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La persona que me hizo daño era un...

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Cuando esto ocurrió, también experimenté...

Bienvenido a Our Wave.

Este es un espacio donde sobrevivientes de trauma y abuso comparten sus historias junto a aliados que los apoyan. Estas historias nos recuerdan que existe esperanza incluso en tiempos difíciles. Nunca estás solo en tu experiencia. La sanación es posible para todos.

¿Cuál cree que es el lugar adecuado para empezar hoy?
Mensaje de Sanación
De un sobreviviente
🇨🇴

poder seguir adelante y pasar un poco la pagina

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    De un sobreviviente
    🇨🇴

    No tengo recuerdos claros y siento mucha culpa

    Mi historia es un poco larga. Cuando tenía 15 años o 16 años, vino a mi mente el recuerdo de cosas que habían ocurrido cuando yo tenía entre 4 y 5 años. Dos tíos abusaron de mí. Los recuerdos sobre esto nunca han sido claros y ahora, muchos años después, todo se ha vuelto más lejano y confuso y he dudado varias veces de mí misma y de mi historia. Hay otras cosas que pasaron en mi infancia que sí recuerdo con más claridad: cuando tenía entre 7 y 8 años, vi a mis papás teniendo relaciones sexuales a mi lado (esa noche me había pasado a dormir con ellos en su cama). Tiempo después, se repitió la situación, pero con mi padrastro y mi mamá. También cuando tenía entre 7 y 8 años, estaba revisando unos CD'S en el DVD que había en la casa para marcarlos según el género musical o según la película que fuera. Uno de los CD'S, era una película porno. Como casi siempre, me encontraba sola en mi casa, entonces la vi completa. No recuerdo si me masturbé. Sé que desde muy niña me frotaba con peluches, muñecas y otros objetos, aunque sin mucha conciencia de lo que hacía, pero estaba presente el miedo a ser vista. Hay algo que me atormenta en este momento: cuando tenía 6 o 7 años, mi prima (ella un año mayor) y yo jugábamos a imitar algunas posiciones de un libro de kamasutra que había en su casa. También tengo leves recuerdos de una vez que, mientras nos bañábamos, frotamos nuestras partes íntimas. No sé si esto se dio en el marco de una curiosidad bilateral y por el contenido del libro al que habíamos estado expuestas o si fui yo quien generó la situación y la persuadió a ella de hacerlo o si la manipulé. No recuerdo que haya sido así, pero me da miedo que sí. ¿Y si imité lo que hacía mis tíos conmigo o lo que vi en contenido al que estuve expuesta? Siento miedo, culpa y vergüenza. Además, hace medio año, recordé que cuando tenía 10 años y cargué a mi hermanita en mi piernas (que estaba como de un mes), sentí un estímulo placentero en mi zona íntima por el contacto. Cuando esta imagen vino a mí (tampoco fue clara, como mis otros recuerdos) sentí culpa, pero no escaló a más porque entendí que fue una reacción física y nada más. Pero luego no podía dejar de pensar en ello y me cuestionaba si había prologando o intensificado el contacto y sentí muchísima culpa, asco y vergüenza. Fue tan fuerte, que tuve un episodio de TOC y siento que aún no he podido salir de ahí, porque ahora me inundan las dudas sobre lo sucedido con mi prima.

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  • La sanación no es lineal. Es diferente para cada persona. Es importante que seamos pacientes con nosotros mismos cuando surjan contratiempos en nuestro proceso. Perdónate por todo lo que pueda salir mal en el camino.

    Tomarse un tiempo para uno mismo no siempre significa pasar el día en el spa. La salud mental también puede significar que está bien establecer límites, reconocer las emociones, priorizar el sueño y encontrar la paz en la quietud. Espero que hoy te tomes un tiempo para ti, de la manera en que más lo necesitas.

    Mensaje de la Comunidad
    🇺🇸

    ACABA CON LA CULPABILIZACIÓN DE LAS VÍCTIMAS. NO ES TU CULPA.

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    De un sobreviviente
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    Name, solo tenía 6 años

    Tenía alrededor de 6 años, cierro los ojos y es cómo si volviera a vivir en carne propia el recuerdo, me acuerdo del ruido de la televisión, el olor del desayuno que estaba comiendo, yo solo estaba viendo caricaturas. El, un hombre de alrededor 50 años me cargó y me acomodó en sus piernas, y deslizó su mano por debajo de mis panties, TENÍA 6 AÑOS y ahí empezó mi historia de abusó sexual, una historia que me hubiese gustado no tener que experimentar. Yo hablé ya que mi mamá siempre me había enseñado a que nadie podía tocar mis partes pero en ese entonces mi mamá no tenía los recursos, vivíamos en casa de una prima (la hija de mi abusador) y nadie me creyó, dijeron que era mi imaginación. Otros sucesos pasaron cometidos por la misma persona, me arrebató mi inocencia y me rompió en pedacitos… pese a que yo hablé la primera vez, las otras veces me quedé callada porque nadie me creyó, nadie me protegió y nadie me escuchó más que mi mamá pero en ese entonces ella estaba luchando con un problema de alcoholismo y toda la familia nos dio la espalda. Después de un tiempo dejé de ver a mi abusador pero a los 8 años me volvió a pasar pero esta vez por el esposo de mi tía (la hermana de mi mamá) ellos han sido casados desde que mi tía tiene 16 años hasta el presente. Fuimos de visita a casa de mi tía, era diciembre entonces mi mamá salió con mi tía a comprar cosas para la navidad, yo, mi hermano y mi primo (hijo de mi tía) nos quedamos al cuidado del esposo de mi tía, el en ese entonces era oficial de la policía. Yo estaba jugando con mi primo y mi hermano cuando él me llamó, él estaba sentado en la mesedora viendo las noticias cuando me sentó en sus piernas y yo inmediatamente me paralice puesto que la última vez que alguien me sentó en sus piernas me manoseo, esta vez fue diferente, solo me acaricio las piernas y yo solo sentí cómo algo duro me rozaba mis glúteos, me paralicé y no sabía que hacer, hasta que tuve la fuerza y me bajé. Nunca hablé de mi segundo abusador y nunca lo he hecho, yo ya no vivo en Colombia pero cuando voy me toca actuar cómo si nada aunque por dentro sienta tantas cosas. Por mucho tiempo reprimí todo lo que me pasó, siempre decía que no me afectó y ahora a mis 22 años me está atormentando. Estoy comprometida con el amor de mi vida, siento que ha sido un regalo que Dios y la vida me dio después de tanto tormento pero hay veces que cuando vamos a tener intimidad y me toca siento una rabia en mi, ese tipo de rabia que te dan ganas de pegarle un puño en la cara a esa persona, y no lo entiendo, el no me ha hecho nada? El solo me ha ayudado y me ha tratado con amor y me ha demostrado lo mucho que me respeta y me ama, siempre quise evadir el tema y reprimirlo, no hablar de ello y pretender cómo que no me afectó pero ya llegué a un punto donde me dan unos ataques de ira que ni yo me reconozco, donde termino lastimándome a mí misma o sacando esa ira en mi prometido, hace unas noches por fin en medio de una ataque de ira donde terminé azotandome la cabeza en la pared solo repetía “no me deja en paz, me persigue, sácalo de mi cabeza” estaba en un estado de crisis y mi prometido solo pudo sujetarme en sus brazos mientras me preguntaba quién me perseguía y fue la primera vez que dije su nombre en voz alta, “Name, el hombre que me violo y me robo mi inocencia no sale de mi cabeza” no podía hablar, las lágrimas y gritos de desesperación eran más que las palabras, en ese momento me di cuenta que no importa cuánto allá crecido aquella niña de 6 años sigue dentro de mi, está enojada, está triste y rota. Mi pareja es abogado entonces el fue quien me habló sobre me too movement, me dijo que me hiciera justicia y lo denunciara pero que si no me sentía lista por miedo que navegara las opciones que me too ofrece y que quizá empezara por contar mi historia, por unos días habría la página y solo me quedaba paralizada, pero hoy me anime, ya no merezco ser prisionera de un dolor que no fue mi culpa aunque por mucho tiempo he sentido que lo es, me siento perdida y no quiero que mi pasado defina mi presente, la vida me está dando oportunidades bonitas pero mi abusó sexual no me deja avanzar, cómo me saco esta rabia que siento por dentro? Porque me volví un ser tan agrio y amargo, porque me enojo por todo? Porque no puedo disfrutar la intimidad con mi pareja si es delicado conmigo? Parece que entre más delicado es más rabia siento por dentro. Me siento muy sola y perdida. Quiero este dolor fuera de mi

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  • “Creemos en ustedes. Sus historias importan”.

    Historia
    De un sobreviviente
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    Atrapados en casa y anhelando la vida

    Testimonio de una joven del Golfo Soy una joven de un país del Golfo. Desde fuera, mi familia parece "normal" y religiosa. Desde dentro, crecí en una casa que parecía una jaula. De niña, ni siquiera tenía habitación propia. Mi cama y mi armario estaban en un pasillo estrecho entre la habitación de mi padre, el baño y la cocina. Encima de mi cama, había una ventana que daba directamente a donde dormía y usaba mi teléfono. Recuerdo estar sentada en la cama, intentando distraerme con el teléfono, y de repente sentir su mirada fija en mí. Levantaba la vista y lo veía observándome por la ventana, en silencio, como si pensara que no me daría cuenta. No había hecho nada malo. Siempre fui "la hija obediente". Pero la forma en que me miraba era aterradora: sus ojos, su rostro. Sentía que me vigilaban en mi espacio más privado. Una niña pequeña, sin puerta que cerrar, sin rincón donde sentirme segura. También estuve prácticamente prisionera desde la infancia. No me permitían salir como a los demás niños. Mi mundo era la casa, la escuela y viceversa. De niño me pegaban y me decían que era "disciplina". Y hasta el día de hoy, sigo sin poder tener amigos ni una vida social propia. Incluso las amistades normales se consideran algo peligroso o vergonzoso. Mis recuerdos de infancia están llenos de golpes de mis padres. Si lloraba o intentaba hablar de cómo me sentía, mi madre me decía cosas como: "Estás exagerando". "Te estás imaginando". "No es tan grave". Una vez, después de que mi padre me humillara delante de todos, fui a verla llorando, esperando que me consolara. Me miró con ojos fríos y me dijo: "No deberías llorar". El mensaje siempre era el mismo: Tus sentimientos no son reales. Tú eres el problema, no la violencia. Hoy, mi padre me mantiene prácticamente prisionera en casa. Soy adulta, pero él aún controla mis movimientos y mi vida. Si saliera a tomar un café sin que él lo supiera y se enterara, no creo que me matara, pero sí me castigaría con dureza: me golpearía, me encerraría aún más, me haría la vida imposible. Vincula su "hombría" a controlarme. Le da más miedo el "qué dirán" que el daño que le está haciendo a su propia hija. La mayoría de mis familiares lo ven como algo normal. Para ellos, es simplemente "un padre estricto" protegiendo a su hija. Para mí, es una prisión y una forma de abuso constante. Mi habitación ahora es mi único espacio real. Si no hubiera tenido mi propia habitación, siento que ya me habría vuelto loca. Esa pequeña habitación es el único lugar donde puedo respirar, leer, pensar, llorar y ser yo misma, aunque el resto de la casa siga sintiéndose insegura. Además, crecí en un sistema donde la religión y la cultura se usan para justificar lo que les pasa a chicas como yo. Me enseñaron que: • Soy "menos" que un hombre. • Mi herencia debería ser menor. • Mi mente y mi fe son deficientes. • Debo obedecer, ser paciente y aceptar lo que me hagan porque “esta es nuestra religión” y “esta es nuestra tradición”. Al mismo tiempo, veo un mundo donde: • Un hombre que reza y ayuna, pero es abusivo, aún puede ser considerado “un buen musulmán”. • A un no musulmán que ayuda a miles de personas se le puede decir que irá al infierno “sin importar lo que haya hecho”. Esto no me parece justicia. Lucho profundamente con estas contradicciones. Siento que vivo en una mentira construida por la historia, la religión interpretada por los hombres y una sociedad que normaliza la violencia contra las mujeres y las niñas. Hay cosas que aún no puedo describir con todo detalle, pero diré esto: Cuando una niña crece siendo controlada, vigilada, golpeada y silenciada en su propia casa, rodeada de personas que le dicen “esto es normal”, le deja heridas profundas. Aprende a reír, hablar y comportarse bien con los demás, pero en su interior lleva miedo, ira, tristeza y recuerdos que la atacan cada vez que está sola. Por todo esto, sufro a diario de maneras que no siempre son visibles. Vivo con miedo y ansiedad constantes en mi propia casa. Tengo recuerdos y pensamientos intrusivos sobre mi infancia y mi familia, especialmente cuando estoy sola. A veces siento que observo mi vida desde fuera, que no estoy realmente presente con los demás, ni siquiera cuando sonrío y hablo. Me cuesta conciliar el sueño, tengo oleadas repentinas de tristeza, dolores de cabeza y una opresión en el pecho. A menudo me siento culpable hacia mis hermanas y me debato entre querer escapar y sentirme atrapada por la responsabilidad y el miedo. Ha habido momentos en que el dolor ha sido tan intenso que he deseado desaparecer, aunque todavía intento aferrarme y continuar con mis estudios y mi vida. A menudo pienso en las niñas y mujeres de otros países que pueden caminar libremente, vivir solas, elegir su ropa, estudiar y trabajar sin que su existencia esté controlada por un hombre y todo un sistema social tras él. No les deseo mal. Les deseo más bien. Pero no puedo negar que siento dolor y envidia al ver que la vida que sería mi mayor sueño es algo en lo que simplemente nacieron. También pienso en mis hermanas menores. Sus infancias no fueron tan violentas físicamente como la mía. Mi padre se ablandó con ellas en comparación con lo que fue conmigo. Me alegra que se hayan librado de algo de lo que yo pasé. Al mismo tiempo, me rompe el corazón que yo haya sido quien absorbió la mayor parte de los golpes, el miedo y el daño temprano. Hago todo lo posible por no repetir el ciclo con ellas. No quiero convertirme en otra adulta cruel en su historia. Quiero ser una persona segura para ellas: alguien que las escuche, que no diga "te lo estás imaginando", que no menosprecie su dolor. Comparto esto porque quiero que la gente de fuera de nuestro mundo, especialmente aquellos en países que hablan de derechos humanos, derechos de las mujeres, libertad y dignidad, sepan que: • No todas las mujeres del Golfo son "ricas y consentidas". • Algunos somos prisioneros en nuestros propios hogares. • Algunos tenemos padres que usan la religión, la cultura y el honor como armas para controlarnos y quebrarnos. • Algunos sobrevivimos, pero no vivimos. No escribo esto para atacar una religión ni una cultura. Escribo esto para decir: Existimos. Nuestro dolor es real. Quiero que los sistemas, los gobiernos, los activistas y la gente común fuera de mi país entiendan que: • El abuso emocional, físico y psicológico en la familia no es disciplina. Es violencia. • Encerrar a una joven en casa y controlar cada movimiento que hace no es protección. Es encarcelamiento. • Decirle a un niño que sus sentimientos son exagerados o producto de su imaginación no es crianza. Es manipulación psicológica y negligencia emocional. No sé cómo será mi futuro. Ahora mismo, intento sobrevivir, estudiar y construir un pequeño mundo interior donde todavía creo que merezco la libertad, aunque mi realidad me la niegue. Si lees esto desde un hogar seguro, en un país donde una niña puede salir de casa sin miedo a ser golpeada o repudiada, por favor, no lo des por sentado. Hay chicas como yo que lo darían todo por tener lo que tú consideras "una vida normal". Espero que al compartir mi historia, aunque sea anónimamente, no solo me esté "quejando", sino sumando una voz más a la evidencia de que este tipo de vida no es aceptable, no es "normal" y no se justifica por ningún sentido real de justicia o compasión. Merecemos algo mejor. Yo merezco algo mejor.

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    Sobreviviendo a una violación en grupo

    El año pasado me violaron en grupo. Tengo un zumbido en los oídos llamado tinnitus que no ha parado desde entonces. Tengo pesadillas. Volé con mi madre a una boda en el extranjero. Estaba emocionadísima. Ella estaría ocupada con sus amigos y su prima, y yo podría pasar tiempo con mi genial prima segunda, dos años mayor que yo. Después de la cena de ensayo, salimos. Fue divertido porque allí no tenía permiso para beber, aunque la edad legal era menor que en mi provincia, pero no revisaban la identificación. No bebí mucho porque no era lo mío y tenía novio, pero pude ir a algunos bares y luego a una discoteca pegada a un hotel. Nos divertimos muchísimo hasta que conocimos a dos soldados uniformados que eran guapísimos y nos separaron de sus amigas por nuestro aspecto. Mi prima es guapísima. Tenían una habitación privada en la discoteca y había varios soldados y también dos prostitutas. A esas prostitutas definitivamente les disgustaba que estuviéramos allí. Quería salir de todas formas, y las chicas guapísimas que nos invitaron fingieron entendernos y nos sacaron de allí. Estúpidamente, dejamos que nos llevaran a su habitación de hotel, donde dejaron de lado el rollo romántico y nos obligaron a desnudarnos al ritmo de la música. Nos enseñaron una pistola que tenían en un cajón. Estaba aterrorizada. Nos obligaron a tumbarnos boca abajo, inclinadas sobre la cama, una al lado de la otra, y así tuvieron sexo. Se intercambiaron como si fuéramos intercambiables antes de acabar dentro de nosotras sin protección. Nos tomamos de la mano. Yo lloraba mientras mi prima intentaba ser fuerte y animarme. No nos permitieron salir y nos escondieron la ropa. Antes de quitarnos los teléfonos, tuvimos que escribirles que nos quedábamos en casa de un amigo de mi prima. Luego llamaron a otros dos soldados, uno de ellos un tipo alto, moreno y enorme, con músculos de culturista. Fue un desastre conmigo. Nos hicieron bailar y luego tuvimos que usar la boca con las chicas que nos habían atraído allí mientras las otras dos tenían sexo con nosotras. Vomité y mi prima lo limpió, pero luego empezó de nuevo. Tenían cocaína y nos obligaron a esnifarla de sus partes y a esnifarla de nosotras. Vino otro y creo que solo fueron esos cinco durante la noche, pero no paraban de violarnos y obligarnos a hacer cosas incluso cuando nos desmayábamos. Me hubiera gustado estar más inconsciente, pero la cocaína te despierta tanto. Quiero recordar menos y pensar menos en todo. Nos duchamos muchas veces. El moreno grande se orinó encima de mí y en mi boca, en la ducha. Lo hizo más de una vez como si yo fuera su retrete. Los otros hombres incluso tuvieron que decirle que se calmara cuando me hacía gritar, me gustaban sus dedos y me los metía en el culo, pero no cuando me hacía arrastrarme como un perro usando mi pelo como correa. Recuerdo que uno de ellos llamó a sus amigos para decirles que subieran el volumen de la televisión al máximo para ocultar el ruido en nuestra habitación. Vieron las noticias deportivas en la televisión. Hicieron que mi prima y yo nos besáramos y cosas así. No podía fingir que era una fiesta divertida como mi prima hacía a veces y me animaba a hacer. Intentó desviar parte de su atención de mí una y otra vez. La amo por eso, pero no me dejaron en paz. Estaban obsesionados con mi pecho. No les importó que estuviera obviamente angustiada y enloqueciendo, ni que en mi país me faltaran tres años para la edad de consentimiento. Ahí estaba, la edad mínima. Nos despertamos por la mañana en una de las camas, solo los dos soldados durmiendo en el suelo. ¡El negro se había ido! Volvieron a tener sexo con nosotras y otro hombre mucho mayor, al que llamaban SIR, entró y tuvo sexo con nosotras, pero sobre todo conmigo. Lo animaron y me dolía la cabeza y lloraba, y pareció durar una eternidad. Finalmente recuperamos la ropa, pero nos llevaron a un brunch con su ropa habitual. Me enseñaron fotos en sus móviles que parecían divertidas y nos advirtieron de lo mal que estaría si decíamos algo diferente a que habíamos tenido una buena fiesta. ¡Una buena fiesta en el infierno! Antes de eso, solo había tenido sexo con mi único novio. ¡Una noche infernal y ahora mi número era siete! Tuvimos que empezar a prepararnos para la boda de inmediato y estaba agotada. Mi prima me escondió y me eché una siesta con vestido, peinado y maquillaje hasta el último minuto. Lloré en la ceremonia, pero no en la boda. Tenía tanto dolor de vagina, músculos y cerebro que me emborraché tanto en la recepción que apenas recuerdo nada. Fue parte del viaje en avión a casa. Le conté la verdad a mi madre al volver y se puso como loca, al igual que mi padre. Intentaron llamar allí, al hotel y a otros sitios, pero la policía no hizo nada. Vi llorar a mi padre por primera vez mientras le contaba toda la historia. Mi novio no lo soportó y me dejó. Voy a terapia de grupo. Tomo una pastilla todos los días y ahora tomo benzodiacepinas para la ansiedad. Intento ocultar mi pecho grande bajo ropa holgada, cuando antes lo usaba para llamar la atención. ¡Qué idiota! Mi prima no parece tener los traumas ni las pesadillas que yo tengo. En su país, terminan la secundaria hasta dos años antes que nosotros y los tratan como adultos antes. Una vez le dije cosas malas por eso. Me perdonó, pero hablamos mucho menos desde que le pregunté si siempre tenía sexo grupal. Me sentí fatal porque incluso dejó que tuvieran sexo anal con ella para alejarlos de mí. Se notaba que le dolía mucho, pero en ese momento solo pensaba en mi propia supervivencia. Mi infancia se acabó, pero no me siento adulta. Su consejo es: «No dejes que te deprima». ¡Como si tuviera otra opción! Fue a terapeuta una vez porque su madre pidió cita y no piensa volver. ¡Su vida no cambió en absoluto! Trabaja en recepción en una empresa de tecnología y, además, modela, y sigue yendo a fiestas, clubes y citas. ¿Cómo? Es increíble cómo la actitud ante algo así puede ser tan diferente en distintos países. Ahora soy una víctima y suelo sentirme así. Definitivamente dañada. Todos en mi escuela saben por qué. Soy ESA chica. Mi nuevo novio, más maduro, es comprensivo, pero me siento como una pequeña carga triste para él. A veces soy hipersexual y no puedo evitarlo. Es un mecanismo de afrontamiento que les ocurre a algunas víctimas de agresión sexual. No lo busqué. Me preocupa que mi novio no confíe en mí por eso. Un amigo mayor, mi vecino desde hace años, se aprovechó de mí después de que le conté lo que pasó en su casa. Tuvimos sexo y luego se sintió culpable por excitarse con mi historia de violación. Lo admitió y me pidió perdón. El sexo me ayudó a calmar el zumbido de oídos por breves periodos, así que lo hice con él más de una vez al día durante un tiempo hasta que mi padre empezó a sospechar algo y habló con él. Desde entonces, no confío en mí misma. Quiero casarme con mi novio, en gran parte, solo para protegerme y demostrarle que lo amo y soy leal, aunque no estoy segura de poder serlo. Me preocupa no poder amar como una persona normal. Me preocupa alejarlo por ser demasiado dependiente y querer casarme con él tan pronto. Lo necesito más de lo que él me necesita a mí. ¿Será así siempre en las relaciones de las víctimas de violación? Me esfuerzo mucho en la escuela para no arruinar mi futuro. Es muy difícil concentrarme. Me zumban los oídos constantemente. Gracias por escuchar.

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  • “He aprendido a abundar en la alegría de las cosas pequeñas... y de Dios, la bondad de las personas. Desconocidos, maestros, amigos. A veces no lo parece, pero hay bondad en el mundo, y eso también me da esperanza”.

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    De un sobreviviente
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    Esa noche mi hermano me tocó.

    No sé si lo que me hizo mi hermano se puede clasificar como abuso sexual. Me estaba quedando a dormir en su casa. Era tarde por la noche y estábamos viendo una película. En un momento dado, me preguntó si podía empezar a acurrucarme. De hecho, acepté, ya que somos muy cercanos y ambos disfrutamos del afecto físico. Mientras hacíamos cucharita, metió la mano debajo de mi camisa. No dijo nada, y yo tampoco. A medida que avanzaba la noche, alternaba entre caricias, besos en la cabeza o en un lado de la cara, y palabras de cariño. Le acaricié el brazo distraídamente porque me sentía incómoda allí tumbada. Finalmente, me preguntó "¿está bien?", refiriéndose a su mano subiendo lentamente por mi estómago. Le estaba dando el beneficio de la duda y seguía pensando que la acción era platónica, además de que me sentía bien, además de que soy tímida y me cuesta la confrontación, así que mi cerebro piensa que decir "no" a la gente es provocarla, así que dije "sí". En realidad no quería decirlo. No creo que quisiera decir "no", claro. No creo que quisiera decir nada en absoluto. Estaba cansada. Los dos lo estábamos. Sus caricias progresaron suavemente hasta el punto de acariciar la parte inferior de mis pechos. Fue entonces cuando empecé a cuestionar sus intenciones. Volvió a preguntar "¿está bien?". Volví a decir "sí". Cuando terminó la película, me asusté. La había estado usando para distraerme de lo que estaba pasando, y temía que, al no haber distracción, centrara toda su atención en mí e intentara hacer algo; así que me incorporé. Me apretó ligeramente la parte inferior del pecho mientras lo hacía, quizá a propósito, quizá por reflejo. Cuando se dio cuenta de que me estaba alejando de verdad, retiró las manos, dijo: "Lo siento. Tu hermano es un bicho raro", y se levantó para ducharse. Creo que en ese momento empecé a entrar en pánico. Fue lo que confirmó mis sospechas de que sus caricias realmente tenían una intención sexual. Había estado intentando engañarme a mí misma creyendo que eran afecto inocente, pero esas palabras me obligaban a afrontar la realidad de mi situación. Recuerdo que no paraba de hablar de temas sin sentido mientras desayunábamos porque temía que sacara a relucir lo que acababa de pasar y quisiera hablar de ello. No quería hablar de ello. Quería fingir que nunca había pasado. Todavía lo intento. Pero me atormenta. Él y su esposa (que habían estado durmiendo plácidamente en su habitación toda la noche) se fueron temprano por la mañana de luna de miel (yo estaba allí para cuidar la casa y había ido la noche anterior para pasar el rato con ellos antes de que se fueran). Una vez sola, me fui a dormir tranquilamente a su cama (con su permiso e insistencia, ya que no había otras camas en el apartamento). Mientras intentaba dormirme, aún podía sentir sus manos sobre mí, como una caricia fantasma. Me derrumbé en ese mismo instante. Me sentí culpable y asquerosa por no haberlo parado y por haberlo disfrutado también. Sentía que tal vez yo era la rara, y tal vez yo la que estaba convirtiendo esta interacción en algo inapropiado. Las semanas siguientes, intenté reprimir mis sentimientos. Unos días antes de Navidad, estaba en un avión con mi madre, a punto de empezar nuestras vacaciones. Estaba cerca de la regla y tenía los pechos sensibles. Eso desencadenó algo en mí y de repente lloré ahí mismo, en público. Ese dolor vago me recordó la sensación de aquel apretón que me dio en el pecho. Mi madre me vio a punto de llorar, pero mentí y le dije que era solo porque estaba cerca de la regla y me sentía deprimida (llevó un tiempo luchando contra la depresión, y ella lo sabía). Durante el viaje, tuve flashbacks aleatorios de esa noche, a veces incluso acompañados de náuseas. Sentía que estaba exagerando mi reacción mental, ya que no me habían violado y no debería estar traumatizada por un contacto que apenas puede considerarse íntimo. Al volver a casa, hice algo de lo que no sé si me arrepiento: hablé con él. Le envié un mensaje largo (vive en otra ciudad, lo que me dio más seguridad al confrontarlo) del que apenas recuerdo nada, salvo que mencionaba "esa noche" y cuánto me había afectado. Me derrumbé al escribirlo, y probablemente no era muy coherente. Mi hermano me envió muchas respuestas cortas en ráfagas rápidas al verlo. Se disculpó profusamente. Dijo "No sé qué me pasa", "Buscaré ayuda psicológica", entre muchas cosas que no recuerdo. Eso me asustó un poco. ¿Para qué necesitaba ayuda psicológica? ¿Estaba admitiendo que tenía impulsos que no podía controlar? Pero no dije nada al respecto. Tenía miedo de acusarlo, y me aseguré de aclarar que yo también era culpable por no poner límites. Ambos nos respondíamos sin pensar. Estábamos en pánico y llenos de adrenalina. Tenía miedo de perderlo. Era mi único vínculo en la ciudad donde vivíamos (muy lejos de la nuestra, donde viven nuestros padres y mis amigos). No quería molestarlo, porque es una persona muy sensible y ya me sentía culpable por cómo reaccionaba. Resolvimos el asunto por mensaje. Pero no lo hicimos. En absoluto. Fingí que sí, pero seguía atormentada por las dudas y la paranoia. Más que las caricias, lo que me atormentaba eran sus palabras: "Lo siento. Tu hermano es un bicho raro". Me conmovieron profundamente. Solo quería negar lo sucedido, pero esas palabras no me lo permitieron. La historia continúa hasta el día de hoy, pero no quiero escribir demasiado sobre las consecuencias de "esa noche", ya que escribiría demasiado y quiero centrarme en si fue un caso de abuso. En este punto, me siento un poco más centrada y capaz de aceptar que lo sucedido tuvo un trasfondo sexual. Todavía me siento avergonzada y culpable. Consentí algunas caricias. No estoy segura de si quería, pero lo hice. Normalmente, eso me haría pensar que fue un encuentro consentido y que ahora simplemente me arrepiento, pero hay muchos factores que también contribuyen a mi creencia de que esto también podría ser un caso de abuso. En primer lugar, mi hermano tenía 38 años en ese momento. Yo tenía 20, lo cual sí, es una adulta, pero aun así; él es mi hermano mucho mayor. Ya era casi un adulto cuando yo nací. Ha sido una figura de autoridad toda mi vida, aunque le gusta fingir que no lo es. Es un poco despistado en cuanto a lo que es apropiado o no en contextos sociales, pero creo que alguien de su edad debería saber que no debe meter la mano bajo la camisa de su hermana pequeña y subir tanto por su cuerpo que sus dedos rocen su areola. En segundo lugar, soy neurodivergente, aunque no se lo dije en ese momento. Sin embargo, cuando se lo conté, me dijo que ya sospechaba. A pesar de eso, siempre he sido callada y retraída, así que me molesta que empezara a tocarme bajo la apariencia de afecto inocente y luego esperara que yo pudiera expresar mi incomodidad cuando la situación se intensificara sin que él especificara qué iba a pasar. Tampoco creo que su forma de buscar consentimiento fuera nada productiva. Solo me preguntó si dos caricias específicas estaban bien, y solo después de empezar a hacerlas. No pidió permiso explícito para nada, salvo para los abrazos al principio. Lo que quiero decir es que yo era vulnerable. Soy joven, inexperta, autista, y él siempre ha sido un apoyo emocional y casi una figura paterna para mí. No sé cómo puede ser tan ingenuo como para pensar que no tiene ningún poder sobre mí. Quizás sí lo sabe, pero no estaba pensando en ese momento. Sigo sin entender por qué me tocaría así. Me consuela un poco pensar que quizás no tenía ningún control sobre ello después de todo. Pero no lo sé. Quizás sí. Soy adulta, después de todo. Y creo que se habría detenido si se lo hubiera dicho. Pero definitivamente nunca di mi consentimiento entusiasta. Me siento traicionada. Me siento perdida. Me siento enojada. Me siento triste. Llevo meses evitando pensar en ello. Esta noche, todo me volvió a la mente y me derrumbé de nuevo. De verdad que no sé qué hacer. No quiero contarle a nadie cercano lo que pasó porque me da vergüenza. Y desde luego no quiero contárselo a mis padres. En cierto modo, quiero cortar lazos con él, pero al mismo tiempo no lo hago porque creo que está arrepentido y no quiero entristecerlo. No puedo evitar ser ingenua. No sé si eso me reconforta o me avergüenza.

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    Acoso sexual grave

    Empezó como acoso sexual. Y lo dejé pasar. ¡No dejes que te pase! Era una becaria universitaria que cursaba mi especialización en gestión de la cadena de suministro. En la escuela de negocios, sabes que no se obtiene un título y ¡zas! Un trabajo te espera por arte de magia. A menos que ya tengas contactos. Era una mujer soltera que recibía ayuda financiera y no tenía prácticamente ningún contacto familiar. Necesitaba hacer algunos contactos mientras estudiaba para ascender. Es un mundo muy competitivo. Una época en la que no nos importa tanto dónde trabajamos, siempre y cuando tenga perspectivas de ascenso y de ganar dinero. Estaba haciendo prácticas en las oficinas corporativas de una empresa de alquiler de coches. Me dieron mi primera opción para una clase en la que teníamos que hacer prácticas en una empresa real. Mi grupo de cuatro estaba en sus oficinas de logística y no teníamos un trabajo definido en ese momento, pero mi escuela había enviado estudiantes durante un tiempo, así que teníamos una persona de contacto y una idea vaga de un proyecto que mi grupo de cuatro tenía que organizar y ejecutar para nuestro grado. Bueno, eso fue un poco torpe y seguí con la mala idea de planificar rutas de distribución más eficientes para los coches que entraban en la flota. Fue una ingenuidad, ya que la empresa contaba con auténticos profesionales que diseñaron el sistema. Pero, gracias a mis artimañas femeninas, un alto directivo me invitó a ayudar en mi tiempo libre. Solo yo. Aproveché la oportunidad y, en mis días libres, llegaba temprano por la mañana e intentaba ser parte del equipo. Era un ambiente muy masculino. Intenté quedarme a pesar de las pretensiones de trato especial. "¿No serás de esas feministas que se ponen a llorar a Recursos Humanos si un hombre te hace un cumplido o una palmadita en el trasero?", me había preguntado el hombre que me invitó primero. Lo llamaremos XX. Le aseguré que no, anticipándome a su respuesta. "Trabaja duro, diviértete mucho", fue algo que dije en mi negación de unos valores a los que obviamente se oponía. Así que las dos veces que XX me presentó como su amante, le seguí la broma. Otro error estúpido. Como ejemplo de mi entorno, después de que un hombre Y del departamento me enseñara a usar parte de un programa que calcula las faltantes de existencias, me hizo sentarme a probarlo y me dio un masaje que no pedí temprano por la mañana. Pues bien, XX se acercó y bromeó sobre que Y le había metido las manos a su novia. Tuvieron un momento de camaradería cuando el hombre Y le preguntó si hablaba en serio, diciendo algo sobre la esposa de XX, a lo que XX se retractó y dijo algo como: "Es solo una broma. Me encantaría en mis fantasías, pero es propiedad de la empresa, hermano". ¡¿Propiedad de la empresa?! ¡Estaba sentada allí mismo! Me tensé, pero intenté fingir que estaba absorta en la clase de informática mientras XX se iba y el hombre Y volvió a masajearme, pero esta vez con más intensidad. Bajó por mi espalda baja y la parte superior de los glúteos, luego por los brazos hasta los muslos, impidiéndome hacer cualquier trabajo mientras me rozaba el pecho con los antebrazos y las manos. Me sentí tan débil y casi paralizada cuando me obligué a levantarme para ir al baño, deteniéndolo. Podría haberlo hecho al principio, pero no lo hice. Más tarde, ese mismo día, XX me invitó a almorzar con él y a tomar una cerveza en un bar con mesa de billar. Tenía 20 años, pero no me pidieron el DNI porque estaba con XX. Casi nunca jugaba al billar y, mientras esperábamos la comida, él me "enseñó" a jugar. Se burló del cliché del cine y la televisión donde un hombre hace que una mujer se incline sobre la mesa de billar para disparar, solo para presionar su entrepierna contra su trasero en un gesto sugerente y luego inclinarse sobre ella con los brazos a cada lado para enseñarle a deslizar el palo. ¡Pero mientras bromeaba, me hizo esas cosas a mí! Fue un buen día para mis dos principales abusadores y un día horrible para mí. XX me abrazó mientras nos levantábamos riéndonos y, al parecer, ahora tenía licencia para abusar de mi cuerpo cuando quisiera. Me volví insensible en algunos aspectos, pero emocionalmente estaba más nerviosa. Me tocaban el trasero o me azotaban juguetonamente en el departamento, incluso por parte de un hombre Y. Algunos otros hombres eran muy coquetos. Me frotaban los hombros, me abrazaban incluso al saludo más breve con XX, y finalmente se suponía que también me acostumbraría a los pequeños besos en los labios. Sentía una constante angustia mental y una actitud defensiva. Mi cuerpo podía ser atacado en cualquier momento. ¡Pero no me defendí! Les decía claramente a XX y a algunos otros que quería ser respetada y considerada como una más y tener un trabajo allí cuando me graduara, y ellos lo afirmaban. Los dos principales abusadores me animaron, pero aun así me acosaron sexualmente. ¡Con mi bendición estúpida! El semestre terminó y seguí yendo a diario durante las vacaciones de verano. Era mi única vía de escape para un posible trabajo después de graduarme un año después. Estaba tan preparada que no fue un gran salto cuando XX me presionó para que se la hiciera en su oficina. Me negué con una sonrisa y un movimiento de cabeza, y él respondió con una justificación: que le debía una, que lo necesitaba en ese preciso instante. No aceptaba un no por respuesta. La primera vez que me arrodillé frente a su escritorio y lo tomé en mi boca, me temblaban las manos, se me saltaron las lágrimas y tuve que escurrir los mocos. ¡Yo era la que estaba avergonzada! Fue como una experiencia extracorpórea, y se me secó la boca hasta el punto de tener que pedirle un poco de su bebida energética. En mi interior, hubo un cambio enorme de inmediato. Quedé destrozada por todo orgullo y autoestima. Era como un zombi. Apenas comía. Mucho café. Aparecía, hacía los informes que se habían convertido en mi responsabilidad y, mecánicamente, le daba a XX su mamada diaria por la tarde en su pequeña y sosa oficina con una ventana pequeña. Empecé a tener migrañas ese verano. Conduje a casa para el 4 de julio y me emborraché tanto que acabé durmiendo con el exmarido de mi hermana, mucho mayor, en la parte trasera de su camioneta. Esa fue una terrible llamada de atención. Sabía que no podía fingir mucho más sin una crisis nerviosa, así que pasé mis dos semanas en la empresa de alquiler de coches donde trabajaba gratis. Para asegurar mi futuro, me aseguré de mantener un ambiente amistoso y de decir "sabes que volveré a trabajar aquí el año que viene". La idea de que todo el tiempo y la humillación que había invertido se perdieran en nada era un gran miedo. Me sometí a eso durante las últimas dos semanas. Tuve sexo rápido con XX dos veces encima y encima de su escritorio. Cedí a la presión extrema y también le hice una mamada a Y cuando lo mencionó explícitamente por una carta de recomendación. Sabía que lo hacía por XX. Ni siquiera tenía despacho propio y teníamos que usar las escaleras. Durante mi último año de universidad, me di cuenta de que estaba demasiado traumatizada como para volver allí. El grado de utilización y abuso que había sufrido se hizo evidente para mí, cuando antes no. Como si hubiera estado viviendo en una neblina de negación. Fue una época dolorosa. Fui un poco imprudente. Saqué una C en la asignatura optativa de economía de alto nivel que cursé. Acepté varias citas para evitar estar sola y, o bien me acosté con ellas, o bien me enfurecí. Al ver que necesitaba la falsa pasantía de alquiler de coches en mi currículum, les escribí a ambos abusadores para pedirles cartas de recomendación y recibí una buena del hombre Y, pero una muy impersonal y genérica de XX. Estaba tan abatida y enfadada. Finalmente, se lo conté a mi hermana, la que me confrontó por su exmarido. SE LO CONTÉ TODO Y ESE FUE MI PRIMER PASO HACIA LA RECUPERACIÓN. A desahogarme, a gritarme en el espejo, a golpear el saco de boxeo en un gimnasio al que me apunté, y a ver a mi primer psicólogo y psiquiatra. La terapia me ayudó más que el Celexa y el antipsych. El grupo de apoyo me ayudó aún más. Conocí a dos amigas para toda la vida que me apoyan en momentos de dolor. Debo repetir que no es mi culpa haber sufrido abuso, aunque en parte sí lo fue. ¡No dejes que te pase! Te quitarán todo lo que puedan. ¡Planifica tus límites ahora y sé asertiva! Denuncia el acoso inmediatamente. Al hacerlo, te convertirás en una heroína y protegerás a otras mujeres y a ti misma. Si ya has sufrido abuso, ¡sal de la situación y habla con alguien cuanto antes! ¡No ganas nada permitiendo que el abuso continúe! Hablar con alguien lo hace real y te permite comenzar a odiar menos y a aprender a amarte de nuevo. Mereces amor verdadero.

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    De un sobreviviente
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    DÉCADAS

    DÉCADAS Cuando tenía 22 años, estaba en el campus universitario con mis finanzas y decidí ir al coche a las 11 de la noche a buscar el pastel que habíamos traído de la cena. Un hombre se me acercó, lo saludé y procedí a buscar el pastel. El hombre se me acercó por detrás y me tiró al suelo intentando violarme. Grité, el tiempo se ralentizó y recuerdo haber oído a mi madre decir que las llaves de mi coche eran un arma, así que empecé a golpearlo con ellas. Me solté con dificultad, corrí hacia un edificio y me caí en el camino. Llegó un conductor que escuchó mis gritos a varias cuadras de distancia y llamaron a la policía. La policía incluso creyó haberlo atrapado y me mostró varias fotos de hombres parecidos, pero no pude identificarlo con certeza, así que lo liberaron. Después de esta agresión sexual, compré un arma, me mudé con mi prometido, tomé clases de defensa personal, leí libros y fui a un psicólogo que me diagnosticó TEPT debido a una ansiedad abrumadora que me paralizaba. El mundo ya no era seguro. Esto generó detonantes y me hizo recordar mi primera agresión sexual de adolescente en un autobús lleno de gente en otro país: un hombre mayor me presionaba la erección mientras yo me alejaba de él hacia la parte delantera del autobús, hasta que finalmente encontré a otra adolescente a quien pude sentar en su regazo para que el desconocido se detuviera. Han pasado 64 años desde que me atacaron en ese estacionamiento. Llevo 64 años felizmente casada y tengo una imagen positiva de mí misma. PERO, todavía no puedo usar faldas. Todavía no puedo ir sola a los estacionamientos de noche y me incomoda ir a cualquier sitio de noche. No puedo ver una película ni una obra de teatro que incluya agresión sexual, porque la ansiedad se vuelve abrumadora. Sigo teniendo la misma pistola.

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  • Creemos en ti. Eres fuerte.

    Historia
    De un sobreviviente
    🇦🇺

    Justicia por violación marital

    Antes de mudarme a California, viví en Pakistán. Esta historia es de 2008. Mi madre me convenció de casarme con un hombre acomodado, a pesar de que yo quería casarme con alguien que me había gustado en la universidad. El hombre con el que me casé tenía un carácter muy amable y respetuoso. Le conté la situación, pero me dijo que me enamoraría de él si le daba tiempo a la relación. Acepté con la condición de que durmiera en una habitación aparte y que no hubiera intimidad mientras yo decidía si lo aceptaba o me divorciaba. Poco a poco, intentó conquistarme. Primero, pidiéndome que me besara los pies, luego masajeándome las piernas y los hombros. Un día, como siempre, me pidió que me besara los pies mientras veía la televisión. Lo pillé mirando hacia abajo desde mi camisón. Me molesté. Se disculpó, pero luego me pidió que me masajeara los hombros. Acepté. Mientras me masajeaba los hombros, me levantó los brazos y me lamió las axilas. Me molesté mucho. Lo aparté y corrí al baño. Cuando salí, me agarró, me empujó al dormitorio, me obligó a subirme a la cama, me ató las muñecas y ató la cuerda a una silla cerca de la cama. Le rogué que parara y me resistí con todas mis fuerzas, pero me penetró. Empecé a llorar. Se disculpó, pidió perdón, pero no pudo haber perdón. Mi tía (en la policía) lo arrestó. Pedí el máximo castigo posible para él. Le dieron 10,5 años de prisión rigurosa, 200 latigazos y también me pagó una gran multa. Participé personalmente en azotarlo. Más tarde lo perdoné y su sentencia fue conmutada por latigazos. Finalmente nos divorciamos, pero me sentí satisfecha de que se hiciera justicia en este caso y finalmente me casé con mi amor de la universidad.

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  • Mensaje de la Comunidad
    🇺🇸

    A todos los sobrevivientes aquí: los vemos, los escuchamos, les creemos.

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  • “No estás roto; no eres repugnante ni indigno; no eres indigno de ser amado; eres maravilloso, fuerte y digno”.

    Historia
    De un sobreviviente
    🇮🇪

    Mi historia

    Fui violada a los 18 años, justo después de mi examen de fin de estudios. El hombre que me violó era mi expareja. Había sido físicamente abusivo, lo que me llevó a terminar la relación. Poco después, se puso en contacto conmigo y me pidió que nos viéramos para intercambiar objetos que habíamos dejado en casa de los demás. Acepté, sin darle demasiada importancia. Quedamos en una cita y quedamos en tomar un café en un sitio que frecuentábamos a menudo como pareja. Sin embargo, llegó horas tarde y, al mirar atrás, fue una gran señal de alerta. Me subí al coche con él y condujo hasta un lugar apartado, me incapacitó y me violó. Nunca olvidaré la sensación de intentar soltarme y finalmente darme cuenta de que no era lo suficientemente fuerte. Duró casi cuatro horas y me violaron oral, vaginal y analmente. También usó un objeto extraño durante su ataque. Después, me soltó y caminé durante horas en la oscuridad para llegar a casa. No se lo dije a nadie durante días. La única atención médica que busqué fue la píldora del día después. Después de unos tres días, empecé a aceptar lo que me había pasado y a aceptar que no estaba bien. Que yo no estaba bien. Busqué ayuda en la SATU de Ubicación y elegí la "Opción 3", que permitía tomar y almacenar muestras sin la presencia de la policía. No tengo palabras para describir la atención que recibí en la SATU. Son unos ángeles. Más tarde, sufrí un aborto espontáneo en una etapa relativamente avanzada del embarazo, tras enterarme bastante tarde. Finalmente, denuncié a la policía y arrestaron a mi agresor, aunque en ese momento decidí que no era lo suficientemente fuerte como para permitir que el caso llegara a los tribunales. Sufrí muchísimo en ese momento, con síntomas que ahora entiendo que eran TEPT y depresión, e incluso consideré quitarme la vida. Pero busqué apoyo y conocí a una psicoterapeuta maravillosa. Más tarde, repetí el examen final de estudios y logré acceder a la universidad, donde he recibido un apoyo excepcional. Tuve la suerte de acceder a un apoyo que marcó una gran diferencia para mí, y mi mensaje para cualquiera que lea esto y que haya sido afectado por violencia sexual es que esto mejora y se puede superar.

    Estimado lector, esta historia contiene lenguaje autolesivo que puede resultar molesto o incomodo para algunos.

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    COCSA: ¿Puede una víctima ser mayor que su agresor?

    Cuando tenía 12 o 13 años y mi hermano unos 9, empezó a manosearme. Al principio, solo me agarraba los pechos o el trasero rápidamente. Pero fue ganando confianza y empezó a manosearme y apretarme cada vez más, con más frecuencia. Con el tiempo, empezó a agarrarme la vulva a través de la ropa. Yo era un poco más grande que él y podía defenderme, pero no me lo permitían. Mis padres sabían lo que pasaba y él solía hacer cosas así delante de ellos. Lo ignoraban y actuaban como si no pasara nada. Nunca se metía en problemas por ello. Solo le decían que parara en ese momento si había invitados o si les rogaba que intervinieran un momento. Pero si lo empujaba, le pegaba o incluso le gritaba que parara, me metía en problemas con mis padres. Lloré y les rogué durante meses que hablaran con él y lo hicieran parar, pero nunca lo hicieron. Constantemente elegía entre dejar que mi hermano me tocara o que mis padres me castigaran por defenderme. Era una agonía. Probablemente duró nueve meses. No sé si realmente soy víctima de abuso o algo así. Mi hermano era menor y más pequeño que yo. En los casos de abuso sexual infantil, casi siempre se trata de un abusador mayor y una víctima más joven. Ese no es mi caso. Él sabía que tocarme estaba mal, pero no entendía completamente el consentimiento ni el sexo. Sin embargo, era lo suficientemente mayor como para entender el "no" y mi llanto. Como su hermana mayor, siento que también tengo una responsabilidad hacia él y que debería haber hecho más en esa situación. ¿Pero cómo podría haberlo hecho? Mis padres no me ayudaron y me castigaron por protegerme.

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    #10

    Hace unos cinco años, un hombre con el que salía me violó repetidamente. Fue el tipo de violación que algunos no consideran violación: aparte del acto en sí, no hubo violencia física adicional. No hubo amenazas. Solo la certeza constante de que no me escucharía cuando dijera que no, que no le importaría o que se detendría cuando le dijera que me dolía o que no me sentía segura. Siempre insistía. Cada vez que iba a su casa, sabía que estaba a punto de volver a ocurrir. Seguí yendo, al menos un rato. Finalmente, intenté terminar con él. Dejé de responder a sus llamadas y mensajes, y un poco después quedamos para tomar un café en algún sitio. Le dije que no me sentía segura con él. No usé la palabra "violación". En realidad, no lo consideraba así. Lo que me estaba sucediendo no encajaba con lo que yo creía que era una violación. Lo veía como si él "me presionara para tener sexo" o "no me escuchara cuando dije que no". No fue tan grave. Me dijo que lo sentía y que no podía evitarlo. Le dije que sí. No paró. Unas semanas después, terminé con la relación para siempre. Esta no es la última vez que me violaron, pero siempre será el episodio que más me afecte. Porque la otra vez, supe lo que era. Me di cuenta de que me estaban violando mientras me violaban y eso, de alguna manera, me facilitó procesarlo. Pero este episodio nunca dejará de afectarme. Me ha enviado a un hospital psiquiátrico. He recibido tratamiento para la depresión, la ansiedad y el TEPT. Mi vida sexual nunca volverá a ser fácil. Nunca podré tener espejos de cuerpo entero en mi habitación. Nunca podré disfrutar de las cosas que no me pidió que me hiciera. Puedo vivir con estas cosas, porque soy fuerte y mi red de apoyo nunca me falla. Lo que no sé si podré superar es que sabía que no estaba dando mi consentimiento, pero no sabía que era una violación. Espero que lo sepas.

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  • Cada paso adelante, por pequeño que sea, sigue siendo un paso adelante. Tómate todo el tiempo que necesites para dar esos pasos.

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    Romance de 'giro equivocado'

    Me recogió el primer día en el Toyota blanco más brillante que jamás había visto. Alucinando halos de luz a su alrededor, supe en mi corazón: este era el hombre con el que me casaría. Casi 15 años mayor, pero tan guapo, tan experimentado. Parecíamos tener todo en común: pasiones intelectuales (tanto personales como profesionales), vínculos inquebrantables con nuestras madres viudas y el sueño compartido de construir una casa familiar típicamente estadounidense. Navegando por el aire fresco de mediados de octubre, intercambiamos pensamientos y expectativas antes de llegar a la biblioteca del centro de Orlando. Nunca antes había tenido una cita. Él, mientras tanto, había perdido recientemente a una chica llamada Nombre. Después de asistir a una clase gratuita de modelado 3D, manejamos a casa por la zona. Admirando el arte callejero y la historia del vecindario, Nombre 2 sonrió ampliamente. Hablaba sin parar de libros, así que nuestras "citas" quincenales cambiaron a Barnes & Noble. Los sueños de matrimonio se arremolinaban en mi mente; Pensé que estaba en el cielo, la ignorancia es felicidad. O en este caso, un beso. Su nombre era Nombre 3 Énfasis en el DIE. Al principio, no parecía dañina. Una empleada del gobierno y la abuela de mis futuros hijos, Nombre del proveedor parecía muy contenta cuando Nombre 2 le dijo que le había propuesto matrimonio. Me sirvió enormes rebanadas de pastel de pistacho casero durante lo que debería haber sido una de nuestras acogedoras noches de cortejo en casa. Los fines de semana, ambas lavábamos la ropa y limpiábamos. Incluso después de que regresé de una estadía psiquiátrica de emergencia, me abrazó. Me dijo que me amaba. Prometió que estaba a salvo. "Lo que es mío es tuyo", dijo. Comida, agua, techo, familia, una cama, incluso ayuda para buscar trabajo. Era como... una suegra para mí. En algún momento de esa sangrienta pelea de 4 meses, mi himen se rompió y alguien me obligó a hacerles sexo oral repetidamente. Pensé que era mi prometido el que estaba encima de mí cuando pasó. Pero no era mi prometido.

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  • Mensaje de Sanación
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    Para mí, sanar no significa ocultar lo que me pasó.

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  • “Tú eres el autor de tu propia historia. Tu historia es tuya y solo tuya a pesar de tus experiencias”.

    Historia
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    Sobreviviendo a mi padre.

    Hola, me llamo Nombre y esta es mi historia... El abuso fue bastante físico, comenzó a una edad temprana, desde que tengo memoria. La EMDR me ha hecho recordar cuando tenía unos dos años, cuando mi padre era corpulento y daba miedo. Si bien era un hombre muy abusivo físicamente, esto trata sobre lo que me hizo a partir de los 13 años. El abuso sexual comenzó de forma simple cuando era solo una joven, pero progresó hasta convertirse en una pesadilla. Este hombre no solo me había pedido que me casara con él y fuera su esposa más de tres veces, sino que tampoco me dejó ir después de los 18 años, cuando intenté mudarme. El abuso fue más que simples tocamientos inapropiados; me obligó a compartir habitación con él después de cumplir los 16, y sentí que mi vida se había acabado. Cuando empezó a hacerme dormir en su habitación, tuvo acceso total a mí y no tuvo ningún límite, en absoluto. Muchos días y noches estuve atrapada en la casa por él porque dejaba que otros en la familia salieran y exploraran la vida, mientras que yo estaba castigada para que pudiera vigilarme. No me permitían hablar con chicos de mi edad, y si lo hacía, lo ponía celoso y enojado. Tenía que revisar constantemente mi teléfono y demostrar a dónde iba cada mensaje de texto. No entraré en detalles de las cosas que hizo, pero me hizo todo lo que un hombre solo debe hacer con su esposa, no con su hija. Le tenía mucho miedo a este hombre, ya que pasaba cada momento vigilándome y observando lo que hacía. Incluso amenazó con terminar con las vidas de ambos si no obedecía, que es algo que todos los sobrevivientes sienten o por lo que pasan. Cuando cumplí 18 años, me fui esa noche y caminé desde Ciudad, Estado, hasta el aeropuerto en Ciudad, Estado 2 en mitad de la noche. Estaba desesperada por salir, y él no iba a dejarme ir. Cuando llegué al aeropuerto y empecé a pedir limosna, poco después de la mañana, me di la vuelta y allí estaba. Se me acercó y me llevó de vuelta al coche. Tenía demasiado miedo como para gritar. Estaba furioso conmigo y me llevó de vuelta a casa en City, donde me encerró en su habitación durante dos semanas. No me permitieron hablar con mi familia, me quitaron el teléfono y me sirvieron comida. A los 19 años, lo volví a intentar. Le rogué a mi madre que me ayudara y ella me llevó a la estación de autobuses Greyhound de City y me compró un billete. Me dijo que no llamara la atención y que tuviera cuidado, y me envió con un teléfono con wifi. Después de 32 horas de viaje en autobús, recibí una llamada de mi madre diciéndome que mi padre se había enterado y que iba de camino. Cuando el autobús llegó a la estación de City, State 3, él estaba allí, de nuevo, para llevarme de vuelta. Intenté luchar esta vez, después de que rompiera una promesa. Me dijo que quería asegurarse de que estuviera a salvo y prometió llevarme con mis abuelos. Cansada, hambrienta y necesitando que me llevara, le creí. En lugar de ir al norte, empezó a conducir hacia el sur. Empecé a gritar y él subió la música; finalmente, me desmayé por el agotamiento y desperté de nuevo en Nuevo México. Finalmente escapé a los 21 años cuando nos mudamos a Tennessee y un amigo que conocí allí entendió por lo que estaba pasando. Me ayudó a escapar de esa casa un día, y me fui sin nada. Mi padre descubrió dónde estaba otra vez y vino a secuestrarme otra vez. Esta vez, llamaron a la policía y fui en busca de protección. Mi padre no me dejó llevar ni una sola prenda de ropa en ese momento cuando supo que estaba oficialmente fuera de sus manos. Durante los siguientes años, no supe cómo desenvolverme en la vida ni con mi familia. Guardé mi historia, cargando con vergüenza y culpa por cosas que estaban fuera de mi control. Quería una familia, así que intenté fingir que las cosas no pasaban y en 2015 volví a Utah para estar con mi familia de nuevo. Al hacerlo, no podía quitarme de encima la sensación de incomodidad y asco. Finalmente conocí a un chico que me dejó mudarme con él (porque estaba sin blanca y vivir con mi familia no me funcionaba) y empezó a ayudarme. Terminamos saliendo, formando una relación y teniendo un hijo pequeño. Durante este tiempo, empecé a poner límites a mi familia y a decirles quién era mi padre; nadie me creía. En 2020, me desperté un día, era el Día Nacional de los Hermanos, y me sentía herida. Estaba triste porque todos se pusieron de su lado y porque mis cinco hermanos, mi madre y mi hermana pequeña le creyeron a él antes que a mí y me insultaron. Publiqué mi historia en TikTok y empezó a explotar a medida que muchos otros empezaban a sentirse de forma similar o pasaban por cosas parecidas. Este fue el comienzo de mi proceso de sanación. Dije: "No tengo por qué avergonzarme de mi pasado y puedo controlar quién soy hoy. El pasado no tiene por qué definirte, pero quién eres sí puede depender de ti". Si bien fue y sigue siendo difícil corregir malos hábitos o hábitos no deseados, estoy agradecida por quien soy ahora debido al dolor que he vivido. Gracias al sufrimiento que aprecié durante los primeros 21 años de mi vida, esta mujer de 32 años se ha vuelto brillante y positiva. He pasado años en terapia con EMDR, ART, Mindfulness, trabajo de respiración y muchos otros cursos que me han convertido en la guerrera que soy hoy. Me enorgullezco de mi historia y la asumo. No puedo cambiar lo que he vivido, pero puedo hacer los cambios para mejorar mi futuro y ser una mejor madre para mi hijo. Después de ver a mi madre soportar el abuso de mi padre, me dije a mí misma que nunca sería como ella. Después de 10 años de vivir con el padre de mi hijo, me he vuelto más fuerte y he reconocido las señales de abuso doméstico que yo también estaba experimentando. Tras años de detonantes, y al darme cuenta de que él es mi padre, reuní la fuerza para irme como necesitaba. Ahora soy madre soltera y amo a mi hijo, trabajo en una gran corporación en su división de Salud Conductual y estoy creando mis propios caminos empresariales para ayudar a otros sobrevivientes a prosperar. Sé que el camino hacia la sanación es difícil, y puede ser difícil empezar, pero tú puedes. ¡Todos podemos!

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  • Bienvenido a Our Wave.

    Este es un espacio donde sobrevivientes de trauma y abuso comparten sus historias junto a aliados que los apoyan. Estas historias nos recuerdan que existe esperanza incluso en tiempos difíciles. Nunca estás solo en tu experiencia. La sanación es posible para todos.

    ¿Cuál cree que es el lugar adecuado para empezar hoy?
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    No tengo recuerdos claros y siento mucha culpa

    Mi historia es un poco larga. Cuando tenía 15 años o 16 años, vino a mi mente el recuerdo de cosas que habían ocurrido cuando yo tenía entre 4 y 5 años. Dos tíos abusaron de mí. Los recuerdos sobre esto nunca han sido claros y ahora, muchos años después, todo se ha vuelto más lejano y confuso y he dudado varias veces de mí misma y de mi historia. Hay otras cosas que pasaron en mi infancia que sí recuerdo con más claridad: cuando tenía entre 7 y 8 años, vi a mis papás teniendo relaciones sexuales a mi lado (esa noche me había pasado a dormir con ellos en su cama). Tiempo después, se repitió la situación, pero con mi padrastro y mi mamá. También cuando tenía entre 7 y 8 años, estaba revisando unos CD'S en el DVD que había en la casa para marcarlos según el género musical o según la película que fuera. Uno de los CD'S, era una película porno. Como casi siempre, me encontraba sola en mi casa, entonces la vi completa. No recuerdo si me masturbé. Sé que desde muy niña me frotaba con peluches, muñecas y otros objetos, aunque sin mucha conciencia de lo que hacía, pero estaba presente el miedo a ser vista. Hay algo que me atormenta en este momento: cuando tenía 6 o 7 años, mi prima (ella un año mayor) y yo jugábamos a imitar algunas posiciones de un libro de kamasutra que había en su casa. También tengo leves recuerdos de una vez que, mientras nos bañábamos, frotamos nuestras partes íntimas. No sé si esto se dio en el marco de una curiosidad bilateral y por el contenido del libro al que habíamos estado expuestas o si fui yo quien generó la situación y la persuadió a ella de hacerlo o si la manipulé. No recuerdo que haya sido así, pero me da miedo que sí. ¿Y si imité lo que hacía mis tíos conmigo o lo que vi en contenido al que estuve expuesta? Siento miedo, culpa y vergüenza. Además, hace medio año, recordé que cuando tenía 10 años y cargué a mi hermanita en mi piernas (que estaba como de un mes), sentí un estímulo placentero en mi zona íntima por el contacto. Cuando esta imagen vino a mí (tampoco fue clara, como mis otros recuerdos) sentí culpa, pero no escaló a más porque entendí que fue una reacción física y nada más. Pero luego no podía dejar de pensar en ello y me cuestionaba si había prologando o intensificado el contacto y sentí muchísima culpa, asco y vergüenza. Fue tan fuerte, que tuve un episodio de TOC y siento que aún no he podido salir de ahí, porque ahora me inundan las dudas sobre lo sucedido con mi prima.

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    Name, solo tenía 6 años

    Tenía alrededor de 6 años, cierro los ojos y es cómo si volviera a vivir en carne propia el recuerdo, me acuerdo del ruido de la televisión, el olor del desayuno que estaba comiendo, yo solo estaba viendo caricaturas. El, un hombre de alrededor 50 años me cargó y me acomodó en sus piernas, y deslizó su mano por debajo de mis panties, TENÍA 6 AÑOS y ahí empezó mi historia de abusó sexual, una historia que me hubiese gustado no tener que experimentar. Yo hablé ya que mi mamá siempre me había enseñado a que nadie podía tocar mis partes pero en ese entonces mi mamá no tenía los recursos, vivíamos en casa de una prima (la hija de mi abusador) y nadie me creyó, dijeron que era mi imaginación. Otros sucesos pasaron cometidos por la misma persona, me arrebató mi inocencia y me rompió en pedacitos… pese a que yo hablé la primera vez, las otras veces me quedé callada porque nadie me creyó, nadie me protegió y nadie me escuchó más que mi mamá pero en ese entonces ella estaba luchando con un problema de alcoholismo y toda la familia nos dio la espalda. Después de un tiempo dejé de ver a mi abusador pero a los 8 años me volvió a pasar pero esta vez por el esposo de mi tía (la hermana de mi mamá) ellos han sido casados desde que mi tía tiene 16 años hasta el presente. Fuimos de visita a casa de mi tía, era diciembre entonces mi mamá salió con mi tía a comprar cosas para la navidad, yo, mi hermano y mi primo (hijo de mi tía) nos quedamos al cuidado del esposo de mi tía, el en ese entonces era oficial de la policía. Yo estaba jugando con mi primo y mi hermano cuando él me llamó, él estaba sentado en la mesedora viendo las noticias cuando me sentó en sus piernas y yo inmediatamente me paralice puesto que la última vez que alguien me sentó en sus piernas me manoseo, esta vez fue diferente, solo me acaricio las piernas y yo solo sentí cómo algo duro me rozaba mis glúteos, me paralicé y no sabía que hacer, hasta que tuve la fuerza y me bajé. Nunca hablé de mi segundo abusador y nunca lo he hecho, yo ya no vivo en Colombia pero cuando voy me toca actuar cómo si nada aunque por dentro sienta tantas cosas. Por mucho tiempo reprimí todo lo que me pasó, siempre decía que no me afectó y ahora a mis 22 años me está atormentando. Estoy comprometida con el amor de mi vida, siento que ha sido un regalo que Dios y la vida me dio después de tanto tormento pero hay veces que cuando vamos a tener intimidad y me toca siento una rabia en mi, ese tipo de rabia que te dan ganas de pegarle un puño en la cara a esa persona, y no lo entiendo, el no me ha hecho nada? El solo me ha ayudado y me ha tratado con amor y me ha demostrado lo mucho que me respeta y me ama, siempre quise evadir el tema y reprimirlo, no hablar de ello y pretender cómo que no me afectó pero ya llegué a un punto donde me dan unos ataques de ira que ni yo me reconozco, donde termino lastimándome a mí misma o sacando esa ira en mi prometido, hace unas noches por fin en medio de una ataque de ira donde terminé azotandome la cabeza en la pared solo repetía “no me deja en paz, me persigue, sácalo de mi cabeza” estaba en un estado de crisis y mi prometido solo pudo sujetarme en sus brazos mientras me preguntaba quién me perseguía y fue la primera vez que dije su nombre en voz alta, “Name, el hombre que me violo y me robo mi inocencia no sale de mi cabeza” no podía hablar, las lágrimas y gritos de desesperación eran más que las palabras, en ese momento me di cuenta que no importa cuánto allá crecido aquella niña de 6 años sigue dentro de mi, está enojada, está triste y rota. Mi pareja es abogado entonces el fue quien me habló sobre me too movement, me dijo que me hiciera justicia y lo denunciara pero que si no me sentía lista por miedo que navegara las opciones que me too ofrece y que quizá empezara por contar mi historia, por unos días habría la página y solo me quedaba paralizada, pero hoy me anime, ya no merezco ser prisionera de un dolor que no fue mi culpa aunque por mucho tiempo he sentido que lo es, me siento perdida y no quiero que mi pasado defina mi presente, la vida me está dando oportunidades bonitas pero mi abusó sexual no me deja avanzar, cómo me saco esta rabia que siento por dentro? Porque me volví un ser tan agrio y amargo, porque me enojo por todo? Porque no puedo disfrutar la intimidad con mi pareja si es delicado conmigo? Parece que entre más delicado es más rabia siento por dentro. Me siento muy sola y perdida. Quiero este dolor fuera de mi

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    Atrapados en casa y anhelando la vida

    Testimonio de una joven del Golfo Soy una joven de un país del Golfo. Desde fuera, mi familia parece "normal" y religiosa. Desde dentro, crecí en una casa que parecía una jaula. De niña, ni siquiera tenía habitación propia. Mi cama y mi armario estaban en un pasillo estrecho entre la habitación de mi padre, el baño y la cocina. Encima de mi cama, había una ventana que daba directamente a donde dormía y usaba mi teléfono. Recuerdo estar sentada en la cama, intentando distraerme con el teléfono, y de repente sentir su mirada fija en mí. Levantaba la vista y lo veía observándome por la ventana, en silencio, como si pensara que no me daría cuenta. No había hecho nada malo. Siempre fui "la hija obediente". Pero la forma en que me miraba era aterradora: sus ojos, su rostro. Sentía que me vigilaban en mi espacio más privado. Una niña pequeña, sin puerta que cerrar, sin rincón donde sentirme segura. También estuve prácticamente prisionera desde la infancia. No me permitían salir como a los demás niños. Mi mundo era la casa, la escuela y viceversa. De niño me pegaban y me decían que era "disciplina". Y hasta el día de hoy, sigo sin poder tener amigos ni una vida social propia. Incluso las amistades normales se consideran algo peligroso o vergonzoso. Mis recuerdos de infancia están llenos de golpes de mis padres. Si lloraba o intentaba hablar de cómo me sentía, mi madre me decía cosas como: "Estás exagerando". "Te estás imaginando". "No es tan grave". Una vez, después de que mi padre me humillara delante de todos, fui a verla llorando, esperando que me consolara. Me miró con ojos fríos y me dijo: "No deberías llorar". El mensaje siempre era el mismo: Tus sentimientos no son reales. Tú eres el problema, no la violencia. Hoy, mi padre me mantiene prácticamente prisionera en casa. Soy adulta, pero él aún controla mis movimientos y mi vida. Si saliera a tomar un café sin que él lo supiera y se enterara, no creo que me matara, pero sí me castigaría con dureza: me golpearía, me encerraría aún más, me haría la vida imposible. Vincula su "hombría" a controlarme. Le da más miedo el "qué dirán" que el daño que le está haciendo a su propia hija. La mayoría de mis familiares lo ven como algo normal. Para ellos, es simplemente "un padre estricto" protegiendo a su hija. Para mí, es una prisión y una forma de abuso constante. Mi habitación ahora es mi único espacio real. Si no hubiera tenido mi propia habitación, siento que ya me habría vuelto loca. Esa pequeña habitación es el único lugar donde puedo respirar, leer, pensar, llorar y ser yo misma, aunque el resto de la casa siga sintiéndose insegura. Además, crecí en un sistema donde la religión y la cultura se usan para justificar lo que les pasa a chicas como yo. Me enseñaron que: • Soy "menos" que un hombre. • Mi herencia debería ser menor. • Mi mente y mi fe son deficientes. • Debo obedecer, ser paciente y aceptar lo que me hagan porque “esta es nuestra religión” y “esta es nuestra tradición”. Al mismo tiempo, veo un mundo donde: • Un hombre que reza y ayuna, pero es abusivo, aún puede ser considerado “un buen musulmán”. • A un no musulmán que ayuda a miles de personas se le puede decir que irá al infierno “sin importar lo que haya hecho”. Esto no me parece justicia. Lucho profundamente con estas contradicciones. Siento que vivo en una mentira construida por la historia, la religión interpretada por los hombres y una sociedad que normaliza la violencia contra las mujeres y las niñas. Hay cosas que aún no puedo describir con todo detalle, pero diré esto: Cuando una niña crece siendo controlada, vigilada, golpeada y silenciada en su propia casa, rodeada de personas que le dicen “esto es normal”, le deja heridas profundas. Aprende a reír, hablar y comportarse bien con los demás, pero en su interior lleva miedo, ira, tristeza y recuerdos que la atacan cada vez que está sola. Por todo esto, sufro a diario de maneras que no siempre son visibles. Vivo con miedo y ansiedad constantes en mi propia casa. Tengo recuerdos y pensamientos intrusivos sobre mi infancia y mi familia, especialmente cuando estoy sola. A veces siento que observo mi vida desde fuera, que no estoy realmente presente con los demás, ni siquiera cuando sonrío y hablo. Me cuesta conciliar el sueño, tengo oleadas repentinas de tristeza, dolores de cabeza y una opresión en el pecho. A menudo me siento culpable hacia mis hermanas y me debato entre querer escapar y sentirme atrapada por la responsabilidad y el miedo. Ha habido momentos en que el dolor ha sido tan intenso que he deseado desaparecer, aunque todavía intento aferrarme y continuar con mis estudios y mi vida. A menudo pienso en las niñas y mujeres de otros países que pueden caminar libremente, vivir solas, elegir su ropa, estudiar y trabajar sin que su existencia esté controlada por un hombre y todo un sistema social tras él. No les deseo mal. Les deseo más bien. Pero no puedo negar que siento dolor y envidia al ver que la vida que sería mi mayor sueño es algo en lo que simplemente nacieron. También pienso en mis hermanas menores. Sus infancias no fueron tan violentas físicamente como la mía. Mi padre se ablandó con ellas en comparación con lo que fue conmigo. Me alegra que se hayan librado de algo de lo que yo pasé. Al mismo tiempo, me rompe el corazón que yo haya sido quien absorbió la mayor parte de los golpes, el miedo y el daño temprano. Hago todo lo posible por no repetir el ciclo con ellas. No quiero convertirme en otra adulta cruel en su historia. Quiero ser una persona segura para ellas: alguien que las escuche, que no diga "te lo estás imaginando", que no menosprecie su dolor. Comparto esto porque quiero que la gente de fuera de nuestro mundo, especialmente aquellos en países que hablan de derechos humanos, derechos de las mujeres, libertad y dignidad, sepan que: • No todas las mujeres del Golfo son "ricas y consentidas". • Algunos somos prisioneros en nuestros propios hogares. • Algunos tenemos padres que usan la religión, la cultura y el honor como armas para controlarnos y quebrarnos. • Algunos sobrevivimos, pero no vivimos. No escribo esto para atacar una religión ni una cultura. Escribo esto para decir: Existimos. Nuestro dolor es real. Quiero que los sistemas, los gobiernos, los activistas y la gente común fuera de mi país entiendan que: • El abuso emocional, físico y psicológico en la familia no es disciplina. Es violencia. • Encerrar a una joven en casa y controlar cada movimiento que hace no es protección. Es encarcelamiento. • Decirle a un niño que sus sentimientos son exagerados o producto de su imaginación no es crianza. Es manipulación psicológica y negligencia emocional. No sé cómo será mi futuro. Ahora mismo, intento sobrevivir, estudiar y construir un pequeño mundo interior donde todavía creo que merezco la libertad, aunque mi realidad me la niegue. Si lees esto desde un hogar seguro, en un país donde una niña puede salir de casa sin miedo a ser golpeada o repudiada, por favor, no lo des por sentado. Hay chicas como yo que lo darían todo por tener lo que tú consideras "una vida normal". Espero que al compartir mi historia, aunque sea anónimamente, no solo me esté "quejando", sino sumando una voz más a la evidencia de que este tipo de vida no es aceptable, no es "normal" y no se justifica por ningún sentido real de justicia o compasión. Merecemos algo mejor. Yo merezco algo mejor.

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    DÉCADAS

    DÉCADAS Cuando tenía 22 años, estaba en el campus universitario con mis finanzas y decidí ir al coche a las 11 de la noche a buscar el pastel que habíamos traído de la cena. Un hombre se me acercó, lo saludé y procedí a buscar el pastel. El hombre se me acercó por detrás y me tiró al suelo intentando violarme. Grité, el tiempo se ralentizó y recuerdo haber oído a mi madre decir que las llaves de mi coche eran un arma, así que empecé a golpearlo con ellas. Me solté con dificultad, corrí hacia un edificio y me caí en el camino. Llegó un conductor que escuchó mis gritos a varias cuadras de distancia y llamaron a la policía. La policía incluso creyó haberlo atrapado y me mostró varias fotos de hombres parecidos, pero no pude identificarlo con certeza, así que lo liberaron. Después de esta agresión sexual, compré un arma, me mudé con mi prometido, tomé clases de defensa personal, leí libros y fui a un psicólogo que me diagnosticó TEPT debido a una ansiedad abrumadora que me paralizaba. El mundo ya no era seguro. Esto generó detonantes y me hizo recordar mi primera agresión sexual de adolescente en un autobús lleno de gente en otro país: un hombre mayor me presionaba la erección mientras yo me alejaba de él hacia la parte delantera del autobús, hasta que finalmente encontré a otra adolescente a quien pude sentar en su regazo para que el desconocido se detuviera. Han pasado 64 años desde que me atacaron en ese estacionamiento. Llevo 64 años felizmente casada y tengo una imagen positiva de mí misma. PERO, todavía no puedo usar faldas. Todavía no puedo ir sola a los estacionamientos de noche y me incomoda ir a cualquier sitio de noche. No puedo ver una película ni una obra de teatro que incluya agresión sexual, porque la ansiedad se vuelve abrumadora. Sigo teniendo la misma pistola.

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    A todos los sobrevivientes aquí: los vemos, los escuchamos, les creemos.

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    #10

    Hace unos cinco años, un hombre con el que salía me violó repetidamente. Fue el tipo de violación que algunos no consideran violación: aparte del acto en sí, no hubo violencia física adicional. No hubo amenazas. Solo la certeza constante de que no me escucharía cuando dijera que no, que no le importaría o que se detendría cuando le dijera que me dolía o que no me sentía segura. Siempre insistía. Cada vez que iba a su casa, sabía que estaba a punto de volver a ocurrir. Seguí yendo, al menos un rato. Finalmente, intenté terminar con él. Dejé de responder a sus llamadas y mensajes, y un poco después quedamos para tomar un café en algún sitio. Le dije que no me sentía segura con él. No usé la palabra "violación". En realidad, no lo consideraba así. Lo que me estaba sucediendo no encajaba con lo que yo creía que era una violación. Lo veía como si él "me presionara para tener sexo" o "no me escuchara cuando dije que no". No fue tan grave. Me dijo que lo sentía y que no podía evitarlo. Le dije que sí. No paró. Unas semanas después, terminé con la relación para siempre. Esta no es la última vez que me violaron, pero siempre será el episodio que más me afecte. Porque la otra vez, supe lo que era. Me di cuenta de que me estaban violando mientras me violaban y eso, de alguna manera, me facilitó procesarlo. Pero este episodio nunca dejará de afectarme. Me ha enviado a un hospital psiquiátrico. He recibido tratamiento para la depresión, la ansiedad y el TEPT. Mi vida sexual nunca volverá a ser fácil. Nunca podré tener espejos de cuerpo entero en mi habitación. Nunca podré disfrutar de las cosas que no me pidió que me hiciera. Puedo vivir con estas cosas, porque soy fuerte y mi red de apoyo nunca me falla. Lo que no sé si podré superar es que sabía que no estaba dando mi consentimiento, pero no sabía que era una violación. Espero que lo sepas.

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    Romance de 'giro equivocado'

    Me recogió el primer día en el Toyota blanco más brillante que jamás había visto. Alucinando halos de luz a su alrededor, supe en mi corazón: este era el hombre con el que me casaría. Casi 15 años mayor, pero tan guapo, tan experimentado. Parecíamos tener todo en común: pasiones intelectuales (tanto personales como profesionales), vínculos inquebrantables con nuestras madres viudas y el sueño compartido de construir una casa familiar típicamente estadounidense. Navegando por el aire fresco de mediados de octubre, intercambiamos pensamientos y expectativas antes de llegar a la biblioteca del centro de Orlando. Nunca antes había tenido una cita. Él, mientras tanto, había perdido recientemente a una chica llamada Nombre. Después de asistir a una clase gratuita de modelado 3D, manejamos a casa por la zona. Admirando el arte callejero y la historia del vecindario, Nombre 2 sonrió ampliamente. Hablaba sin parar de libros, así que nuestras "citas" quincenales cambiaron a Barnes & Noble. Los sueños de matrimonio se arremolinaban en mi mente; Pensé que estaba en el cielo, la ignorancia es felicidad. O en este caso, un beso. Su nombre era Nombre 3 Énfasis en el DIE. Al principio, no parecía dañina. Una empleada del gobierno y la abuela de mis futuros hijos, Nombre del proveedor parecía muy contenta cuando Nombre 2 le dijo que le había propuesto matrimonio. Me sirvió enormes rebanadas de pastel de pistacho casero durante lo que debería haber sido una de nuestras acogedoras noches de cortejo en casa. Los fines de semana, ambas lavábamos la ropa y limpiábamos. Incluso después de que regresé de una estadía psiquiátrica de emergencia, me abrazó. Me dijo que me amaba. Prometió que estaba a salvo. "Lo que es mío es tuyo", dijo. Comida, agua, techo, familia, una cama, incluso ayuda para buscar trabajo. Era como... una suegra para mí. En algún momento de esa sangrienta pelea de 4 meses, mi himen se rompió y alguien me obligó a hacerles sexo oral repetidamente. Pensé que era mi prometido el que estaba encima de mí cuando pasó. Pero no era mi prometido.

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  • La sanación no es lineal. Es diferente para cada persona. Es importante que seamos pacientes con nosotros mismos cuando surjan contratiempos en nuestro proceso. Perdónate por todo lo que pueda salir mal en el camino.

    Tomarse un tiempo para uno mismo no siempre significa pasar el día en el spa. La salud mental también puede significar que está bien establecer límites, reconocer las emociones, priorizar el sueño y encontrar la paz en la quietud. Espero que hoy te tomes un tiempo para ti, de la manera en que más lo necesitas.

    “Creemos en ustedes. Sus historias importan”.

    “He aprendido a abundar en la alegría de las cosas pequeñas... y de Dios, la bondad de las personas. Desconocidos, maestros, amigos. A veces no lo parece, pero hay bondad en el mundo, y eso también me da esperanza”.

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    Acoso sexual grave

    Empezó como acoso sexual. Y lo dejé pasar. ¡No dejes que te pase! Era una becaria universitaria que cursaba mi especialización en gestión de la cadena de suministro. En la escuela de negocios, sabes que no se obtiene un título y ¡zas! Un trabajo te espera por arte de magia. A menos que ya tengas contactos. Era una mujer soltera que recibía ayuda financiera y no tenía prácticamente ningún contacto familiar. Necesitaba hacer algunos contactos mientras estudiaba para ascender. Es un mundo muy competitivo. Una época en la que no nos importa tanto dónde trabajamos, siempre y cuando tenga perspectivas de ascenso y de ganar dinero. Estaba haciendo prácticas en las oficinas corporativas de una empresa de alquiler de coches. Me dieron mi primera opción para una clase en la que teníamos que hacer prácticas en una empresa real. Mi grupo de cuatro estaba en sus oficinas de logística y no teníamos un trabajo definido en ese momento, pero mi escuela había enviado estudiantes durante un tiempo, así que teníamos una persona de contacto y una idea vaga de un proyecto que mi grupo de cuatro tenía que organizar y ejecutar para nuestro grado. Bueno, eso fue un poco torpe y seguí con la mala idea de planificar rutas de distribución más eficientes para los coches que entraban en la flota. Fue una ingenuidad, ya que la empresa contaba con auténticos profesionales que diseñaron el sistema. Pero, gracias a mis artimañas femeninas, un alto directivo me invitó a ayudar en mi tiempo libre. Solo yo. Aproveché la oportunidad y, en mis días libres, llegaba temprano por la mañana e intentaba ser parte del equipo. Era un ambiente muy masculino. Intenté quedarme a pesar de las pretensiones de trato especial. "¿No serás de esas feministas que se ponen a llorar a Recursos Humanos si un hombre te hace un cumplido o una palmadita en el trasero?", me había preguntado el hombre que me invitó primero. Lo llamaremos XX. Le aseguré que no, anticipándome a su respuesta. "Trabaja duro, diviértete mucho", fue algo que dije en mi negación de unos valores a los que obviamente se oponía. Así que las dos veces que XX me presentó como su amante, le seguí la broma. Otro error estúpido. Como ejemplo de mi entorno, después de que un hombre Y del departamento me enseñara a usar parte de un programa que calcula las faltantes de existencias, me hizo sentarme a probarlo y me dio un masaje que no pedí temprano por la mañana. Pues bien, XX se acercó y bromeó sobre que Y le había metido las manos a su novia. Tuvieron un momento de camaradería cuando el hombre Y le preguntó si hablaba en serio, diciendo algo sobre la esposa de XX, a lo que XX se retractó y dijo algo como: "Es solo una broma. Me encantaría en mis fantasías, pero es propiedad de la empresa, hermano". ¡¿Propiedad de la empresa?! ¡Estaba sentada allí mismo! Me tensé, pero intenté fingir que estaba absorta en la clase de informática mientras XX se iba y el hombre Y volvió a masajearme, pero esta vez con más intensidad. Bajó por mi espalda baja y la parte superior de los glúteos, luego por los brazos hasta los muslos, impidiéndome hacer cualquier trabajo mientras me rozaba el pecho con los antebrazos y las manos. Me sentí tan débil y casi paralizada cuando me obligué a levantarme para ir al baño, deteniéndolo. Podría haberlo hecho al principio, pero no lo hice. Más tarde, ese mismo día, XX me invitó a almorzar con él y a tomar una cerveza en un bar con mesa de billar. Tenía 20 años, pero no me pidieron el DNI porque estaba con XX. Casi nunca jugaba al billar y, mientras esperábamos la comida, él me "enseñó" a jugar. Se burló del cliché del cine y la televisión donde un hombre hace que una mujer se incline sobre la mesa de billar para disparar, solo para presionar su entrepierna contra su trasero en un gesto sugerente y luego inclinarse sobre ella con los brazos a cada lado para enseñarle a deslizar el palo. ¡Pero mientras bromeaba, me hizo esas cosas a mí! Fue un buen día para mis dos principales abusadores y un día horrible para mí. XX me abrazó mientras nos levantábamos riéndonos y, al parecer, ahora tenía licencia para abusar de mi cuerpo cuando quisiera. Me volví insensible en algunos aspectos, pero emocionalmente estaba más nerviosa. Me tocaban el trasero o me azotaban juguetonamente en el departamento, incluso por parte de un hombre Y. Algunos otros hombres eran muy coquetos. Me frotaban los hombros, me abrazaban incluso al saludo más breve con XX, y finalmente se suponía que también me acostumbraría a los pequeños besos en los labios. Sentía una constante angustia mental y una actitud defensiva. Mi cuerpo podía ser atacado en cualquier momento. ¡Pero no me defendí! Les decía claramente a XX y a algunos otros que quería ser respetada y considerada como una más y tener un trabajo allí cuando me graduara, y ellos lo afirmaban. Los dos principales abusadores me animaron, pero aun así me acosaron sexualmente. ¡Con mi bendición estúpida! El semestre terminó y seguí yendo a diario durante las vacaciones de verano. Era mi única vía de escape para un posible trabajo después de graduarme un año después. Estaba tan preparada que no fue un gran salto cuando XX me presionó para que se la hiciera en su oficina. Me negué con una sonrisa y un movimiento de cabeza, y él respondió con una justificación: que le debía una, que lo necesitaba en ese preciso instante. No aceptaba un no por respuesta. La primera vez que me arrodillé frente a su escritorio y lo tomé en mi boca, me temblaban las manos, se me saltaron las lágrimas y tuve que escurrir los mocos. ¡Yo era la que estaba avergonzada! Fue como una experiencia extracorpórea, y se me secó la boca hasta el punto de tener que pedirle un poco de su bebida energética. En mi interior, hubo un cambio enorme de inmediato. Quedé destrozada por todo orgullo y autoestima. Era como un zombi. Apenas comía. Mucho café. Aparecía, hacía los informes que se habían convertido en mi responsabilidad y, mecánicamente, le daba a XX su mamada diaria por la tarde en su pequeña y sosa oficina con una ventana pequeña. Empecé a tener migrañas ese verano. Conduje a casa para el 4 de julio y me emborraché tanto que acabé durmiendo con el exmarido de mi hermana, mucho mayor, en la parte trasera de su camioneta. Esa fue una terrible llamada de atención. Sabía que no podía fingir mucho más sin una crisis nerviosa, así que pasé mis dos semanas en la empresa de alquiler de coches donde trabajaba gratis. Para asegurar mi futuro, me aseguré de mantener un ambiente amistoso y de decir "sabes que volveré a trabajar aquí el año que viene". La idea de que todo el tiempo y la humillación que había invertido se perdieran en nada era un gran miedo. Me sometí a eso durante las últimas dos semanas. Tuve sexo rápido con XX dos veces encima y encima de su escritorio. Cedí a la presión extrema y también le hice una mamada a Y cuando lo mencionó explícitamente por una carta de recomendación. Sabía que lo hacía por XX. Ni siquiera tenía despacho propio y teníamos que usar las escaleras. Durante mi último año de universidad, me di cuenta de que estaba demasiado traumatizada como para volver allí. El grado de utilización y abuso que había sufrido se hizo evidente para mí, cuando antes no. Como si hubiera estado viviendo en una neblina de negación. Fue una época dolorosa. Fui un poco imprudente. Saqué una C en la asignatura optativa de economía de alto nivel que cursé. Acepté varias citas para evitar estar sola y, o bien me acosté con ellas, o bien me enfurecí. Al ver que necesitaba la falsa pasantía de alquiler de coches en mi currículum, les escribí a ambos abusadores para pedirles cartas de recomendación y recibí una buena del hombre Y, pero una muy impersonal y genérica de XX. Estaba tan abatida y enfadada. Finalmente, se lo conté a mi hermana, la que me confrontó por su exmarido. SE LO CONTÉ TODO Y ESE FUE MI PRIMER PASO HACIA LA RECUPERACIÓN. A desahogarme, a gritarme en el espejo, a golpear el saco de boxeo en un gimnasio al que me apunté, y a ver a mi primer psicólogo y psiquiatra. La terapia me ayudó más que el Celexa y el antipsych. El grupo de apoyo me ayudó aún más. Conocí a dos amigas para toda la vida que me apoyan en momentos de dolor. Debo repetir que no es mi culpa haber sufrido abuso, aunque en parte sí lo fue. ¡No dejes que te pase! Te quitarán todo lo que puedan. ¡Planifica tus límites ahora y sé asertiva! Denuncia el acoso inmediatamente. Al hacerlo, te convertirás en una heroína y protegerás a otras mujeres y a ti misma. Si ya has sufrido abuso, ¡sal de la situación y habla con alguien cuanto antes! ¡No ganas nada permitiendo que el abuso continúe! Hablar con alguien lo hace real y te permite comenzar a odiar menos y a aprender a amarte de nuevo. Mereces amor verdadero.

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  • Creemos en ti. Eres fuerte.

    “No estás roto; no eres repugnante ni indigno; no eres indigno de ser amado; eres maravilloso, fuerte y digno”.

    Historia
    De un sobreviviente
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    COCSA: ¿Puede una víctima ser mayor que su agresor?

    Cuando tenía 12 o 13 años y mi hermano unos 9, empezó a manosearme. Al principio, solo me agarraba los pechos o el trasero rápidamente. Pero fue ganando confianza y empezó a manosearme y apretarme cada vez más, con más frecuencia. Con el tiempo, empezó a agarrarme la vulva a través de la ropa. Yo era un poco más grande que él y podía defenderme, pero no me lo permitían. Mis padres sabían lo que pasaba y él solía hacer cosas así delante de ellos. Lo ignoraban y actuaban como si no pasara nada. Nunca se metía en problemas por ello. Solo le decían que parara en ese momento si había invitados o si les rogaba que intervinieran un momento. Pero si lo empujaba, le pegaba o incluso le gritaba que parara, me metía en problemas con mis padres. Lloré y les rogué durante meses que hablaran con él y lo hicieran parar, pero nunca lo hicieron. Constantemente elegía entre dejar que mi hermano me tocara o que mis padres me castigaran por defenderme. Era una agonía. Probablemente duró nueve meses. No sé si realmente soy víctima de abuso o algo así. Mi hermano era menor y más pequeño que yo. En los casos de abuso sexual infantil, casi siempre se trata de un abusador mayor y una víctima más joven. Ese no es mi caso. Él sabía que tocarme estaba mal, pero no entendía completamente el consentimiento ni el sexo. Sin embargo, era lo suficientemente mayor como para entender el "no" y mi llanto. Como su hermana mayor, siento que también tengo una responsabilidad hacia él y que debería haber hecho más en esa situación. ¿Pero cómo podría haberlo hecho? Mis padres no me ayudaron y me castigaron por protegerme.

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  • Cada paso adelante, por pequeño que sea, sigue siendo un paso adelante. Tómate todo el tiempo que necesites para dar esos pasos.

    Mensaje de Sanación
    De un sobreviviente
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    Para mí, sanar no significa ocultar lo que me pasó.

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  • “Tú eres el autor de tu propia historia. Tu historia es tuya y solo tuya a pesar de tus experiencias”.

    Mensaje de Sanación
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    poder seguir adelante y pasar un poco la pagina

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  • Mensaje de la Comunidad
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    ACABA CON LA CULPABILIZACIÓN DE LAS VÍCTIMAS. NO ES TU CULPA.

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    Sobreviviendo a una violación en grupo

    El año pasado me violaron en grupo. Tengo un zumbido en los oídos llamado tinnitus que no ha parado desde entonces. Tengo pesadillas. Volé con mi madre a una boda en el extranjero. Estaba emocionadísima. Ella estaría ocupada con sus amigos y su prima, y yo podría pasar tiempo con mi genial prima segunda, dos años mayor que yo. Después de la cena de ensayo, salimos. Fue divertido porque allí no tenía permiso para beber, aunque la edad legal era menor que en mi provincia, pero no revisaban la identificación. No bebí mucho porque no era lo mío y tenía novio, pero pude ir a algunos bares y luego a una discoteca pegada a un hotel. Nos divertimos muchísimo hasta que conocimos a dos soldados uniformados que eran guapísimos y nos separaron de sus amigas por nuestro aspecto. Mi prima es guapísima. Tenían una habitación privada en la discoteca y había varios soldados y también dos prostitutas. A esas prostitutas definitivamente les disgustaba que estuviéramos allí. Quería salir de todas formas, y las chicas guapísimas que nos invitaron fingieron entendernos y nos sacaron de allí. Estúpidamente, dejamos que nos llevaran a su habitación de hotel, donde dejaron de lado el rollo romántico y nos obligaron a desnudarnos al ritmo de la música. Nos enseñaron una pistola que tenían en un cajón. Estaba aterrorizada. Nos obligaron a tumbarnos boca abajo, inclinadas sobre la cama, una al lado de la otra, y así tuvieron sexo. Se intercambiaron como si fuéramos intercambiables antes de acabar dentro de nosotras sin protección. Nos tomamos de la mano. Yo lloraba mientras mi prima intentaba ser fuerte y animarme. No nos permitieron salir y nos escondieron la ropa. Antes de quitarnos los teléfonos, tuvimos que escribirles que nos quedábamos en casa de un amigo de mi prima. Luego llamaron a otros dos soldados, uno de ellos un tipo alto, moreno y enorme, con músculos de culturista. Fue un desastre conmigo. Nos hicieron bailar y luego tuvimos que usar la boca con las chicas que nos habían atraído allí mientras las otras dos tenían sexo con nosotras. Vomité y mi prima lo limpió, pero luego empezó de nuevo. Tenían cocaína y nos obligaron a esnifarla de sus partes y a esnifarla de nosotras. Vino otro y creo que solo fueron esos cinco durante la noche, pero no paraban de violarnos y obligarnos a hacer cosas incluso cuando nos desmayábamos. Me hubiera gustado estar más inconsciente, pero la cocaína te despierta tanto. Quiero recordar menos y pensar menos en todo. Nos duchamos muchas veces. El moreno grande se orinó encima de mí y en mi boca, en la ducha. Lo hizo más de una vez como si yo fuera su retrete. Los otros hombres incluso tuvieron que decirle que se calmara cuando me hacía gritar, me gustaban sus dedos y me los metía en el culo, pero no cuando me hacía arrastrarme como un perro usando mi pelo como correa. Recuerdo que uno de ellos llamó a sus amigos para decirles que subieran el volumen de la televisión al máximo para ocultar el ruido en nuestra habitación. Vieron las noticias deportivas en la televisión. Hicieron que mi prima y yo nos besáramos y cosas así. No podía fingir que era una fiesta divertida como mi prima hacía a veces y me animaba a hacer. Intentó desviar parte de su atención de mí una y otra vez. La amo por eso, pero no me dejaron en paz. Estaban obsesionados con mi pecho. No les importó que estuviera obviamente angustiada y enloqueciendo, ni que en mi país me faltaran tres años para la edad de consentimiento. Ahí estaba, la edad mínima. Nos despertamos por la mañana en una de las camas, solo los dos soldados durmiendo en el suelo. ¡El negro se había ido! Volvieron a tener sexo con nosotras y otro hombre mucho mayor, al que llamaban SIR, entró y tuvo sexo con nosotras, pero sobre todo conmigo. Lo animaron y me dolía la cabeza y lloraba, y pareció durar una eternidad. Finalmente recuperamos la ropa, pero nos llevaron a un brunch con su ropa habitual. Me enseñaron fotos en sus móviles que parecían divertidas y nos advirtieron de lo mal que estaría si decíamos algo diferente a que habíamos tenido una buena fiesta. ¡Una buena fiesta en el infierno! Antes de eso, solo había tenido sexo con mi único novio. ¡Una noche infernal y ahora mi número era siete! Tuvimos que empezar a prepararnos para la boda de inmediato y estaba agotada. Mi prima me escondió y me eché una siesta con vestido, peinado y maquillaje hasta el último minuto. Lloré en la ceremonia, pero no en la boda. Tenía tanto dolor de vagina, músculos y cerebro que me emborraché tanto en la recepción que apenas recuerdo nada. Fue parte del viaje en avión a casa. Le conté la verdad a mi madre al volver y se puso como loca, al igual que mi padre. Intentaron llamar allí, al hotel y a otros sitios, pero la policía no hizo nada. Vi llorar a mi padre por primera vez mientras le contaba toda la historia. Mi novio no lo soportó y me dejó. Voy a terapia de grupo. Tomo una pastilla todos los días y ahora tomo benzodiacepinas para la ansiedad. Intento ocultar mi pecho grande bajo ropa holgada, cuando antes lo usaba para llamar la atención. ¡Qué idiota! Mi prima no parece tener los traumas ni las pesadillas que yo tengo. En su país, terminan la secundaria hasta dos años antes que nosotros y los tratan como adultos antes. Una vez le dije cosas malas por eso. Me perdonó, pero hablamos mucho menos desde que le pregunté si siempre tenía sexo grupal. Me sentí fatal porque incluso dejó que tuvieran sexo anal con ella para alejarlos de mí. Se notaba que le dolía mucho, pero en ese momento solo pensaba en mi propia supervivencia. Mi infancia se acabó, pero no me siento adulta. Su consejo es: «No dejes que te deprima». ¡Como si tuviera otra opción! Fue a terapeuta una vez porque su madre pidió cita y no piensa volver. ¡Su vida no cambió en absoluto! Trabaja en recepción en una empresa de tecnología y, además, modela, y sigue yendo a fiestas, clubes y citas. ¿Cómo? Es increíble cómo la actitud ante algo así puede ser tan diferente en distintos países. Ahora soy una víctima y suelo sentirme así. Definitivamente dañada. Todos en mi escuela saben por qué. Soy ESA chica. Mi nuevo novio, más maduro, es comprensivo, pero me siento como una pequeña carga triste para él. A veces soy hipersexual y no puedo evitarlo. Es un mecanismo de afrontamiento que les ocurre a algunas víctimas de agresión sexual. No lo busqué. Me preocupa que mi novio no confíe en mí por eso. Un amigo mayor, mi vecino desde hace años, se aprovechó de mí después de que le conté lo que pasó en su casa. Tuvimos sexo y luego se sintió culpable por excitarse con mi historia de violación. Lo admitió y me pidió perdón. El sexo me ayudó a calmar el zumbido de oídos por breves periodos, así que lo hice con él más de una vez al día durante un tiempo hasta que mi padre empezó a sospechar algo y habló con él. Desde entonces, no confío en mí misma. Quiero casarme con mi novio, en gran parte, solo para protegerme y demostrarle que lo amo y soy leal, aunque no estoy segura de poder serlo. Me preocupa no poder amar como una persona normal. Me preocupa alejarlo por ser demasiado dependiente y querer casarme con él tan pronto. Lo necesito más de lo que él me necesita a mí. ¿Será así siempre en las relaciones de las víctimas de violación? Me esfuerzo mucho en la escuela para no arruinar mi futuro. Es muy difícil concentrarme. Me zumban los oídos constantemente. Gracias por escuchar.

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    De un sobreviviente
    🇪🇸

    Esa noche mi hermano me tocó.

    No sé si lo que me hizo mi hermano se puede clasificar como abuso sexual. Me estaba quedando a dormir en su casa. Era tarde por la noche y estábamos viendo una película. En un momento dado, me preguntó si podía empezar a acurrucarme. De hecho, acepté, ya que somos muy cercanos y ambos disfrutamos del afecto físico. Mientras hacíamos cucharita, metió la mano debajo de mi camisa. No dijo nada, y yo tampoco. A medida que avanzaba la noche, alternaba entre caricias, besos en la cabeza o en un lado de la cara, y palabras de cariño. Le acaricié el brazo distraídamente porque me sentía incómoda allí tumbada. Finalmente, me preguntó "¿está bien?", refiriéndose a su mano subiendo lentamente por mi estómago. Le estaba dando el beneficio de la duda y seguía pensando que la acción era platónica, además de que me sentía bien, además de que soy tímida y me cuesta la confrontación, así que mi cerebro piensa que decir "no" a la gente es provocarla, así que dije "sí". En realidad no quería decirlo. No creo que quisiera decir "no", claro. No creo que quisiera decir nada en absoluto. Estaba cansada. Los dos lo estábamos. Sus caricias progresaron suavemente hasta el punto de acariciar la parte inferior de mis pechos. Fue entonces cuando empecé a cuestionar sus intenciones. Volvió a preguntar "¿está bien?". Volví a decir "sí". Cuando terminó la película, me asusté. La había estado usando para distraerme de lo que estaba pasando, y temía que, al no haber distracción, centrara toda su atención en mí e intentara hacer algo; así que me incorporé. Me apretó ligeramente la parte inferior del pecho mientras lo hacía, quizá a propósito, quizá por reflejo. Cuando se dio cuenta de que me estaba alejando de verdad, retiró las manos, dijo: "Lo siento. Tu hermano es un bicho raro", y se levantó para ducharse. Creo que en ese momento empecé a entrar en pánico. Fue lo que confirmó mis sospechas de que sus caricias realmente tenían una intención sexual. Había estado intentando engañarme a mí misma creyendo que eran afecto inocente, pero esas palabras me obligaban a afrontar la realidad de mi situación. Recuerdo que no paraba de hablar de temas sin sentido mientras desayunábamos porque temía que sacara a relucir lo que acababa de pasar y quisiera hablar de ello. No quería hablar de ello. Quería fingir que nunca había pasado. Todavía lo intento. Pero me atormenta. Él y su esposa (que habían estado durmiendo plácidamente en su habitación toda la noche) se fueron temprano por la mañana de luna de miel (yo estaba allí para cuidar la casa y había ido la noche anterior para pasar el rato con ellos antes de que se fueran). Una vez sola, me fui a dormir tranquilamente a su cama (con su permiso e insistencia, ya que no había otras camas en el apartamento). Mientras intentaba dormirme, aún podía sentir sus manos sobre mí, como una caricia fantasma. Me derrumbé en ese mismo instante. Me sentí culpable y asquerosa por no haberlo parado y por haberlo disfrutado también. Sentía que tal vez yo era la rara, y tal vez yo la que estaba convirtiendo esta interacción en algo inapropiado. Las semanas siguientes, intenté reprimir mis sentimientos. Unos días antes de Navidad, estaba en un avión con mi madre, a punto de empezar nuestras vacaciones. Estaba cerca de la regla y tenía los pechos sensibles. Eso desencadenó algo en mí y de repente lloré ahí mismo, en público. Ese dolor vago me recordó la sensación de aquel apretón que me dio en el pecho. Mi madre me vio a punto de llorar, pero mentí y le dije que era solo porque estaba cerca de la regla y me sentía deprimida (llevó un tiempo luchando contra la depresión, y ella lo sabía). Durante el viaje, tuve flashbacks aleatorios de esa noche, a veces incluso acompañados de náuseas. Sentía que estaba exagerando mi reacción mental, ya que no me habían violado y no debería estar traumatizada por un contacto que apenas puede considerarse íntimo. Al volver a casa, hice algo de lo que no sé si me arrepiento: hablé con él. Le envié un mensaje largo (vive en otra ciudad, lo que me dio más seguridad al confrontarlo) del que apenas recuerdo nada, salvo que mencionaba "esa noche" y cuánto me había afectado. Me derrumbé al escribirlo, y probablemente no era muy coherente. Mi hermano me envió muchas respuestas cortas en ráfagas rápidas al verlo. Se disculpó profusamente. Dijo "No sé qué me pasa", "Buscaré ayuda psicológica", entre muchas cosas que no recuerdo. Eso me asustó un poco. ¿Para qué necesitaba ayuda psicológica? ¿Estaba admitiendo que tenía impulsos que no podía controlar? Pero no dije nada al respecto. Tenía miedo de acusarlo, y me aseguré de aclarar que yo también era culpable por no poner límites. Ambos nos respondíamos sin pensar. Estábamos en pánico y llenos de adrenalina. Tenía miedo de perderlo. Era mi único vínculo en la ciudad donde vivíamos (muy lejos de la nuestra, donde viven nuestros padres y mis amigos). No quería molestarlo, porque es una persona muy sensible y ya me sentía culpable por cómo reaccionaba. Resolvimos el asunto por mensaje. Pero no lo hicimos. En absoluto. Fingí que sí, pero seguía atormentada por las dudas y la paranoia. Más que las caricias, lo que me atormentaba eran sus palabras: "Lo siento. Tu hermano es un bicho raro". Me conmovieron profundamente. Solo quería negar lo sucedido, pero esas palabras no me lo permitieron. La historia continúa hasta el día de hoy, pero no quiero escribir demasiado sobre las consecuencias de "esa noche", ya que escribiría demasiado y quiero centrarme en si fue un caso de abuso. En este punto, me siento un poco más centrada y capaz de aceptar que lo sucedido tuvo un trasfondo sexual. Todavía me siento avergonzada y culpable. Consentí algunas caricias. No estoy segura de si quería, pero lo hice. Normalmente, eso me haría pensar que fue un encuentro consentido y que ahora simplemente me arrepiento, pero hay muchos factores que también contribuyen a mi creencia de que esto también podría ser un caso de abuso. En primer lugar, mi hermano tenía 38 años en ese momento. Yo tenía 20, lo cual sí, es una adulta, pero aun así; él es mi hermano mucho mayor. Ya era casi un adulto cuando yo nací. Ha sido una figura de autoridad toda mi vida, aunque le gusta fingir que no lo es. Es un poco despistado en cuanto a lo que es apropiado o no en contextos sociales, pero creo que alguien de su edad debería saber que no debe meter la mano bajo la camisa de su hermana pequeña y subir tanto por su cuerpo que sus dedos rocen su areola. En segundo lugar, soy neurodivergente, aunque no se lo dije en ese momento. Sin embargo, cuando se lo conté, me dijo que ya sospechaba. A pesar de eso, siempre he sido callada y retraída, así que me molesta que empezara a tocarme bajo la apariencia de afecto inocente y luego esperara que yo pudiera expresar mi incomodidad cuando la situación se intensificara sin que él especificara qué iba a pasar. Tampoco creo que su forma de buscar consentimiento fuera nada productiva. Solo me preguntó si dos caricias específicas estaban bien, y solo después de empezar a hacerlas. No pidió permiso explícito para nada, salvo para los abrazos al principio. Lo que quiero decir es que yo era vulnerable. Soy joven, inexperta, autista, y él siempre ha sido un apoyo emocional y casi una figura paterna para mí. No sé cómo puede ser tan ingenuo como para pensar que no tiene ningún poder sobre mí. Quizás sí lo sabe, pero no estaba pensando en ese momento. Sigo sin entender por qué me tocaría así. Me consuela un poco pensar que quizás no tenía ningún control sobre ello después de todo. Pero no lo sé. Quizás sí. Soy adulta, después de todo. Y creo que se habría detenido si se lo hubiera dicho. Pero definitivamente nunca di mi consentimiento entusiasta. Me siento traicionada. Me siento perdida. Me siento enojada. Me siento triste. Llevo meses evitando pensar en ello. Esta noche, todo me volvió a la mente y me derrumbé de nuevo. De verdad que no sé qué hacer. No quiero contarle a nadie cercano lo que pasó porque me da vergüenza. Y desde luego no quiero contárselo a mis padres. En cierto modo, quiero cortar lazos con él, pero al mismo tiempo no lo hago porque creo que está arrepentido y no quiero entristecerlo. No puedo evitar ser ingenua. No sé si eso me reconforta o me avergüenza.

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    De un sobreviviente
    🇦🇺

    Justicia por violación marital

    Antes de mudarme a California, viví en Pakistán. Esta historia es de 2008. Mi madre me convenció de casarme con un hombre acomodado, a pesar de que yo quería casarme con alguien que me había gustado en la universidad. El hombre con el que me casé tenía un carácter muy amable y respetuoso. Le conté la situación, pero me dijo que me enamoraría de él si le daba tiempo a la relación. Acepté con la condición de que durmiera en una habitación aparte y que no hubiera intimidad mientras yo decidía si lo aceptaba o me divorciaba. Poco a poco, intentó conquistarme. Primero, pidiéndome que me besara los pies, luego masajeándome las piernas y los hombros. Un día, como siempre, me pidió que me besara los pies mientras veía la televisión. Lo pillé mirando hacia abajo desde mi camisón. Me molesté. Se disculpó, pero luego me pidió que me masajeara los hombros. Acepté. Mientras me masajeaba los hombros, me levantó los brazos y me lamió las axilas. Me molesté mucho. Lo aparté y corrí al baño. Cuando salí, me agarró, me empujó al dormitorio, me obligó a subirme a la cama, me ató las muñecas y ató la cuerda a una silla cerca de la cama. Le rogué que parara y me resistí con todas mis fuerzas, pero me penetró. Empecé a llorar. Se disculpó, pidió perdón, pero no pudo haber perdón. Mi tía (en la policía) lo arrestó. Pedí el máximo castigo posible para él. Le dieron 10,5 años de prisión rigurosa, 200 latigazos y también me pagó una gran multa. Participé personalmente en azotarlo. Más tarde lo perdoné y su sentencia fue conmutada por latigazos. Finalmente nos divorciamos, pero me sentí satisfecha de que se hiciera justicia en este caso y finalmente me casé con mi amor de la universidad.

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    De un sobreviviente
    🇮🇪

    Mi historia

    Fui violada a los 18 años, justo después de mi examen de fin de estudios. El hombre que me violó era mi expareja. Había sido físicamente abusivo, lo que me llevó a terminar la relación. Poco después, se puso en contacto conmigo y me pidió que nos viéramos para intercambiar objetos que habíamos dejado en casa de los demás. Acepté, sin darle demasiada importancia. Quedamos en una cita y quedamos en tomar un café en un sitio que frecuentábamos a menudo como pareja. Sin embargo, llegó horas tarde y, al mirar atrás, fue una gran señal de alerta. Me subí al coche con él y condujo hasta un lugar apartado, me incapacitó y me violó. Nunca olvidaré la sensación de intentar soltarme y finalmente darme cuenta de que no era lo suficientemente fuerte. Duró casi cuatro horas y me violaron oral, vaginal y analmente. También usó un objeto extraño durante su ataque. Después, me soltó y caminé durante horas en la oscuridad para llegar a casa. No se lo dije a nadie durante días. La única atención médica que busqué fue la píldora del día después. Después de unos tres días, empecé a aceptar lo que me había pasado y a aceptar que no estaba bien. Que yo no estaba bien. Busqué ayuda en la SATU de Ubicación y elegí la "Opción 3", que permitía tomar y almacenar muestras sin la presencia de la policía. No tengo palabras para describir la atención que recibí en la SATU. Son unos ángeles. Más tarde, sufrí un aborto espontáneo en una etapa relativamente avanzada del embarazo, tras enterarme bastante tarde. Finalmente, denuncié a la policía y arrestaron a mi agresor, aunque en ese momento decidí que no era lo suficientemente fuerte como para permitir que el caso llegara a los tribunales. Sufrí muchísimo en ese momento, con síntomas que ahora entiendo que eran TEPT y depresión, e incluso consideré quitarme la vida. Pero busqué apoyo y conocí a una psicoterapeuta maravillosa. Más tarde, repetí el examen final de estudios y logré acceder a la universidad, donde he recibido un apoyo excepcional. Tuve la suerte de acceder a un apoyo que marcó una gran diferencia para mí, y mi mensaje para cualquiera que lea esto y que haya sido afectado por violencia sexual es que esto mejora y se puede superar.

    Estimado lector, esta historia contiene lenguaje autolesivo que puede resultar molesto o incomodo para algunos.

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    De un sobreviviente
    🇺🇸

    Sobreviviendo a mi padre.

    Hola, me llamo Nombre y esta es mi historia... El abuso fue bastante físico, comenzó a una edad temprana, desde que tengo memoria. La EMDR me ha hecho recordar cuando tenía unos dos años, cuando mi padre era corpulento y daba miedo. Si bien era un hombre muy abusivo físicamente, esto trata sobre lo que me hizo a partir de los 13 años. El abuso sexual comenzó de forma simple cuando era solo una joven, pero progresó hasta convertirse en una pesadilla. Este hombre no solo me había pedido que me casara con él y fuera su esposa más de tres veces, sino que tampoco me dejó ir después de los 18 años, cuando intenté mudarme. El abuso fue más que simples tocamientos inapropiados; me obligó a compartir habitación con él después de cumplir los 16, y sentí que mi vida se había acabado. Cuando empezó a hacerme dormir en su habitación, tuvo acceso total a mí y no tuvo ningún límite, en absoluto. Muchos días y noches estuve atrapada en la casa por él porque dejaba que otros en la familia salieran y exploraran la vida, mientras que yo estaba castigada para que pudiera vigilarme. No me permitían hablar con chicos de mi edad, y si lo hacía, lo ponía celoso y enojado. Tenía que revisar constantemente mi teléfono y demostrar a dónde iba cada mensaje de texto. No entraré en detalles de las cosas que hizo, pero me hizo todo lo que un hombre solo debe hacer con su esposa, no con su hija. Le tenía mucho miedo a este hombre, ya que pasaba cada momento vigilándome y observando lo que hacía. Incluso amenazó con terminar con las vidas de ambos si no obedecía, que es algo que todos los sobrevivientes sienten o por lo que pasan. Cuando cumplí 18 años, me fui esa noche y caminé desde Ciudad, Estado, hasta el aeropuerto en Ciudad, Estado 2 en mitad de la noche. Estaba desesperada por salir, y él no iba a dejarme ir. Cuando llegué al aeropuerto y empecé a pedir limosna, poco después de la mañana, me di la vuelta y allí estaba. Se me acercó y me llevó de vuelta al coche. Tenía demasiado miedo como para gritar. Estaba furioso conmigo y me llevó de vuelta a casa en City, donde me encerró en su habitación durante dos semanas. No me permitieron hablar con mi familia, me quitaron el teléfono y me sirvieron comida. A los 19 años, lo volví a intentar. Le rogué a mi madre que me ayudara y ella me llevó a la estación de autobuses Greyhound de City y me compró un billete. Me dijo que no llamara la atención y que tuviera cuidado, y me envió con un teléfono con wifi. Después de 32 horas de viaje en autobús, recibí una llamada de mi madre diciéndome que mi padre se había enterado y que iba de camino. Cuando el autobús llegó a la estación de City, State 3, él estaba allí, de nuevo, para llevarme de vuelta. Intenté luchar esta vez, después de que rompiera una promesa. Me dijo que quería asegurarse de que estuviera a salvo y prometió llevarme con mis abuelos. Cansada, hambrienta y necesitando que me llevara, le creí. En lugar de ir al norte, empezó a conducir hacia el sur. Empecé a gritar y él subió la música; finalmente, me desmayé por el agotamiento y desperté de nuevo en Nuevo México. Finalmente escapé a los 21 años cuando nos mudamos a Tennessee y un amigo que conocí allí entendió por lo que estaba pasando. Me ayudó a escapar de esa casa un día, y me fui sin nada. Mi padre descubrió dónde estaba otra vez y vino a secuestrarme otra vez. Esta vez, llamaron a la policía y fui en busca de protección. Mi padre no me dejó llevar ni una sola prenda de ropa en ese momento cuando supo que estaba oficialmente fuera de sus manos. Durante los siguientes años, no supe cómo desenvolverme en la vida ni con mi familia. Guardé mi historia, cargando con vergüenza y culpa por cosas que estaban fuera de mi control. Quería una familia, así que intenté fingir que las cosas no pasaban y en 2015 volví a Utah para estar con mi familia de nuevo. Al hacerlo, no podía quitarme de encima la sensación de incomodidad y asco. Finalmente conocí a un chico que me dejó mudarme con él (porque estaba sin blanca y vivir con mi familia no me funcionaba) y empezó a ayudarme. Terminamos saliendo, formando una relación y teniendo un hijo pequeño. Durante este tiempo, empecé a poner límites a mi familia y a decirles quién era mi padre; nadie me creía. En 2020, me desperté un día, era el Día Nacional de los Hermanos, y me sentía herida. Estaba triste porque todos se pusieron de su lado y porque mis cinco hermanos, mi madre y mi hermana pequeña le creyeron a él antes que a mí y me insultaron. Publiqué mi historia en TikTok y empezó a explotar a medida que muchos otros empezaban a sentirse de forma similar o pasaban por cosas parecidas. Este fue el comienzo de mi proceso de sanación. Dije: "No tengo por qué avergonzarme de mi pasado y puedo controlar quién soy hoy. El pasado no tiene por qué definirte, pero quién eres sí puede depender de ti". Si bien fue y sigue siendo difícil corregir malos hábitos o hábitos no deseados, estoy agradecida por quien soy ahora debido al dolor que he vivido. Gracias al sufrimiento que aprecié durante los primeros 21 años de mi vida, esta mujer de 32 años se ha vuelto brillante y positiva. He pasado años en terapia con EMDR, ART, Mindfulness, trabajo de respiración y muchos otros cursos que me han convertido en la guerrera que soy hoy. Me enorgullezco de mi historia y la asumo. No puedo cambiar lo que he vivido, pero puedo hacer los cambios para mejorar mi futuro y ser una mejor madre para mi hijo. Después de ver a mi madre soportar el abuso de mi padre, me dije a mí misma que nunca sería como ella. Después de 10 años de vivir con el padre de mi hijo, me he vuelto más fuerte y he reconocido las señales de abuso doméstico que yo también estaba experimentando. Tras años de detonantes, y al darme cuenta de que él es mi padre, reuní la fuerza para irme como necesitaba. Ahora soy madre soltera y amo a mi hijo, trabajo en una gran corporación en su división de Salud Conductual y estoy creando mis propios caminos empresariales para ayudar a otros sobrevivientes a prosperar. Sé que el camino hacia la sanación es difícil, y puede ser difícil empezar, pero tú puedes. ¡Todos podemos!

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    Actividad de puesta a tierra

    Encuentra un lugar cómodo para sentarte. Cierra los ojos suavemente y respira profundamente un par de veces: inhala por la nariz (cuenta hasta 3), exhala por la boca (cuenta hasta 3). Ahora abre los ojos y mira a tu alrededor. Nombra lo siguiente en voz alta:

    5 – cosas que puedes ver (puedes mirar dentro de la habitación y por la ventana)

    4 – cosas que puedes sentir (¿qué hay frente a ti que puedas tocar?)

    3 – cosas que puedes oír

    2 – cosas que puedes oler

    1 – cosa que te gusta de ti mismo.

    Respira hondo para terminar.

    Desde donde estás sentado, busca objetos con textura o que sean bonitos o interesantes.

    Sostén un objeto en la mano y concéntrate completamente en él. Observa dónde caen las sombras en algunas partes o quizás dónde se forman formas dentro del objeto. Siente lo pesado o ligero que es en la mano y cómo se siente la textura de la superficie bajo los dedos (esto también se puede hacer con una mascota, si tienes una).

    Respira hondo para terminar.

    Hazte las siguientes preguntas y respóndelas en voz alta:

    1. ¿Dónde estoy?

    2. ¿Qué día de la semana es hoy?

    3. ¿Qué fecha es hoy?

    4. ¿En qué mes estamos?

    5. ¿En qué año estamos?

    6. ¿Cuántos años tengo?

    7. ¿En qué estación estamos?

    Respira hondo para terminar.

    Coloca la palma de la mano derecha sobre el hombro izquierdo. Coloca la palma de la mano izquierda sobre el hombro derecho. Elige una frase que te fortalezca. Por ejemplo: "Soy poderoso". Di la oración en voz alta primero y da una palmadita con la mano derecha en el hombro izquierdo, luego con la mano izquierda en el hombro derecho.

    Alterna las palmaditas. Da diez palmaditas en total, cinco de cada lado, repitiendo cada vez las oraciones en voz alta.

    Respira hondo para terminar.

    Cruza los brazos frente a ti y llévalos hacia el pecho. Con la mano derecha, sujeta el brazo izquierdo. Con la mano izquierda, sujeta el brazo derecho. Aprieta suavemente y lleva los brazos hacia adentro. Mantén la presión un rato, buscando la intensidad adecuada para ti en ese momento. Mantén la tensión y suelta. Luego, vuelve a apretar un rato y suelta. Mantén la presión un momento.

    Respira hondo para terminar.