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Yo estaba...

La persona que me hizo daño era un...

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Me identifico como...

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Cuando esto ocurrió, también experimenté...

Bienvenido a Our Wave.

Este es un espacio donde sobrevivientes de trauma y abuso comparten sus historias junto a aliados que los apoyan. Estas historias nos recuerdan que existe esperanza incluso en tiempos difíciles. Nunca estás solo en tu experiencia. La sanación es posible para todos.

¿Cuál cree que es el lugar adecuado para empezar hoy?
Mensaje de Sanación
De un sobreviviente
🇨🇴

poder seguir adelante y pasar un poco la pagina

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  • “He aprendido a abundar en la alegría de las cosas pequeñas... y de Dios, la bondad de las personas. Desconocidos, maestros, amigos. A veces no lo parece, pero hay bondad en el mundo, y eso también me da esperanza”.

    “Siempre está bien pedir ayuda”

    Historia
    De un sobreviviente
    🇨🇦

    Name, solo tenía 6 años

    Tenía alrededor de 6 años, cierro los ojos y es cómo si volviera a vivir en carne propia el recuerdo, me acuerdo del ruido de la televisión, el olor del desayuno que estaba comiendo, yo solo estaba viendo caricaturas. El, un hombre de alrededor 50 años me cargó y me acomodó en sus piernas, y deslizó su mano por debajo de mis panties, TENÍA 6 AÑOS y ahí empezó mi historia de abusó sexual, una historia que me hubiese gustado no tener que experimentar. Yo hablé ya que mi mamá siempre me había enseñado a que nadie podía tocar mis partes pero en ese entonces mi mamá no tenía los recursos, vivíamos en casa de una prima (la hija de mi abusador) y nadie me creyó, dijeron que era mi imaginación. Otros sucesos pasaron cometidos por la misma persona, me arrebató mi inocencia y me rompió en pedacitos… pese a que yo hablé la primera vez, las otras veces me quedé callada porque nadie me creyó, nadie me protegió y nadie me escuchó más que mi mamá pero en ese entonces ella estaba luchando con un problema de alcoholismo y toda la familia nos dio la espalda. Después de un tiempo dejé de ver a mi abusador pero a los 8 años me volvió a pasar pero esta vez por el esposo de mi tía (la hermana de mi mamá) ellos han sido casados desde que mi tía tiene 16 años hasta el presente. Fuimos de visita a casa de mi tía, era diciembre entonces mi mamá salió con mi tía a comprar cosas para la navidad, yo, mi hermano y mi primo (hijo de mi tía) nos quedamos al cuidado del esposo de mi tía, el en ese entonces era oficial de la policía. Yo estaba jugando con mi primo y mi hermano cuando él me llamó, él estaba sentado en la mesedora viendo las noticias cuando me sentó en sus piernas y yo inmediatamente me paralice puesto que la última vez que alguien me sentó en sus piernas me manoseo, esta vez fue diferente, solo me acaricio las piernas y yo solo sentí cómo algo duro me rozaba mis glúteos, me paralicé y no sabía que hacer, hasta que tuve la fuerza y me bajé. Nunca hablé de mi segundo abusador y nunca lo he hecho, yo ya no vivo en Colombia pero cuando voy me toca actuar cómo si nada aunque por dentro sienta tantas cosas. Por mucho tiempo reprimí todo lo que me pasó, siempre decía que no me afectó y ahora a mis 22 años me está atormentando. Estoy comprometida con el amor de mi vida, siento que ha sido un regalo que Dios y la vida me dio después de tanto tormento pero hay veces que cuando vamos a tener intimidad y me toca siento una rabia en mi, ese tipo de rabia que te dan ganas de pegarle un puño en la cara a esa persona, y no lo entiendo, el no me ha hecho nada? El solo me ha ayudado y me ha tratado con amor y me ha demostrado lo mucho que me respeta y me ama, siempre quise evadir el tema y reprimirlo, no hablar de ello y pretender cómo que no me afectó pero ya llegué a un punto donde me dan unos ataques de ira que ni yo me reconozco, donde termino lastimándome a mí misma o sacando esa ira en mi prometido, hace unas noches por fin en medio de una ataque de ira donde terminé azotandome la cabeza en la pared solo repetía “no me deja en paz, me persigue, sácalo de mi cabeza” estaba en un estado de crisis y mi prometido solo pudo sujetarme en sus brazos mientras me preguntaba quién me perseguía y fue la primera vez que dije su nombre en voz alta, “Name, el hombre que me violo y me robo mi inocencia no sale de mi cabeza” no podía hablar, las lágrimas y gritos de desesperación eran más que las palabras, en ese momento me di cuenta que no importa cuánto allá crecido aquella niña de 6 años sigue dentro de mi, está enojada, está triste y rota. Mi pareja es abogado entonces el fue quien me habló sobre me too movement, me dijo que me hiciera justicia y lo denunciara pero que si no me sentía lista por miedo que navegara las opciones que me too ofrece y que quizá empezara por contar mi historia, por unos días habría la página y solo me quedaba paralizada, pero hoy me anime, ya no merezco ser prisionera de un dolor que no fue mi culpa aunque por mucho tiempo he sentido que lo es, me siento perdida y no quiero que mi pasado defina mi presente, la vida me está dando oportunidades bonitas pero mi abusó sexual no me deja avanzar, cómo me saco esta rabia que siento por dentro? Porque me volví un ser tan agrio y amargo, porque me enojo por todo? Porque no puedo disfrutar la intimidad con mi pareja si es delicado conmigo? Parece que entre más delicado es más rabia siento por dentro. Me siento muy sola y perdida. Quiero este dolor fuera de mi

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    De un sobreviviente
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    No tengo recuerdos claros y siento mucha culpa

    Mi historia es un poco larga. Cuando tenía 15 años o 16 años, vino a mi mente el recuerdo de cosas que habían ocurrido cuando yo tenía entre 4 y 5 años. Dos tíos abusaron de mí. Los recuerdos sobre esto nunca han sido claros y ahora, muchos años después, todo se ha vuelto más lejano y confuso y he dudado varias veces de mí misma y de mi historia. Hay otras cosas que pasaron en mi infancia que sí recuerdo con más claridad: cuando tenía entre 7 y 8 años, vi a mis papás teniendo relaciones sexuales a mi lado (esa noche me había pasado a dormir con ellos en su cama). Tiempo después, se repitió la situación, pero con mi padrastro y mi mamá. También cuando tenía entre 7 y 8 años, estaba revisando unos CD'S en el DVD que había en la casa para marcarlos según el género musical o según la película que fuera. Uno de los CD'S, era una película porno. Como casi siempre, me encontraba sola en mi casa, entonces la vi completa. No recuerdo si me masturbé. Sé que desde muy niña me frotaba con peluches, muñecas y otros objetos, aunque sin mucha conciencia de lo que hacía, pero estaba presente el miedo a ser vista. Hay algo que me atormenta en este momento: cuando tenía 6 o 7 años, mi prima (ella un año mayor) y yo jugábamos a imitar algunas posiciones de un libro de kamasutra que había en su casa. También tengo leves recuerdos de una vez que, mientras nos bañábamos, frotamos nuestras partes íntimas. No sé si esto se dio en el marco de una curiosidad bilateral y por el contenido del libro al que habíamos estado expuestas o si fui yo quien generó la situación y la persuadió a ella de hacerlo o si la manipulé. No recuerdo que haya sido así, pero me da miedo que sí. ¿Y si imité lo que hacía mis tíos conmigo o lo que vi en contenido al que estuve expuesta? Siento miedo, culpa y vergüenza. Además, hace medio año, recordé que cuando tenía 10 años y cargué a mi hermanita en mi piernas (que estaba como de un mes), sentí un estímulo placentero en mi zona íntima por el contacto. Cuando esta imagen vino a mí (tampoco fue clara, como mis otros recuerdos) sentí culpa, pero no escaló a más porque entendí que fue una reacción física y nada más. Pero luego no podía dejar de pensar en ello y me cuestionaba si había prologando o intensificado el contacto y sentí muchísima culpa, asco y vergüenza. Fue tan fuerte, que tuve un episodio de TOC y siento que aún no he podido salir de ahí, porque ahora me inundan las dudas sobre lo sucedido con mi prima.

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  • Tomarse un tiempo para uno mismo no siempre significa pasar el día en el spa. La salud mental también puede significar que está bien establecer límites, reconocer las emociones, priorizar el sueño y encontrar la paz en la quietud. Espero que hoy te tomes un tiempo para ti, de la manera en que más lo necesitas.

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    Romance de 'giro equivocado'

    Me recogió el primer día en el Toyota blanco más brillante que jamás había visto. Alucinando halos de luz a su alrededor, supe en mi corazón: este era el hombre con el que me casaría. Casi 15 años mayor, pero tan guapo, tan experimentado. Parecíamos tener todo en común: pasiones intelectuales (tanto personales como profesionales), vínculos inquebrantables con nuestras madres viudas y el sueño compartido de construir una casa familiar típicamente estadounidense. Navegando por el aire fresco de mediados de octubre, intercambiamos pensamientos y expectativas antes de llegar a la biblioteca del centro de Orlando. Nunca antes había tenido una cita. Él, mientras tanto, había perdido recientemente a una chica llamada Nombre. Después de asistir a una clase gratuita de modelado 3D, manejamos a casa por la zona. Admirando el arte callejero y la historia del vecindario, Nombre 2 sonrió ampliamente. Hablaba sin parar de libros, así que nuestras "citas" quincenales cambiaron a Barnes & Noble. Los sueños de matrimonio se arremolinaban en mi mente; Pensé que estaba en el cielo, la ignorancia es felicidad. O en este caso, un beso. Su nombre era Nombre 3 Énfasis en el DIE. Al principio, no parecía dañina. Una empleada del gobierno y la abuela de mis futuros hijos, Nombre del proveedor parecía muy contenta cuando Nombre 2 le dijo que le había propuesto matrimonio. Me sirvió enormes rebanadas de pastel de pistacho casero durante lo que debería haber sido una de nuestras acogedoras noches de cortejo en casa. Los fines de semana, ambas lavábamos la ropa y limpiábamos. Incluso después de que regresé de una estadía psiquiátrica de emergencia, me abrazó. Me dijo que me amaba. Prometió que estaba a salvo. "Lo que es mío es tuyo", dijo. Comida, agua, techo, familia, una cama, incluso ayuda para buscar trabajo. Era como... una suegra para mí. En algún momento de esa sangrienta pelea de 4 meses, mi himen se rompió y alguien me obligó a hacerles sexo oral repetidamente. Pensé que era mi prometido el que estaba encima de mí cuando pasó. Pero no era mi prometido.

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    SER NIÑA NO ES JUSTO

    Ser chica no es justo. Soy una mujer de 32 años que sufrió más de una vez de joven. Fue el primer abuso el que me llevó a los demás. A los doce años quería ganar dinero. Mis padres no creían en la paga por hacer las tareas del hogar. No podía trabajar legalmente hasta los catorce, a menos que fuera repartidor de periódicos y me levantara antes del amanecer. Mi tío, hermano de mi padre, me contrató para trabajar en su taller de reparación de electrodomésticos. Era el único que conocíamos que tenía un negocio. Poco después de empezar, parte del trabajo consistía en dejar que me diera masajes. Me abusaba un poco más cada vez, hasta que me rozaba las partes íntimas con la boca. Se masturbaba mientras lo hacía. Lo dejé hacer esto durante semanas mientras me transformaba y me distorsionaba. Luego me obligó a rozarlo con la boca. Lo hice UNA vez. Vomité después. Lo denuncié a mis padres. Fueron cariñosos y comprensivos, y estaban enojados con él. Pero no lo suficiente como para hacer otra cosa que dejarme dejar de trabajar allí. Se disculpó conmigo en la cocina con mis padres allí. Yo flotando a la deriva en lava mientras los dioses decidían mi destino. Apenas lo recuerdo. Se quedó en nuestras vidas casi sin cambios. Volví a la normalidad. En la superficie. Pero no era la misma y le temí más a las cosas. La oscuridad, estar sola, el silencio. En los años siguientes, me tonteé con chicos de maneras que tal vez no lo hubiera hecho. Puede que no fuera ese tipo de chica, pero me sentí obligada. Tenía quince años cuando tuve un novio de mi edad con el que tenía sexo en secreto casi a diario. Lo amaba. Me dejó. Más problemas. Diecisiete años. Estudiante de último año de secundaria. Cabello teñido con mechas azules hasta el trasero. Emo. Delgada. Pecho plano. Para entonces ya estaba bebiendo y fumando. Pero no ESA NOCHE. Salí de un concierto de Pink al que había ido con mi prima y sus amigas. Algo me molestó y me fui. De noche. Una parte de la ciudad que no conozco. Sin planes. Tal vez vuelva al concierto después de ordenar mis ideas. Al pasar por un centro comercial, un grupo de cuatro tipos salió de su sitio, sin saber qué era. Había visto que dos de ellos eran negros. Me asusté. Lo siento. Me apresuré y giré a la derecha. Ellos también. Era como un callejón detrás del centro comercial, con un muro enorme a un lado. Puertas traseras de negocios, contenedores de basura, algunos coches. Mal iluminado. Quizás podría haber seguido caminando y no habría problema, pero estaba oscuro al otro lado y parecía muy lejano. Los tipos hablaban y reían detrás de mí. Me entró el pánico de que me violaran, me hicieran daño o me mataran. Creo que oí a uno decir "buen culo" entre parloteos. Un ataque de pánico. Creo que intentaba salvar mi vida. ¿Un ataque preventivo? Me detuve, me giré y dije: "Pueden cogerme si quieren". Recuerdo la pausa mientras algunos se detenían, pero uno seguía acercándose. Se reían, quizá nerviosos. El que seguía acercándose me abrazó y se pegó a mí. Olvidé lo que dijo, pero me atrajo hacia sí, frotándose contra mí. Me llevaron a una zona oscura a un lado, entre dos edificios. Le hice sexo oral al primero y al otro, negro, pero no del todo. Un espectáculo para ellos. Riendo. Empujándose mutuamente cuando se ponían demasiado ruidosos. Lo intenté, pero se pusieron rudos y me dieron muchas arcadas. Quítate la ropa. Chaqueta, camiseta de tirantes, vaqueros, bragas. De espaldas. Asfalto. Piernas abiertas. Intentando mantenerme encima de la ropa para no cortarme ni rasparme. Los cuatro se turnaron. Con el primero era un espectáculo que veían. Con el resto estaban volteados, hablando entre ellos, intentando bloquearme de la vista. Creo que alguien pasó, pero no estoy seguro. Alcohol y aliento a cigarrillo. Chicos probablemente de treinta y tantos. Amigos divirtiéndose. Chicos siendo chicos. Simplemente bombeando dentro de mí. Diciéndome que estoy apretada. Mi cuerpo como un recipiente. Piernas abiertas. Sin resistencia. Mis brazos alrededor de ellos. Contacto visual que no recuerdo. Siempre miraba a mi novio a los ojos. Siempre miro a los ojos durante el concierto, buscando una conexión. Veía sus ojos pero no sus caras. Solo me usaban para la fricción. Rápido y bájalo. Excepto por el penúltimo. Quería hablar. Le dije mi nombre. Le conté sobre el concierto. Le dije que me gustaba estar arriba porque me lo pidió. Recuerdo su cara. El único que era blanco. Nariz torcida. Orejas de coliflor. Ojos azules. Una sensación de prisa de los demás. Se difumina en el último en mi mente. ¿El árabe/persa? "Muchas gracias." Sé que dijo uno de ellos. Me dieron las gracias mientras me vestía rápidamente y seguían caminando en la dirección en la que habían ido antes. Para cuando volví a salir, se habían ido. Regresé por donde había venido. Regresé al concierto y pasé todo el tiempo buscando a mi primo. Dolorido y goteando. La espalda arañada. Me sentí asquerosa. Empecé a llorar, pero paré cuando llamé demasiado la atención. Los encontré. La última canción fue "Get the Party Started". Salimos juntos. Los que no conducían bebieron vino, pero a mí no me permitieron beber porque era demasiado joven. No se lo dije a nadie. Le dije a mi madre que estaba bien. Enseguida me hice novia de un chico que tenía una taquilla cerca de la mía y que había sido insistente, pero yo siempre lo había rechazado. Era alto y no pasaba de "normal". No quería estar sola. Él se enamoró. Yo no. El baile de graduación y todo eso. Rompí con él la última semana de clases. De todas formas, se iba a la universidad. No quería ir con él. Le fui infiel porque necesitaba más sexo del que él me podía dar. Luego llegaron los días de ser pasada de mano en mano. Fui a la universidad comunitaria y salí con mi compañero de laboratorio de química, su hermano me violó en la ducha y me convertí en su novia. Me metió en el alcoholismo, las drogas de fiesta, la escena de los clubes y dejé los estudios. Era una princesa de la música electrónica, el metal y el trance y tenía muchísimos "amigos" en la escena que me conocían como Zafiro. Zafiro era ninfómana. A la gente le encantaba eso de mí. Algunos buenos, otros malos. Polvos rápidos en lugares oscuros de los clubes. Entre bastidores. Trastiendas. Autos. Secretos. Despertamos en camas diferentes. Mi novio me "entregó" a su camello y viví con él hasta que un hombre mayor me convenció de escaparme con él a Ubicación. Él tenía 39 años (40 por un mes) cuando yo tenía 20 y vivimos juntos durante más de un año. Era una relación muy sexual, pero él se preocupaba por mí. Su casa estaba a un paseo de la playa y me encantaba. Era más saludable. Empecé clases de CC de nuevo y obtuve mi AA. Me ayudó con mis ataques de pánico y le oculté mi depresión. Mis padres lo conocieron y finalmente lo aceptaron. Hablamos de matrimonio. Pero él estaba fuera todo el día entre semana, yo no tenía trabajo y tenía una segunda vida para alimentar mi gran vacío que había comenzado después de que mi tío me usara. Además, le gustaba jugar a ser mi padre. Solo una de sus manías. Lo peor es que, igual que lo del contacto visual, decir "Que me jodan, papi" se convirtió en algo que hago automáticamente. Le fui infiel muchas veces cuando estaba con chicos de la playa a los que apenas conocía de nuestras escapadas de fin de semana. También con chicas. Me enamoré de un surfista y quise tener un hijo suyo e incluso dejé los anticonceptivos. Todo acabó mal y volví a casa de mis padres. Finalmente me diagnosticaron depresión maníaca y hablé con mi madre sobre todos los encuentros sexuales y abusos, y empecé a ir a un grupo. Cinco años después de ESA NOCHE, mi madre fue la primera persona a la que le conté sobre los cuatro chicos después del concierto. Aquello todavía me destroza la vida, el amor y el quererme a mí misma. Me pregunto si los chicos buenos no quieren estar conmigo porque tengo los pechos pequeños. Tomo medicación y soy funcional.

    Estimado lector, la siguiente historia contiene lenguaje homofóbico, racista, sexista o despectivo que puede resultar molesto y ofensivo.

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  • Cada paso adelante, por pequeño que sea, sigue siendo un paso adelante. Tómate todo el tiempo que necesites para dar esos pasos.

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    Mi camino del dolor al propósito - name

    Como hombre que sufrió abusos y vio a mi madre y a mi hermana sufrirlos conmigo, aquí está mi historia. La he convertido en un libro llamado Nombre del libro que se publicará en 2025, con la esperanza de que mi historia ayude a otros que han guardado silencio a hablar y alzar la voz. Al crecer en la Ciudad de los años 60, el temperamento explosivo de mi padre dominaba nuestra casa como una tormenta que nunca dejaba de rugir. Sus palizas eran un ritual, impredecibles pero inevitables. Su cinturón era su arma preferida, y yo era el objetivo. Primero vino el ataque verbal. "¡No vales nada!", gritaba, escupiendo sus palabras venenosas antes de soltar el cinturón sobre mí. El crujido del cuero contra mi piel era agudo, pero lo que más me dolía era el miedo que me llenaba a cada momento. Sus ataques eran brutales e implacables, y aprendí rápidamente que llorar solo lo empeoraba. Desarrollé un mantra para sobrevivir: "Yo no estoy loca; él sí". Grabé esas palabras en la pared debajo de mi cama y me aferré a ellas como a un salvavidas, aferrándome a la idea de que esta locura no era culpa mía. Pero ningún mantra podía protegerme del dolor ni de las cicatrices que dejaba cada paliza. Mi cuerpo se llenaba de moretones y ronchas, y llevé esas marcas hasta la edad adulta, ocultas bajo capas de ropa y sonrisas falsas. A los seis años, un momento de curiosidad casi me mata. Estaba jugando afuera, lanzando palos al barril en llamas de un vecino, cuando una chispa prendió en mi chaqueta de nailon. En segundos, estaba envuelta en llamas. Mientras gritaba y corría, con la espalda ardiendo, un vecino me derribó en la nieve, salvándome la vida. En el hospital, mientras los médicos curaban mis quemaduras de tercer grado, el miedo a mi padre eclipsó el dolor. Cuando regresé a casa, todavía cubierto de vendajes, la violencia de mi padre continuó. Me abofeteó por no haber asistido a la fiesta que había organizado para mi regreso. El mensaje era claro: ningún sufrimiento me haría merecedor de su compasión. Su crueldad era implacable, y comprendí que casi morir no había cambiado nada. A medida que las cicatrices físicas del incendio sanaban, las emocionales se agravaban. Vivía con miedo constante, sin saber cuándo me volvería a golpear. Sus pasos me daban escalofríos; cada paso me recordaba que nunca estaba a salvo. Incluso después de su muerte en año, su influencia se cernía sobre mí. Sentí alivio de que se hubiera ido, pero el dolor y la ira no resueltos persistían. Intenté reinventarme en la universidad, dedicándome por completo a la academia y al trabajo. Estaba decidida a escapar del trauma, pero por mucho que corriera, me perseguía. La violencia que sufrí de niña pronto se convirtió en violencia que me infligí a mí misma. A los veinte, la bulimia se convirtió en mi forma de afrontarlo. Me daba atracones de comida y me purgaba, como si vomitar pudiera expulsar el dolor que había cargado durante tanto tiempo. Era un ritual retorcido de control, y sin embargo, no tenía ningún control. Después, me desplomaba, con el cuerpo agotado, pero mi mente aún atormentada por recuerdos incontenibles. Cada ciclo prometía alivio, pero nunca duraba. El ejercicio obsesivo se convirtió en otra vía de escape. Pasaba horas en el gimnasio, llevando mi cuerpo al límite, creyendo que si lograba perfeccionar mi apariencia, de alguna manera podría reparar mi interior. Fortalecí mis músculos para protegerme, pero el espejo siempre reflejaba la verdad: ojos vacíos que me devolvían la mirada, el vacío siempre presente. Incluso mientras ascendía en mi carrera, convirtiéndome en ejecutivo corporativo, la persistente inseguridad persistía. Tuve éxito, pero el éxito no curó las heridas que dejó mi padre. También busqué consuelo en desconocidos. Los encuentros fugaces se convirtieron en una forma de llenar el vacío interior, ofreciéndome un escape temporal del dolor implacable. Pero después de cada encuentro, el vacío regresaba, más intenso que antes. Ninguna carrera, levantamiento de pesas o sexo podía llenar el enorme vacío en mi corazón. Me estaba adormeciendo, no viviendo. No fue hasta que busqué terapia que comencé a enfrentar los traumas que había enterrado tan profundamente. Mi primer terapeuta me sugirió escribir cartas a mis padres, pero no me atreví. Tuve que encontrar al terapeuta adecuado, alguien que me impulsara a ir más allá de la superficie, para finalmente comenzar el proceso de sanación. Poco a poco, desenredé las capas de dolor, enfrentando no solo el abuso de mi padre, sino también el daño autoinfligido que me había seguido imponiendo durante años. Mi esposa, nombre, se convirtió en mi mayor apoyo, ayudándome a desentrañar las capas y a enfrentar la oscuridad que había ocultado durante tanto tiempo. Juntos, construimos una vida de amor y conexión, pero incluso en esos momentos más felices, las sombras de mi pasado nunca me abandonaron. Cuando mi madre falleció en fecha, encontré un cierre en nuestra complicada relación. El perdón, tanto para ella como para mí, se convirtió en una parte esencial de mi sanación. Hoy, uso mi historia para animar a otros a hablar y romper el silencio en torno al abuso. El dolor que soporté no fue en vano. Creo que nuestro pasado puede alimentar nuestro propósito y que, en última instancia, nuestro dolor puede convertirse en nuestro poder.

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    Acoso sexual grave

    Empezó como acoso sexual. Y lo dejé pasar. ¡No dejes que te pase! Era una becaria universitaria que cursaba mi especialización en gestión de la cadena de suministro. En la escuela de negocios, sabes que no se obtiene un título y ¡zas! Un trabajo te espera por arte de magia. A menos que ya tengas contactos. Era una mujer soltera que recibía ayuda financiera y no tenía prácticamente ningún contacto familiar. Necesitaba hacer algunos contactos mientras estudiaba para ascender. Es un mundo muy competitivo. Una época en la que no nos importa tanto dónde trabajamos, siempre y cuando tenga perspectivas de ascenso y de ganar dinero. Estaba haciendo prácticas en las oficinas corporativas de una empresa de alquiler de coches. Me dieron mi primera opción para una clase en la que teníamos que hacer prácticas en una empresa real. Mi grupo de cuatro estaba en sus oficinas de logística y no teníamos un trabajo definido en ese momento, pero mi escuela había enviado estudiantes durante un tiempo, así que teníamos una persona de contacto y una idea vaga de un proyecto que mi grupo de cuatro tenía que organizar y ejecutar para nuestro grado. Bueno, eso fue un poco torpe y seguí con la mala idea de planificar rutas de distribución más eficientes para los coches que entraban en la flota. Fue una ingenuidad, ya que la empresa contaba con auténticos profesionales que diseñaron el sistema. Pero, gracias a mis artimañas femeninas, un alto directivo me invitó a ayudar en mi tiempo libre. Solo yo. Aproveché la oportunidad y, en mis días libres, llegaba temprano por la mañana e intentaba ser parte del equipo. Era un ambiente muy masculino. Intenté quedarme a pesar de las pretensiones de trato especial. "¿No serás de esas feministas que se ponen a llorar a Recursos Humanos si un hombre te hace un cumplido o una palmadita en el trasero?", me había preguntado el hombre que me invitó primero. Lo llamaremos XX. Le aseguré que no, anticipándome a su respuesta. "Trabaja duro, diviértete mucho", fue algo que dije en mi negación de unos valores a los que obviamente se oponía. Así que las dos veces que XX me presentó como su amante, le seguí la broma. Otro error estúpido. Como ejemplo de mi entorno, después de que un hombre Y del departamento me enseñara a usar parte de un programa que calcula las faltantes de existencias, me hizo sentarme a probarlo y me dio un masaje que no pedí temprano por la mañana. Pues bien, XX se acercó y bromeó sobre que Y le había metido las manos a su novia. Tuvieron un momento de camaradería cuando el hombre Y le preguntó si hablaba en serio, diciendo algo sobre la esposa de XX, a lo que XX se retractó y dijo algo como: "Es solo una broma. Me encantaría en mis fantasías, pero es propiedad de la empresa, hermano". ¡¿Propiedad de la empresa?! ¡Estaba sentada allí mismo! Me tensé, pero intenté fingir que estaba absorta en la clase de informática mientras XX se iba y el hombre Y volvió a masajearme, pero esta vez con más intensidad. Bajó por mi espalda baja y la parte superior de los glúteos, luego por los brazos hasta los muslos, impidiéndome hacer cualquier trabajo mientras me rozaba el pecho con los antebrazos y las manos. Me sentí tan débil y casi paralizada cuando me obligué a levantarme para ir al baño, deteniéndolo. Podría haberlo hecho al principio, pero no lo hice. Más tarde, ese mismo día, XX me invitó a almorzar con él y a tomar una cerveza en un bar con mesa de billar. Tenía 20 años, pero no me pidieron el DNI porque estaba con XX. Casi nunca jugaba al billar y, mientras esperábamos la comida, él me "enseñó" a jugar. Se burló del cliché del cine y la televisión donde un hombre hace que una mujer se incline sobre la mesa de billar para disparar, solo para presionar su entrepierna contra su trasero en un gesto sugerente y luego inclinarse sobre ella con los brazos a cada lado para enseñarle a deslizar el palo. ¡Pero mientras bromeaba, me hizo esas cosas a mí! Fue un buen día para mis dos principales abusadores y un día horrible para mí. XX me abrazó mientras nos levantábamos riéndonos y, al parecer, ahora tenía licencia para abusar de mi cuerpo cuando quisiera. Me volví insensible en algunos aspectos, pero emocionalmente estaba más nerviosa. Me tocaban el trasero o me azotaban juguetonamente en el departamento, incluso por parte de un hombre Y. Algunos otros hombres eran muy coquetos. Me frotaban los hombros, me abrazaban incluso al saludo más breve con XX, y finalmente se suponía que también me acostumbraría a los pequeños besos en los labios. Sentía una constante angustia mental y una actitud defensiva. Mi cuerpo podía ser atacado en cualquier momento. ¡Pero no me defendí! Les decía claramente a XX y a algunos otros que quería ser respetada y considerada como una más y tener un trabajo allí cuando me graduara, y ellos lo afirmaban. Los dos principales abusadores me animaron, pero aun así me acosaron sexualmente. ¡Con mi bendición estúpida! El semestre terminó y seguí yendo a diario durante las vacaciones de verano. Era mi única vía de escape para un posible trabajo después de graduarme un año después. Estaba tan preparada que no fue un gran salto cuando XX me presionó para que se la hiciera en su oficina. Me negué con una sonrisa y un movimiento de cabeza, y él respondió con una justificación: que le debía una, que lo necesitaba en ese preciso instante. No aceptaba un no por respuesta. La primera vez que me arrodillé frente a su escritorio y lo tomé en mi boca, me temblaban las manos, se me saltaron las lágrimas y tuve que escurrir los mocos. ¡Yo era la que estaba avergonzada! Fue como una experiencia extracorpórea, y se me secó la boca hasta el punto de tener que pedirle un poco de su bebida energética. En mi interior, hubo un cambio enorme de inmediato. Quedé destrozada por todo orgullo y autoestima. Era como un zombi. Apenas comía. Mucho café. Aparecía, hacía los informes que se habían convertido en mi responsabilidad y, mecánicamente, le daba a XX su mamada diaria por la tarde en su pequeña y sosa oficina con una ventana pequeña. Empecé a tener migrañas ese verano. Conduje a casa para el 4 de julio y me emborraché tanto que acabé durmiendo con el exmarido de mi hermana, mucho mayor, en la parte trasera de su camioneta. Esa fue una terrible llamada de atención. Sabía que no podía fingir mucho más sin una crisis nerviosa, así que pasé mis dos semanas en la empresa de alquiler de coches donde trabajaba gratis. Para asegurar mi futuro, me aseguré de mantener un ambiente amistoso y de decir "sabes que volveré a trabajar aquí el año que viene". La idea de que todo el tiempo y la humillación que había invertido se perdieran en nada era un gran miedo. Me sometí a eso durante las últimas dos semanas. Tuve sexo rápido con XX dos veces encima y encima de su escritorio. Cedí a la presión extrema y también le hice una mamada a Y cuando lo mencionó explícitamente por una carta de recomendación. Sabía que lo hacía por XX. Ni siquiera tenía despacho propio y teníamos que usar las escaleras. Durante mi último año de universidad, me di cuenta de que estaba demasiado traumatizada como para volver allí. El grado de utilización y abuso que había sufrido se hizo evidente para mí, cuando antes no. Como si hubiera estado viviendo en una neblina de negación. Fue una época dolorosa. Fui un poco imprudente. Saqué una C en la asignatura optativa de economía de alto nivel que cursé. Acepté varias citas para evitar estar sola y, o bien me acosté con ellas, o bien me enfurecí. Al ver que necesitaba la falsa pasantía de alquiler de coches en mi currículum, les escribí a ambos abusadores para pedirles cartas de recomendación y recibí una buena del hombre Y, pero una muy impersonal y genérica de XX. Estaba tan abatida y enfadada. Finalmente, se lo conté a mi hermana, la que me confrontó por su exmarido. SE LO CONTÉ TODO Y ESE FUE MI PRIMER PASO HACIA LA RECUPERACIÓN. A desahogarme, a gritarme en el espejo, a golpear el saco de boxeo en un gimnasio al que me apunté, y a ver a mi primer psicólogo y psiquiatra. La terapia me ayudó más que el Celexa y el antipsych. El grupo de apoyo me ayudó aún más. Conocí a dos amigas para toda la vida que me apoyan en momentos de dolor. Debo repetir que no es mi culpa haber sufrido abuso, aunque en parte sí lo fue. ¡No dejes que te pase! Te quitarán todo lo que puedan. ¡Planifica tus límites ahora y sé asertiva! Denuncia el acoso inmediatamente. Al hacerlo, te convertirás en una heroína y protegerás a otras mujeres y a ti misma. Si ya has sufrido abuso, ¡sal de la situación y habla con alguien cuanto antes! ¡No ganas nada permitiendo que el abuso continúe! Hablar con alguien lo hace real y te permite comenzar a odiar menos y a aprender a amarte de nuevo. Mereces amor verdadero.

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  • “Estos momentos, mi quebrantamiento, se han transformado en una misión. Mi voz solía ayudar a otros. Mis experiencias tenían un impacto. Ahora elijo ver poder, fuerza e incluso belleza en mi historia”.

    Mensaje de Esperanza
    De un sobreviviente
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    ¡Puedes curarte de esto y vivir una vida hermosa!

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  • Historia
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    Que se joda la universidad

    Mi historia comenzó cuando tenía 16 o 17 años. Trabajaba en un restaurante y estaba enamorada de mi jefe, que era mayor que yo. Cuando digo mayor, me refiero a 35. Creía que ya era mayor, aunque solo era una bebé, y él no tenía ningún problema en aprovecharse. Lo que me ocurrió durante aproximadamente un año y medio me atormenta y horroriza. Todo culminó con un intento de suicidio justo después de cumplir los 18. Luego busqué ayuda y me fui a la universidad. Se suponía que este sería mi nuevo comienzo. Lamentablemente, no fue así. Conocí a un monstruo, una persona que me sigue en mis pesadillas y me despierta de un sueño profundo cada noche cuando sueño con su rostro. Yo seguía siendo inocente y creía que me amaba. En cambio, me puso un bebé dentro y me golpeó y violó con tanta saña cuando se enteró que pensé que iba a morir por la cantidad de sangre. Sufrí un aborto espontáneo y me desmoroné una vez más. Seguía teniendo solo 18 años. Intenté suicidarme una vez más, lo que me llevó a un hospital psiquiátrico infernal. Me despojaron de toda mi ropa y de todas mis opciones. Sufrí dolores todo el verano y sufrí ataques de pánico tan fuertes que me despidieron del trabajo y necesitaba atención médica cada vez que ocurrían. No pude asistir a clases durante un año y medio. Mi monstruo seguía apareciendo, ahora en forma de detonantes. Un sombrero blanco, el olor a colonia, incluso un tono de voz particular. En todo esto, la policía del campus me hizo sentir que era mi culpa. Sé que nadie en la tierra pediría esto. Si fue mi culpa, y yo la pedí, ¿por qué sigo muriendo de dolor cada día tres años después?

    Estimado lector, esta historia contiene lenguaje autolesivo que puede resultar molesto o incomodo para algunos.

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    De un sobreviviente
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    Nunca estás solo

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  • “Creemos en ustedes. Sus historias importan”.

    Historia
    De un sobreviviente
    🇺🇸

    Sobreviviente

    Si estás leyendo esto, debes saber que no estás sola. Cuando tenía 15 años y acababa de regresar de un tratamiento para trastornos alimenticios, me sentía sola, perdida y vulnerable. No tenía ninguna experiencia sexual; de hecho, aún no había dado mi primer beso. Una noche fui a una pequeña fiesta y bebí mucho sin conocer mis límites porque nunca antes había bebido. En resumen, perdí el conocimiento y solo recuerdo fragmentos de la noche. Por desgracia, tengo algunos recuerdos que nunca podré olvidar. Un chico completamente sobrio vino a la fiesta y terminó aprovechándose de mí. Recuerdo despertar al día siguiente con dolor y encontrar sangre en mis pantalones cortos. Me convencí de que lo había buscado y que era mi culpa. Aunque me dé asco decirlo, incluso me sentí un poco especial porque alguien me encontrara lo suficientemente atractiva como para tener sexo. Estaba confundida y no entendía. Pasaron muchas cosas después de esa noche y, al final, me sentí como una basura usada que ya había sido tirada. Me llevó un tiempo comprender lo que realmente me había sucedido. He estado trabajando en mi proceso de sanación durante años desde aquella noche, pero sigo luchando constantemente. A veces me pregunto si tal vez solo estoy siendo dramática y soy la única culpable de lo que pasó. Sé en el fondo que no es cierto, pero es algo difícil de procesar. Sinceramente, estoy enojada. Me enoja que este chico nunca haya asumido ni asumirá la responsabilidad, y que pueda vivir una vida sin el trauma y el dolor que siento a diario. Me rompe el corazón por mí y por todas las demás víctimas que han experimentado el SA. Mi objetivo final al compartir mi historia es que al menos una persona pueda identificarse y sentirse menos sola. Quiero que se den cuenta de que lo que les pasó no es su culpa y que les creo. Espero que todos sepan lo importantes que son.

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    #1418

    Hace poco más de varios años, cuando tenía 19, terminé una relación de número meses con un hombre que había conocido en la universidad. Nos conocimos durante la orientación, y él me buscó románticamente enseguida. Estaba encantada de que por fin me viera; nunca había tenido una relación ni nadie se había interesado por mí. Las cosas fueron muy rápido, y en retrospectiva, debería haber sido un presagio de lo que estaba por venir. Me besó de repente un día, mientras nos abrazábamos, y no lo rechacé. Era muy insistente para que las cosas avanzaran más rápido de lo que yo me sentía preparada, pero me convencí de que debía estarlo. Ingenuamente, acepté tener una relación con él una semana después de conocernos. En un mes, nuestra relación se había vuelto más sexual. Me había quitado la virginidad a la fuerza cuando solo quería un poco de juego previo, pero, una vez más, no me opuse y me tranquilicé pensando que al menos no había tenido un rollo de una noche. Dos meses después, quiso que empezara a tomar anticonceptivos cuando el condón y la anticoncepción de emergencia fallaron y tuve un aborto espontáneo prematuro. Estaba particularmente interesado en que me pusiera un implante. No me pareció mala idea, ya que no quería volver a quedar embarazada. Desafortunadamente, esto le permitió abusar aún más de mí. La relación se volvió violenta y sexualmente abusiva, y me desgastó psicológicamente, diciendo que era una novia terrible y señalando todas mis inseguridades. Sospechaba mucho de mis amistades con mis compañeros de clase (era una de las cuatro mujeres en una clase de 40, no tenía muchas opciones) y me acusaba de engaño emocional y de coquetear con ellos cuando no era cierto. Con el tiempo, entablé amistad con una de sus amigas del colegio que me presentó, a quien le confesé que no teníamos una relación feliz. No le conté ningún detalle real durante nuestras conversaciones, pero estaba horrorizado por su forma de hablar conmigo y por lo que mi novio le dijo de mí, y me animó a dejarlo con delicadeza durante varios meses. Finalmente, rompí con él en un lugar público para intentar estar segura. Curiosamente, no le importó. Se llevó sus pertenencias de mi apartamento y se fue sin problema. Al día siguiente, ya había pasado a besar a otra chica en una universidad cercana y terminó teniendo una relación de muchos años; su inseguridad sobre mi infidelidad era una proyección de su propio comportamiento. Terminé saliendo con la amiga que me ayudó a dejar esa relación y ahora estamos muy felizmente comprometidos y hemos cortado completamente con mi ex, así que estoy agradecida de habernos conocido a pesar de las circunstancias. Desafortunadamente, nunca tuve ninguna prueba real, salvo anécdotas, para presentar una demanda contra él por lo que me hizo sin mi consentimiento. Las fechas de esos eventos son inexistentes en mi memoria porque lo asumí como mi deber como su novia, y ahora recuerdo muy poco (posiblemente porque mi cerebro quiere olvidar el trauma), a menos que tenga pesadillas y flashbacks; hay momentos que no me abandonan. Actualmente estoy en terapia y tengo mucha suerte de tener un prometido que siempre me ha respetado y querido como se merece ser tratada, nunca me ha presionado para tener sexo y me ha apoyado firmemente cuando le conté todo lo que pasó en esa relación. Me entristece que mi abusador siga libre y no tenga forma de obtener justicia ni de proteger a otras mujeres de él sin enfrentarme a consecuencias legales por difamación. Es difícil sentirme segura sola si vuelvo a la misma ciudad donde fuimos a la universidad. Lo he visto algunas veces en público, pero por suerte nunca me vio ni se me acercó. He tenido algunos ataques de pánico en público cuando esto ha ocurrido. Solo puedo esperar que tal vez haya cambiado.

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  • Mensaje de Sanación
    De un sobreviviente
    🇺🇬

    Aún no he sanado, pero rezo para que algún día me liberen.

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    COCSA: ¿Puede una víctima ser mayor que su agresor?

    Cuando tenía 12 o 13 años y mi hermano unos 9, empezó a manosearme. Al principio, solo me agarraba los pechos o el trasero rápidamente. Pero fue ganando confianza y empezó a manosearme y apretarme cada vez más, con más frecuencia. Con el tiempo, empezó a agarrarme la vulva a través de la ropa. Yo era un poco más grande que él y podía defenderme, pero no me lo permitían. Mis padres sabían lo que pasaba y él solía hacer cosas así delante de ellos. Lo ignoraban y actuaban como si no pasara nada. Nunca se metía en problemas por ello. Solo le decían que parara en ese momento si había invitados o si les rogaba que intervinieran un momento. Pero si lo empujaba, le pegaba o incluso le gritaba que parara, me metía en problemas con mis padres. Lloré y les rogué durante meses que hablaran con él y lo hicieran parar, pero nunca lo hicieron. Constantemente elegía entre dejar que mi hermano me tocara o que mis padres me castigaran por defenderme. Era una agonía. Probablemente duró nueve meses. No sé si realmente soy víctima de abuso o algo así. Mi hermano era menor y más pequeño que yo. En los casos de abuso sexual infantil, casi siempre se trata de un abusador mayor y una víctima más joven. Ese no es mi caso. Él sabía que tocarme estaba mal, pero no entendía completamente el consentimiento ni el sexo. Sin embargo, era lo suficientemente mayor como para entender el "no" y mi llanto. Como su hermana mayor, siento que también tengo una responsabilidad hacia él y que debería haber hecho más en esa situación. ¿Pero cómo podría haberlo hecho? Mis padres no me ayudaron y me castigaron por protegerme.

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  • “Para mí, sanar significa que todas estas cosas que sucedieron no tienen por qué definirme”.

    Historia
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    #1287

    Tocamientos inapropiados es como me refería a lo que hacía mi exmarido. Estuvimos juntos casi number años. Incontables veces me despertaba con sus manos bajo mi pijama, teniendo relaciones sexuales conmigo, obligándome a hacerle cosas; simplemente se volvió normal. Sentía que esto era parte de mi matrimonio. Ahora sé que no debería haber sido así y que ningún hombre debería tratar así a una mujer. El consentimiento no se puede pedir, debe darse. Nos separamos y él seguía viviendo en casa. Estuve hospitalizada. Él ayudaba a cuidar a nuestros tres hijos. Venía a mi habitación por la noche, después de que yo llegara del hospital, y me frotaba la espalda y el vientre, aunque le había pedido que no lo hiciera. Esto derivó en dos ocasiones en violación; le dije que no, y él siguió haciéndolo. En ese momento no me di cuenta de que era eso. Incluso escribir esto ahora me resulta difícil. Fue solo tres años después, tras hablar sobre los tocamientos inapropiados con una terapeuta, que ella usó esa palabra conmigo. En el fondo, sabía lo fundamentalmente equivocado que era todo esto, pero nunca me imaginé que mi esposo me había agredido sexualmente ni violado mientras estábamos casados ni justo después de separarnos. Todavía me resulta extremadamente difícil decirlo en voz alta. La mayoría de mis amigos y familiares no saben que esto ha sucedido. Es una situación muy solitaria, pero hablar con profesionales sin duda me ayuda a superar la vergüenza y la culpa que siento.

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    De un sobreviviente
    🇹🇹

    Creo que con cada día pronto podré superarlo por completo y esto sería un mero recuerdo.

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  • “Puede resultar muy difícil pedir ayuda cuando estás pasando por un momento difícil. La recuperación es un gran peso que hay que soportar, pero no es necesario que lo lleves tú solo”.

    Bienvenido a Our Wave.

    Este es un espacio donde sobrevivientes de trauma y abuso comparten sus historias junto a aliados que los apoyan. Estas historias nos recuerdan que existe esperanza incluso en tiempos difíciles. Nunca estás solo en tu experiencia. La sanación es posible para todos.

    ¿Cuál cree que es el lugar adecuado para empezar hoy?
    Historia
    De un sobreviviente
    🇨🇴

    No tengo recuerdos claros y siento mucha culpa

    Mi historia es un poco larga. Cuando tenía 15 años o 16 años, vino a mi mente el recuerdo de cosas que habían ocurrido cuando yo tenía entre 4 y 5 años. Dos tíos abusaron de mí. Los recuerdos sobre esto nunca han sido claros y ahora, muchos años después, todo se ha vuelto más lejano y confuso y he dudado varias veces de mí misma y de mi historia. Hay otras cosas que pasaron en mi infancia que sí recuerdo con más claridad: cuando tenía entre 7 y 8 años, vi a mis papás teniendo relaciones sexuales a mi lado (esa noche me había pasado a dormir con ellos en su cama). Tiempo después, se repitió la situación, pero con mi padrastro y mi mamá. También cuando tenía entre 7 y 8 años, estaba revisando unos CD'S en el DVD que había en la casa para marcarlos según el género musical o según la película que fuera. Uno de los CD'S, era una película porno. Como casi siempre, me encontraba sola en mi casa, entonces la vi completa. No recuerdo si me masturbé. Sé que desde muy niña me frotaba con peluches, muñecas y otros objetos, aunque sin mucha conciencia de lo que hacía, pero estaba presente el miedo a ser vista. Hay algo que me atormenta en este momento: cuando tenía 6 o 7 años, mi prima (ella un año mayor) y yo jugábamos a imitar algunas posiciones de un libro de kamasutra que había en su casa. También tengo leves recuerdos de una vez que, mientras nos bañábamos, frotamos nuestras partes íntimas. No sé si esto se dio en el marco de una curiosidad bilateral y por el contenido del libro al que habíamos estado expuestas o si fui yo quien generó la situación y la persuadió a ella de hacerlo o si la manipulé. No recuerdo que haya sido así, pero me da miedo que sí. ¿Y si imité lo que hacía mis tíos conmigo o lo que vi en contenido al que estuve expuesta? Siento miedo, culpa y vergüenza. Además, hace medio año, recordé que cuando tenía 10 años y cargué a mi hermanita en mi piernas (que estaba como de un mes), sentí un estímulo placentero en mi zona íntima por el contacto. Cuando esta imagen vino a mí (tampoco fue clara, como mis otros recuerdos) sentí culpa, pero no escaló a más porque entendí que fue una reacción física y nada más. Pero luego no podía dejar de pensar en ello y me cuestionaba si había prologando o intensificado el contacto y sentí muchísima culpa, asco y vergüenza. Fue tan fuerte, que tuve un episodio de TOC y siento que aún no he podido salir de ahí, porque ahora me inundan las dudas sobre lo sucedido con mi prima.

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    🇺🇸

    Romance de 'giro equivocado'

    Me recogió el primer día en el Toyota blanco más brillante que jamás había visto. Alucinando halos de luz a su alrededor, supe en mi corazón: este era el hombre con el que me casaría. Casi 15 años mayor, pero tan guapo, tan experimentado. Parecíamos tener todo en común: pasiones intelectuales (tanto personales como profesionales), vínculos inquebrantables con nuestras madres viudas y el sueño compartido de construir una casa familiar típicamente estadounidense. Navegando por el aire fresco de mediados de octubre, intercambiamos pensamientos y expectativas antes de llegar a la biblioteca del centro de Orlando. Nunca antes había tenido una cita. Él, mientras tanto, había perdido recientemente a una chica llamada Nombre. Después de asistir a una clase gratuita de modelado 3D, manejamos a casa por la zona. Admirando el arte callejero y la historia del vecindario, Nombre 2 sonrió ampliamente. Hablaba sin parar de libros, así que nuestras "citas" quincenales cambiaron a Barnes & Noble. Los sueños de matrimonio se arremolinaban en mi mente; Pensé que estaba en el cielo, la ignorancia es felicidad. O en este caso, un beso. Su nombre era Nombre 3 Énfasis en el DIE. Al principio, no parecía dañina. Una empleada del gobierno y la abuela de mis futuros hijos, Nombre del proveedor parecía muy contenta cuando Nombre 2 le dijo que le había propuesto matrimonio. Me sirvió enormes rebanadas de pastel de pistacho casero durante lo que debería haber sido una de nuestras acogedoras noches de cortejo en casa. Los fines de semana, ambas lavábamos la ropa y limpiábamos. Incluso después de que regresé de una estadía psiquiátrica de emergencia, me abrazó. Me dijo que me amaba. Prometió que estaba a salvo. "Lo que es mío es tuyo", dijo. Comida, agua, techo, familia, una cama, incluso ayuda para buscar trabajo. Era como... una suegra para mí. En algún momento de esa sangrienta pelea de 4 meses, mi himen se rompió y alguien me obligó a hacerles sexo oral repetidamente. Pensé que era mi prometido el que estaba encima de mí cuando pasó. Pero no era mi prometido.

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    COCSA: ¿Puede una víctima ser mayor que su agresor?

    Cuando tenía 12 o 13 años y mi hermano unos 9, empezó a manosearme. Al principio, solo me agarraba los pechos o el trasero rápidamente. Pero fue ganando confianza y empezó a manosearme y apretarme cada vez más, con más frecuencia. Con el tiempo, empezó a agarrarme la vulva a través de la ropa. Yo era un poco más grande que él y podía defenderme, pero no me lo permitían. Mis padres sabían lo que pasaba y él solía hacer cosas así delante de ellos. Lo ignoraban y actuaban como si no pasara nada. Nunca se metía en problemas por ello. Solo le decían que parara en ese momento si había invitados o si les rogaba que intervinieran un momento. Pero si lo empujaba, le pegaba o incluso le gritaba que parara, me metía en problemas con mis padres. Lloré y les rogué durante meses que hablaran con él y lo hicieran parar, pero nunca lo hicieron. Constantemente elegía entre dejar que mi hermano me tocara o que mis padres me castigaran por defenderme. Era una agonía. Probablemente duró nueve meses. No sé si realmente soy víctima de abuso o algo así. Mi hermano era menor y más pequeño que yo. En los casos de abuso sexual infantil, casi siempre se trata de un abusador mayor y una víctima más joven. Ese no es mi caso. Él sabía que tocarme estaba mal, pero no entendía completamente el consentimiento ni el sexo. Sin embargo, era lo suficientemente mayor como para entender el "no" y mi llanto. Como su hermana mayor, siento que también tengo una responsabilidad hacia él y que debería haber hecho más en esa situación. ¿Pero cómo podría haberlo hecho? Mis padres no me ayudaron y me castigaron por protegerme.

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    #1287

    Tocamientos inapropiados es como me refería a lo que hacía mi exmarido. Estuvimos juntos casi number años. Incontables veces me despertaba con sus manos bajo mi pijama, teniendo relaciones sexuales conmigo, obligándome a hacerle cosas; simplemente se volvió normal. Sentía que esto era parte de mi matrimonio. Ahora sé que no debería haber sido así y que ningún hombre debería tratar así a una mujer. El consentimiento no se puede pedir, debe darse. Nos separamos y él seguía viviendo en casa. Estuve hospitalizada. Él ayudaba a cuidar a nuestros tres hijos. Venía a mi habitación por la noche, después de que yo llegara del hospital, y me frotaba la espalda y el vientre, aunque le había pedido que no lo hiciera. Esto derivó en dos ocasiones en violación; le dije que no, y él siguió haciéndolo. En ese momento no me di cuenta de que era eso. Incluso escribir esto ahora me resulta difícil. Fue solo tres años después, tras hablar sobre los tocamientos inapropiados con una terapeuta, que ella usó esa palabra conmigo. En el fondo, sabía lo fundamentalmente equivocado que era todo esto, pero nunca me imaginé que mi esposo me había agredido sexualmente ni violado mientras estábamos casados ni justo después de separarnos. Todavía me resulta extremadamente difícil decirlo en voz alta. La mayoría de mis amigos y familiares no saben que esto ha sucedido. Es una situación muy solitaria, pero hablar con profesionales sin duda me ayuda a superar la vergüenza y la culpa que siento.

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    Creo que con cada día pronto podré superarlo por completo y esto sería un mero recuerdo.

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  • “He aprendido a abundar en la alegría de las cosas pequeñas... y de Dios, la bondad de las personas. Desconocidos, maestros, amigos. A veces no lo parece, pero hay bondad en el mundo, y eso también me da esperanza”.

    “Siempre está bien pedir ayuda”

    Tomarse un tiempo para uno mismo no siempre significa pasar el día en el spa. La salud mental también puede significar que está bien establecer límites, reconocer las emociones, priorizar el sueño y encontrar la paz en la quietud. Espero que hoy te tomes un tiempo para ti, de la manera en que más lo necesitas.

    Cada paso adelante, por pequeño que sea, sigue siendo un paso adelante. Tómate todo el tiempo que necesites para dar esos pasos.

    Historia
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    Acoso sexual grave

    Empezó como acoso sexual. Y lo dejé pasar. ¡No dejes que te pase! Era una becaria universitaria que cursaba mi especialización en gestión de la cadena de suministro. En la escuela de negocios, sabes que no se obtiene un título y ¡zas! Un trabajo te espera por arte de magia. A menos que ya tengas contactos. Era una mujer soltera que recibía ayuda financiera y no tenía prácticamente ningún contacto familiar. Necesitaba hacer algunos contactos mientras estudiaba para ascender. Es un mundo muy competitivo. Una época en la que no nos importa tanto dónde trabajamos, siempre y cuando tenga perspectivas de ascenso y de ganar dinero. Estaba haciendo prácticas en las oficinas corporativas de una empresa de alquiler de coches. Me dieron mi primera opción para una clase en la que teníamos que hacer prácticas en una empresa real. Mi grupo de cuatro estaba en sus oficinas de logística y no teníamos un trabajo definido en ese momento, pero mi escuela había enviado estudiantes durante un tiempo, así que teníamos una persona de contacto y una idea vaga de un proyecto que mi grupo de cuatro tenía que organizar y ejecutar para nuestro grado. Bueno, eso fue un poco torpe y seguí con la mala idea de planificar rutas de distribución más eficientes para los coches que entraban en la flota. Fue una ingenuidad, ya que la empresa contaba con auténticos profesionales que diseñaron el sistema. Pero, gracias a mis artimañas femeninas, un alto directivo me invitó a ayudar en mi tiempo libre. Solo yo. Aproveché la oportunidad y, en mis días libres, llegaba temprano por la mañana e intentaba ser parte del equipo. Era un ambiente muy masculino. Intenté quedarme a pesar de las pretensiones de trato especial. "¿No serás de esas feministas que se ponen a llorar a Recursos Humanos si un hombre te hace un cumplido o una palmadita en el trasero?", me había preguntado el hombre que me invitó primero. Lo llamaremos XX. Le aseguré que no, anticipándome a su respuesta. "Trabaja duro, diviértete mucho", fue algo que dije en mi negación de unos valores a los que obviamente se oponía. Así que las dos veces que XX me presentó como su amante, le seguí la broma. Otro error estúpido. Como ejemplo de mi entorno, después de que un hombre Y del departamento me enseñara a usar parte de un programa que calcula las faltantes de existencias, me hizo sentarme a probarlo y me dio un masaje que no pedí temprano por la mañana. Pues bien, XX se acercó y bromeó sobre que Y le había metido las manos a su novia. Tuvieron un momento de camaradería cuando el hombre Y le preguntó si hablaba en serio, diciendo algo sobre la esposa de XX, a lo que XX se retractó y dijo algo como: "Es solo una broma. Me encantaría en mis fantasías, pero es propiedad de la empresa, hermano". ¡¿Propiedad de la empresa?! ¡Estaba sentada allí mismo! Me tensé, pero intenté fingir que estaba absorta en la clase de informática mientras XX se iba y el hombre Y volvió a masajearme, pero esta vez con más intensidad. Bajó por mi espalda baja y la parte superior de los glúteos, luego por los brazos hasta los muslos, impidiéndome hacer cualquier trabajo mientras me rozaba el pecho con los antebrazos y las manos. Me sentí tan débil y casi paralizada cuando me obligué a levantarme para ir al baño, deteniéndolo. Podría haberlo hecho al principio, pero no lo hice. Más tarde, ese mismo día, XX me invitó a almorzar con él y a tomar una cerveza en un bar con mesa de billar. Tenía 20 años, pero no me pidieron el DNI porque estaba con XX. Casi nunca jugaba al billar y, mientras esperábamos la comida, él me "enseñó" a jugar. Se burló del cliché del cine y la televisión donde un hombre hace que una mujer se incline sobre la mesa de billar para disparar, solo para presionar su entrepierna contra su trasero en un gesto sugerente y luego inclinarse sobre ella con los brazos a cada lado para enseñarle a deslizar el palo. ¡Pero mientras bromeaba, me hizo esas cosas a mí! Fue un buen día para mis dos principales abusadores y un día horrible para mí. XX me abrazó mientras nos levantábamos riéndonos y, al parecer, ahora tenía licencia para abusar de mi cuerpo cuando quisiera. Me volví insensible en algunos aspectos, pero emocionalmente estaba más nerviosa. Me tocaban el trasero o me azotaban juguetonamente en el departamento, incluso por parte de un hombre Y. Algunos otros hombres eran muy coquetos. Me frotaban los hombros, me abrazaban incluso al saludo más breve con XX, y finalmente se suponía que también me acostumbraría a los pequeños besos en los labios. Sentía una constante angustia mental y una actitud defensiva. Mi cuerpo podía ser atacado en cualquier momento. ¡Pero no me defendí! Les decía claramente a XX y a algunos otros que quería ser respetada y considerada como una más y tener un trabajo allí cuando me graduara, y ellos lo afirmaban. Los dos principales abusadores me animaron, pero aun así me acosaron sexualmente. ¡Con mi bendición estúpida! El semestre terminó y seguí yendo a diario durante las vacaciones de verano. Era mi única vía de escape para un posible trabajo después de graduarme un año después. Estaba tan preparada que no fue un gran salto cuando XX me presionó para que se la hiciera en su oficina. Me negué con una sonrisa y un movimiento de cabeza, y él respondió con una justificación: que le debía una, que lo necesitaba en ese preciso instante. No aceptaba un no por respuesta. La primera vez que me arrodillé frente a su escritorio y lo tomé en mi boca, me temblaban las manos, se me saltaron las lágrimas y tuve que escurrir los mocos. ¡Yo era la que estaba avergonzada! Fue como una experiencia extracorpórea, y se me secó la boca hasta el punto de tener que pedirle un poco de su bebida energética. En mi interior, hubo un cambio enorme de inmediato. Quedé destrozada por todo orgullo y autoestima. Era como un zombi. Apenas comía. Mucho café. Aparecía, hacía los informes que se habían convertido en mi responsabilidad y, mecánicamente, le daba a XX su mamada diaria por la tarde en su pequeña y sosa oficina con una ventana pequeña. Empecé a tener migrañas ese verano. Conduje a casa para el 4 de julio y me emborraché tanto que acabé durmiendo con el exmarido de mi hermana, mucho mayor, en la parte trasera de su camioneta. Esa fue una terrible llamada de atención. Sabía que no podía fingir mucho más sin una crisis nerviosa, así que pasé mis dos semanas en la empresa de alquiler de coches donde trabajaba gratis. Para asegurar mi futuro, me aseguré de mantener un ambiente amistoso y de decir "sabes que volveré a trabajar aquí el año que viene". La idea de que todo el tiempo y la humillación que había invertido se perdieran en nada era un gran miedo. Me sometí a eso durante las últimas dos semanas. Tuve sexo rápido con XX dos veces encima y encima de su escritorio. Cedí a la presión extrema y también le hice una mamada a Y cuando lo mencionó explícitamente por una carta de recomendación. Sabía que lo hacía por XX. Ni siquiera tenía despacho propio y teníamos que usar las escaleras. Durante mi último año de universidad, me di cuenta de que estaba demasiado traumatizada como para volver allí. El grado de utilización y abuso que había sufrido se hizo evidente para mí, cuando antes no. Como si hubiera estado viviendo en una neblina de negación. Fue una época dolorosa. Fui un poco imprudente. Saqué una C en la asignatura optativa de economía de alto nivel que cursé. Acepté varias citas para evitar estar sola y, o bien me acosté con ellas, o bien me enfurecí. Al ver que necesitaba la falsa pasantía de alquiler de coches en mi currículum, les escribí a ambos abusadores para pedirles cartas de recomendación y recibí una buena del hombre Y, pero una muy impersonal y genérica de XX. Estaba tan abatida y enfadada. Finalmente, se lo conté a mi hermana, la que me confrontó por su exmarido. SE LO CONTÉ TODO Y ESE FUE MI PRIMER PASO HACIA LA RECUPERACIÓN. A desahogarme, a gritarme en el espejo, a golpear el saco de boxeo en un gimnasio al que me apunté, y a ver a mi primer psicólogo y psiquiatra. La terapia me ayudó más que el Celexa y el antipsych. El grupo de apoyo me ayudó aún más. Conocí a dos amigas para toda la vida que me apoyan en momentos de dolor. Debo repetir que no es mi culpa haber sufrido abuso, aunque en parte sí lo fue. ¡No dejes que te pase! Te quitarán todo lo que puedan. ¡Planifica tus límites ahora y sé asertiva! Denuncia el acoso inmediatamente. Al hacerlo, te convertirás en una heroína y protegerás a otras mujeres y a ti misma. Si ya has sufrido abuso, ¡sal de la situación y habla con alguien cuanto antes! ¡No ganas nada permitiendo que el abuso continúe! Hablar con alguien lo hace real y te permite comenzar a odiar menos y a aprender a amarte de nuevo. Mereces amor verdadero.

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  • “Estos momentos, mi quebrantamiento, se han transformado en una misión. Mi voz solía ayudar a otros. Mis experiencias tenían un impacto. Ahora elijo ver poder, fuerza e incluso belleza en mi historia”.

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    ¡Puedes curarte de esto y vivir una vida hermosa!

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    #1418

    Hace poco más de varios años, cuando tenía 19, terminé una relación de número meses con un hombre que había conocido en la universidad. Nos conocimos durante la orientación, y él me buscó románticamente enseguida. Estaba encantada de que por fin me viera; nunca había tenido una relación ni nadie se había interesado por mí. Las cosas fueron muy rápido, y en retrospectiva, debería haber sido un presagio de lo que estaba por venir. Me besó de repente un día, mientras nos abrazábamos, y no lo rechacé. Era muy insistente para que las cosas avanzaran más rápido de lo que yo me sentía preparada, pero me convencí de que debía estarlo. Ingenuamente, acepté tener una relación con él una semana después de conocernos. En un mes, nuestra relación se había vuelto más sexual. Me había quitado la virginidad a la fuerza cuando solo quería un poco de juego previo, pero, una vez más, no me opuse y me tranquilicé pensando que al menos no había tenido un rollo de una noche. Dos meses después, quiso que empezara a tomar anticonceptivos cuando el condón y la anticoncepción de emergencia fallaron y tuve un aborto espontáneo prematuro. Estaba particularmente interesado en que me pusiera un implante. No me pareció mala idea, ya que no quería volver a quedar embarazada. Desafortunadamente, esto le permitió abusar aún más de mí. La relación se volvió violenta y sexualmente abusiva, y me desgastó psicológicamente, diciendo que era una novia terrible y señalando todas mis inseguridades. Sospechaba mucho de mis amistades con mis compañeros de clase (era una de las cuatro mujeres en una clase de 40, no tenía muchas opciones) y me acusaba de engaño emocional y de coquetear con ellos cuando no era cierto. Con el tiempo, entablé amistad con una de sus amigas del colegio que me presentó, a quien le confesé que no teníamos una relación feliz. No le conté ningún detalle real durante nuestras conversaciones, pero estaba horrorizado por su forma de hablar conmigo y por lo que mi novio le dijo de mí, y me animó a dejarlo con delicadeza durante varios meses. Finalmente, rompí con él en un lugar público para intentar estar segura. Curiosamente, no le importó. Se llevó sus pertenencias de mi apartamento y se fue sin problema. Al día siguiente, ya había pasado a besar a otra chica en una universidad cercana y terminó teniendo una relación de muchos años; su inseguridad sobre mi infidelidad era una proyección de su propio comportamiento. Terminé saliendo con la amiga que me ayudó a dejar esa relación y ahora estamos muy felizmente comprometidos y hemos cortado completamente con mi ex, así que estoy agradecida de habernos conocido a pesar de las circunstancias. Desafortunadamente, nunca tuve ninguna prueba real, salvo anécdotas, para presentar una demanda contra él por lo que me hizo sin mi consentimiento. Las fechas de esos eventos son inexistentes en mi memoria porque lo asumí como mi deber como su novia, y ahora recuerdo muy poco (posiblemente porque mi cerebro quiere olvidar el trauma), a menos que tenga pesadillas y flashbacks; hay momentos que no me abandonan. Actualmente estoy en terapia y tengo mucha suerte de tener un prometido que siempre me ha respetado y querido como se merece ser tratada, nunca me ha presionado para tener sexo y me ha apoyado firmemente cuando le conté todo lo que pasó en esa relación. Me entristece que mi abusador siga libre y no tenga forma de obtener justicia ni de proteger a otras mujeres de él sin enfrentarme a consecuencias legales por difamación. Es difícil sentirme segura sola si vuelvo a la misma ciudad donde fuimos a la universidad. Lo he visto algunas veces en público, pero por suerte nunca me vio ni se me acercó. He tenido algunos ataques de pánico en público cuando esto ha ocurrido. Solo puedo esperar que tal vez haya cambiado.

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  • “Para mí, sanar significa que todas estas cosas que sucedieron no tienen por qué definirme”.

    “Puede resultar muy difícil pedir ayuda cuando estás pasando por un momento difícil. La recuperación es un gran peso que hay que soportar, pero no es necesario que lo lleves tú solo”.

    Mensaje de Sanación
    De un sobreviviente
    🇨🇴

    poder seguir adelante y pasar un poco la pagina

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    De un sobreviviente
    🇨🇦

    Name, solo tenía 6 años

    Tenía alrededor de 6 años, cierro los ojos y es cómo si volviera a vivir en carne propia el recuerdo, me acuerdo del ruido de la televisión, el olor del desayuno que estaba comiendo, yo solo estaba viendo caricaturas. El, un hombre de alrededor 50 años me cargó y me acomodó en sus piernas, y deslizó su mano por debajo de mis panties, TENÍA 6 AÑOS y ahí empezó mi historia de abusó sexual, una historia que me hubiese gustado no tener que experimentar. Yo hablé ya que mi mamá siempre me había enseñado a que nadie podía tocar mis partes pero en ese entonces mi mamá no tenía los recursos, vivíamos en casa de una prima (la hija de mi abusador) y nadie me creyó, dijeron que era mi imaginación. Otros sucesos pasaron cometidos por la misma persona, me arrebató mi inocencia y me rompió en pedacitos… pese a que yo hablé la primera vez, las otras veces me quedé callada porque nadie me creyó, nadie me protegió y nadie me escuchó más que mi mamá pero en ese entonces ella estaba luchando con un problema de alcoholismo y toda la familia nos dio la espalda. Después de un tiempo dejé de ver a mi abusador pero a los 8 años me volvió a pasar pero esta vez por el esposo de mi tía (la hermana de mi mamá) ellos han sido casados desde que mi tía tiene 16 años hasta el presente. Fuimos de visita a casa de mi tía, era diciembre entonces mi mamá salió con mi tía a comprar cosas para la navidad, yo, mi hermano y mi primo (hijo de mi tía) nos quedamos al cuidado del esposo de mi tía, el en ese entonces era oficial de la policía. Yo estaba jugando con mi primo y mi hermano cuando él me llamó, él estaba sentado en la mesedora viendo las noticias cuando me sentó en sus piernas y yo inmediatamente me paralice puesto que la última vez que alguien me sentó en sus piernas me manoseo, esta vez fue diferente, solo me acaricio las piernas y yo solo sentí cómo algo duro me rozaba mis glúteos, me paralicé y no sabía que hacer, hasta que tuve la fuerza y me bajé. Nunca hablé de mi segundo abusador y nunca lo he hecho, yo ya no vivo en Colombia pero cuando voy me toca actuar cómo si nada aunque por dentro sienta tantas cosas. Por mucho tiempo reprimí todo lo que me pasó, siempre decía que no me afectó y ahora a mis 22 años me está atormentando. Estoy comprometida con el amor de mi vida, siento que ha sido un regalo que Dios y la vida me dio después de tanto tormento pero hay veces que cuando vamos a tener intimidad y me toca siento una rabia en mi, ese tipo de rabia que te dan ganas de pegarle un puño en la cara a esa persona, y no lo entiendo, el no me ha hecho nada? El solo me ha ayudado y me ha tratado con amor y me ha demostrado lo mucho que me respeta y me ama, siempre quise evadir el tema y reprimirlo, no hablar de ello y pretender cómo que no me afectó pero ya llegué a un punto donde me dan unos ataques de ira que ni yo me reconozco, donde termino lastimándome a mí misma o sacando esa ira en mi prometido, hace unas noches por fin en medio de una ataque de ira donde terminé azotandome la cabeza en la pared solo repetía “no me deja en paz, me persigue, sácalo de mi cabeza” estaba en un estado de crisis y mi prometido solo pudo sujetarme en sus brazos mientras me preguntaba quién me perseguía y fue la primera vez que dije su nombre en voz alta, “Name, el hombre que me violo y me robo mi inocencia no sale de mi cabeza” no podía hablar, las lágrimas y gritos de desesperación eran más que las palabras, en ese momento me di cuenta que no importa cuánto allá crecido aquella niña de 6 años sigue dentro de mi, está enojada, está triste y rota. Mi pareja es abogado entonces el fue quien me habló sobre me too movement, me dijo que me hiciera justicia y lo denunciara pero que si no me sentía lista por miedo que navegara las opciones que me too ofrece y que quizá empezara por contar mi historia, por unos días habría la página y solo me quedaba paralizada, pero hoy me anime, ya no merezco ser prisionera de un dolor que no fue mi culpa aunque por mucho tiempo he sentido que lo es, me siento perdida y no quiero que mi pasado defina mi presente, la vida me está dando oportunidades bonitas pero mi abusó sexual no me deja avanzar, cómo me saco esta rabia que siento por dentro? Porque me volví un ser tan agrio y amargo, porque me enojo por todo? Porque no puedo disfrutar la intimidad con mi pareja si es delicado conmigo? Parece que entre más delicado es más rabia siento por dentro. Me siento muy sola y perdida. Quiero este dolor fuera de mi

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    SER NIÑA NO ES JUSTO

    Ser chica no es justo. Soy una mujer de 32 años que sufrió más de una vez de joven. Fue el primer abuso el que me llevó a los demás. A los doce años quería ganar dinero. Mis padres no creían en la paga por hacer las tareas del hogar. No podía trabajar legalmente hasta los catorce, a menos que fuera repartidor de periódicos y me levantara antes del amanecer. Mi tío, hermano de mi padre, me contrató para trabajar en su taller de reparación de electrodomésticos. Era el único que conocíamos que tenía un negocio. Poco después de empezar, parte del trabajo consistía en dejar que me diera masajes. Me abusaba un poco más cada vez, hasta que me rozaba las partes íntimas con la boca. Se masturbaba mientras lo hacía. Lo dejé hacer esto durante semanas mientras me transformaba y me distorsionaba. Luego me obligó a rozarlo con la boca. Lo hice UNA vez. Vomité después. Lo denuncié a mis padres. Fueron cariñosos y comprensivos, y estaban enojados con él. Pero no lo suficiente como para hacer otra cosa que dejarme dejar de trabajar allí. Se disculpó conmigo en la cocina con mis padres allí. Yo flotando a la deriva en lava mientras los dioses decidían mi destino. Apenas lo recuerdo. Se quedó en nuestras vidas casi sin cambios. Volví a la normalidad. En la superficie. Pero no era la misma y le temí más a las cosas. La oscuridad, estar sola, el silencio. En los años siguientes, me tonteé con chicos de maneras que tal vez no lo hubiera hecho. Puede que no fuera ese tipo de chica, pero me sentí obligada. Tenía quince años cuando tuve un novio de mi edad con el que tenía sexo en secreto casi a diario. Lo amaba. Me dejó. Más problemas. Diecisiete años. Estudiante de último año de secundaria. Cabello teñido con mechas azules hasta el trasero. Emo. Delgada. Pecho plano. Para entonces ya estaba bebiendo y fumando. Pero no ESA NOCHE. Salí de un concierto de Pink al que había ido con mi prima y sus amigas. Algo me molestó y me fui. De noche. Una parte de la ciudad que no conozco. Sin planes. Tal vez vuelva al concierto después de ordenar mis ideas. Al pasar por un centro comercial, un grupo de cuatro tipos salió de su sitio, sin saber qué era. Había visto que dos de ellos eran negros. Me asusté. Lo siento. Me apresuré y giré a la derecha. Ellos también. Era como un callejón detrás del centro comercial, con un muro enorme a un lado. Puertas traseras de negocios, contenedores de basura, algunos coches. Mal iluminado. Quizás podría haber seguido caminando y no habría problema, pero estaba oscuro al otro lado y parecía muy lejano. Los tipos hablaban y reían detrás de mí. Me entró el pánico de que me violaran, me hicieran daño o me mataran. Creo que oí a uno decir "buen culo" entre parloteos. Un ataque de pánico. Creo que intentaba salvar mi vida. ¿Un ataque preventivo? Me detuve, me giré y dije: "Pueden cogerme si quieren". Recuerdo la pausa mientras algunos se detenían, pero uno seguía acercándose. Se reían, quizá nerviosos. El que seguía acercándose me abrazó y se pegó a mí. Olvidé lo que dijo, pero me atrajo hacia sí, frotándose contra mí. Me llevaron a una zona oscura a un lado, entre dos edificios. Le hice sexo oral al primero y al otro, negro, pero no del todo. Un espectáculo para ellos. Riendo. Empujándose mutuamente cuando se ponían demasiado ruidosos. Lo intenté, pero se pusieron rudos y me dieron muchas arcadas. Quítate la ropa. Chaqueta, camiseta de tirantes, vaqueros, bragas. De espaldas. Asfalto. Piernas abiertas. Intentando mantenerme encima de la ropa para no cortarme ni rasparme. Los cuatro se turnaron. Con el primero era un espectáculo que veían. Con el resto estaban volteados, hablando entre ellos, intentando bloquearme de la vista. Creo que alguien pasó, pero no estoy seguro. Alcohol y aliento a cigarrillo. Chicos probablemente de treinta y tantos. Amigos divirtiéndose. Chicos siendo chicos. Simplemente bombeando dentro de mí. Diciéndome que estoy apretada. Mi cuerpo como un recipiente. Piernas abiertas. Sin resistencia. Mis brazos alrededor de ellos. Contacto visual que no recuerdo. Siempre miraba a mi novio a los ojos. Siempre miro a los ojos durante el concierto, buscando una conexión. Veía sus ojos pero no sus caras. Solo me usaban para la fricción. Rápido y bájalo. Excepto por el penúltimo. Quería hablar. Le dije mi nombre. Le conté sobre el concierto. Le dije que me gustaba estar arriba porque me lo pidió. Recuerdo su cara. El único que era blanco. Nariz torcida. Orejas de coliflor. Ojos azules. Una sensación de prisa de los demás. Se difumina en el último en mi mente. ¿El árabe/persa? "Muchas gracias." Sé que dijo uno de ellos. Me dieron las gracias mientras me vestía rápidamente y seguían caminando en la dirección en la que habían ido antes. Para cuando volví a salir, se habían ido. Regresé por donde había venido. Regresé al concierto y pasé todo el tiempo buscando a mi primo. Dolorido y goteando. La espalda arañada. Me sentí asquerosa. Empecé a llorar, pero paré cuando llamé demasiado la atención. Los encontré. La última canción fue "Get the Party Started". Salimos juntos. Los que no conducían bebieron vino, pero a mí no me permitieron beber porque era demasiado joven. No se lo dije a nadie. Le dije a mi madre que estaba bien. Enseguida me hice novia de un chico que tenía una taquilla cerca de la mía y que había sido insistente, pero yo siempre lo había rechazado. Era alto y no pasaba de "normal". No quería estar sola. Él se enamoró. Yo no. El baile de graduación y todo eso. Rompí con él la última semana de clases. De todas formas, se iba a la universidad. No quería ir con él. Le fui infiel porque necesitaba más sexo del que él me podía dar. Luego llegaron los días de ser pasada de mano en mano. Fui a la universidad comunitaria y salí con mi compañero de laboratorio de química, su hermano me violó en la ducha y me convertí en su novia. Me metió en el alcoholismo, las drogas de fiesta, la escena de los clubes y dejé los estudios. Era una princesa de la música electrónica, el metal y el trance y tenía muchísimos "amigos" en la escena que me conocían como Zafiro. Zafiro era ninfómana. A la gente le encantaba eso de mí. Algunos buenos, otros malos. Polvos rápidos en lugares oscuros de los clubes. Entre bastidores. Trastiendas. Autos. Secretos. Despertamos en camas diferentes. Mi novio me "entregó" a su camello y viví con él hasta que un hombre mayor me convenció de escaparme con él a Ubicación. Él tenía 39 años (40 por un mes) cuando yo tenía 20 y vivimos juntos durante más de un año. Era una relación muy sexual, pero él se preocupaba por mí. Su casa estaba a un paseo de la playa y me encantaba. Era más saludable. Empecé clases de CC de nuevo y obtuve mi AA. Me ayudó con mis ataques de pánico y le oculté mi depresión. Mis padres lo conocieron y finalmente lo aceptaron. Hablamos de matrimonio. Pero él estaba fuera todo el día entre semana, yo no tenía trabajo y tenía una segunda vida para alimentar mi gran vacío que había comenzado después de que mi tío me usara. Además, le gustaba jugar a ser mi padre. Solo una de sus manías. Lo peor es que, igual que lo del contacto visual, decir "Que me jodan, papi" se convirtió en algo que hago automáticamente. Le fui infiel muchas veces cuando estaba con chicos de la playa a los que apenas conocía de nuestras escapadas de fin de semana. También con chicas. Me enamoré de un surfista y quise tener un hijo suyo e incluso dejé los anticonceptivos. Todo acabó mal y volví a casa de mis padres. Finalmente me diagnosticaron depresión maníaca y hablé con mi madre sobre todos los encuentros sexuales y abusos, y empecé a ir a un grupo. Cinco años después de ESA NOCHE, mi madre fue la primera persona a la que le conté sobre los cuatro chicos después del concierto. Aquello todavía me destroza la vida, el amor y el quererme a mí misma. Me pregunto si los chicos buenos no quieren estar conmigo porque tengo los pechos pequeños. Tomo medicación y soy funcional.

    Estimado lector, la siguiente historia contiene lenguaje homofóbico, racista, sexista o despectivo que puede resultar molesto y ofensivo.

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    De un sobreviviente
    🇺🇸

    Mi camino del dolor al propósito - name

    Como hombre que sufrió abusos y vio a mi madre y a mi hermana sufrirlos conmigo, aquí está mi historia. La he convertido en un libro llamado Nombre del libro que se publicará en 2025, con la esperanza de que mi historia ayude a otros que han guardado silencio a hablar y alzar la voz. Al crecer en la Ciudad de los años 60, el temperamento explosivo de mi padre dominaba nuestra casa como una tormenta que nunca dejaba de rugir. Sus palizas eran un ritual, impredecibles pero inevitables. Su cinturón era su arma preferida, y yo era el objetivo. Primero vino el ataque verbal. "¡No vales nada!", gritaba, escupiendo sus palabras venenosas antes de soltar el cinturón sobre mí. El crujido del cuero contra mi piel era agudo, pero lo que más me dolía era el miedo que me llenaba a cada momento. Sus ataques eran brutales e implacables, y aprendí rápidamente que llorar solo lo empeoraba. Desarrollé un mantra para sobrevivir: "Yo no estoy loca; él sí". Grabé esas palabras en la pared debajo de mi cama y me aferré a ellas como a un salvavidas, aferrándome a la idea de que esta locura no era culpa mía. Pero ningún mantra podía protegerme del dolor ni de las cicatrices que dejaba cada paliza. Mi cuerpo se llenaba de moretones y ronchas, y llevé esas marcas hasta la edad adulta, ocultas bajo capas de ropa y sonrisas falsas. A los seis años, un momento de curiosidad casi me mata. Estaba jugando afuera, lanzando palos al barril en llamas de un vecino, cuando una chispa prendió en mi chaqueta de nailon. En segundos, estaba envuelta en llamas. Mientras gritaba y corría, con la espalda ardiendo, un vecino me derribó en la nieve, salvándome la vida. En el hospital, mientras los médicos curaban mis quemaduras de tercer grado, el miedo a mi padre eclipsó el dolor. Cuando regresé a casa, todavía cubierto de vendajes, la violencia de mi padre continuó. Me abofeteó por no haber asistido a la fiesta que había organizado para mi regreso. El mensaje era claro: ningún sufrimiento me haría merecedor de su compasión. Su crueldad era implacable, y comprendí que casi morir no había cambiado nada. A medida que las cicatrices físicas del incendio sanaban, las emocionales se agravaban. Vivía con miedo constante, sin saber cuándo me volvería a golpear. Sus pasos me daban escalofríos; cada paso me recordaba que nunca estaba a salvo. Incluso después de su muerte en año, su influencia se cernía sobre mí. Sentí alivio de que se hubiera ido, pero el dolor y la ira no resueltos persistían. Intenté reinventarme en la universidad, dedicándome por completo a la academia y al trabajo. Estaba decidida a escapar del trauma, pero por mucho que corriera, me perseguía. La violencia que sufrí de niña pronto se convirtió en violencia que me infligí a mí misma. A los veinte, la bulimia se convirtió en mi forma de afrontarlo. Me daba atracones de comida y me purgaba, como si vomitar pudiera expulsar el dolor que había cargado durante tanto tiempo. Era un ritual retorcido de control, y sin embargo, no tenía ningún control. Después, me desplomaba, con el cuerpo agotado, pero mi mente aún atormentada por recuerdos incontenibles. Cada ciclo prometía alivio, pero nunca duraba. El ejercicio obsesivo se convirtió en otra vía de escape. Pasaba horas en el gimnasio, llevando mi cuerpo al límite, creyendo que si lograba perfeccionar mi apariencia, de alguna manera podría reparar mi interior. Fortalecí mis músculos para protegerme, pero el espejo siempre reflejaba la verdad: ojos vacíos que me devolvían la mirada, el vacío siempre presente. Incluso mientras ascendía en mi carrera, convirtiéndome en ejecutivo corporativo, la persistente inseguridad persistía. Tuve éxito, pero el éxito no curó las heridas que dejó mi padre. También busqué consuelo en desconocidos. Los encuentros fugaces se convirtieron en una forma de llenar el vacío interior, ofreciéndome un escape temporal del dolor implacable. Pero después de cada encuentro, el vacío regresaba, más intenso que antes. Ninguna carrera, levantamiento de pesas o sexo podía llenar el enorme vacío en mi corazón. Me estaba adormeciendo, no viviendo. No fue hasta que busqué terapia que comencé a enfrentar los traumas que había enterrado tan profundamente. Mi primer terapeuta me sugirió escribir cartas a mis padres, pero no me atreví. Tuve que encontrar al terapeuta adecuado, alguien que me impulsara a ir más allá de la superficie, para finalmente comenzar el proceso de sanación. Poco a poco, desenredé las capas de dolor, enfrentando no solo el abuso de mi padre, sino también el daño autoinfligido que me había seguido imponiendo durante años. Mi esposa, nombre, se convirtió en mi mayor apoyo, ayudándome a desentrañar las capas y a enfrentar la oscuridad que había ocultado durante tanto tiempo. Juntos, construimos una vida de amor y conexión, pero incluso en esos momentos más felices, las sombras de mi pasado nunca me abandonaron. Cuando mi madre falleció en fecha, encontré un cierre en nuestra complicada relación. El perdón, tanto para ella como para mí, se convirtió en una parte esencial de mi sanación. Hoy, uso mi historia para animar a otros a hablar y romper el silencio en torno al abuso. El dolor que soporté no fue en vano. Creo que nuestro pasado puede alimentar nuestro propósito y que, en última instancia, nuestro dolor puede convertirse en nuestro poder.

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    De un sobreviviente
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    Que se joda la universidad

    Mi historia comenzó cuando tenía 16 o 17 años. Trabajaba en un restaurante y estaba enamorada de mi jefe, que era mayor que yo. Cuando digo mayor, me refiero a 35. Creía que ya era mayor, aunque solo era una bebé, y él no tenía ningún problema en aprovecharse. Lo que me ocurrió durante aproximadamente un año y medio me atormenta y horroriza. Todo culminó con un intento de suicidio justo después de cumplir los 18. Luego busqué ayuda y me fui a la universidad. Se suponía que este sería mi nuevo comienzo. Lamentablemente, no fue así. Conocí a un monstruo, una persona que me sigue en mis pesadillas y me despierta de un sueño profundo cada noche cuando sueño con su rostro. Yo seguía siendo inocente y creía que me amaba. En cambio, me puso un bebé dentro y me golpeó y violó con tanta saña cuando se enteró que pensé que iba a morir por la cantidad de sangre. Sufrí un aborto espontáneo y me desmoroné una vez más. Seguía teniendo solo 18 años. Intenté suicidarme una vez más, lo que me llevó a un hospital psiquiátrico infernal. Me despojaron de toda mi ropa y de todas mis opciones. Sufrí dolores todo el verano y sufrí ataques de pánico tan fuertes que me despidieron del trabajo y necesitaba atención médica cada vez que ocurrían. No pude asistir a clases durante un año y medio. Mi monstruo seguía apareciendo, ahora en forma de detonantes. Un sombrero blanco, el olor a colonia, incluso un tono de voz particular. En todo esto, la policía del campus me hizo sentir que era mi culpa. Sé que nadie en la tierra pediría esto. Si fue mi culpa, y yo la pedí, ¿por qué sigo muriendo de dolor cada día tres años después?

    Estimado lector, esta historia contiene lenguaje autolesivo que puede resultar molesto o incomodo para algunos.

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    Sobreviviente

    Si estás leyendo esto, debes saber que no estás sola. Cuando tenía 15 años y acababa de regresar de un tratamiento para trastornos alimenticios, me sentía sola, perdida y vulnerable. No tenía ninguna experiencia sexual; de hecho, aún no había dado mi primer beso. Una noche fui a una pequeña fiesta y bebí mucho sin conocer mis límites porque nunca antes había bebido. En resumen, perdí el conocimiento y solo recuerdo fragmentos de la noche. Por desgracia, tengo algunos recuerdos que nunca podré olvidar. Un chico completamente sobrio vino a la fiesta y terminó aprovechándose de mí. Recuerdo despertar al día siguiente con dolor y encontrar sangre en mis pantalones cortos. Me convencí de que lo había buscado y que era mi culpa. Aunque me dé asco decirlo, incluso me sentí un poco especial porque alguien me encontrara lo suficientemente atractiva como para tener sexo. Estaba confundida y no entendía. Pasaron muchas cosas después de esa noche y, al final, me sentí como una basura usada que ya había sido tirada. Me llevó un tiempo comprender lo que realmente me había sucedido. He estado trabajando en mi proceso de sanación durante años desde aquella noche, pero sigo luchando constantemente. A veces me pregunto si tal vez solo estoy siendo dramática y soy la única culpable de lo que pasó. Sé en el fondo que no es cierto, pero es algo difícil de procesar. Sinceramente, estoy enojada. Me enoja que este chico nunca haya asumido ni asumirá la responsabilidad, y que pueda vivir una vida sin el trauma y el dolor que siento a diario. Me rompe el corazón por mí y por todas las demás víctimas que han experimentado el SA. Mi objetivo final al compartir mi historia es que al menos una persona pueda identificarse y sentirse menos sola. Quiero que se den cuenta de que lo que les pasó no es su culpa y que les creo. Espero que todos sepan lo importantes que son.

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  • Mensaje de Sanación
    De un sobreviviente
    🇺🇬

    Aún no he sanado, pero rezo para que algún día me liberen.

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    Actividad de puesta a tierra

    Encuentra un lugar cómodo para sentarte. Cierra los ojos suavemente y respira profundamente un par de veces: inhala por la nariz (cuenta hasta 3), exhala por la boca (cuenta hasta 3). Ahora abre los ojos y mira a tu alrededor. Nombra lo siguiente en voz alta:

    5 – cosas que puedes ver (puedes mirar dentro de la habitación y por la ventana)

    4 – cosas que puedes sentir (¿qué hay frente a ti que puedas tocar?)

    3 – cosas que puedes oír

    2 – cosas que puedes oler

    1 – cosa que te gusta de ti mismo.

    Respira hondo para terminar.

    Desde donde estás sentado, busca objetos con textura o que sean bonitos o interesantes.

    Sostén un objeto en la mano y concéntrate completamente en él. Observa dónde caen las sombras en algunas partes o quizás dónde se forman formas dentro del objeto. Siente lo pesado o ligero que es en la mano y cómo se siente la textura de la superficie bajo los dedos (esto también se puede hacer con una mascota, si tienes una).

    Respira hondo para terminar.

    Hazte las siguientes preguntas y respóndelas en voz alta:

    1. ¿Dónde estoy?

    2. ¿Qué día de la semana es hoy?

    3. ¿Qué fecha es hoy?

    4. ¿En qué mes estamos?

    5. ¿En qué año estamos?

    6. ¿Cuántos años tengo?

    7. ¿En qué estación estamos?

    Respira hondo para terminar.

    Coloca la palma de la mano derecha sobre el hombro izquierdo. Coloca la palma de la mano izquierda sobre el hombro derecho. Elige una frase que te fortalezca. Por ejemplo: "Soy poderoso". Di la oración en voz alta primero y da una palmadita con la mano derecha en el hombro izquierdo, luego con la mano izquierda en el hombro derecho.

    Alterna las palmaditas. Da diez palmaditas en total, cinco de cada lado, repitiendo cada vez las oraciones en voz alta.

    Respira hondo para terminar.

    Cruza los brazos frente a ti y llévalos hacia el pecho. Con la mano derecha, sujeta el brazo izquierdo. Con la mano izquierda, sujeta el brazo derecho. Aprieta suavemente y lleva los brazos hacia adentro. Mantén la presión un rato, buscando la intensidad adecuada para ti en ese momento. Mantén la tensión y suelta. Luego, vuelve a apretar un rato y suelta. Mantén la presión un momento.

    Respira hondo para terminar.