin preguntar, y en cómo tenía manchas. Y en cómo se habría enfadado si hubiera muerto con él puesto. Tuve que ir a una fiesta de quince años al día siguiente, y creo que nunca he estado tan angustiada como el día después. ¿Alguna vez quieres arrancarte la vagina del cuerpo? Como si fuera una especie de punto focal de dolor. Quería estar suave como una muñeca o algo así. Sin entradas. Mi cuerpo todavía se congela ahora. Aprendí que eso es TEPT. Esto es sano. Nunca se lo dije a mi familia porque sabía que me culparían, así que solo unos pocos amigos lo sabían. Es casi vergonzoso, y sé que no lo es, pero es difícil no pensar: "Si tan solo... Si no lo hubiera hecho", y cosas así. No denuncié nada, aunque sabía que podía hacerlo, pero habría policías y vivo con mi familia. He visto lo que una investigación puede hacer. He leído suficiente y he convivido con mujeres lo suficiente como para saber que es casi, si no exactamente, como una nueva violación. Estaba tan cansada. Eso también fue horrible. Mi yo más joven pensaba que si alguien alguna vez me hacía eso, lo pagaría. Estaba segura de que me levantaría e iría a una comisaría inmediatamente después, pidiendo un kit de violación con elegancia, ¿de alguna manera? Sorprendería a todos con mi dignidad y compostura. Eso no pasó, pero está bien. Estoy bien. Estoy mejor. Sigo cansada, pero las cosas han mejorado. Estoy aquí, ¿verdad? Me encanta vivir, y me lo recuerdo cuando mi cuerpo se congela. También pienso en mi hermana menor y en cuánto deseo protegerla. Lucho contra el impulso de decirle que se quede dentro, donde está segura. Sé que vivir, estar realmente viva, es peligroso. Quiero que esté a salvo, pero quiero que viva bien y plenamente, así que me aseguro de que tenga gas pimienta, de que compartamos nuestras ubicaciones, de que pueda escribirme o llamarme, y de que nunca la juzgaré por ninguna situación en la que se encuentre. Gracias por esta plataforma, y lo siento mucho por quienes han tenido que usarla. Los quiero a todos. Espero que estén bien y vivan bien.

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  • Creemos en ti. Eres fuerte.

    “Para mí, sanar significa que todas estas cosas que sucedieron no tienen por qué definirme”.

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    poder seguir adelante y pasar un poco la pagina

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    Corazón fuerte

    Si alguien quisiera entender quién soy, tendría que saber que… No sabría cómo ni por dónde empezar. Supongo que por la base de todo: mi niñez. Me llamo Name. Nací en Venezuela, pero me crie toda la vida en España, bueno, a partir de los ocho años. Mi niñez… qué decir. Era feliz. Fui feliz. O eso cree uno a esas edades. Mis primeros ocho años en Venezuela. Supongo que fui feliz. Una familia que me quería, un hermano, una mamá… aunque nunca un papá. Mami siempre supo cómo tirar ella sola con nosotros. Siempre me inculcó cosas buenas de mi padre. Incluso me enseñaba cartas y fotos de él. Crecí queriendo a mi padre, aun sin haberlo visto nunca en persona. Tuve un colegio que me gustaba mucho, aunque he de decir que la liaba mucho. Era demasiado ruido para aulas tan pequeñas. Tengo muchos recuerdos bonitos, otros que ahora de adulta sé que no lo fueron. Me dieron todo, tuve todo. A pesar de venir de una familia humilde, nunca me faltó un plato de comida, nunca me faltó amor, nunca me faltó nada. Todo se complica… Cuando cumplo los cuatro años, cuando ya eres un poquito, pero muy poquito, más consciente de la vida, todo se complica. Mamá dejó de estudiar y decidió trabajar. Eso implicaba verla menos. Eso implicaba ser cuidada por otras personas. Eso implicaba muchas cosas. A partir de ahí mi vida se derrumbó. A partir de ahí marcaría un antes y un después. A partir de ahí mi vida en la adultez sería distinta. La gravedad de todo lo vi al crecer. Aunque he de decir que tuve una pequeña reacción siendo tan pequeña. Podría decir que algo dentro de mí me dijo: esto está mal, esto no puede ser así. Siempre he dicho: ¿dónde estaba Dios? Soy creyente, o fui creyente, pero poco a poco todo eso fue desapareciendo. Cuanto más dolor me causaba la vida, más dejaba de creer. No me enrollo más… vamos al principio. Pues sí, tuve una niñez bastante bonita. Aunque la parte mala ahí está, y creo que estará por siempre en mi vida. Supongo que escribirlo me hace sentir un poquito mejor. Recalcar toda mi vida me hace sentir algo mejor. Fui violada. Sí, abusaron de mí siendo tan solo una niña de cuatro años. A partir de ahí me destrozaron la vida. Fui cumpliendo años y eso seguía sucediendo. Supongo que para mí era algo normal. Un niño, al sufrir eso, jamás podría darse cuenta de la gravedad. La persona que se supone que tenía que cuidar de mí era la causante de mis traumas ahora de mayor. Mi hermano y yo, siempre unidos, siempre juntos, mano a mano. Pasó por lo mismo, solo que yo cedía. Cedí muchas veces porque sabía que era la única forma, la única forma que tenía para proteger a mi tesoro más preciado: mi hermano. ¿Dónde estaba mi familia? Éramos tan solo unos niños que necesitaban ayuda de un adulto. ¿Dónde estaban todos? ¿Por qué nunca nadie se dio cuenta? Tan solo necesitábamos a un adulto que nos ayudase. ¿Cómo íbamos nosotros mismos a ayudarnos? Mi vida cambió. Mi tía nos devolvió la vida. La decisión de venir a España cambió nuestras vidas. Era un pequeño viaje. Jamás pensábamos quedarnos aquí a vivir. Ed y yo felices, con nuestra pequeña maleta, sabiendo que algún día volveríamos a Venezuela, que en un mes o así estaríamos de vuelta. Y aquí estoy, veinte años después, agradeciendo día a día la decisión de quedarnos aquí. Ahí empezó mi verdadera infancia feliz. Nos dieron todo. Mis tías nos dieron todo. Nunca había sido tan feliz. Mamá se enamoró. Ahí conoció al que creí mi padre. Es normal, ¿no? Te crías sin una figura paterna y cuando entra alguien en tu vida con tanto amor para darte… cómo no creer que es tu padre. Mil viajes, muchas playas, muchos planes, mucho de todo. Él nos dio tanto. Estuvo en todo. Cómo no haberle querido tanto. El colegio es verdad que no me gustaba tanto. Sufrí mucho bullying. Supongo que no estarían acostumbrados a ver a una niña latina, pelo rizado y rasgos de negra. Esa parte quiero omitirla. La verdad que me marcó demasiado. Pensé siempre que de ahí venía mi inseguridad. Crecí. O eso creía con catorce años. Me creía la reina del mambo. Quería vivir rápido, quería ser adulta, quería hacer mil cosas. Empecé a perderme. A ser una inconsciente con mamá. A ser una rebelde. Cuanto más me prohibían, más quería hacerlo. Creo que fue mi peor época. Nunca me sentí entendida por nadie. Nunca nadie se sentó a explicarme paso a paso cómo va la vida y desde cuándo tenía que empezarla a vivir como una adulta. Mamá lo hizo bien siempre, pero he de decir que no supo lidiar con una adolescente llena de ira, llena de rabia, llena de odio. Fui mi peor versión. Pero era adolescente, ¿quién se da cuenta a esas edades? Porque yo, hasta que no tuve un choque de realidad, no me di cuenta. Mi primer amor… Sí, tuve mi primer amor. Fue lo más preciado que la vida me había dado. Tus primeras veces en todo, tus primeros te quiero, tu primer sentimiento de amor, tu primer todo. Fue un fracaso. Supongo que éramos muy jóvenes e inexpertos. Yo quería más, salir al mundo, conocer gente. No me valía nada. Tuve más de un amor. Con todos fracasé. Pero me quedo con lo que aprendí con cada uno de ellos. Aprendí a saber qué merezco y qué no. Aprendí a quererme un poco más. Aprendí a no tolerar cosas que no. Aprendí a no quedarme con migajas. No sé por qué nunca me fue bien en el amor. Y la poca fe que me quedaba me la destrozaron. Cumplo dieciocho. Por fin mayor de edad. Por fin podría hacer lo que me diese la gana. Eso sentía y eso creía. Me duró bastante la rebeldía. Hasta que… Ocurriría de nuevo. Mamá se separa. Mi vida cambia. Todo cambia. Mi supuesto padre sigue siéndolo. Seguimos queriéndolo como el primer día. Seguimos viéndole. Seguimos todo con él, a pesar de no estar con mamá. Pero tuve un choque con la realidad. Creí que mis parejas me habían roto el corazón, pero creí mal. Él me rompió el corazón. Dejé de creer en el amor. Si la persona que más quería, a quien yo consideraba mi papá, me partió el alma, me partió el corazón… ¿qué iba a pensar del resto del mundo? ¿Cómo debía ser yo? Y llegó ese día, el segundo peor día de mi vida. Sufrí violencia doméstica. Mi supuesto padre fue capaz de destrozarme la vida. Intento de violación. Una vez más sentí ese miedo. Una vez más sentí que la vida se me caía. Una vez más sentí decepción. Una vez más sentí cómo mi corazón se rompía poco a poco. Cómo creer en la gente. Cómo creer en la vida. Nace Brother. Empecé a ver la vida un poco mejor. Brother llega a nuestras vidas, mi pequeño hermano, y cambié por completo. Me dio esa felicidad que no tenía. Me dio esa calma en el alma que yo tanto necesitaba. Verle tan pequeño, tan bonito, esas manitos… Mi hermano me devolvió la vida y las ganas de querer con el alma a alguien. Nunca se lo dije. Es muy pequeño. Pero algún día me sentaré y hablaré con él. Dejé de estudiar. Fui de mal en peor en los estudios y decidí adentrarme en el mundo de la hostelería. Crecí de verdad. Mi mentalidad cambió. Empecé a ser mejor persona con mamá, mejor persona con mi hermano Edy, mejor persona con todos. Trabajar me hizo darme cuenta de cuánto cuesta la vida. De cuánto ha tenido que currar mamá para darnos todo. Trabajar me hizo crecer como persona, como mujer. Pasa el tiempo. Pasa la vida. Y sí, sigo estancada en la hostelería. Pero he de decir que me he ganado todo lo que tengo a pulso. Agradecida de todo lo que aprendí. Sigo con la vida. Sigo con mi vida. Pasa el tiempo. Vuelvo a tener amores que no van a ningún lado. Más decepciones: de familia, de novios, de amistades. Pero supongo que siempre pude con todo. Era como que mi corazón estaba a prueba de balas. Como que algo más ya me era indiferente. Estaba tan acostumbrada a que lo malo me persiguiese que era totalmente normal para mí. Pero oye, que nunca dejé de ser buena. Nunca dejé de tener este corazón tan noble, como dice mamá. Siempre di todo de mí a todos. Siempre fui con mis mejores intenciones. Hace poco leí que las personas que siempre están haciendo la gracia son las que más tristes están por dentro. Nunca algo me había representado tanto. Como digo yo, soy la payasa del grupo. Me encanta ver a mi gente reír a base de mis ocurrencias. Eso me hace sentir un poco menos mal. Eso me ayuda mucho. Me gusta hacer la gracia siempre, porque sí, porque no. Eso me hace olvidar un poco todo. Pasa el tiempo y estoy en calma. Siento que no tendré nada más por lo que sufrir. Y llega un mensaje inesperado… Siempre estuve en contacto con mi padre, ese mismo del que mamá siempre me habló y siempre me inculcó cosas buenas. Le quiero tanto que jamás se me pasaría por la mente odiarle. Y llega un mensaje: “Hola hija, Dios te bendiga. Soy tu papá, el hermano de tu mamá.” Mi mente no entendía absolutamente nada. Papá, mamá, hermano… Pensé que era fake, pero indagué hasta dar con la realidad de todo. Ese día, bendito día, una vez más me vuelven a romper el corazón. Pero esta vez, mi querida mamá. Resulta que ese señor era mi padre de verdad. Resulta que mi mamá no era mi madre biológica. Resulta que toda mi vida crecí creyéndome mentiras. Mi madre biológica me abandonó. Con tan solo un mes de nacida. Me abandonó como un perro. Mi papá, con miedo de la vida, con miedo de seguir con una niña tan pequeña, solo buscó ayuda. Ayuda de sus hermanos. Y ahí entra mi mamá en el plano. Como me dice ella: “Hija, me enamoré de ti. Verte tan pequeña, tan vulnerable, con esa carita, con esa nariz, con esos rizos… cómo no quedarme contigo.” Mamá no me dio la vida. Me la devolvió. Agradezco la vida que me diste, mamá. Para mí siempre serás mi madre. Mi única y verdadera madre. Pero me duele el alma. Todo por lo que tanto había trabajado volvió: mis miedos, mis inquietudes, mis traumas, mis inseguridades, mi rabia, mi ira. Y llegó él. Llegó alguien a mi vida para hacerme entender que la vida no siempre es tan mala. Alguien que me haría entender por qué nunca funcionó con nadie más. Alguien que me daría todo el amor del mundo. Y llegaste tú, justo en el momento que más me dolía la vida. Llegaste y me olvidé por un ratito de todo lo que estaba pasando. Volví a creer en el amor. Volví a creer en que de verdad hay personas buenas con corazones bonitos. A veces siento que no lo merezco. A veces siento que es una trampa de la vida. Me saboteo mucho. No sé cómo asimilarlo. Siento que en cualquier momento todo se romperá. Sentiré miedo. Sentiré angustia .

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    Nombre

    Tener TU voz es lo más importante que puedes tener como víctima de abuso. Después de sufrir abuso durante varios años en Ubicación, sentí que me lo arrebataban todo. A los 9 años, me habían arrebatado mi dignidad, autoestima, confianza, felicidad y fuerza. Verano tras verano, iba a este lugar oscuro que se suponía sería una experiencia positiva. Mis padres creían que me dejaban en un lugar para ayudarme a crecer en mi relación con el Señor. Lo que no sabían es que Nombre 2 me dijo que si realizaba los actos sexuales que él quería, me prometía que me acercaría más a Dios. Era una persona enferma que constantemente infringía las normas de Ubicación y la ley. Lo peor es que Ubicación tenía la visión y sabía que esto estaba sucediendo, pero no hizo nada. Al salir del campamento y volver a casa, recuerdo sentirme vacía y deprimida. A esta edad, no se tiene la madurez suficiente para comprender lo que ha sucedido y cómo procesarlo. Acudí a centros de defensa infantil para obtener ayuda profesional y me costaba incluso hablar de lo sucedido porque no tenía sentido en mi cabeza y no podía verbalizar los acontecimientos ni el impacto que tuvieron en mí. A medida que avanzaba en la adolescencia, me deprimí más. Todas las noches soñaba que Nombre 2 abusaba de mí y sentía que cada noche que me iba a dormir, iba a ser abusada de nuevo. El miedo, la ira y la depresión que experimenté me pesaban tanto que casi no quería llegar al día siguiente. Después de años en este ciclo, decidí que necesitaba un cambio para poder vivir una vida plena. Empecé a trabajar en mi salud física, espiritual y mental. Lo más importante es tener voz. Tienes que poder compartir tu experiencia para poder recibir la ayuda que necesitas y expresar el dolor que has vivido. Por eso estoy agradecida por la Ley de Trey. Esta elimina la posibilidad de que organizaciones como Ubicación silencien a las víctimas después de hacerles pasar por experiencias horribles. Le devuelve el poder al Superviviente. La Ley de Trey salvará vidas. Permitirá que alguien pueda defenderse. Permitirá que menos criminales/organizaciones se salgan con la suya en el peor delito que alguien puede cometer. Si alguien lee esto y necesita ayuda, ¡siempre estaré encantado de escuchar su voz!

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    #638

    Tuve un año difícil: perdí a un padre, me engañaron y tuve que terminar una muy buena amistad. Ese verano iba a pasármelo bien y disfrutar de mi juventud. Un día, después del trabajo, se me ocurrió salir una noche con mi primo, que había tenido un año parecido al mío. Salimos a tomar algo, los dos haciendo lo mismo que una noche de fiesta: lidiando con gente rara en el bar, bailando, pasándolo bien. Nos encontramos con un antiguo amigo del colegio de ella y su amigo, y me cayó bien. Nos amontonamos en un taxi y volvimos a su casa. Nos tomamos un par de copas más, y mi primo y su amigo del colegio subieron, dejándome con el otro amigo. Una cosa llevó a la otra y subimos. Mientras tanto, hubo cosas que no me cuadraban, e intenté decirle que parara, que me sentía incómoda, que no quería hacerlo, pero no me hizo caso, simplemente siguió adelante. Cuando por fin terminó, me sentí congelada en el tiempo, más preocupada por mi prima en la habitación de al lado que por mí misma, en una situación inquietante. Mi teléfono se había muerto y nadie tenía cargador, así que tuve que rogarle al tipo que me acababa de agredir que pidiera un taxi, porque no sabía en qué parte de la ciudad estaba en ese momento, pero lo único que sabía era que tenía que llegar a casa, y rápido. Solo recuerdo a mi prima enfadada conmigo por irme, pero no me importó, quería llegar a casa, quería estar a salvo. Recuerdo a la taxista, una mujer que me contó que su hijo vivía en ubicación y lo húmedo que era en esa época del año. Puede que no fuera mucho, pero fue reconfortante en ese momento. Recuerdo el reflejo de las farolas en las hileras de casas de ese barrio, que todavía me persiguen cada vez que paso por esa zona, provocándome escalofríos. Llegó a mi casa, el sol empezaba a salir, mi padre dejó la luz del porche encendida. Me desvestí y me di una ducha. Sin procesar lo que había pasado, escribí en mi diario e intenté que pareciera un fracaso en una cita, pero en el fondo sabía que no estaba bien. No podía dormir, así que leí un libro y al día siguiente llevé a mi hermano pequeño al pueblo a comprar útiles escolares para el año nuevo. Pasaron los meses e intenté contarle a una amiga lo que me había pasado, pero lo único que supo decirme fue: "Bueno, ¿qué esperabas? Eso es lo que pasa cuando te lías con gente desconocida", y me encerré en mí misma. Después de eso, pasé mucho tiempo sin contarle a nadie lo que había pasado hasta que fui a visitar a otra amiga en otra ciudad y decidí tener una cita con alguien con quien había hecho match por una app. Cuando estaba a punto de subir al metro para ir a la cita, me quedé paralizada, entré en pánico y empecé a llorar. Mi amiga me preguntó inmediatamente qué había pasado, si estaba bien y si podía ayudarme en algo. No podía decir que no era nada, porque no era nada. Fue algo que me conmovió profundamente, me hizo pensar que estaba haciendo mal en disfrutar de mi sexualidad. No fui a la cita, pero lo que sí hice fue contarle a mi amiga lo sucedido, y en lugar de que me juzgara, recibí amabilidad, compasión y amor. Salimos de la estación de tren, recogimos algunas cosas para una noche de autocuidado, y pude ser yo misma en un espacio donde me creían y me escuchaban. Me llevó un buen tiempo sentirme cómoda conmigo misma, con mi aspecto, con mi forma de expresarme, incluso con mi forma de ser en las relaciones. Si no fuera por la amiga que se aseguró de que estuviera bien y a salvo, quizá no estaría compartiendo mi historia ahora mismo. Todavía hay momentos en los que paso por ese mismo barrio, escucho el nombre de esa persona o incluso paso por el bar donde nos conocimos y una ola de frío me recorre el cuerpo, pero estoy orgulloso del trabajo que he realizado para no dejar que me arruine el día, me deprima o me defina.

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    #400

    Realmente no puedo recordar cuándo "empezó" todo, tenía 6 o 7 años, creo que duró hasta los 8, pero él seguía haciendo cosas espeluznantes hasta que tuve 9 o 10 años. Una noche me preguntó qué era el sexo, no estoy segura de lo que dije, pero creo que sabía qué era, pero realmente no sabía que él pidió tener sexo, no sabía qué hacer, creo que me "contenté" esta vez, estuve ansiosa todo el tiempo, quería que parara, le decía que parara y que escuché a alguien y no paraba después de eso, continuó, no recuerdo el orden ni nada de lo que sucedió, realmente no lo recuerdo, pero usaba palabras clave como "quiero ver videos divertidos de Minecraft", intentaba convencerlo de ver videos divertidos de Minecraft REALES, pero él quería ver pornografía o "tener sexo", nunca decía que sí cuando lo hacía en cuanto al sexo de inmediato, generalmente me rogaba o me manipulaba o, a veces, se obligaba a sí mismo a tener sexo. Decía "nunca quieres hacer lo que yo quiero", se burlaba de mí, me lo preguntaba una y otra vez, o si estaba sentada frente a él, me metía su parte en la parte de atrás de mis pantalones. Recuerdo que una vez le decía basta y no mientras jugaba Minecraft en su Xbox, y él me la metía... ¿sabes? Una vez me violó. Normalmente solo me agredía sexualmente (me frotaba la parte, me agarraba los pechos, me la metía en los pantalones), pero esta vez me rogó y dijo que, como me la había tocado (yo no quería que lo hiciera), tenía que hacerle cosas. Le dije que no, pero él dijo que sí, y que no era justo. Básicamente, me obligó a hacerle sexo oral. Después de eso, lo amenazé con decírselo si me volvía a preguntar. Se puso muy deprimido. Me sentí culpable, como si estuviera haciendo algo mal. No era la única razón por la que me sentía tan culpable. Mi padre falleció en esa época y pensé que me estaba cuidando y me odiaba por lo que mi primo estaba haciendo por mí porque pensé que estaba "teniendo sexo" cuando prácticamente lo estaba todo el tiempo. Todavía se las arregló para hacerme cosas espeluznantes después. Como sujetarme y presionar su parte privada contra la mía diciendo que era "un juego", escribir esto me da asco, no quiero pensar más en esto, solo necesito que alguien realmente escuche mi historia aunque no tenga todos los detalles o un buen recuerdo de lo que me pasó.

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    El depredador al que llamé profesor

    Él tenía 53 años. Yo tenía 20. Era mi profesor, un ex policía. Al principio no confiaba en él. Pero se esforzó por abrirme. Notó las grietas, los puntos vulnerables en los que ya era vulnerable, y los presionó. Estaba lejos de casa, lidiando con múltiples tragedias, retraída, reservada y anhelando a alguien que realmente me escuchara. Él se posicionó como esa persona, la que me entendía cuando nadie más lo hacía. Al principio, no parecía abuso. Parecía atención. Que me llamara en clase, que me pidiera que me quedara después, que me viera a mí y a mis heridas, y que me dijera que tenía potencial. Fue meticuloso. Poco a poco, la atención se volvió personal. Hacía preguntas que ningún profesor debería hacer. Me tocó sin mi consentimiento: clavó el pulgar en mi clavícula, me agarró el cuello, me pateó el trasero, se rozó contra mí, me bloqueó físicamente. Hizo comentarios sobre mi cuerpo y mi ropa. Admitió que tenía sentimientos que "no podía expresar ni expresar". Se esforzó por demostrar que se podía confiar en él. Presentó mi indecisión como falta de confianza y me hizo sentir culpable cuando me alejé. Me aisló. Criticó a mi novio y puso piedras en el camino en mis relaciones. Me dio un objeto sencillo que él mismo había usado, presentándolo como un recordatorio para "ser él mismo". Yo también lo veía así, pero quedó claro que era más como un collar, una forma de poseerme. Se daba cuenta cuando no lo usaba. Me habló de su ex fallecida y me comparó con ella, como si yo debiera ocupar su lugar. Dijo que pensaba en mí a menudo. Presumía de conocer mujeres de veintipocos años en bares, de mi misma edad. Me sugirió que fuera a su casa para "sentirme seguro". Incluso admitió que tenía una lista de cosas escritas sobre mí. Lo veía como un mentor, a veces incluso como una figura paterna. Pero él se negaba. En cambio, intentó replantear la relación, manipulándome para que lo viera de una forma que le sirviera. Hubo noches después de clase en las que solo estábamos nosotros. Quería que lo acompañara a su coche. Mirando hacia atrás, creo que si mi amigo no hubiera aparecido algunas de esas noches, algo peor habría sucedido. Su contacto visual era asfixiante, impasible, agudo e intimidante. Me miraba de una forma que me paralizaba, me hacía sentir vista y atrapada. Se presentaba como invencible, incluso presumiendo de que podía hacerse pasar por una persona "intimidante". En una videollamada, estoy casi segura de que intentaba presionarme para que hiciera cosas. Fue entonces cuando me preguntó si alguna vez había sufrido una agresión sexual, usándolo como palanca. Reveló sus preferencias y dejó claro que no le gustaba que las mujeres contaran a otras sobre su relación. Cuando lo confronté una vez, dijo que la gente siempre lo pintaba como el "villano". Lo decía como si él fuera el perjudicado. E incluso entonces, me sentía culpable, como si lo hubiera lastimado. Así de fuerte era su control. Durante un año y medio, permanecí en ese círculo vicioso: enferma a su alrededor, pero convencida de que era el único que me entendía. Las grietas en su máscara finalmente aparecieron, y su control se aflojó cuando empecé a desafiarlo y a decir la verdad que tanto se esforzaba por ocultar. Finalmente, huí. Estaba tan agotada, despojada de mí misma, que no pude sobrevivir a otra ronda de su juego perverso. Lo denuncié más de una vez. La primera vez, no hicieron nada. Más tarde, incluso después de que perdiera su trabajo por razones no relacionadas, intentó obligarme a volver, incluso pidiéndome que fuera su referencia para trabajos con niños. Lo denuncié de nuevo porque temía que siguiera atacando a estudiantes. Esa vez, entró sin permiso, pero aún así sentí que no había terminado. Todavía temo encontrarme con él. Cargaba con la culpa. Vergüenza. Silencio. No se lo conté a nadie durante mucho tiempo. Pensé que el silencio lo borraría. En cambio, le dio al abuso más espacio dentro de mí. Y todavía me pregunto: ¿Qué fue esto? ¿Fue una agresión sexual, aunque nunca pareciera lo suficientemente "obvio"? ¿Fue culpa mía? ¿Es todo producto de mi imaginación? ¿Es válido, ya que no era menor de edad? ¿Fue real? Todavía estoy aprendiendo a sentirme segura. A existir en mi cuerpo sin pestañear. A usar ropa sin preguntarme si la tela es una invitación. A mantener el contacto visual sin sentirme expuesta. A creer que la atención no siempre tiene un precio. A dejar que el silencio me resulte tranquilo en lugar de peligroso. A dejar de escudriñar cada habitación en busca de la salida más cercana. A confiar en mi instinto. Y a no dejar que nadie me trate así nunca más. Todavía estoy aprendiendo a vivir en un mundo alterado por sus ojos, sus manos, sus palabras, y a creer que no estoy marcada para siempre por ellos, ni por hombres como él.

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  • Mensaje de Esperanza
    De un sobreviviente
    🇸🇿

    Tengo que tener esperanza de que algún día todo termine. Pero necesito actuar.

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  • Mensaje de Sanación
    De un sobreviviente
    🇺🇸

    Despertarme y acostarme sabiendo que estoy seguro y en paz en mi propia casa.

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  • Historia
    De un sobreviviente
    🇺🇸

    Estimado Nombre

    Tenía 15 años. Fumaba marihuana de vez en cuando (ya que estaba en mi etapa de angustia adolescente). Tenía un mejor amigo y también tenía una relación, no necesariamente sana, pero la tenía. Una noche me sentí deprimida porque me dejaron plantada en una cita en el lago que tenía prevista para ese día. Normalmente fumo cuando me siento mal, y esa noche me sentí fatal; así que fumé un poco de más sin querer. Con el tiempo, empecé a sentirme pálida y a tener un viaje muy fuerte, así que le escribí a mi mejor amigo para que me calmara (mi novio de entonces se había acostado temprano por trabajo y vivía en otro pueblo). Él (mi mejor amigo) se invita a casa sin avisar y tuve que salir a verlo (ya que no iba a dejarlo entrar porque era muy tarde y mis padres estaban dormidos). Luego fuimos al cobertizo de fuera de mi casa a sentarnos a charlar, ya que él "quería calmar mi euforia". Finalmente, mi subidón empeoró tanto que me tambaleaba hacia atrás (sentada en el suelo) y me caí de espaldas. Mi amigo se me echó encima (ya que era/es increíblemente más grande que yo) y empezó a aprovecharse de mí. Sentía el cuerpo extremadamente débil por la marihuana y no podía levantarme en absoluto, y pronto no pude moverme porque el chico me sujetaba y me sujetaba por completo. Recordé la agonía y el dolor que sentí. Me quemaba como fuego y traté de gritar pidiendo ayuda, pero nadie me oía (ya que estábamos aislados en un cobertizo, lejos de todos, en plena noche). Me dejó. Lo primero que hice, por el asco que sentía en mi propia piel, fue ducharme... Hasta el día de hoy (casi 3 años después), recuerdo lo que llevaba puesto: una camiseta tie-dye, pantalones cortos negros de baloncesto y una braguita de bikini con tirantes a ambos lados (incluso cruzados) hasta las caderas. Hasta el día de hoy me da miedo usar braguitas de bikini... hasta el día de hoy le temo al verano por la agonía de recordarlo. Había guardado las braguitas de bikini en mi cómoda porque él las había usado y creía que esa era mi única prueba del incidente. Mi madre las había limpiado por error... había lavado toda mi ropa en mi habitación mientras yo estaba en un hospital psiquiátrico. No me quedan más que mis palabras. Lo segundo que hice (después de ducharme) fue contarle a mi novio de entonces lo que pasó, llorando a mares, de dolor, y enviando mensajes de texto frenéticamente todo lo sucedido para no olvidarlo. Él, en lugar de ayudarme o calmarme, me acusó de infiel y me dejó.

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    Actividad de puesta a tierra

    Encuentra un lugar cómodo para sentarte. Cierra los ojos suavemente y respira profundamente un par de veces: inhala por la nariz (cuenta hasta 3), exhala por la boca (cuenta hasta 3). Ahora abre los ojos y mira a tu alrededor. Nombra lo siguiente en voz alta:

    5 – cosas que puedes ver (puedes mirar dentro de la habitación y por la ventana)

    4 – cosas que puedes sentir (¿qué hay frente a ti que puedas tocar?)

    3 – cosas que puedes oír

    2 – cosas que puedes oler

    1 – cosa que te gusta de ti mismo.

    Respira hondo para terminar.

    Desde donde estás sentado, busca objetos con textura o que sean bonitos o interesantes.

    Sostén un objeto en la mano y concéntrate completamente en él. Observa dónde caen las sombras en algunas partes o quizás dónde se forman formas dentro del objeto. Siente lo pesado o ligero que es en la mano y cómo se siente la textura de la superficie bajo los dedos (esto también se puede hacer con una mascota, si tienes una).

    Respira hondo para terminar.

    Hazte las siguientes preguntas y respóndelas en voz alta:

    1. ¿Dónde estoy?

    2. ¿Qué día de la semana es hoy?

    3. ¿Qué fecha es hoy?

    4. ¿En qué mes estamos?

    5. ¿En qué año estamos?

    6. ¿Cuántos años tengo?

    7. ¿En qué estación estamos?

    Respira hondo para terminar.

    Coloca la palma de la mano derecha sobre el hombro izquierdo. Coloca la palma de la mano izquierda sobre el hombro derecho. Elige una frase que te fortalezca. Por ejemplo: "Soy poderoso". Di la oración en voz alta primero y da una palmadita con la mano derecha en el hombro izquierdo, luego con la mano izquierda en el hombro derecho.

    Alterna las palmaditas. Da diez palmaditas en total, cinco de cada lado, repitiendo cada vez las oraciones en voz alta.

    Respira hondo para terminar.

    Cruza los brazos frente a ti y llévalos hacia el pecho. Con la mano derecha, sujeta el brazo izquierdo. Con la mano izquierda, sujeta el brazo derecho. Aprieta suavemente y lleva los brazos hacia adentro. Mantén la presión un rato, buscando la intensidad adecuada para ti en ese momento. Mantén la tensión y suelta. Luego, vuelve a apretar un rato y suelta. Mantén la presión un momento.

    Respira hondo para terminar.