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Yo estaba...

La persona que me hizo daño era un...

Me identifico como...

Mi orientación sexual es...

Me identifico como...

Yo era...

Cuando esto ocurrió, también experimenté...

Bienvenido a Our Wave.

Este es un espacio donde sobrevivientes de trauma y abuso comparten sus historias junto a aliados que los apoyan. Estas historias nos recuerdan que existe esperanza incluso en tiempos difíciles. Nunca estás solo en tu experiencia. La sanación es posible para todos.

¿Cuál cree que es el lugar adecuado para empezar hoy?

“Realmente espero que compartir mi historia ayude a otros de una manera u otra y ciertamente puedo decir que me ayudará a ser más abierta con mi historia”.

Mensaje de Sanación
De un sobreviviente
🇨🇴

poder seguir adelante y pasar un poco la pagina

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  • Historia
    De un sobreviviente
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    Name, solo tenía 6 años

    Tenía alrededor de 6 años, cierro los ojos y es cómo si volviera a vivir en carne propia el recuerdo, me acuerdo del ruido de la televisión, el olor del desayuno que estaba comiendo, yo solo estaba viendo caricaturas. El, un hombre de alrededor 50 años me cargó y me acomodó en sus piernas, y deslizó su mano por debajo de mis panties, TENÍA 6 AÑOS y ahí empezó mi historia de abusó sexual, una historia que me hubiese gustado no tener que experimentar. Yo hablé ya que mi mamá siempre me había enseñado a que nadie podía tocar mis partes pero en ese entonces mi mamá no tenía los recursos, vivíamos en casa de una prima (la hija de mi abusador) y nadie me creyó, dijeron que era mi imaginación. Otros sucesos pasaron cometidos por la misma persona, me arrebató mi inocencia y me rompió en pedacitos… pese a que yo hablé la primera vez, las otras veces me quedé callada porque nadie me creyó, nadie me protegió y nadie me escuchó más que mi mamá pero en ese entonces ella estaba luchando con un problema de alcoholismo y toda la familia nos dio la espalda. Después de un tiempo dejé de ver a mi abusador pero a los 8 años me volvió a pasar pero esta vez por el esposo de mi tía (la hermana de mi mamá) ellos han sido casados desde que mi tía tiene 16 años hasta el presente. Fuimos de visita a casa de mi tía, era diciembre entonces mi mamá salió con mi tía a comprar cosas para la navidad, yo, mi hermano y mi primo (hijo de mi tía) nos quedamos al cuidado del esposo de mi tía, el en ese entonces era oficial de la policía. Yo estaba jugando con mi primo y mi hermano cuando él me llamó, él estaba sentado en la mesedora viendo las noticias cuando me sentó en sus piernas y yo inmediatamente me paralice puesto que la última vez que alguien me sentó en sus piernas me manoseo, esta vez fue diferente, solo me acaricio las piernas y yo solo sentí cómo algo duro me rozaba mis glúteos, me paralicé y no sabía que hacer, hasta que tuve la fuerza y me bajé. Nunca hablé de mi segundo abusador y nunca lo he hecho, yo ya no vivo en Colombia pero cuando voy me toca actuar cómo si nada aunque por dentro sienta tantas cosas. Por mucho tiempo reprimí todo lo que me pasó, siempre decía que no me afectó y ahora a mis 22 años me está atormentando. Estoy comprometida con el amor de mi vida, siento que ha sido un regalo que Dios y la vida me dio después de tanto tormento pero hay veces que cuando vamos a tener intimidad y me toca siento una rabia en mi, ese tipo de rabia que te dan ganas de pegarle un puño en la cara a esa persona, y no lo entiendo, el no me ha hecho nada? El solo me ha ayudado y me ha tratado con amor y me ha demostrado lo mucho que me respeta y me ama, siempre quise evadir el tema y reprimirlo, no hablar de ello y pretender cómo que no me afectó pero ya llegué a un punto donde me dan unos ataques de ira que ni yo me reconozco, donde termino lastimándome a mí misma o sacando esa ira en mi prometido, hace unas noches por fin en medio de una ataque de ira donde terminé azotandome la cabeza en la pared solo repetía “no me deja en paz, me persigue, sácalo de mi cabeza” estaba en un estado de crisis y mi prometido solo pudo sujetarme en sus brazos mientras me preguntaba quién me perseguía y fue la primera vez que dije su nombre en voz alta, “Name, el hombre que me violo y me robo mi inocencia no sale de mi cabeza” no podía hablar, las lágrimas y gritos de desesperación eran más que las palabras, en ese momento me di cuenta que no importa cuánto allá crecido aquella niña de 6 años sigue dentro de mi, está enojada, está triste y rota. Mi pareja es abogado entonces el fue quien me habló sobre me too movement, me dijo que me hiciera justicia y lo denunciara pero que si no me sentía lista por miedo que navegara las opciones que me too ofrece y que quizá empezara por contar mi historia, por unos días habría la página y solo me quedaba paralizada, pero hoy me anime, ya no merezco ser prisionera de un dolor que no fue mi culpa aunque por mucho tiempo he sentido que lo es, me siento perdida y no quiero que mi pasado defina mi presente, la vida me está dando oportunidades bonitas pero mi abusó sexual no me deja avanzar, cómo me saco esta rabia que siento por dentro? Porque me volví un ser tan agrio y amargo, porque me enojo por todo? Porque no puedo disfrutar la intimidad con mi pareja si es delicado conmigo? Parece que entre más delicado es más rabia siento por dentro. Me siento muy sola y perdida. Quiero este dolor fuera de mi

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  • “A cualquiera que esté atravesando una situación similar, le aseguro que no está solo. Vale mucho y mucha gente lo ama. Es mucho más fuerte de lo que cree”.

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    No tengo recuerdos claros y siento mucha culpa

    Mi historia es un poco larga. Cuando tenía 15 años o 16 años, vino a mi mente el recuerdo de cosas que habían ocurrido cuando yo tenía entre 4 y 5 años. Dos tíos abusaron de mí. Los recuerdos sobre esto nunca han sido claros y ahora, muchos años después, todo se ha vuelto más lejano y confuso y he dudado varias veces de mí misma y de mi historia. Hay otras cosas que pasaron en mi infancia que sí recuerdo con más claridad: cuando tenía entre 7 y 8 años, vi a mis papás teniendo relaciones sexuales a mi lado (esa noche me había pasado a dormir con ellos en su cama). Tiempo después, se repitió la situación, pero con mi padrastro y mi mamá. También cuando tenía entre 7 y 8 años, estaba revisando unos CD'S en el DVD que había en la casa para marcarlos según el género musical o según la película que fuera. Uno de los CD'S, era una película porno. Como casi siempre, me encontraba sola en mi casa, entonces la vi completa. No recuerdo si me masturbé. Sé que desde muy niña me frotaba con peluches, muñecas y otros objetos, aunque sin mucha conciencia de lo que hacía, pero estaba presente el miedo a ser vista. Hay algo que me atormenta en este momento: cuando tenía 6 o 7 años, mi prima (ella un año mayor) y yo jugábamos a imitar algunas posiciones de un libro de kamasutra que había en su casa. También tengo leves recuerdos de una vez que, mientras nos bañábamos, frotamos nuestras partes íntimas. No sé si esto se dio en el marco de una curiosidad bilateral y por el contenido del libro al que habíamos estado expuestas o si fui yo quien generó la situación y la persuadió a ella de hacerlo o si la manipulé. No recuerdo que haya sido así, pero me da miedo que sí. ¿Y si imité lo que hacía mis tíos conmigo o lo que vi en contenido al que estuve expuesta? Siento miedo, culpa y vergüenza. Además, hace medio año, recordé que cuando tenía 10 años y cargué a mi hermanita en mi piernas (que estaba como de un mes), sentí un estímulo placentero en mi zona íntima por el contacto. Cuando esta imagen vino a mí (tampoco fue clara, como mis otros recuerdos) sentí culpa, pero no escaló a más porque entendí que fue una reacción física y nada más. Pero luego no podía dejar de pensar en ello y me cuestionaba si había prologando o intensificado el contacto y sentí muchísima culpa, asco y vergüenza. Fue tan fuerte, que tuve un episodio de TOC y siento que aún no he podido salir de ahí, porque ahora me inundan las dudas sobre lo sucedido con mi prima.

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  • Eres maravillosa, fuerte y valiosa. De un sobreviviente a otro.

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    Sobreviviendo a una violación en grupo

    El año pasado me violaron en grupo. Tengo un zumbido en los oídos llamado tinnitus que no ha parado desde entonces. Tengo pesadillas. Volé con mi madre a una boda en el extranjero. Estaba emocionadísima. Ella estaría ocupada con sus amigos y su prima, y yo podría pasar tiempo con mi genial prima segunda, dos años mayor que yo. Después de la cena de ensayo, salimos. Fue divertido porque allí no tenía permiso para beber, aunque la edad legal era menor que en mi provincia, pero no revisaban la identificación. No bebí mucho porque no era lo mío y tenía novio, pero pude ir a algunos bares y luego a una discoteca pegada a un hotel. Nos divertimos muchísimo hasta que conocimos a dos soldados uniformados que eran guapísimos y nos separaron de sus amigas por nuestro aspecto. Mi prima es guapísima. Tenían una habitación privada en la discoteca y había varios soldados y también dos prostitutas. A esas prostitutas definitivamente les disgustaba que estuviéramos allí. Quería salir de todas formas, y las chicas guapísimas que nos invitaron fingieron entendernos y nos sacaron de allí. Estúpidamente, dejamos que nos llevaran a su habitación de hotel, donde dejaron de lado el rollo romántico y nos obligaron a desnudarnos al ritmo de la música. Nos enseñaron una pistola que tenían en un cajón. Estaba aterrorizada. Nos obligaron a tumbarnos boca abajo, inclinadas sobre la cama, una al lado de la otra, y así tuvieron sexo. Se intercambiaron como si fuéramos intercambiables antes de acabar dentro de nosotras sin protección. Nos tomamos de la mano. Yo lloraba mientras mi prima intentaba ser fuerte y animarme. No nos permitieron salir y nos escondieron la ropa. Antes de quitarnos los teléfonos, tuvimos que escribirles que nos quedábamos en casa de un amigo de mi prima. Luego llamaron a otros dos soldados, uno de ellos un tipo alto, moreno y enorme, con músculos de culturista. Fue un desastre conmigo. Nos hicieron bailar y luego tuvimos que usar la boca con las chicas que nos habían atraído allí mientras las otras dos tenían sexo con nosotras. Vomité y mi prima lo limpió, pero luego empezó de nuevo. Tenían cocaína y nos obligaron a esnifarla de sus partes y a esnifarla de nosotras. Vino otro y creo que solo fueron esos cinco durante la noche, pero no paraban de violarnos y obligarnos a hacer cosas incluso cuando nos desmayábamos. Me hubiera gustado estar más inconsciente, pero la cocaína te despierta tanto. Quiero recordar menos y pensar menos en todo. Nos duchamos muchas veces. El moreno grande se orinó encima de mí y en mi boca, en la ducha. Lo hizo más de una vez como si yo fuera su retrete. Los otros hombres incluso tuvieron que decirle que se calmara cuando me hacía gritar, me gustaban sus dedos y me los metía en el culo, pero no cuando me hacía arrastrarme como un perro usando mi pelo como correa. Recuerdo que uno de ellos llamó a sus amigos para decirles que subieran el volumen de la televisión al máximo para ocultar el ruido en nuestra habitación. Vieron las noticias deportivas en la televisión. Hicieron que mi prima y yo nos besáramos y cosas así. No podía fingir que era una fiesta divertida como mi prima hacía a veces y me animaba a hacer. Intentó desviar parte de su atención de mí una y otra vez. La amo por eso, pero no me dejaron en paz. Estaban obsesionados con mi pecho. No les importó que estuviera obviamente angustiada y enloqueciendo, ni que en mi país me faltaran tres años para la edad de consentimiento. Ahí estaba, la edad mínima. Nos despertamos por la mañana en una de las camas, solo los dos soldados durmiendo en el suelo. ¡El negro se había ido! Volvieron a tener sexo con nosotras y otro hombre mucho mayor, al que llamaban SIR, entró y tuvo sexo con nosotras, pero sobre todo conmigo. Lo animaron y me dolía la cabeza y lloraba, y pareció durar una eternidad. Finalmente recuperamos la ropa, pero nos llevaron a un brunch con su ropa habitual. Me enseñaron fotos en sus móviles que parecían divertidas y nos advirtieron de lo mal que estaría si decíamos algo diferente a que habíamos tenido una buena fiesta. ¡Una buena fiesta en el infierno! Antes de eso, solo había tenido sexo con mi único novio. ¡Una noche infernal y ahora mi número era siete! Tuvimos que empezar a prepararnos para la boda de inmediato y estaba agotada. Mi prima me escondió y me eché una siesta con vestido, peinado y maquillaje hasta el último minuto. Lloré en la ceremonia, pero no en la boda. Tenía tanto dolor de vagina, músculos y cerebro que me emborraché tanto en la recepción que apenas recuerdo nada. Fue parte del viaje en avión a casa. Le conté la verdad a mi madre al volver y se puso como loca, al igual que mi padre. Intentaron llamar allí, al hotel y a otros sitios, pero la policía no hizo nada. Vi llorar a mi padre por primera vez mientras le contaba toda la historia. Mi novio no lo soportó y me dejó. Voy a terapia de grupo. Tomo una pastilla todos los días y ahora tomo benzodiacepinas para la ansiedad. Intento ocultar mi pecho grande bajo ropa holgada, cuando antes lo usaba para llamar la atención. ¡Qué idiota! Mi prima no parece tener los traumas ni las pesadillas que yo tengo. En su país, terminan la secundaria hasta dos años antes que nosotros y los tratan como adultos antes. Una vez le dije cosas malas por eso. Me perdonó, pero hablamos mucho menos desde que le pregunté si siempre tenía sexo grupal. Me sentí fatal porque incluso dejó que tuvieran sexo anal con ella para alejarlos de mí. Se notaba que le dolía mucho, pero en ese momento solo pensaba en mi propia supervivencia. Mi infancia se acabó, pero no me siento adulta. Su consejo es: «No dejes que te deprima». ¡Como si tuviera otra opción! Fue a terapeuta una vez porque su madre pidió cita y no piensa volver. ¡Su vida no cambió en absoluto! Trabaja en recepción en una empresa de tecnología y, además, modela, y sigue yendo a fiestas, clubes y citas. ¿Cómo? Es increíble cómo la actitud ante algo así puede ser tan diferente en distintos países. Ahora soy una víctima y suelo sentirme así. Definitivamente dañada. Todos en mi escuela saben por qué. Soy ESA chica. Mi nuevo novio, más maduro, es comprensivo, pero me siento como una pequeña carga triste para él. A veces soy hipersexual y no puedo evitarlo. Es un mecanismo de afrontamiento que les ocurre a algunas víctimas de agresión sexual. No lo busqué. Me preocupa que mi novio no confíe en mí por eso. Un amigo mayor, mi vecino desde hace años, se aprovechó de mí después de que le conté lo que pasó en su casa. Tuvimos sexo y luego se sintió culpable por excitarse con mi historia de violación. Lo admitió y me pidió perdón. El sexo me ayudó a calmar el zumbido de oídos por breves periodos, así que lo hice con él más de una vez al día durante un tiempo hasta que mi padre empezó a sospechar algo y habló con él. Desde entonces, no confío en mí misma. Quiero casarme con mi novio, en gran parte, solo para protegerme y demostrarle que lo amo y soy leal, aunque no estoy segura de poder serlo. Me preocupa no poder amar como una persona normal. Me preocupa alejarlo por ser demasiado dependiente y querer casarme con él tan pronto. Lo necesito más de lo que él me necesita a mí. ¿Será así siempre en las relaciones de las víctimas de violación? Me esfuerzo mucho en la escuela para no arruinar mi futuro. Es muy difícil concentrarme. Me zumban los oídos constantemente. Gracias por escuchar.

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    Usted no está solo

    No estás solo No estás solo. A muchos nos arrebataron mucho personas que priorizaron sus instintos básicos sobre nuestra cordura. Sufrimos por sus momentos de felicidad y dominio. Nos culpamos de su enfermedad. Su patología. Somos un ejército. Eso es lo que estas historias nos enseñan. Nos muestran que somos legión. Somos fuertes. Nuestras reacciones psicológicas de miedo, desconfianza y odio no son locas. Son normales. También es normal, pero no fácil, salir juntos de la oscuridad. Crecí en un gran bloque de pisos de bajos recursos que parecía un pueblo. Mi madre trabajaba y nos desenvolvíamos solos. En invierno, nadie esperaba que nos vieran si salíamos. Estábamos en un piso haciendo el tonto con unos niños o un vecino, y todo salía bien. Perdí la virginidad a los once años con un amigo de mi hermano mayor que cursaba décimo. Pero no fue un problema porque, por desgracia, no era raro allí. Soy mitad brasileña por parte de mi padre ausente y me consideraban bastante exótica y en forma. Mis características sexuales secundarias se desarrollaron pronto. Era razonablemente cuidadosa y tenía el control. El verdadero abuso comenzó años después, cuando nos mudamos a una casa decente con él. Era el hombre soñado de mi madre. Era perfecto para un hombre de mediana edad. Para entonces, mi hermano ya no estaba con nosotros porque se fue a trabajar a Alaska en un barco pesquero. Era exmilitar y al principio parecía un buen hombre. Yo era un poco problemática y demasiado descarada, y mi madre le dio carta blanca para disciplinarme como a mi padre. No llevábamos allí ni una temporada completa cuando empezó a tratarme como a una fulana. Lo de los azotes ya lo sabía mi madre y le parecía gracioso, incluso teniendo quince años. Me daba azotes en el trasero desnudo incluso cuando ella estaba en casa. Decía que siempre había necesitado la mano de un hombre para tapar mis asperezas. Era vergonzoso, humillante, pero nada comparado con lo que hacía él cuando mi madre no estaba. Para no entrar en detalles, él pronto llegó a un punto en el que yo iba a tener su carga siempre que tuviera la oportunidad. Como él me mandaba el horario, se aseguraba de que hubiera oportunidades regulares. Era mi INFIERNO y él era el Príncipe de las Tinieblas. Era rudo, pero tenía cuidado de no dejar marcas. A menos que el tiempo apremiara, tenía que ducharme primero. A veces, después, había algo específico que ponerme, como un disfraz, lencería o mi uniforme de baloncesto. La irritante anticipación de lo que vendría después era la verdadera tortura. Él me decía: "Elige un agujero". ¡Mis agujeros! Mi boca era uno, mi boca dos, y pensarías que nunca elegiría tres. Pero te equivocas. Lo odiaba. Soy muy sensible sexualmente y si elegía uno, parecía que me encantaba, y si elegía dos, estaba trabajando para complacerlo. Tres era la forma en que podía encerrarme y prepararme sin que él me viera sonreír, incluso si lo miraba. Cuando el odio era fuerte, elegía tres. Compartimenté esa pequeña pero brutal parte de mi vida para mi madre. Eran solo de treinta a ciento veinte minutos a la semana, de 10.080 minutos. Y entonces no veía otra salida. Mamá, por primera vez, vivía una vida feliz. Podría haber ganado un BAFTA por lo cómoda y contenta que me sentía con ella. Me destrozaba que mi miedo a molestarlo hiciera parecer que él había suavizado mis asperezas y me había convertido en una dama de verdad. Mantuve mis buenas calificaciones y seguí en el equipo de netball a pesar de ser la más bajita. Seguí adelante. Desarrollé la costumbre de clavarme las puntas del portaminas en la piel y morderme las uñas para provocarme dolor. Tuve un novio por un corto tiempo. Iba a los bailes. Mi casa era mi infierno, así que hacía todo lo que él me permitía para estar en cualquier otro lugar. No podía trabajar, pero él obligaba a mi madre a conservar su trabajo para poder tenerme. En mis cumpleaños, me salía con la mía para tener una noche de chicas con mi madre. Solo tuve dos cumpleaños antes de librarme de él. La universidad costaba 1000 libras y cuando él la pagó, no sabía que ya no iba a ser su fulana. Tenía una amiga que vivía mucho más cerca de mi universidad. Tenían una habitación libre porque un hermano mayor se había mudado. Con diecisiete años, él no podía obligarme a vivir con ellos si tenía otro alojamiento seguro. Acepté un trabajo y pagué el mísero alquiler. Me volvió a tener cuando dormí en su casa en Nochebuena. Probablemente drogó a mi madre para que no volviera a dormir. Me aseguré de que no volviera a tener otra oportunidad. En mis clases de portugués conocí a un hombre que vivía en Portugal y me invitó a quedarme con él todo el tiempo que quisiera sin pagar alquiler. Terminé un año de bachillerato y me fui a Portugal. Tuve relaciones fugaces con el hombre con el que me quedé, pero él viajaba a menudo; ambos teníamos nuestras propias cosas. Por aquel entonces trabajaba de camarera en un restaurante de comida americana. Hablaba con mi madre por teléfono casi todos los días. Vino una vez, con él. La echaba de menos e intentaba no mostrarle mi pena por haberme visto obligada a separarme de ella. Verlo fue horrible, pero lo contuve como un cáncer. Me ayudó a consolidar mi decisión. Viajé con una amiga a Florida y conseguí trabajo como camarera en un restaurante elegante. Solicité una visa de trabajo y la conseguí al segundo intento. Ahora tengo treinta y ocho años. Hace solo tres años me enfrenté a mis demonios porque leí historias en línea sobre otras sobrevivientes de abuso. Abrió una herida profunda para que pudiera empezar a sanar. Fue y sigue siendo un trabajo duro y un proceso continuo. Le confesé a mi madre, quien se había separado de él después de años de su propio abuso, que ella también mantuvo oculto. Él la dejó ir cuando ella empezó a tener problemas de salud, mostrando su verdadero corazón negro. Vive con mi hermano y su familia. Lamento haber perdido años con mi madre y mi hermano y que me echaran de casa cuando era joven, pero me hizo más fuerte. Nunca me he casado, pero tengo una pareja que me ama, dos perros y hablo tres idiomas. Soy entrenadora física y trabajo cerca de la playa donde voy a meditar y a hacer body surf. Nuestros viajes e historias son individuales, pero estamos juntos en esto. En todo el mundo. ¡No estás solo/a cargando con el dolor, la vergüenza, el miedo y los recuerdos! Aunque estés en la oscuridad, emprende un camino que parece que otros están usando para intentar salir adelante. Usa los recursos, aunque estén disponibles en tu computadora, y construye a partir de ahí. Simplemente empieza y sigue escalando, especialmente cuando parezca demasiado difícil.

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  • “Siempre está bien pedir ayuda”

    Historia
    De un sobreviviente
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    Incesto padre-hija Debería haber parado

    Es con gran vergüenza que debo confesar aquí. Fui una facilitadora pasiva del abuso. Había sido abusada sexualmente de niña por un niño mayor en la escuela primaria y debería haber sido menos cobarde. Finalmente denuncié a mi esposo y terminé con el abuso incestuoso de su propia hija. Merezco las lágrimas que lloro. Era enfermera de turno rotativo y normalmente dormía como un tronco con mi pastilla. Esa noche me levanté de la cama después de unas horas y caminé por la cocina hacia el otro lado de la casa donde estaba la habitación de mi hijastra. Sonaba un poco como si estuviera llorando o riendo. Al principio fue difícil decir qué estaba sucediendo a través de la puerta agrietada al otro lado de la casa. La habitación de mi hijastra. Pero pronto distinguí que mi esposo estaba arrodillado e inclinado hacia adelante sobre la cama con la cabeza entre las piernas abiertas de su hija. Los ruidos eran jadeos y chillidos de él realizando cunnilingus. Esto concluyó rápidamente y él tomó una posición acostada en la cama y aunque su cuerpo estaba mayormente bloqueado porque estaba al otro lado de él desde la puerta, era evidente que le estaba haciendo una felación a su padre. Su cabeza subía y bajaba y él tenía su mano sobre su cabeza. ¡Solo tenía nueve años! Me fui y volví a la cama, queriendo olvidar lo que había visto. ¿Por qué no hablar con él y detenerlo de inmediato? Debería haberlo hecho. Pero mi esposo había perdido a su esposa solo unos años antes, y mi hijastra había perdido a su madre. La mujer había quedado paralizada de la cintura para abajo y tenía un dolor de espalda severo. Se quitó la vida dos meses después de la lesión, días después de ser dada de alta del hospital. Había mucho entre ellos debido a su pérdida de lo que nunca podría ser parte. La idea de que el contacto sexual fuera un medio de duelo no me sentó bien, pero no quería hacer olas. Parecía voluntario de su parte. Amaba a mi esposo. Me había llevado mucho tiempo encontrarlo después de muchas esperanzas, citas, angustia y búsqueda. Así que tal vez fui egoísta por querer conservar a mi esposo. No sabía si pasaba muy a menudo. Hice la vista gorda. Durante al menos un año y medio no me levantaba de la cama si me despertaba en medio de la hora de dormir. Luego, un viernes por la noche, después de haber trabajado un turno de noche y haberme quedado despierta para hacer recados durante el día, y luego haber asistido al recital de baile de mi hijastra donde interpretó ballet, jazz y hip hop con su grupo, me desplomé. Pero me levanté, inquieta. Esta vez, la puerta de su dormitorio estaba cerrada y probablemente con llave, las luces encendidas desde abajo. Los sonidos de mi hijastra en medio de la agonía eran lo suficientemente fuertes como para que saliera por la puerta trasera, rodeara la ventana y me subiera al aire acondicionado central para ver a través del gran espacio entre las cortinas. Tenía una vista directa de mi estimado esposo, que es bastante bueno conmigo, de rodillas en la cama, bombeando de un lado a otro. Su hija estaba inclinada frente a él con su trasero desnudo en el aire, apoyada en los codos. Podía verlo entrar y salir de ella y sacudir todo su cuerpo con sus embestidas. Sentí una ira repentina. Lamento que mi ira no fuera por lo que debería haber sido. Mi ira era una ira celosa. Pensamientos en mi cuerpo de treinta y cuatro años y en cómo no podía competir con el firme cuerpo adolescente que veía ante mí, y que habíamos visto a esta hermosa chica en desarrollo de curvas mientras mi esposo se tomaba de la mano mientras bailaba con diferentes atuendos. Estaba un poco celosa entonces, sin siquiera saber que él estaba pensando en ella de esa manera. Seguí observándolo tener sexo con ella, incapaz de considerar apartar la mirada. Disminuyó la velocidad de sus embestidas y se desplomó al otro lado de ella. Vi su cuerpo brillante desplomarse también. Su respiración era tan profunda y rápida. Tardaron un par de minutos en recuperarse y me molesté más cuando pensé que mi esposo se iba a quedar dormido con ELLA. Pero se levantó, hablando. Se vistió y caminó alrededor de la cama. Ella se levantó, aparentemente obedeciendo su orden, y se abrazaron, poniéndose de pie. Él le sonrió y se giró hacia la puerta. Solo entonces se rompió el hechizo y corrí de vuelta a la puerta y entré. Él ya se estaba duchando. No dije nada y dejé que se desvaneciera, fingiendo que no pensaba en ello a menudo. Fui más apasionada y aventurera con mi esposo, y más fría con mi hijastra. Un par de años después, cuando la encontré llorando en su habitación un día mientras mi esposo estaba fuera de la ciudad, entré a consolarla. Llegué a mencionar su relación sexual con su padre de forma acusadora. Se derrumbó aún más y me contó cómo le pidió que parara cuando empezó octavo grado. Se había dado cuenta de lo "loco" que era y le rogó que parara si la amaba. Él le dijo que no podía parar porque la amaba. Algo se quebró dentro de mí y la ayudé a dormirse y luego conduje hasta la comisaría. Me entregué a mí misma y a mi esposo. Fue un desastre y mi vida ha sido así desde entonces. Pero no me arrepiento. Solo me arrepiento de haber esperado cinco años para terminar un matrimonio que debería haber terminado a los cinco meses. Merezco todas las lágrimas.

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  • “Sanar significa perdonarme a mí mismo por todas las cosas que pude haber hecho mal en el momento”.

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    Superviviente 👊🏼

    Fue hace 21 años y nunca se lo he contado a nadie. Viví con mi primera compañera de piso, quien sabía que tenía amigos sospechosos. Aun así, confiaba en ella y en nuestro nuevo y encantador hogar. Hasta que una noche invitó a amigos. Yo no bebía ni consumía drogas duras. Comíamos, todos bebían y se lo pasaban bien. No recuerdo nada después de eso, hasta que me desperté en mitad de la noche con un hombre, uno de sus "amigos", encima de mí. Estaba dentro de mí mientras yo yacía en medio del suelo. No podía moverme, no podía hablar. No fue una huida, una lucha ni una congelación; me habían drogado y no podía mover ni una sola parte de mi cuerpo. Ni siquiera podía mover los brazos para apartarlo. Y cuando la madre de mi compañera entró en nuestro nuevo hogar, en la habitación oscura, en mitad de la noche, vio lo que estaba pasando. Solo pude abrir los ojos de par en par del miedo, pero ella se dio la vuelta y salió sin decir palabra, dejándolo terminar lo que había empezado. Él se rió cuando ella se alejó. Para cuando recuperé el control de mi cuerpo, él ya no estaba. Estaba sola y desnuda en el suelo de la sala de mi primer piso, donde todos me pisoteaban al salir por la mañana. Era la broma de la mañana... ¿qué y a quién le hizo? Nadie me preguntó si estaba bien esa mañana. Nadie lo hizo nunca. Han pasado 21 años y todavía no sé el nombre del hombre que me violó esa noche, pero siempre recordaré su rostro.

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    Puede ayudar que otros obtengan justicia.

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    Chico del barco.

    Era una primera cita. Era mi primera cita en años. Un par de copas dieron paso a una buena conversación. Una buena conversación terminó en que aceptara una invitación para conocer a su primo. Conocerlo dio paso a otra copa, y luego el primo desapareció. Intenté irme. Me dominó físicamente. Luché, rogándole literalmente que parara. Lo amenacé con no tener anticonceptivos y con arruinarle la vida si me quedaba embarazada. Dije que tendría el bebé, pensando que lo asustaría. No tenía miedo. Me cubrí la vagina con las manos, suplicándole. Me abofeteó. Se metió en mi boca a la fuerza. Una vez que terminó de agredirlo, simplemente se duchó. Me quedé allí tumbada, mirando por la pequeña ventana circular que tenía en su habitación, viendo solo el tono de una farola en la distancia. Llegué a casa y me limpié todo el agua de la ducha. Sin pensar con claridad. Sin pensar en cómo afectaría mi capacidad de hablar. Solo quería lavarme la sensación de sus manos. Físicamente, tenía la cara magullada y la boca abierta. Emocionalmente, estaba destrozada. Recurrí al alcohol para ahogar cualquier pensamiento. Me distancié de mis amigos y familiares. Estaba furiosa. Fui a terapia y me dijeron que no era mi culpa. Lo sabía. Lógicamente, sabía que la culpa nunca es de la víctima. En mi interior, sentía que era mi culpa por haber ido a la cita y haber confiado estúpidamente en él. Todavía me siento culpable por no haberlo denunciado. Siento que he decepcionado a otras sobrevivientes, me siento débil. No sé cómo sanar. No sé cómo ser una sobreviviente.

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  • “Tú eres el autor de tu propia historia. Tu historia es tuya y solo tuya a pesar de tus experiencias”.

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    🇺🇸

    #1

    “Teníamos una relación, así que no pudo haber sido una violación… ¿verdad?”. Incorrecto. Desafortunadamente, cuando la violación involucra a tu pareja, a menudo se invalida. Es un trauma que tiende a pasarse por alto porque no parece tan grave. No parece tan brutal como esos escenarios que aparecen en los medios de comunicación. Así que hablo para decir que es muy real y deja a la víctima con una sensación de pérdida y culpa. Se pregunta qué pudo haber pasado. Porque él te ama y tú lo amas. Pero esto no era amor. Conozco muy bien ese sentimiento. Y lo siento por quienes lo entienden. Mi historia me sitúa a los 23 años. John y yo llevábamos dos años de relación y viviendo juntos casi un año. Éramos felices. Tuvimos una vida maravillosa juntos. A principios de ese año, me sometí a una cirugía mayor que requirió un año de recuperación completa. Durante esos primeros tres meses, no pude conducir ni levantar más de dos kilos a la vez. No podía ducharme, mi cuerpo estaba abrumado por el intenso dolor posoperatorio. En algún momento, empecé a sentirme en arresto domiciliario. Extrañaba la normalidad de la vida. Una noche, John y unos amigos salieron a tomar algo después del trabajo. Cuando por fin llegó a casa, sentí su cuerpo ebrio meterse en la cama y empezar a besarme el cuello. Había pasado tanto tiempo y ansiaba la idea de volver a sentirme sexual. Le puse una condición: "Tenemos que parar si empiezo a sentir dolor. Por favor". Fue maravilloso. Al principio. Mi novio era tan amable, tan considerado. Hasta que algo cambió. Empecé a sentir el peso de ese hombre, el doble de grande que yo, presionando mis costillas rotas. El dolor empezó a recorrer mi cuerpo, así que lo llamé, dije que era hora de parar. Entonces intenté apartarlo mientras gritaba: "¡Por favor, por favor, para!". Nunca olvidaré su respuesta: "No he terminado". En cuestión de segundos, me había inmovilizado las manos contra la cama y no podía moverme. No podía apartarlo. Me sentí aplastada bajo su peso mientras aumentaba la velocidad y se volvía más agresivo. Me mordí el labio para no gritar de dolor, para no despertar a nuestros compañeros de piso, pero no pude contener las lágrimas. Finalmente, todo terminó. Él fue al baño a limpiarse, mientras yo tomaba dos dosis de Percocet para intentar calmar el dolor. Por esa noche. Luego me acurruqué en posición fetal y lloré en silencio hasta quedarme dormida, mientras el hombre a mi lado se dormía como un borracho, imperturbable. Sentada en la cama a la mañana siguiente, intenté calmar el dolor residual de la noche. Las secuelas que me recorrían el cuerpo con cada respiración, intenté confrontar a John. Afirmó que no recordaba nada de la noche anterior y se ofendió de que la historia pudiera ser real. Me retracté, simplificando mi dolor a la conclusión: «No, está bien. Solo tenemos que tener más cuidado la próxima vez». Pero lo vi en su rostro. Mientras se alejaba sin remordimientos, me consumía la culpa de haber permitido que eso sucediera. Esa noche, esta mañana. Obviamente fue mi culpa, debería haberlo pensado mejor. Estaba borracho y no lo recordaba. Me ama... no pudo haber sido una violación. Claramente estaba exagerando. Simplemente seré más cautelosa la próxima vez, la próxima vez que esté en casa. Una excusa tras otra me dieron vueltas en la cabeza, durante días, semanas, meses, años. Inventaba cualquier cosa para intentar arreglarlo. Fingir que no me estaban atando, fingir que no le había gritado que parara. Nada calmaba la inquietud. Simplemente se convirtió en algo con lo que vivir. Una parte de la vida. John y yo seguimos saliendo durante tres años más, llenos de buenos momentos y salpicados de momentos de abuso emocional. Nunca parecía ser lo suficientemente buena, hacer lo correcto, sentirme completa. Siempre tenía la culpa. Al final de la relación, me quedé con una conciencia cargada de culpa y una autoestima mínima. A pesar de la complejidad de una relación, sé que mi caída se remonta a la noche en que me violó. La noche en que perdí la voz y la capacidad de defenderme. La noche en que no pude admitir lo que estaba pasando, lo que había pasado, lo que merecía. Años después de la ruptura, le conté a mi mejor amiga sobre esa noche. Le dije que fue una noche, que estaba bien. Su respuesta fue simple, pero me dio la validación que no sabía que buscaba. Una sensación de alivio. "Eso no está bien. Eso es una violación. ¿Estás bien?". En ese momento, no estaba loca por los meses de confusión, por sentirme violada, por sentirme rota. Por fin, no estaba sola. Con la verdad frente a mí, pude enfrentar mi realidad de frente, sabiendo que tendría un hombro que me apoyaría en el camino. Por fin, esa noche fue real. Sucedió. Fue una violación. Así que, poco a poco, ahora estoy dando pasos hacia la sanación. Poco a poco, estoy encontrando mi voz. Poco a poco, estoy volviendo a ser yo misma. Tu turno.

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  • La sanación no es lineal. Es diferente para cada persona. Es importante que seamos pacientes con nosotros mismos cuando surjan contratiempos en nuestro proceso. Perdónate por todo lo que pueda salir mal en el camino.

    “Puede resultar muy difícil pedir ayuda cuando estás pasando por un momento difícil. La recuperación es un gran peso que hay que soportar, pero no es necesario que lo lleves tú solo”.

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    De un sobreviviente
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    No ha terminado

    “¿Por qué fuiste?” “Nadie te obligó a ir”. “¿Qué llevabas puesto?” “¿Qué comiste ese día?” “¿Seguro que no alucinaste?” “¿Por qué bebiste?” “¿Por qué?” “¿Por qué?” “¿Por qué?” ¿Por qué siempre le hacen estas preguntas a la víctima y nunca al agresor? Me mudé de casa de mis padres a los 23 años para seguir mi carrera en la ciudad de mis sueños: Los Ángeles, California. La primera noche que llegué a Los Ángeles, recuerdo haber pensado: “Estoy deseando ver lo que esta ciudad me ofrece”. Estaba en plena felicidad pensando en mi futuro. Estaba eufórica por crecer profesionalmente y empezar mi nuevo trabajo en la Universidad. Incluso ofrecieron un programa para pagar mi maestría, que planeaba cursar. Apenas seis meses después de empezar mi nuevo trabajo soñado, esos sueños se arruinaron de la noche a la mañana. Mi jefe insistía en invitarme a cenar, semana tras semana. Tras rechazar varias invitaciones, me sentí obligada cuando me negó las vacaciones e insistió en que solo eran para "hablar de trabajo". Momentos antes de conocerlo, ya en el ascensor bajando, sentí con fuerza que mi intuición me decía que no fuera. Me convencí a mí misma de no sentirme incómoda por ir a una cena de trabajo con tu jefe. Llegamos al restaurante sobre las 6 de la tarde, nos sentamos en la barra y pedimos bebidas y algunos aperitivos. A lo largo de la noche, tomé un plato de macarrones con queso y tres copas. Hablamos de trabajo todo el tiempo y él aplaudió mi ética laboral. Después de la tercera copa, perdí por completo la memoria de la noche y la noción del tiempo. No recordaba haber salido del restaurante, haber pagado ni haber llegado a casa. Lo siguiente que recuerdo es despertarme en mi propia cama y verlo agrediéndome sexualmente. Salí de golpe de mi habitación y crucé el pasillo, llorando histéricamente a mi compañera de piso, pidiendo ayuda a gritos. Más tarde me dijo que arrastraba las palabras y que tenía los ojos en blanco, rogándole: "¡Sácalo de aquí, sácalo de aquí!". Se aseguró de que estuviera a salvo en su habitación y llamó a nuestra vecina. En cuanto llegó nuestra vecina, mi compañera de piso entró en mi habitación y le pidió a mi jefe que se fuera. Él seguía tumbado en mi cama mientras ella tomaba fotos y vídeos como prueba. Al salir de mi apartamento, tuvo la osadía de escribirme: "Espero que hayas llegado a casa sana y salva", fingiendo que nunca había estado en casa. A la mañana siguiente de la agresión sexual, me desperté completamente desorientada, con una resaca que nunca antes había experimentado. Temblaba de frío y me dolía tanto la garganta que ni siquiera podía tragar. Había vómito por todo el baño. Después de reconstruir la historia con mi compañera de piso, me convenció de que me hiciera un examen de violación. Cuando llegó mi prima para llevarme a la cita, estaba en posición fetal, temblando en el suelo, llorando desconsoladamente. No podía creer que mi jefe, alguien en quien se suponía que debía confiar, se hubiera aprovechado de su poder y hubiera cambiado mi vida para siempre. Quería escaparme de mi cuerpo. Al día siguiente, seguí todos los pasos correctos. Mi prima me llevó al Centro de Tratamiento de Violaciones para que me hicieran un examen de violación y presentara una denuncia. Fue un proceso muy incómodo e invasivo. Por suerte, me asignaron una enfermera y terapeuta encantadora que me orientó y me consoló durante el proceso. Mientras la enfermera me extraía sangre para detectar drogas de violación en mi organismo, me advirtió que, como había llegado tarde esa noche, la prueba podría salir negativa. Después de completar el examen de violación, un detective me interrogó y le conté exactamente lo que recordaba de la noche anterior. Mi padre condujo cuatro horas para recogerme del centro. Estoy muy agradecida de haber tenido a tantos seres queridos a mi alrededor durante esas 48 horas. Nunca habría podido pasar por esto sola. Meses después, recibí los resultados del examen del kit de violación: no había pruebas suficientes para declararlo culpable. Sí encontraron saliva en mi pecho, pero no fue suficiente. El fiscal de distrito asignado a mi caso me explicó que en estos casos es difícil encontrar culpable al agresor, especialmente sin testigos. Todos me creyeron durante el proceso, pero no se tomó ninguna medida. El Centro de Tratamiento de Violaciones me asignó a una terapeuta maravillosa. Me diagnosticaron depresión, ansiedad, TEPT y despersonalización. Tenía sueños intrusivos repetitivos en los que el agresor me perseguía por los pasillos del campus. Mantener mi puesto en la Universidad no valía la pena deteriorar mi salud mental. Renuncié al trabajo de mis sueños y a una maestría gratuita. Durante los nueve meses siguientes, solicité cientos de empleos, sin éxito. Sentí que mi mundo se derrumbaba ante mis ojos. Estaba estancada. Estaba perdida. Decidí contratar a un abogado para que me indemnizara por daños y perjuicios y pérdida de ingresos. Me sentí muy validada al ver que el bufete de abogados creía en mi historia y coincidía plenamente en que tenía un caso sólido. Me hizo sentir empoderada por primera vez durante esos meses difíciles. La demanda fue un proceso largo y tedioso, y nos topamos con muchos contratiempos. Ni siquiera sabía qué significaba la palabra "arbitraje" antes de presentarla. Cuando empiezas un nuevo trabajo, te entregan un montón de papeles para firmar. En algún lugar oculto de mi contrato, cedí mi derecho a un juicio. Mi caso tendría que pasar por un arbitraje y nunca saldría a la luz pública. Por suerte, mis abogados apelaron la cláusula de arbitraje y ganaron, así que pude ir a juicio. University me ofreció dinero varias veces para llegar a un acuerdo, pero no quería que otra gran corporación ocultara este caso y me pagara para que guardara silencio. Sabía que iba a ser un trauma y una reacción traumática. Luché con todas mis fuerzas para llevar mi caso hasta el final y hacer oír mi voz. La COVID-19 me puso otra traba: esperar un tiempo indeterminado para presentar mi caso ante un jurado de mis colegas u optar por un juicio sin jurado (donde un juez toma la decisión única sobre tu caso, en lugar de un jurado). Después de alargar el proceso durante cuatro largos años y el clima mundial actual, opté por el juicio sin jurado. Quería cerrar este capítulo de mi vida y empezar a seguir adelante. Además, el sistema y el juez estarían de mi lado. Mi caso era infalible. El juicio fue tan horrible y traumático como todos decían. Tuve que enfrentarme a mi agresor por primera vez desde la agresión, al entrar en la sala del tribunal. Mi cuerpo se apagó, temblando y llorando desconsoladamente durante unos 30 minutos. Tuve que tomar un descanso antes incluso de comenzar el juicio. Dos semanas después, recibí la decisión del juez a favor de la Universidad. Aunque el juez (y todos los involucrados en el caso) admitieron que lo que me pasó fue real, concluyeron que "nadie me obligó a ir a cenar". Sentí como si alguien me dejara sin aliento. Estaba atónita y completamente incrédula. No podía soportar la comida y pasé semanas sin dormir. Reviví mi incidente una y otra vez para asegurarme de que esto no le pasara a nadie más. El juez dictaminó que Universidad no sufriría consecuencias, y el sistema les ha dado permiso, sin tapujos, para que esto vuelva a ocurrir. ¿Cenarías con un hombre mayor y poco atractivo que te persigue agresivamente? No. Nunca habría ido a cenar con él si no hubiera sido mi jefe. Lo peor es que debería haber estado de vacaciones esa semana, pero recuerda, él lo negó. Durante el juicio, el abogado defensor me preguntó si Universidad podría haber hecho algo diferente para evitarlo. En ese momento supe por qué fui a juicio: para dar una visión que evitara que esto volviera a ocurrir. Esto es lo que dije: Absolutamente, hay mucho más trabajo por hacer. Deberían implementarse políticas estrictas que prohíban a la gerencia perseguir y confraternizar con sus subordinados fuera del horario laboral. Esta política existe en muchas empresas, y con razón. La Universidad necesita implementar una capacitación exhaustiva y continua sobre acoso/agresión sexual en todo el campus, y no solo una vez al año para cumplir con un requisito. Deberían sentirse responsables de hacer todo lo posible para evitar que esto le suceda a cualquier otra persona en la "familia" de la Universidad. Mi agresión sexual ocurrió unos meses antes del movimiento #MeToo de 2017. Deseaba con todas mis fuerzas escuchar la historia de otra persona para validar la mía, pero había muy pocos artículos similares en línea con los que identificarme. Me sentí completamente sola. Cuando el movimiento #MeToo salió a la luz y tantas mujeres y hombres compartieron públicamente sus historias, me ayudó a superar la mía. Así que quiero agradecer a todas las mujeres y hombres que expresaron su verdad. ¡Me han inspirado a expresar la mía! Mi historia me ha fortalecido. He aprendido la importancia de alzar la voz y decir la verdad. Si alguien que lee esto ha pasado por algo similar, quiero que sepa que no está solo y que estoy con usted. Estamos todos juntos en esto y debemos alzar la voz hasta que ya no sea necesario. Nadie jamás cuestionó mi caso. Todos en este caso coincidieron en que lo que me sucedió fue cierto, pero que nadie era responsable excepto yo. Mi historia me deja con una sola opción: ¡SEGUIR LUCHANDO!

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    Este es un espacio donde sobrevivientes de trauma y abuso comparten sus historias junto a aliados que los apoyan. Estas historias nos recuerdan que existe esperanza incluso en tiempos difíciles. Nunca estás solo en tu experiencia. La sanación es posible para todos.

    ¿Cuál cree que es el lugar adecuado para empezar hoy?
    Historia
    De un sobreviviente
    🇨🇦

    Name, solo tenía 6 años

    Tenía alrededor de 6 años, cierro los ojos y es cómo si volviera a vivir en carne propia el recuerdo, me acuerdo del ruido de la televisión, el olor del desayuno que estaba comiendo, yo solo estaba viendo caricaturas. El, un hombre de alrededor 50 años me cargó y me acomodó en sus piernas, y deslizó su mano por debajo de mis panties, TENÍA 6 AÑOS y ahí empezó mi historia de abusó sexual, una historia que me hubiese gustado no tener que experimentar. Yo hablé ya que mi mamá siempre me había enseñado a que nadie podía tocar mis partes pero en ese entonces mi mamá no tenía los recursos, vivíamos en casa de una prima (la hija de mi abusador) y nadie me creyó, dijeron que era mi imaginación. Otros sucesos pasaron cometidos por la misma persona, me arrebató mi inocencia y me rompió en pedacitos… pese a que yo hablé la primera vez, las otras veces me quedé callada porque nadie me creyó, nadie me protegió y nadie me escuchó más que mi mamá pero en ese entonces ella estaba luchando con un problema de alcoholismo y toda la familia nos dio la espalda. Después de un tiempo dejé de ver a mi abusador pero a los 8 años me volvió a pasar pero esta vez por el esposo de mi tía (la hermana de mi mamá) ellos han sido casados desde que mi tía tiene 16 años hasta el presente. Fuimos de visita a casa de mi tía, era diciembre entonces mi mamá salió con mi tía a comprar cosas para la navidad, yo, mi hermano y mi primo (hijo de mi tía) nos quedamos al cuidado del esposo de mi tía, el en ese entonces era oficial de la policía. Yo estaba jugando con mi primo y mi hermano cuando él me llamó, él estaba sentado en la mesedora viendo las noticias cuando me sentó en sus piernas y yo inmediatamente me paralice puesto que la última vez que alguien me sentó en sus piernas me manoseo, esta vez fue diferente, solo me acaricio las piernas y yo solo sentí cómo algo duro me rozaba mis glúteos, me paralicé y no sabía que hacer, hasta que tuve la fuerza y me bajé. Nunca hablé de mi segundo abusador y nunca lo he hecho, yo ya no vivo en Colombia pero cuando voy me toca actuar cómo si nada aunque por dentro sienta tantas cosas. Por mucho tiempo reprimí todo lo que me pasó, siempre decía que no me afectó y ahora a mis 22 años me está atormentando. Estoy comprometida con el amor de mi vida, siento que ha sido un regalo que Dios y la vida me dio después de tanto tormento pero hay veces que cuando vamos a tener intimidad y me toca siento una rabia en mi, ese tipo de rabia que te dan ganas de pegarle un puño en la cara a esa persona, y no lo entiendo, el no me ha hecho nada? El solo me ha ayudado y me ha tratado con amor y me ha demostrado lo mucho que me respeta y me ama, siempre quise evadir el tema y reprimirlo, no hablar de ello y pretender cómo que no me afectó pero ya llegué a un punto donde me dan unos ataques de ira que ni yo me reconozco, donde termino lastimándome a mí misma o sacando esa ira en mi prometido, hace unas noches por fin en medio de una ataque de ira donde terminé azotandome la cabeza en la pared solo repetía “no me deja en paz, me persigue, sácalo de mi cabeza” estaba en un estado de crisis y mi prometido solo pudo sujetarme en sus brazos mientras me preguntaba quién me perseguía y fue la primera vez que dije su nombre en voz alta, “Name, el hombre que me violo y me robo mi inocencia no sale de mi cabeza” no podía hablar, las lágrimas y gritos de desesperación eran más que las palabras, en ese momento me di cuenta que no importa cuánto allá crecido aquella niña de 6 años sigue dentro de mi, está enojada, está triste y rota. Mi pareja es abogado entonces el fue quien me habló sobre me too movement, me dijo que me hiciera justicia y lo denunciara pero que si no me sentía lista por miedo que navegara las opciones que me too ofrece y que quizá empezara por contar mi historia, por unos días habría la página y solo me quedaba paralizada, pero hoy me anime, ya no merezco ser prisionera de un dolor que no fue mi culpa aunque por mucho tiempo he sentido que lo es, me siento perdida y no quiero que mi pasado defina mi presente, la vida me está dando oportunidades bonitas pero mi abusó sexual no me deja avanzar, cómo me saco esta rabia que siento por dentro? Porque me volví un ser tan agrio y amargo, porque me enojo por todo? Porque no puedo disfrutar la intimidad con mi pareja si es delicado conmigo? Parece que entre más delicado es más rabia siento por dentro. Me siento muy sola y perdida. Quiero este dolor fuera de mi

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    De un sobreviviente
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    Sobreviviendo a una violación en grupo

    El año pasado me violaron en grupo. Tengo un zumbido en los oídos llamado tinnitus que no ha parado desde entonces. Tengo pesadillas. Volé con mi madre a una boda en el extranjero. Estaba emocionadísima. Ella estaría ocupada con sus amigos y su prima, y yo podría pasar tiempo con mi genial prima segunda, dos años mayor que yo. Después de la cena de ensayo, salimos. Fue divertido porque allí no tenía permiso para beber, aunque la edad legal era menor que en mi provincia, pero no revisaban la identificación. No bebí mucho porque no era lo mío y tenía novio, pero pude ir a algunos bares y luego a una discoteca pegada a un hotel. Nos divertimos muchísimo hasta que conocimos a dos soldados uniformados que eran guapísimos y nos separaron de sus amigas por nuestro aspecto. Mi prima es guapísima. Tenían una habitación privada en la discoteca y había varios soldados y también dos prostitutas. A esas prostitutas definitivamente les disgustaba que estuviéramos allí. Quería salir de todas formas, y las chicas guapísimas que nos invitaron fingieron entendernos y nos sacaron de allí. Estúpidamente, dejamos que nos llevaran a su habitación de hotel, donde dejaron de lado el rollo romántico y nos obligaron a desnudarnos al ritmo de la música. Nos enseñaron una pistola que tenían en un cajón. Estaba aterrorizada. Nos obligaron a tumbarnos boca abajo, inclinadas sobre la cama, una al lado de la otra, y así tuvieron sexo. Se intercambiaron como si fuéramos intercambiables antes de acabar dentro de nosotras sin protección. Nos tomamos de la mano. Yo lloraba mientras mi prima intentaba ser fuerte y animarme. No nos permitieron salir y nos escondieron la ropa. Antes de quitarnos los teléfonos, tuvimos que escribirles que nos quedábamos en casa de un amigo de mi prima. Luego llamaron a otros dos soldados, uno de ellos un tipo alto, moreno y enorme, con músculos de culturista. Fue un desastre conmigo. Nos hicieron bailar y luego tuvimos que usar la boca con las chicas que nos habían atraído allí mientras las otras dos tenían sexo con nosotras. Vomité y mi prima lo limpió, pero luego empezó de nuevo. Tenían cocaína y nos obligaron a esnifarla de sus partes y a esnifarla de nosotras. Vino otro y creo que solo fueron esos cinco durante la noche, pero no paraban de violarnos y obligarnos a hacer cosas incluso cuando nos desmayábamos. Me hubiera gustado estar más inconsciente, pero la cocaína te despierta tanto. Quiero recordar menos y pensar menos en todo. Nos duchamos muchas veces. El moreno grande se orinó encima de mí y en mi boca, en la ducha. Lo hizo más de una vez como si yo fuera su retrete. Los otros hombres incluso tuvieron que decirle que se calmara cuando me hacía gritar, me gustaban sus dedos y me los metía en el culo, pero no cuando me hacía arrastrarme como un perro usando mi pelo como correa. Recuerdo que uno de ellos llamó a sus amigos para decirles que subieran el volumen de la televisión al máximo para ocultar el ruido en nuestra habitación. Vieron las noticias deportivas en la televisión. Hicieron que mi prima y yo nos besáramos y cosas así. No podía fingir que era una fiesta divertida como mi prima hacía a veces y me animaba a hacer. Intentó desviar parte de su atención de mí una y otra vez. La amo por eso, pero no me dejaron en paz. Estaban obsesionados con mi pecho. No les importó que estuviera obviamente angustiada y enloqueciendo, ni que en mi país me faltaran tres años para la edad de consentimiento. Ahí estaba, la edad mínima. Nos despertamos por la mañana en una de las camas, solo los dos soldados durmiendo en el suelo. ¡El negro se había ido! Volvieron a tener sexo con nosotras y otro hombre mucho mayor, al que llamaban SIR, entró y tuvo sexo con nosotras, pero sobre todo conmigo. Lo animaron y me dolía la cabeza y lloraba, y pareció durar una eternidad. Finalmente recuperamos la ropa, pero nos llevaron a un brunch con su ropa habitual. Me enseñaron fotos en sus móviles que parecían divertidas y nos advirtieron de lo mal que estaría si decíamos algo diferente a que habíamos tenido una buena fiesta. ¡Una buena fiesta en el infierno! Antes de eso, solo había tenido sexo con mi único novio. ¡Una noche infernal y ahora mi número era siete! Tuvimos que empezar a prepararnos para la boda de inmediato y estaba agotada. Mi prima me escondió y me eché una siesta con vestido, peinado y maquillaje hasta el último minuto. Lloré en la ceremonia, pero no en la boda. Tenía tanto dolor de vagina, músculos y cerebro que me emborraché tanto en la recepción que apenas recuerdo nada. Fue parte del viaje en avión a casa. Le conté la verdad a mi madre al volver y se puso como loca, al igual que mi padre. Intentaron llamar allí, al hotel y a otros sitios, pero la policía no hizo nada. Vi llorar a mi padre por primera vez mientras le contaba toda la historia. Mi novio no lo soportó y me dejó. Voy a terapia de grupo. Tomo una pastilla todos los días y ahora tomo benzodiacepinas para la ansiedad. Intento ocultar mi pecho grande bajo ropa holgada, cuando antes lo usaba para llamar la atención. ¡Qué idiota! Mi prima no parece tener los traumas ni las pesadillas que yo tengo. En su país, terminan la secundaria hasta dos años antes que nosotros y los tratan como adultos antes. Una vez le dije cosas malas por eso. Me perdonó, pero hablamos mucho menos desde que le pregunté si siempre tenía sexo grupal. Me sentí fatal porque incluso dejó que tuvieran sexo anal con ella para alejarlos de mí. Se notaba que le dolía mucho, pero en ese momento solo pensaba en mi propia supervivencia. Mi infancia se acabó, pero no me siento adulta. Su consejo es: «No dejes que te deprima». ¡Como si tuviera otra opción! Fue a terapeuta una vez porque su madre pidió cita y no piensa volver. ¡Su vida no cambió en absoluto! Trabaja en recepción en una empresa de tecnología y, además, modela, y sigue yendo a fiestas, clubes y citas. ¿Cómo? Es increíble cómo la actitud ante algo así puede ser tan diferente en distintos países. Ahora soy una víctima y suelo sentirme así. Definitivamente dañada. Todos en mi escuela saben por qué. Soy ESA chica. Mi nuevo novio, más maduro, es comprensivo, pero me siento como una pequeña carga triste para él. A veces soy hipersexual y no puedo evitarlo. Es un mecanismo de afrontamiento que les ocurre a algunas víctimas de agresión sexual. No lo busqué. Me preocupa que mi novio no confíe en mí por eso. Un amigo mayor, mi vecino desde hace años, se aprovechó de mí después de que le conté lo que pasó en su casa. Tuvimos sexo y luego se sintió culpable por excitarse con mi historia de violación. Lo admitió y me pidió perdón. El sexo me ayudó a calmar el zumbido de oídos por breves periodos, así que lo hice con él más de una vez al día durante un tiempo hasta que mi padre empezó a sospechar algo y habló con él. Desde entonces, no confío en mí misma. Quiero casarme con mi novio, en gran parte, solo para protegerme y demostrarle que lo amo y soy leal, aunque no estoy segura de poder serlo. Me preocupa no poder amar como una persona normal. Me preocupa alejarlo por ser demasiado dependiente y querer casarme con él tan pronto. Lo necesito más de lo que él me necesita a mí. ¿Será así siempre en las relaciones de las víctimas de violación? Me esfuerzo mucho en la escuela para no arruinar mi futuro. Es muy difícil concentrarme. Me zumban los oídos constantemente. Gracias por escuchar.

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    De un sobreviviente
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    Superviviente 👊🏼

    Fue hace 21 años y nunca se lo he contado a nadie. Viví con mi primera compañera de piso, quien sabía que tenía amigos sospechosos. Aun así, confiaba en ella y en nuestro nuevo y encantador hogar. Hasta que una noche invitó a amigos. Yo no bebía ni consumía drogas duras. Comíamos, todos bebían y se lo pasaban bien. No recuerdo nada después de eso, hasta que me desperté en mitad de la noche con un hombre, uno de sus "amigos", encima de mí. Estaba dentro de mí mientras yo yacía en medio del suelo. No podía moverme, no podía hablar. No fue una huida, una lucha ni una congelación; me habían drogado y no podía mover ni una sola parte de mi cuerpo. Ni siquiera podía mover los brazos para apartarlo. Y cuando la madre de mi compañera entró en nuestro nuevo hogar, en la habitación oscura, en mitad de la noche, vio lo que estaba pasando. Solo pude abrir los ojos de par en par del miedo, pero ella se dio la vuelta y salió sin decir palabra, dejándolo terminar lo que había empezado. Él se rió cuando ella se alejó. Para cuando recuperé el control de mi cuerpo, él ya no estaba. Estaba sola y desnuda en el suelo de la sala de mi primer piso, donde todos me pisoteaban al salir por la mañana. Era la broma de la mañana... ¿qué y a quién le hizo? Nadie me preguntó si estaba bien esa mañana. Nadie lo hizo nunca. Han pasado 21 años y todavía no sé el nombre del hombre que me violó esa noche, pero siempre recordaré su rostro.

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    #1

    “Teníamos una relación, así que no pudo haber sido una violación… ¿verdad?”. Incorrecto. Desafortunadamente, cuando la violación involucra a tu pareja, a menudo se invalida. Es un trauma que tiende a pasarse por alto porque no parece tan grave. No parece tan brutal como esos escenarios que aparecen en los medios de comunicación. Así que hablo para decir que es muy real y deja a la víctima con una sensación de pérdida y culpa. Se pregunta qué pudo haber pasado. Porque él te ama y tú lo amas. Pero esto no era amor. Conozco muy bien ese sentimiento. Y lo siento por quienes lo entienden. Mi historia me sitúa a los 23 años. John y yo llevábamos dos años de relación y viviendo juntos casi un año. Éramos felices. Tuvimos una vida maravillosa juntos. A principios de ese año, me sometí a una cirugía mayor que requirió un año de recuperación completa. Durante esos primeros tres meses, no pude conducir ni levantar más de dos kilos a la vez. No podía ducharme, mi cuerpo estaba abrumado por el intenso dolor posoperatorio. En algún momento, empecé a sentirme en arresto domiciliario. Extrañaba la normalidad de la vida. Una noche, John y unos amigos salieron a tomar algo después del trabajo. Cuando por fin llegó a casa, sentí su cuerpo ebrio meterse en la cama y empezar a besarme el cuello. Había pasado tanto tiempo y ansiaba la idea de volver a sentirme sexual. Le puse una condición: "Tenemos que parar si empiezo a sentir dolor. Por favor". Fue maravilloso. Al principio. Mi novio era tan amable, tan considerado. Hasta que algo cambió. Empecé a sentir el peso de ese hombre, el doble de grande que yo, presionando mis costillas rotas. El dolor empezó a recorrer mi cuerpo, así que lo llamé, dije que era hora de parar. Entonces intenté apartarlo mientras gritaba: "¡Por favor, por favor, para!". Nunca olvidaré su respuesta: "No he terminado". En cuestión de segundos, me había inmovilizado las manos contra la cama y no podía moverme. No podía apartarlo. Me sentí aplastada bajo su peso mientras aumentaba la velocidad y se volvía más agresivo. Me mordí el labio para no gritar de dolor, para no despertar a nuestros compañeros de piso, pero no pude contener las lágrimas. Finalmente, todo terminó. Él fue al baño a limpiarse, mientras yo tomaba dos dosis de Percocet para intentar calmar el dolor. Por esa noche. Luego me acurruqué en posición fetal y lloré en silencio hasta quedarme dormida, mientras el hombre a mi lado se dormía como un borracho, imperturbable. Sentada en la cama a la mañana siguiente, intenté calmar el dolor residual de la noche. Las secuelas que me recorrían el cuerpo con cada respiración, intenté confrontar a John. Afirmó que no recordaba nada de la noche anterior y se ofendió de que la historia pudiera ser real. Me retracté, simplificando mi dolor a la conclusión: «No, está bien. Solo tenemos que tener más cuidado la próxima vez». Pero lo vi en su rostro. Mientras se alejaba sin remordimientos, me consumía la culpa de haber permitido que eso sucediera. Esa noche, esta mañana. Obviamente fue mi culpa, debería haberlo pensado mejor. Estaba borracho y no lo recordaba. Me ama... no pudo haber sido una violación. Claramente estaba exagerando. Simplemente seré más cautelosa la próxima vez, la próxima vez que esté en casa. Una excusa tras otra me dieron vueltas en la cabeza, durante días, semanas, meses, años. Inventaba cualquier cosa para intentar arreglarlo. Fingir que no me estaban atando, fingir que no le había gritado que parara. Nada calmaba la inquietud. Simplemente se convirtió en algo con lo que vivir. Una parte de la vida. John y yo seguimos saliendo durante tres años más, llenos de buenos momentos y salpicados de momentos de abuso emocional. Nunca parecía ser lo suficientemente buena, hacer lo correcto, sentirme completa. Siempre tenía la culpa. Al final de la relación, me quedé con una conciencia cargada de culpa y una autoestima mínima. A pesar de la complejidad de una relación, sé que mi caída se remonta a la noche en que me violó. La noche en que perdí la voz y la capacidad de defenderme. La noche en que no pude admitir lo que estaba pasando, lo que había pasado, lo que merecía. Años después de la ruptura, le conté a mi mejor amiga sobre esa noche. Le dije que fue una noche, que estaba bien. Su respuesta fue simple, pero me dio la validación que no sabía que buscaba. Una sensación de alivio. "Eso no está bien. Eso es una violación. ¿Estás bien?". En ese momento, no estaba loca por los meses de confusión, por sentirme violada, por sentirme rota. Por fin, no estaba sola. Con la verdad frente a mí, pude enfrentar mi realidad de frente, sabiendo que tendría un hombro que me apoyaría en el camino. Por fin, esa noche fue real. Sucedió. Fue una violación. Así que, poco a poco, ahora estoy dando pasos hacia la sanación. Poco a poco, estoy encontrando mi voz. Poco a poco, estoy volviendo a ser yo misma. Tu turno.

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  • “Realmente espero que compartir mi historia ayude a otros de una manera u otra y ciertamente puedo decir que me ayudará a ser más abierta con mi historia”.

    “A cualquiera que esté atravesando una situación similar, le aseguro que no está solo. Vale mucho y mucha gente lo ama. Es mucho más fuerte de lo que cree”.

    Historia
    De un sobreviviente
    🇨🇴

    No tengo recuerdos claros y siento mucha culpa

    Mi historia es un poco larga. Cuando tenía 15 años o 16 años, vino a mi mente el recuerdo de cosas que habían ocurrido cuando yo tenía entre 4 y 5 años. Dos tíos abusaron de mí. Los recuerdos sobre esto nunca han sido claros y ahora, muchos años después, todo se ha vuelto más lejano y confuso y he dudado varias veces de mí misma y de mi historia. Hay otras cosas que pasaron en mi infancia que sí recuerdo con más claridad: cuando tenía entre 7 y 8 años, vi a mis papás teniendo relaciones sexuales a mi lado (esa noche me había pasado a dormir con ellos en su cama). Tiempo después, se repitió la situación, pero con mi padrastro y mi mamá. También cuando tenía entre 7 y 8 años, estaba revisando unos CD'S en el DVD que había en la casa para marcarlos según el género musical o según la película que fuera. Uno de los CD'S, era una película porno. Como casi siempre, me encontraba sola en mi casa, entonces la vi completa. No recuerdo si me masturbé. Sé que desde muy niña me frotaba con peluches, muñecas y otros objetos, aunque sin mucha conciencia de lo que hacía, pero estaba presente el miedo a ser vista. Hay algo que me atormenta en este momento: cuando tenía 6 o 7 años, mi prima (ella un año mayor) y yo jugábamos a imitar algunas posiciones de un libro de kamasutra que había en su casa. También tengo leves recuerdos de una vez que, mientras nos bañábamos, frotamos nuestras partes íntimas. No sé si esto se dio en el marco de una curiosidad bilateral y por el contenido del libro al que habíamos estado expuestas o si fui yo quien generó la situación y la persuadió a ella de hacerlo o si la manipulé. No recuerdo que haya sido así, pero me da miedo que sí. ¿Y si imité lo que hacía mis tíos conmigo o lo que vi en contenido al que estuve expuesta? Siento miedo, culpa y vergüenza. Además, hace medio año, recordé que cuando tenía 10 años y cargué a mi hermanita en mi piernas (que estaba como de un mes), sentí un estímulo placentero en mi zona íntima por el contacto. Cuando esta imagen vino a mí (tampoco fue clara, como mis otros recuerdos) sentí culpa, pero no escaló a más porque entendí que fue una reacción física y nada más. Pero luego no podía dejar de pensar en ello y me cuestionaba si había prologando o intensificado el contacto y sentí muchísima culpa, asco y vergüenza. Fue tan fuerte, que tuve un episodio de TOC y siento que aún no he podido salir de ahí, porque ahora me inundan las dudas sobre lo sucedido con mi prima.

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  • Eres maravillosa, fuerte y valiosa. De un sobreviviente a otro.

    “Siempre está bien pedir ayuda”

    “Sanar significa perdonarme a mí mismo por todas las cosas que pude haber hecho mal en el momento”.

    Mensaje de Sanación
    De un sobreviviente
    🇮🇪

    Puede ayudar que otros obtengan justicia.

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  • “Tú eres el autor de tu propia historia. Tu historia es tuya y solo tuya a pesar de tus experiencias”.

    La sanación no es lineal. Es diferente para cada persona. Es importante que seamos pacientes con nosotros mismos cuando surjan contratiempos en nuestro proceso. Perdónate por todo lo que pueda salir mal en el camino.

    “Puede resultar muy difícil pedir ayuda cuando estás pasando por un momento difícil. La recuperación es un gran peso que hay que soportar, pero no es necesario que lo lleves tú solo”.

    Mensaje de Sanación
    De un sobreviviente
    🇨🇴

    poder seguir adelante y pasar un poco la pagina

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  • Historia
    De un sobreviviente
    🇺🇸

    Usted no está solo

    No estás solo No estás solo. A muchos nos arrebataron mucho personas que priorizaron sus instintos básicos sobre nuestra cordura. Sufrimos por sus momentos de felicidad y dominio. Nos culpamos de su enfermedad. Su patología. Somos un ejército. Eso es lo que estas historias nos enseñan. Nos muestran que somos legión. Somos fuertes. Nuestras reacciones psicológicas de miedo, desconfianza y odio no son locas. Son normales. También es normal, pero no fácil, salir juntos de la oscuridad. Crecí en un gran bloque de pisos de bajos recursos que parecía un pueblo. Mi madre trabajaba y nos desenvolvíamos solos. En invierno, nadie esperaba que nos vieran si salíamos. Estábamos en un piso haciendo el tonto con unos niños o un vecino, y todo salía bien. Perdí la virginidad a los once años con un amigo de mi hermano mayor que cursaba décimo. Pero no fue un problema porque, por desgracia, no era raro allí. Soy mitad brasileña por parte de mi padre ausente y me consideraban bastante exótica y en forma. Mis características sexuales secundarias se desarrollaron pronto. Era razonablemente cuidadosa y tenía el control. El verdadero abuso comenzó años después, cuando nos mudamos a una casa decente con él. Era el hombre soñado de mi madre. Era perfecto para un hombre de mediana edad. Para entonces, mi hermano ya no estaba con nosotros porque se fue a trabajar a Alaska en un barco pesquero. Era exmilitar y al principio parecía un buen hombre. Yo era un poco problemática y demasiado descarada, y mi madre le dio carta blanca para disciplinarme como a mi padre. No llevábamos allí ni una temporada completa cuando empezó a tratarme como a una fulana. Lo de los azotes ya lo sabía mi madre y le parecía gracioso, incluso teniendo quince años. Me daba azotes en el trasero desnudo incluso cuando ella estaba en casa. Decía que siempre había necesitado la mano de un hombre para tapar mis asperezas. Era vergonzoso, humillante, pero nada comparado con lo que hacía él cuando mi madre no estaba. Para no entrar en detalles, él pronto llegó a un punto en el que yo iba a tener su carga siempre que tuviera la oportunidad. Como él me mandaba el horario, se aseguraba de que hubiera oportunidades regulares. Era mi INFIERNO y él era el Príncipe de las Tinieblas. Era rudo, pero tenía cuidado de no dejar marcas. A menos que el tiempo apremiara, tenía que ducharme primero. A veces, después, había algo específico que ponerme, como un disfraz, lencería o mi uniforme de baloncesto. La irritante anticipación de lo que vendría después era la verdadera tortura. Él me decía: "Elige un agujero". ¡Mis agujeros! Mi boca era uno, mi boca dos, y pensarías que nunca elegiría tres. Pero te equivocas. Lo odiaba. Soy muy sensible sexualmente y si elegía uno, parecía que me encantaba, y si elegía dos, estaba trabajando para complacerlo. Tres era la forma en que podía encerrarme y prepararme sin que él me viera sonreír, incluso si lo miraba. Cuando el odio era fuerte, elegía tres. Compartimenté esa pequeña pero brutal parte de mi vida para mi madre. Eran solo de treinta a ciento veinte minutos a la semana, de 10.080 minutos. Y entonces no veía otra salida. Mamá, por primera vez, vivía una vida feliz. Podría haber ganado un BAFTA por lo cómoda y contenta que me sentía con ella. Me destrozaba que mi miedo a molestarlo hiciera parecer que él había suavizado mis asperezas y me había convertido en una dama de verdad. Mantuve mis buenas calificaciones y seguí en el equipo de netball a pesar de ser la más bajita. Seguí adelante. Desarrollé la costumbre de clavarme las puntas del portaminas en la piel y morderme las uñas para provocarme dolor. Tuve un novio por un corto tiempo. Iba a los bailes. Mi casa era mi infierno, así que hacía todo lo que él me permitía para estar en cualquier otro lugar. No podía trabajar, pero él obligaba a mi madre a conservar su trabajo para poder tenerme. En mis cumpleaños, me salía con la mía para tener una noche de chicas con mi madre. Solo tuve dos cumpleaños antes de librarme de él. La universidad costaba 1000 libras y cuando él la pagó, no sabía que ya no iba a ser su fulana. Tenía una amiga que vivía mucho más cerca de mi universidad. Tenían una habitación libre porque un hermano mayor se había mudado. Con diecisiete años, él no podía obligarme a vivir con ellos si tenía otro alojamiento seguro. Acepté un trabajo y pagué el mísero alquiler. Me volvió a tener cuando dormí en su casa en Nochebuena. Probablemente drogó a mi madre para que no volviera a dormir. Me aseguré de que no volviera a tener otra oportunidad. En mis clases de portugués conocí a un hombre que vivía en Portugal y me invitó a quedarme con él todo el tiempo que quisiera sin pagar alquiler. Terminé un año de bachillerato y me fui a Portugal. Tuve relaciones fugaces con el hombre con el que me quedé, pero él viajaba a menudo; ambos teníamos nuestras propias cosas. Por aquel entonces trabajaba de camarera en un restaurante de comida americana. Hablaba con mi madre por teléfono casi todos los días. Vino una vez, con él. La echaba de menos e intentaba no mostrarle mi pena por haberme visto obligada a separarme de ella. Verlo fue horrible, pero lo contuve como un cáncer. Me ayudó a consolidar mi decisión. Viajé con una amiga a Florida y conseguí trabajo como camarera en un restaurante elegante. Solicité una visa de trabajo y la conseguí al segundo intento. Ahora tengo treinta y ocho años. Hace solo tres años me enfrenté a mis demonios porque leí historias en línea sobre otras sobrevivientes de abuso. Abrió una herida profunda para que pudiera empezar a sanar. Fue y sigue siendo un trabajo duro y un proceso continuo. Le confesé a mi madre, quien se había separado de él después de años de su propio abuso, que ella también mantuvo oculto. Él la dejó ir cuando ella empezó a tener problemas de salud, mostrando su verdadero corazón negro. Vive con mi hermano y su familia. Lamento haber perdido años con mi madre y mi hermano y que me echaran de casa cuando era joven, pero me hizo más fuerte. Nunca me he casado, pero tengo una pareja que me ama, dos perros y hablo tres idiomas. Soy entrenadora física y trabajo cerca de la playa donde voy a meditar y a hacer body surf. Nuestros viajes e historias son individuales, pero estamos juntos en esto. En todo el mundo. ¡No estás solo/a cargando con el dolor, la vergüenza, el miedo y los recuerdos! Aunque estés en la oscuridad, emprende un camino que parece que otros están usando para intentar salir adelante. Usa los recursos, aunque estén disponibles en tu computadora, y construye a partir de ahí. Simplemente empieza y sigue escalando, especialmente cuando parezca demasiado difícil.

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    De un sobreviviente
    🇺🇸

    Incesto padre-hija Debería haber parado

    Es con gran vergüenza que debo confesar aquí. Fui una facilitadora pasiva del abuso. Había sido abusada sexualmente de niña por un niño mayor en la escuela primaria y debería haber sido menos cobarde. Finalmente denuncié a mi esposo y terminé con el abuso incestuoso de su propia hija. Merezco las lágrimas que lloro. Era enfermera de turno rotativo y normalmente dormía como un tronco con mi pastilla. Esa noche me levanté de la cama después de unas horas y caminé por la cocina hacia el otro lado de la casa donde estaba la habitación de mi hijastra. Sonaba un poco como si estuviera llorando o riendo. Al principio fue difícil decir qué estaba sucediendo a través de la puerta agrietada al otro lado de la casa. La habitación de mi hijastra. Pero pronto distinguí que mi esposo estaba arrodillado e inclinado hacia adelante sobre la cama con la cabeza entre las piernas abiertas de su hija. Los ruidos eran jadeos y chillidos de él realizando cunnilingus. Esto concluyó rápidamente y él tomó una posición acostada en la cama y aunque su cuerpo estaba mayormente bloqueado porque estaba al otro lado de él desde la puerta, era evidente que le estaba haciendo una felación a su padre. Su cabeza subía y bajaba y él tenía su mano sobre su cabeza. ¡Solo tenía nueve años! Me fui y volví a la cama, queriendo olvidar lo que había visto. ¿Por qué no hablar con él y detenerlo de inmediato? Debería haberlo hecho. Pero mi esposo había perdido a su esposa solo unos años antes, y mi hijastra había perdido a su madre. La mujer había quedado paralizada de la cintura para abajo y tenía un dolor de espalda severo. Se quitó la vida dos meses después de la lesión, días después de ser dada de alta del hospital. Había mucho entre ellos debido a su pérdida de lo que nunca podría ser parte. La idea de que el contacto sexual fuera un medio de duelo no me sentó bien, pero no quería hacer olas. Parecía voluntario de su parte. Amaba a mi esposo. Me había llevado mucho tiempo encontrarlo después de muchas esperanzas, citas, angustia y búsqueda. Así que tal vez fui egoísta por querer conservar a mi esposo. No sabía si pasaba muy a menudo. Hice la vista gorda. Durante al menos un año y medio no me levantaba de la cama si me despertaba en medio de la hora de dormir. Luego, un viernes por la noche, después de haber trabajado un turno de noche y haberme quedado despierta para hacer recados durante el día, y luego haber asistido al recital de baile de mi hijastra donde interpretó ballet, jazz y hip hop con su grupo, me desplomé. Pero me levanté, inquieta. Esta vez, la puerta de su dormitorio estaba cerrada y probablemente con llave, las luces encendidas desde abajo. Los sonidos de mi hijastra en medio de la agonía eran lo suficientemente fuertes como para que saliera por la puerta trasera, rodeara la ventana y me subiera al aire acondicionado central para ver a través del gran espacio entre las cortinas. Tenía una vista directa de mi estimado esposo, que es bastante bueno conmigo, de rodillas en la cama, bombeando de un lado a otro. Su hija estaba inclinada frente a él con su trasero desnudo en el aire, apoyada en los codos. Podía verlo entrar y salir de ella y sacudir todo su cuerpo con sus embestidas. Sentí una ira repentina. Lamento que mi ira no fuera por lo que debería haber sido. Mi ira era una ira celosa. Pensamientos en mi cuerpo de treinta y cuatro años y en cómo no podía competir con el firme cuerpo adolescente que veía ante mí, y que habíamos visto a esta hermosa chica en desarrollo de curvas mientras mi esposo se tomaba de la mano mientras bailaba con diferentes atuendos. Estaba un poco celosa entonces, sin siquiera saber que él estaba pensando en ella de esa manera. Seguí observándolo tener sexo con ella, incapaz de considerar apartar la mirada. Disminuyó la velocidad de sus embestidas y se desplomó al otro lado de ella. Vi su cuerpo brillante desplomarse también. Su respiración era tan profunda y rápida. Tardaron un par de minutos en recuperarse y me molesté más cuando pensé que mi esposo se iba a quedar dormido con ELLA. Pero se levantó, hablando. Se vistió y caminó alrededor de la cama. Ella se levantó, aparentemente obedeciendo su orden, y se abrazaron, poniéndose de pie. Él le sonrió y se giró hacia la puerta. Solo entonces se rompió el hechizo y corrí de vuelta a la puerta y entré. Él ya se estaba duchando. No dije nada y dejé que se desvaneciera, fingiendo que no pensaba en ello a menudo. Fui más apasionada y aventurera con mi esposo, y más fría con mi hijastra. Un par de años después, cuando la encontré llorando en su habitación un día mientras mi esposo estaba fuera de la ciudad, entré a consolarla. Llegué a mencionar su relación sexual con su padre de forma acusadora. Se derrumbó aún más y me contó cómo le pidió que parara cuando empezó octavo grado. Se había dado cuenta de lo "loco" que era y le rogó que parara si la amaba. Él le dijo que no podía parar porque la amaba. Algo se quebró dentro de mí y la ayudé a dormirse y luego conduje hasta la comisaría. Me entregué a mí misma y a mi esposo. Fue un desastre y mi vida ha sido así desde entonces. Pero no me arrepiento. Solo me arrepiento de haber esperado cinco años para terminar un matrimonio que debería haber terminado a los cinco meses. Merezco todas las lágrimas.

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    De un sobreviviente
    🇨🇦

    Chico del barco.

    Era una primera cita. Era mi primera cita en años. Un par de copas dieron paso a una buena conversación. Una buena conversación terminó en que aceptara una invitación para conocer a su primo. Conocerlo dio paso a otra copa, y luego el primo desapareció. Intenté irme. Me dominó físicamente. Luché, rogándole literalmente que parara. Lo amenacé con no tener anticonceptivos y con arruinarle la vida si me quedaba embarazada. Dije que tendría el bebé, pensando que lo asustaría. No tenía miedo. Me cubrí la vagina con las manos, suplicándole. Me abofeteó. Se metió en mi boca a la fuerza. Una vez que terminó de agredirlo, simplemente se duchó. Me quedé allí tumbada, mirando por la pequeña ventana circular que tenía en su habitación, viendo solo el tono de una farola en la distancia. Llegué a casa y me limpié todo el agua de la ducha. Sin pensar con claridad. Sin pensar en cómo afectaría mi capacidad de hablar. Solo quería lavarme la sensación de sus manos. Físicamente, tenía la cara magullada y la boca abierta. Emocionalmente, estaba destrozada. Recurrí al alcohol para ahogar cualquier pensamiento. Me distancié de mis amigos y familiares. Estaba furiosa. Fui a terapia y me dijeron que no era mi culpa. Lo sabía. Lógicamente, sabía que la culpa nunca es de la víctima. En mi interior, sentía que era mi culpa por haber ido a la cita y haber confiado estúpidamente en él. Todavía me siento culpable por no haberlo denunciado. Siento que he decepcionado a otras sobrevivientes, me siento débil. No sé cómo sanar. No sé cómo ser una sobreviviente.

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    De un sobreviviente
    🇺🇸

    No ha terminado

    “¿Por qué fuiste?” “Nadie te obligó a ir”. “¿Qué llevabas puesto?” “¿Qué comiste ese día?” “¿Seguro que no alucinaste?” “¿Por qué bebiste?” “¿Por qué?” “¿Por qué?” “¿Por qué?” ¿Por qué siempre le hacen estas preguntas a la víctima y nunca al agresor? Me mudé de casa de mis padres a los 23 años para seguir mi carrera en la ciudad de mis sueños: Los Ángeles, California. La primera noche que llegué a Los Ángeles, recuerdo haber pensado: “Estoy deseando ver lo que esta ciudad me ofrece”. Estaba en plena felicidad pensando en mi futuro. Estaba eufórica por crecer profesionalmente y empezar mi nuevo trabajo en la Universidad. Incluso ofrecieron un programa para pagar mi maestría, que planeaba cursar. Apenas seis meses después de empezar mi nuevo trabajo soñado, esos sueños se arruinaron de la noche a la mañana. Mi jefe insistía en invitarme a cenar, semana tras semana. Tras rechazar varias invitaciones, me sentí obligada cuando me negó las vacaciones e insistió en que solo eran para "hablar de trabajo". Momentos antes de conocerlo, ya en el ascensor bajando, sentí con fuerza que mi intuición me decía que no fuera. Me convencí a mí misma de no sentirme incómoda por ir a una cena de trabajo con tu jefe. Llegamos al restaurante sobre las 6 de la tarde, nos sentamos en la barra y pedimos bebidas y algunos aperitivos. A lo largo de la noche, tomé un plato de macarrones con queso y tres copas. Hablamos de trabajo todo el tiempo y él aplaudió mi ética laboral. Después de la tercera copa, perdí por completo la memoria de la noche y la noción del tiempo. No recordaba haber salido del restaurante, haber pagado ni haber llegado a casa. Lo siguiente que recuerdo es despertarme en mi propia cama y verlo agrediéndome sexualmente. Salí de golpe de mi habitación y crucé el pasillo, llorando histéricamente a mi compañera de piso, pidiendo ayuda a gritos. Más tarde me dijo que arrastraba las palabras y que tenía los ojos en blanco, rogándole: "¡Sácalo de aquí, sácalo de aquí!". Se aseguró de que estuviera a salvo en su habitación y llamó a nuestra vecina. En cuanto llegó nuestra vecina, mi compañera de piso entró en mi habitación y le pidió a mi jefe que se fuera. Él seguía tumbado en mi cama mientras ella tomaba fotos y vídeos como prueba. Al salir de mi apartamento, tuvo la osadía de escribirme: "Espero que hayas llegado a casa sana y salva", fingiendo que nunca había estado en casa. A la mañana siguiente de la agresión sexual, me desperté completamente desorientada, con una resaca que nunca antes había experimentado. Temblaba de frío y me dolía tanto la garganta que ni siquiera podía tragar. Había vómito por todo el baño. Después de reconstruir la historia con mi compañera de piso, me convenció de que me hiciera un examen de violación. Cuando llegó mi prima para llevarme a la cita, estaba en posición fetal, temblando en el suelo, llorando desconsoladamente. No podía creer que mi jefe, alguien en quien se suponía que debía confiar, se hubiera aprovechado de su poder y hubiera cambiado mi vida para siempre. Quería escaparme de mi cuerpo. Al día siguiente, seguí todos los pasos correctos. Mi prima me llevó al Centro de Tratamiento de Violaciones para que me hicieran un examen de violación y presentara una denuncia. Fue un proceso muy incómodo e invasivo. Por suerte, me asignaron una enfermera y terapeuta encantadora que me orientó y me consoló durante el proceso. Mientras la enfermera me extraía sangre para detectar drogas de violación en mi organismo, me advirtió que, como había llegado tarde esa noche, la prueba podría salir negativa. Después de completar el examen de violación, un detective me interrogó y le conté exactamente lo que recordaba de la noche anterior. Mi padre condujo cuatro horas para recogerme del centro. Estoy muy agradecida de haber tenido a tantos seres queridos a mi alrededor durante esas 48 horas. Nunca habría podido pasar por esto sola. Meses después, recibí los resultados del examen del kit de violación: no había pruebas suficientes para declararlo culpable. Sí encontraron saliva en mi pecho, pero no fue suficiente. El fiscal de distrito asignado a mi caso me explicó que en estos casos es difícil encontrar culpable al agresor, especialmente sin testigos. Todos me creyeron durante el proceso, pero no se tomó ninguna medida. El Centro de Tratamiento de Violaciones me asignó a una terapeuta maravillosa. Me diagnosticaron depresión, ansiedad, TEPT y despersonalización. Tenía sueños intrusivos repetitivos en los que el agresor me perseguía por los pasillos del campus. Mantener mi puesto en la Universidad no valía la pena deteriorar mi salud mental. Renuncié al trabajo de mis sueños y a una maestría gratuita. Durante los nueve meses siguientes, solicité cientos de empleos, sin éxito. Sentí que mi mundo se derrumbaba ante mis ojos. Estaba estancada. Estaba perdida. Decidí contratar a un abogado para que me indemnizara por daños y perjuicios y pérdida de ingresos. Me sentí muy validada al ver que el bufete de abogados creía en mi historia y coincidía plenamente en que tenía un caso sólido. Me hizo sentir empoderada por primera vez durante esos meses difíciles. La demanda fue un proceso largo y tedioso, y nos topamos con muchos contratiempos. Ni siquiera sabía qué significaba la palabra "arbitraje" antes de presentarla. Cuando empiezas un nuevo trabajo, te entregan un montón de papeles para firmar. En algún lugar oculto de mi contrato, cedí mi derecho a un juicio. Mi caso tendría que pasar por un arbitraje y nunca saldría a la luz pública. Por suerte, mis abogados apelaron la cláusula de arbitraje y ganaron, así que pude ir a juicio. University me ofreció dinero varias veces para llegar a un acuerdo, pero no quería que otra gran corporación ocultara este caso y me pagara para que guardara silencio. Sabía que iba a ser un trauma y una reacción traumática. Luché con todas mis fuerzas para llevar mi caso hasta el final y hacer oír mi voz. La COVID-19 me puso otra traba: esperar un tiempo indeterminado para presentar mi caso ante un jurado de mis colegas u optar por un juicio sin jurado (donde un juez toma la decisión única sobre tu caso, en lugar de un jurado). Después de alargar el proceso durante cuatro largos años y el clima mundial actual, opté por el juicio sin jurado. Quería cerrar este capítulo de mi vida y empezar a seguir adelante. Además, el sistema y el juez estarían de mi lado. Mi caso era infalible. El juicio fue tan horrible y traumático como todos decían. Tuve que enfrentarme a mi agresor por primera vez desde la agresión, al entrar en la sala del tribunal. Mi cuerpo se apagó, temblando y llorando desconsoladamente durante unos 30 minutos. Tuve que tomar un descanso antes incluso de comenzar el juicio. Dos semanas después, recibí la decisión del juez a favor de la Universidad. Aunque el juez (y todos los involucrados en el caso) admitieron que lo que me pasó fue real, concluyeron que "nadie me obligó a ir a cenar". Sentí como si alguien me dejara sin aliento. Estaba atónita y completamente incrédula. No podía soportar la comida y pasé semanas sin dormir. Reviví mi incidente una y otra vez para asegurarme de que esto no le pasara a nadie más. El juez dictaminó que Universidad no sufriría consecuencias, y el sistema les ha dado permiso, sin tapujos, para que esto vuelva a ocurrir. ¿Cenarías con un hombre mayor y poco atractivo que te persigue agresivamente? No. Nunca habría ido a cenar con él si no hubiera sido mi jefe. Lo peor es que debería haber estado de vacaciones esa semana, pero recuerda, él lo negó. Durante el juicio, el abogado defensor me preguntó si Universidad podría haber hecho algo diferente para evitarlo. En ese momento supe por qué fui a juicio: para dar una visión que evitara que esto volviera a ocurrir. Esto es lo que dije: Absolutamente, hay mucho más trabajo por hacer. Deberían implementarse políticas estrictas que prohíban a la gerencia perseguir y confraternizar con sus subordinados fuera del horario laboral. Esta política existe en muchas empresas, y con razón. La Universidad necesita implementar una capacitación exhaustiva y continua sobre acoso/agresión sexual en todo el campus, y no solo una vez al año para cumplir con un requisito. Deberían sentirse responsables de hacer todo lo posible para evitar que esto le suceda a cualquier otra persona en la "familia" de la Universidad. Mi agresión sexual ocurrió unos meses antes del movimiento #MeToo de 2017. Deseaba con todas mis fuerzas escuchar la historia de otra persona para validar la mía, pero había muy pocos artículos similares en línea con los que identificarme. Me sentí completamente sola. Cuando el movimiento #MeToo salió a la luz y tantas mujeres y hombres compartieron públicamente sus historias, me ayudó a superar la mía. Así que quiero agradecer a todas las mujeres y hombres que expresaron su verdad. ¡Me han inspirado a expresar la mía! Mi historia me ha fortalecido. He aprendido la importancia de alzar la voz y decir la verdad. Si alguien que lee esto ha pasado por algo similar, quiero que sepa que no está solo y que estoy con usted. Estamos todos juntos en esto y debemos alzar la voz hasta que ya no sea necesario. Nadie jamás cuestionó mi caso. Todos en este caso coincidieron en que lo que me sucedió fue cierto, pero que nadie era responsable excepto yo. Mi historia me deja con una sola opción: ¡SEGUIR LUCHANDO!

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    Actividad de puesta a tierra

    Encuentra un lugar cómodo para sentarte. Cierra los ojos suavemente y respira profundamente un par de veces: inhala por la nariz (cuenta hasta 3), exhala por la boca (cuenta hasta 3). Ahora abre los ojos y mira a tu alrededor. Nombra lo siguiente en voz alta:

    5 – cosas que puedes ver (puedes mirar dentro de la habitación y por la ventana)

    4 – cosas que puedes sentir (¿qué hay frente a ti que puedas tocar?)

    3 – cosas que puedes oír

    2 – cosas que puedes oler

    1 – cosa que te gusta de ti mismo.

    Respira hondo para terminar.

    Desde donde estás sentado, busca objetos con textura o que sean bonitos o interesantes.

    Sostén un objeto en la mano y concéntrate completamente en él. Observa dónde caen las sombras en algunas partes o quizás dónde se forman formas dentro del objeto. Siente lo pesado o ligero que es en la mano y cómo se siente la textura de la superficie bajo los dedos (esto también se puede hacer con una mascota, si tienes una).

    Respira hondo para terminar.

    Hazte las siguientes preguntas y respóndelas en voz alta:

    1. ¿Dónde estoy?

    2. ¿Qué día de la semana es hoy?

    3. ¿Qué fecha es hoy?

    4. ¿En qué mes estamos?

    5. ¿En qué año estamos?

    6. ¿Cuántos años tengo?

    7. ¿En qué estación estamos?

    Respira hondo para terminar.

    Coloca la palma de la mano derecha sobre el hombro izquierdo. Coloca la palma de la mano izquierda sobre el hombro derecho. Elige una frase que te fortalezca. Por ejemplo: "Soy poderoso". Di la oración en voz alta primero y da una palmadita con la mano derecha en el hombro izquierdo, luego con la mano izquierda en el hombro derecho.

    Alterna las palmaditas. Da diez palmaditas en total, cinco de cada lado, repitiendo cada vez las oraciones en voz alta.

    Respira hondo para terminar.

    Cruza los brazos frente a ti y llévalos hacia el pecho. Con la mano derecha, sujeta el brazo izquierdo. Con la mano izquierda, sujeta el brazo derecho. Aprieta suavemente y lleva los brazos hacia adentro. Mantén la presión un rato, buscando la intensidad adecuada para ti en ese momento. Mantén la tensión y suelta. Luego, vuelve a apretar un rato y suelta. Mantén la presión un momento.

    Respira hondo para terminar.