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Cuando esto ocurrió, también experimenté...

Bienvenido a Our Wave.

Este es un espacio donde sobrevivientes de trauma y abuso comparten sus historias junto a aliados que los apoyan. Estas historias nos recuerdan que existe esperanza incluso en tiempos difíciles. Nunca estás solo en tu experiencia. La sanación es posible para todos.

¿Cuál cree que es el lugar adecuado para empezar hoy?
Historia
De un sobreviviente
🇪🇸

Corazón fuerte

Si alguien quisiera entender quién soy, tendría que saber que… No sabría cómo ni por dónde empezar. Supongo que por la base de todo: mi niñez. Me llamo Name. Nací en Venezuela, pero me crie toda la vida en España, bueno, a partir de los ocho años. Mi niñez… qué decir. Era feliz. Fui feliz. O eso cree uno a esas edades. Mis primeros ocho años en Venezuela. Supongo que fui feliz. Una familia que me quería, un hermano, una mamá… aunque nunca un papá. Mami siempre supo cómo tirar ella sola con nosotros. Siempre me inculcó cosas buenas de mi padre. Incluso me enseñaba cartas y fotos de él. Crecí queriendo a mi padre, aun sin haberlo visto nunca en persona. Tuve un colegio que me gustaba mucho, aunque he de decir que la liaba mucho. Era demasiado ruido para aulas tan pequeñas. Tengo muchos recuerdos bonitos, otros que ahora de adulta sé que no lo fueron. Me dieron todo, tuve todo. A pesar de venir de una familia humilde, nunca me faltó un plato de comida, nunca me faltó amor, nunca me faltó nada. Todo se complica… Cuando cumplo los cuatro años, cuando ya eres un poquito, pero muy poquito, más consciente de la vida, todo se complica. Mamá dejó de estudiar y decidió trabajar. Eso implicaba verla menos. Eso implicaba ser cuidada por otras personas. Eso implicaba muchas cosas. A partir de ahí mi vida se derrumbó. A partir de ahí marcaría un antes y un después. A partir de ahí mi vida en la adultez sería distinta. La gravedad de todo lo vi al crecer. Aunque he de decir que tuve una pequeña reacción siendo tan pequeña. Podría decir que algo dentro de mí me dijo: esto está mal, esto no puede ser así. Siempre he dicho: ¿dónde estaba Dios? Soy creyente, o fui creyente, pero poco a poco todo eso fue desapareciendo. Cuanto más dolor me causaba la vida, más dejaba de creer. No me enrollo más… vamos al principio. Pues sí, tuve una niñez bastante bonita. Aunque la parte mala ahí está, y creo que estará por siempre en mi vida. Supongo que escribirlo me hace sentir un poquito mejor. Recalcar toda mi vida me hace sentir algo mejor. Fui violada. Sí, abusaron de mí siendo tan solo una niña de cuatro años. A partir de ahí me destrozaron la vida. Fui cumpliendo años y eso seguía sucediendo. Supongo que para mí era algo normal. Un niño, al sufrir eso, jamás podría darse cuenta de la gravedad. La persona que se supone que tenía que cuidar de mí era la causante de mis traumas ahora de mayor. Mi hermano y yo, siempre unidos, siempre juntos, mano a mano. Pasó por lo mismo, solo que yo cedía. Cedí muchas veces porque sabía que era la única forma, la única forma que tenía para proteger a mi tesoro más preciado: mi hermano. ¿Dónde estaba mi familia? Éramos tan solo unos niños que necesitaban ayuda de un adulto. ¿Dónde estaban todos? ¿Por qué nunca nadie se dio cuenta? Tan solo necesitábamos a un adulto que nos ayudase. ¿Cómo íbamos nosotros mismos a ayudarnos? Mi vida cambió. Mi tía nos devolvió la vida. La decisión de venir a España cambió nuestras vidas. Era un pequeño viaje. Jamás pensábamos quedarnos aquí a vivir. Ed y yo felices, con nuestra pequeña maleta, sabiendo que algún día volveríamos a Venezuela, que en un mes o así estaríamos de vuelta. Y aquí estoy, veinte años después, agradeciendo día a día la decisión de quedarnos aquí. Ahí empezó mi verdadera infancia feliz. Nos dieron todo. Mis tías nos dieron todo. Nunca había sido tan feliz. Mamá se enamoró. Ahí conoció al que creí mi padre. Es normal, ¿no? Te crías sin una figura paterna y cuando entra alguien en tu vida con tanto amor para darte… cómo no creer que es tu padre. Mil viajes, muchas playas, muchos planes, mucho de todo. Él nos dio tanto. Estuvo en todo. Cómo no haberle querido tanto. El colegio es verdad que no me gustaba tanto. Sufrí mucho bullying. Supongo que no estarían acostumbrados a ver a una niña latina, pelo rizado y rasgos de negra. Esa parte quiero omitirla. La verdad que me marcó demasiado. Pensé siempre que de ahí venía mi inseguridad. Crecí. O eso creía con catorce años. Me creía la reina del mambo. Quería vivir rápido, quería ser adulta, quería hacer mil cosas. Empecé a perderme. A ser una inconsciente con mamá. A ser una rebelde. Cuanto más me prohibían, más quería hacerlo. Creo que fue mi peor época. Nunca me sentí entendida por nadie. Nunca nadie se sentó a explicarme paso a paso cómo va la vida y desde cuándo tenía que empezarla a vivir como una adulta. Mamá lo hizo bien siempre, pero he de decir que no supo lidiar con una adolescente llena de ira, llena de rabia, llena de odio. Fui mi peor versión. Pero era adolescente, ¿quién se da cuenta a esas edades? Porque yo, hasta que no tuve un choque de realidad, no me di cuenta. Mi primer amor… Sí, tuve mi primer amor. Fue lo más preciado que la vida me había dado. Tus primeras veces en todo, tus primeros te quiero, tu primer sentimiento de amor, tu primer todo. Fue un fracaso. Supongo que éramos muy jóvenes e inexpertos. Yo quería más, salir al mundo, conocer gente. No me valía nada. Tuve más de un amor. Con todos fracasé. Pero me quedo con lo que aprendí con cada uno de ellos. Aprendí a saber qué merezco y qué no. Aprendí a quererme un poco más. Aprendí a no tolerar cosas que no. Aprendí a no quedarme con migajas. No sé por qué nunca me fue bien en el amor. Y la poca fe que me quedaba me la destrozaron. Cumplo dieciocho. Por fin mayor de edad. Por fin podría hacer lo que me diese la gana. Eso sentía y eso creía. Me duró bastante la rebeldía. Hasta que… Ocurriría de nuevo. Mamá se separa. Mi vida cambia. Todo cambia. Mi supuesto padre sigue siéndolo. Seguimos queriéndolo como el primer día. Seguimos viéndole. Seguimos todo con él, a pesar de no estar con mamá. Pero tuve un choque con la realidad. Creí que mis parejas me habían roto el corazón, pero creí mal. Él me rompió el corazón. Dejé de creer en el amor. Si la persona que más quería, a quien yo consideraba mi papá, me partió el alma, me partió el corazón… ¿qué iba a pensar del resto del mundo? ¿Cómo debía ser yo? Y llegó ese día, el segundo peor día de mi vida. Sufrí violencia doméstica. Mi supuesto padre fue capaz de destrozarme la vida. Intento de violación. Una vez más sentí ese miedo. Una vez más sentí que la vida se me caía. Una vez más sentí decepción. Una vez más sentí cómo mi corazón se rompía poco a poco. Cómo creer en la gente. Cómo creer en la vida. Nace Brother. Empecé a ver la vida un poco mejor. Brother llega a nuestras vidas, mi pequeño hermano, y cambié por completo. Me dio esa felicidad que no tenía. Me dio esa calma en el alma que yo tanto necesitaba. Verle tan pequeño, tan bonito, esas manitos… Mi hermano me devolvió la vida y las ganas de querer con el alma a alguien. Nunca se lo dije. Es muy pequeño. Pero algún día me sentaré y hablaré con él. Dejé de estudiar. Fui de mal en peor en los estudios y decidí adentrarme en el mundo de la hostelería. Crecí de verdad. Mi mentalidad cambió. Empecé a ser mejor persona con mamá, mejor persona con mi hermano Edy, mejor persona con todos. Trabajar me hizo darme cuenta de cuánto cuesta la vida. De cuánto ha tenido que currar mamá para darnos todo. Trabajar me hizo crecer como persona, como mujer. Pasa el tiempo. Pasa la vida. Y sí, sigo estancada en la hostelería. Pero he de decir que me he ganado todo lo que tengo a pulso. Agradecida de todo lo que aprendí. Sigo con la vida. Sigo con mi vida. Pasa el tiempo. Vuelvo a tener amores que no van a ningún lado. Más decepciones: de familia, de novios, de amistades. Pero supongo que siempre pude con todo. Era como que mi corazón estaba a prueba de balas. Como que algo más ya me era indiferente. Estaba tan acostumbrada a que lo malo me persiguiese que era totalmente normal para mí. Pero oye, que nunca dejé de ser buena. Nunca dejé de tener este corazón tan noble, como dice mamá. Siempre di todo de mí a todos. Siempre fui con mis mejores intenciones. Hace poco leí que las personas que siempre están haciendo la gracia son las que más tristes están por dentro. Nunca algo me había representado tanto. Como digo yo, soy la payasa del grupo. Me encanta ver a mi gente reír a base de mis ocurrencias. Eso me hace sentir un poco menos mal. Eso me ayuda mucho. Me gusta hacer la gracia siempre, porque sí, porque no. Eso me hace olvidar un poco todo. Pasa el tiempo y estoy en calma. Siento que no tendré nada más por lo que sufrir. Y llega un mensaje inesperado… Siempre estuve en contacto con mi padre, ese mismo del que mamá siempre me habló y siempre me inculcó cosas buenas. Le quiero tanto que jamás se me pasaría por la mente odiarle. Y llega un mensaje: “Hola hija, Dios te bendiga. Soy tu papá, el hermano de tu mamá.” Mi mente no entendía absolutamente nada. Papá, mamá, hermano… Pensé que era fake, pero indagué hasta dar con la realidad de todo. Ese día, bendito día, una vez más me vuelven a romper el corazón. Pero esta vez, mi querida mamá. Resulta que ese señor era mi padre de verdad. Resulta que mi mamá no era mi madre biológica. Resulta que toda mi vida crecí creyéndome mentiras. Mi madre biológica me abandonó. Con tan solo un mes de nacida. Me abandonó como un perro. Mi papá, con miedo de la vida, con miedo de seguir con una niña tan pequeña, solo buscó ayuda. Ayuda de sus hermanos. Y ahí entra mi mamá en el plano. Como me dice ella: “Hija, me enamoré de ti. Verte tan pequeña, tan vulnerable, con esa carita, con esa nariz, con esos rizos… cómo no quedarme contigo.” Mamá no me dio la vida. Me la devolvió. Agradezco la vida que me diste, mamá. Para mí siempre serás mi madre. Mi única y verdadera madre. Pero me duele el alma. Todo por lo que tanto había trabajado volvió: mis miedos, mis inquietudes, mis traumas, mis inseguridades, mi rabia, mi ira. Y llegó él. Llegó alguien a mi vida para hacerme entender que la vida no siempre es tan mala. Alguien que me haría entender por qué nunca funcionó con nadie más. Alguien que me daría todo el amor del mundo. Y llegaste tú, justo en el momento que más me dolía la vida. Llegaste y me olvidé por un ratito de todo lo que estaba pasando. Volví a creer en el amor. Volví a creer en que de verdad hay personas buenas con corazones bonitos. A veces siento que no lo merezco. A veces siento que es una trampa de la vida. Me saboteo mucho. No sé cómo asimilarlo. Siento que en cualquier momento todo se romperá. Sentiré miedo. Sentiré angustia .

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  • Mensaje de Sanación
    De un sobreviviente
    🇪🇸

    Contar eso sin derrumbarme

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  • “Puede resultar muy difícil pedir ayuda cuando estás pasando por un momento difícil. La recuperación es un gran peso que hay que soportar, pero no es necesario que lo lleves tú solo”.

    Mensaje de Sanación
    De un sobreviviente
    🇨🇴

    poder seguir adelante y pasar un poco la pagina

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  • Todos tenemos la capacidad de ser aliados y apoyar a los sobrevivientes en nuestras vidas.

    Historia
    De un sobreviviente
    🇨🇦

    Name, solo tenía 6 años

    Tenía alrededor de 6 años, cierro los ojos y es cómo si volviera a vivir en carne propia el recuerdo, me acuerdo del ruido de la televisión, el olor del desayuno que estaba comiendo, yo solo estaba viendo caricaturas. El, un hombre de alrededor 50 años me cargó y me acomodó en sus piernas, y deslizó su mano por debajo de mis panties, TENÍA 6 AÑOS y ahí empezó mi historia de abusó sexual, una historia que me hubiese gustado no tener que experimentar. Yo hablé ya que mi mamá siempre me había enseñado a que nadie podía tocar mis partes pero en ese entonces mi mamá no tenía los recursos, vivíamos en casa de una prima (la hija de mi abusador) y nadie me creyó, dijeron que era mi imaginación. Otros sucesos pasaron cometidos por la misma persona, me arrebató mi inocencia y me rompió en pedacitos… pese a que yo hablé la primera vez, las otras veces me quedé callada porque nadie me creyó, nadie me protegió y nadie me escuchó más que mi mamá pero en ese entonces ella estaba luchando con un problema de alcoholismo y toda la familia nos dio la espalda. Después de un tiempo dejé de ver a mi abusador pero a los 8 años me volvió a pasar pero esta vez por el esposo de mi tía (la hermana de mi mamá) ellos han sido casados desde que mi tía tiene 16 años hasta el presente. Fuimos de visita a casa de mi tía, era diciembre entonces mi mamá salió con mi tía a comprar cosas para la navidad, yo, mi hermano y mi primo (hijo de mi tía) nos quedamos al cuidado del esposo de mi tía, el en ese entonces era oficial de la policía. Yo estaba jugando con mi primo y mi hermano cuando él me llamó, él estaba sentado en la mesedora viendo las noticias cuando me sentó en sus piernas y yo inmediatamente me paralice puesto que la última vez que alguien me sentó en sus piernas me manoseo, esta vez fue diferente, solo me acaricio las piernas y yo solo sentí cómo algo duro me rozaba mis glúteos, me paralicé y no sabía que hacer, hasta que tuve la fuerza y me bajé. Nunca hablé de mi segundo abusador y nunca lo he hecho, yo ya no vivo en Colombia pero cuando voy me toca actuar cómo si nada aunque por dentro sienta tantas cosas. Por mucho tiempo reprimí todo lo que me pasó, siempre decía que no me afectó y ahora a mis 22 años me está atormentando. Estoy comprometida con el amor de mi vida, siento que ha sido un regalo que Dios y la vida me dio después de tanto tormento pero hay veces que cuando vamos a tener intimidad y me toca siento una rabia en mi, ese tipo de rabia que te dan ganas de pegarle un puño en la cara a esa persona, y no lo entiendo, el no me ha hecho nada? El solo me ha ayudado y me ha tratado con amor y me ha demostrado lo mucho que me respeta y me ama, siempre quise evadir el tema y reprimirlo, no hablar de ello y pretender cómo que no me afectó pero ya llegué a un punto donde me dan unos ataques de ira que ni yo me reconozco, donde termino lastimándome a mí misma o sacando esa ira en mi prometido, hace unas noches por fin en medio de una ataque de ira donde terminé azotandome la cabeza en la pared solo repetía “no me deja en paz, me persigue, sácalo de mi cabeza” estaba en un estado de crisis y mi prometido solo pudo sujetarme en sus brazos mientras me preguntaba quién me perseguía y fue la primera vez que dije su nombre en voz alta, “Name, el hombre que me violo y me robo mi inocencia no sale de mi cabeza” no podía hablar, las lágrimas y gritos de desesperación eran más que las palabras, en ese momento me di cuenta que no importa cuánto allá crecido aquella niña de 6 años sigue dentro de mi, está enojada, está triste y rota. Mi pareja es abogado entonces el fue quien me habló sobre me too movement, me dijo que me hiciera justicia y lo denunciara pero que si no me sentía lista por miedo que navegara las opciones que me too ofrece y que quizá empezara por contar mi historia, por unos días habría la página y solo me quedaba paralizada, pero hoy me anime, ya no merezco ser prisionera de un dolor que no fue mi culpa aunque por mucho tiempo he sentido que lo es, me siento perdida y no quiero que mi pasado defina mi presente, la vida me está dando oportunidades bonitas pero mi abusó sexual no me deja avanzar, cómo me saco esta rabia que siento por dentro? Porque me volví un ser tan agrio y amargo, porque me enojo por todo? Porque no puedo disfrutar la intimidad con mi pareja si es delicado conmigo? Parece que entre más delicado es más rabia siento por dentro. Me siento muy sola y perdida. Quiero este dolor fuera de mi

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  • “Siempre está bien pedir ayuda”

    Historia
    De un sobreviviente
    🇨🇴

    No tengo recuerdos claros y siento mucha culpa

    Mi historia es un poco larga. Cuando tenía 15 años o 16 años, vino a mi mente el recuerdo de cosas que habían ocurrido cuando yo tenía entre 4 y 5 años. Dos tíos abusaron de mí. Los recuerdos sobre esto nunca han sido claros y ahora, muchos años después, todo se ha vuelto más lejano y confuso y he dudado varias veces de mí misma y de mi historia. Hay otras cosas que pasaron en mi infancia que sí recuerdo con más claridad: cuando tenía entre 7 y 8 años, vi a mis papás teniendo relaciones sexuales a mi lado (esa noche me había pasado a dormir con ellos en su cama). Tiempo después, se repitió la situación, pero con mi padrastro y mi mamá. También cuando tenía entre 7 y 8 años, estaba revisando unos CD'S en el DVD que había en la casa para marcarlos según el género musical o según la película que fuera. Uno de los CD'S, era una película porno. Como casi siempre, me encontraba sola en mi casa, entonces la vi completa. No recuerdo si me masturbé. Sé que desde muy niña me frotaba con peluches, muñecas y otros objetos, aunque sin mucha conciencia de lo que hacía, pero estaba presente el miedo a ser vista. Hay algo que me atormenta en este momento: cuando tenía 6 o 7 años, mi prima (ella un año mayor) y yo jugábamos a imitar algunas posiciones de un libro de kamasutra que había en su casa. También tengo leves recuerdos de una vez que, mientras nos bañábamos, frotamos nuestras partes íntimas. No sé si esto se dio en el marco de una curiosidad bilateral y por el contenido del libro al que habíamos estado expuestas o si fui yo quien generó la situación y la persuadió a ella de hacerlo o si la manipulé. No recuerdo que haya sido así, pero me da miedo que sí. ¿Y si imité lo que hacía mis tíos conmigo o lo que vi en contenido al que estuve expuesta? Siento miedo, culpa y vergüenza. Además, hace medio año, recordé que cuando tenía 10 años y cargué a mi hermanita en mi piernas (que estaba como de un mes), sentí un estímulo placentero en mi zona íntima por el contacto. Cuando esta imagen vino a mí (tampoco fue clara, como mis otros recuerdos) sentí culpa, pero no escaló a más porque entendí que fue una reacción física y nada más. Pero luego no podía dejar de pensar en ello y me cuestionaba si había prologando o intensificado el contacto y sentí muchísima culpa, asco y vergüenza. Fue tan fuerte, que tuve un episodio de TOC y siento que aún no he podido salir de ahí, porque ahora me inundan las dudas sobre lo sucedido con mi prima.

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    De un sobreviviente
    🇮🇪

    #1287

    Tocamientos inapropiados es como me refería a lo que hacía mi exmarido. Estuvimos juntos casi number años. Incontables veces me despertaba con sus manos bajo mi pijama, teniendo relaciones sexuales conmigo, obligándome a hacerle cosas; simplemente se volvió normal. Sentía que esto era parte de mi matrimonio. Ahora sé que no debería haber sido así y que ningún hombre debería tratar así a una mujer. El consentimiento no se puede pedir, debe darse. Nos separamos y él seguía viviendo en casa. Estuve hospitalizada. Él ayudaba a cuidar a nuestros tres hijos. Venía a mi habitación por la noche, después de que yo llegara del hospital, y me frotaba la espalda y el vientre, aunque le había pedido que no lo hiciera. Esto derivó en dos ocasiones en violación; le dije que no, y él siguió haciéndolo. En ese momento no me di cuenta de que era eso. Incluso escribir esto ahora me resulta difícil. Fue solo tres años después, tras hablar sobre los tocamientos inapropiados con una terapeuta, que ella usó esa palabra conmigo. En el fondo, sabía lo fundamentalmente equivocado que era todo esto, pero nunca me imaginé que mi esposo me había agredido sexualmente ni violado mientras estábamos casados ni justo después de separarnos. Todavía me resulta extremadamente difícil decirlo en voz alta. La mayoría de mis amigos y familiares no saben que esto ha sucedido. Es una situación muy solitaria, pero hablar con profesionales sin duda me ayuda a superar la vergüenza y la culpa que siento.

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  • “Estos momentos, mi quebrantamiento, se han transformado en una misión. Mi voz solía ayudar a otros. Mis experiencias tenían un impacto. Ahora elijo ver poder, fuerza e incluso belleza en mi historia”.

    Historia
    De un sobreviviente
    🇺🇸

    Nombre

    Tener TU voz es lo más importante que puedes tener como víctima de abuso. Después de sufrir abuso durante varios años en Ubicación, sentí que me lo arrebataban todo. A los 9 años, me habían arrebatado mi dignidad, autoestima, confianza, felicidad y fuerza. Verano tras verano, iba a este lugar oscuro que se suponía sería una experiencia positiva. Mis padres creían que me dejaban en un lugar para ayudarme a crecer en mi relación con el Señor. Lo que no sabían es que Nombre 2 me dijo que si realizaba los actos sexuales que él quería, me prometía que me acercaría más a Dios. Era una persona enferma que constantemente infringía las normas de Ubicación y la ley. Lo peor es que Ubicación tenía la visión y sabía que esto estaba sucediendo, pero no hizo nada. Al salir del campamento y volver a casa, recuerdo sentirme vacía y deprimida. A esta edad, no se tiene la madurez suficiente para comprender lo que ha sucedido y cómo procesarlo. Acudí a centros de defensa infantil para obtener ayuda profesional y me costaba incluso hablar de lo sucedido porque no tenía sentido en mi cabeza y no podía verbalizar los acontecimientos ni el impacto que tuvieron en mí. A medida que avanzaba en la adolescencia, me deprimí más. Todas las noches soñaba que Nombre 2 abusaba de mí y sentía que cada noche que me iba a dormir, iba a ser abusada de nuevo. El miedo, la ira y la depresión que experimenté me pesaban tanto que casi no quería llegar al día siguiente. Después de años en este ciclo, decidí que necesitaba un cambio para poder vivir una vida plena. Empecé a trabajar en mi salud física, espiritual y mental. Lo más importante es tener voz. Tienes que poder compartir tu experiencia para poder recibir la ayuda que necesitas y expresar el dolor que has vivido. Por eso estoy agradecida por la Ley de Trey. Esta elimina la posibilidad de que organizaciones como Ubicación silencien a las víctimas después de hacerles pasar por experiencias horribles. Le devuelve el poder al Superviviente. La Ley de Trey salvará vidas. Permitirá que alguien pueda defenderse. Permitirá que menos criminales/organizaciones se salgan con la suya en el peor delito que alguien puede cometer. Si alguien lee esto y necesita ayuda, ¡siempre estaré encantado de escuchar su voz!

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    Creo que Dios me ha dado una segunda oportunidad y no la voy a desperdiciar. Soy muy feliz y tengo paz en mi hogar. La gente siente lástima por mí porque no tengo contacto con mi familia, pero lo que no entienden es que tengo paz. La paz es mucho más importante que la familia después de lo que he pasado. Tengo un perro de servicio para protegerme de ellos. Es una pitbull y me protege muchísimo. Así que si vienen por mí, más vale que sea con un arma porque es la única manera de que me atrapen. También tengo un gato y ahora es mi familia. Dios me ha bendecido inmensamente desde que dejé el abuso. La Biblia dice que Dios te dará el doble de lo que has perdido debido al abuso. Puedo dar fe de eso. Tengo un hermoso apartamento que es un edificio seguro, así que no puedes entrar a menos que tengas una llave. Vivo en un segundo piso, así que no pueden entrar a robarme. Mi exmarido y mi hija entraron a mi otra casa, robaron mis dos bulldogs ingleses y los mataron solo para hacerme daño. He tenido que mudarme cinco veces porque me siguen encontrando. No ayuda que si buscas el nombre de alguien en Google, puedas averiguar dónde vive. Además de enseñarle al sistema legal sobre el abuso, internet también necesita aprender cómo la gente lo usa no para bien, sino para abusar. Dios me ha bendecido con un coche precioso, una GMC Acadia Denali. Si alguno de ellos lo supiera, se pondría furioso porque su objetivo era destruirme. Dios no iba a permitir que eso sucediera.

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    20 años después y todavía estoy trabajando en la curación.

    Han pasado 20 años y sigo teniendo problemas. Soy una sobreviviente de TMS, y solo recientemente no me he considerado una víctima. He podido ocultar mis problemas con mi trauma, pero he superado momentos en los que me he vuelto insensible. Tuve otro trauma en ese momento que desencadenó mi TEPT, pero no estaba en un entorno emocionalmente seguro y mi trauma no era tan importante como el otro trauma que estaba ocurriendo. Yo no era la que necesitaba apoyo, así que sufrí en silencio mientras mis síntomas empeoraban. A medida que mis síntomas empeoraban, alejé a todos. Cuando hablo con mi esposo sobre esto, él se niega a decirme que necesito superarlo, que no puedo cambiarlo. Me dice que no debería imponérselo a mi trauma porque él no lo hizo. Sé que es cierto, pero no puedo evitar lo que me desencadena. Así que, ahora que lo pienso, sigo sin recibir el apoyo que necesito. Sé que su forma de sanarme es presionarme para que lo acepte, pero solo necesito que alguien me escuche. Lo intenta, pero no es como necesito. Cree que después de 20 años no debería tener desencadenantes, pero ya no sé qué los desencadena. Así que mi historia es esta: tenía 19 años y estaba en el ejército. Era madre primeriza, madre soltera, de una bebé prematura que acababa de salir del hospital hacía unas semanas. Tenía una compañera de piso, y como no tenía llave, la puerta estaba abierta esperando a que volviera. Estaba en mi habitación con mi hija durmiendo y de repente él estaba allí. Me estranguló hasta que me desmayé. Volví en mí y me estaba violando. Luego, cuando se aburrió, intentó obligarme a hacerle sexo oral, y yo le mordí, y él empezó a golpearme y siguió. Estaba concentrada en mi hija; no quería que le hiciera daño. Intenté defenderme, pero no funcionó. Finalmente dejó de atormentarme y se fue antes de que mi compañera de piso llegara. Recuerdo la canción exacta que sonaba, el olor de la vela, estaba nevando, hacía frío, pero no recuerdo su apellido. A veces pienso que Nombre no era su nombre de pila. Recordaba el nombre de todos los que trabajaban conmigo, pero el suyo ya no me viene. Después de que se fue, cerré la puerta con llave y abracé a mi hija todo el fin de semana. No salí de mi habitación, tenía todo lo necesario para mi bebé en mi habitación, así que no tuve que irme. Llegó el lunes y tuve que usar muchísimo maquillaje para tapar las marcas de las manos y los moretones, el ojo morado, el labio partido, era difícil ocultarlo todo. Iba caminando al trabajo y mi suboficial me vio, me vio el cuello y me dijo qué hice. Se lo dije y me dijo que no podía contárselo a nadie, nadie me creería porque era madre soltera, una mujer que obviamente no era inteligente, ya que era muy joven y había tenido un bebé con un desconocido, y quería que siguiera así porque no era asunto de nadie. Así que, después de que me rechazara, fui con mi sargento primero. Básicamente me dijo lo mismo. Añadió que él era un suboficial respetado, que nadie me creería jamás, que yo era una mujer con un bebé, soltera, una joven alistada, que andaba con la gente equivocada, etc. Después de eso, simplemente lo dejé estar, decidí que no serviría de nada seguir contándoselo a nadie. Cuando me preguntaban qué me había pasado, simplemente les decía que había tenido un fin de semana terrible. Después, recurrí al alcohol y las drogas. Iba de fiesta en exceso sin importar cuánto trabajara. Bebía y consumía drogas hasta el punto de saber que mi hija estaría más segura con mi madre hasta que pudiera regresar a Estados Unidos. Me volví un poco promiscua, pero principalmente solo salía de fiesta hasta que no podía recordar. Nota al margen, esto es algo que mi esposo no entiende y agrega cómo lo habría manejado. Quedé embarazada en diciembre de ese mismo año, me casé con él y él fue mi lugar seguro por un tiempo. Regresé a casa, tuve a mi hijo y me di cuenta de que no podría lidiar con mi trauma con dos bebés, así que aprendí a dejarlo de lado. Volví al ejército para ser desplegada, necesitaba ganar dinero para mis bebés ya que me estaba divorciando. Lo alejé tanto y sé que fue mi culpa que terminara. Bueno, fui a Irak y conocí a mi actual esposo. Él es la primera persona a la que le conté todo lo que pude sacar de esa caja en mi cabeza. En ese momento, pareció entender que estaba rota y dañada. Escuchó y entendió por qué no podía ser la misma persona que era antes de mi trauma. A lo largo de los años, ha visto problemas en mi forma de ser y no entiende que desconozco qué los desencadena. Simplemente me dice que lo supere, que no puede cambiarlo, que necesita encontrar algo que lo distraiga. Se enoja porque la intimidad va y viene, pero no puedo evitarlo; no entiendo bien mis desencadenantes, sobre todo porque ahora estoy completamente sola, mi esposo trabaja fuera del estado, todos mis hijos ya son mayores, así que estoy literalmente sola con mis pensamientos. Sé que no estoy aprendiendo a sanar, pero lo estoy descuidando y no me importa, lo cual está muy lejos de la realidad. Pasé por algo con uno de mis hijos que me llevó a estar insensible y a no preocuparme por nada durante mucho tiempo. Decidí buscar ayuda porque me afectaban cosas que no sabía ni veía desde hacía años, y mi esposo ya no aguantaba más y me convenció de que era hora de superarlo. Así que empecé este programa para supervivientes de TMS y me iba muy bien, pero entonces algo me desencadenó y no sé bien qué fue. He recaído tanto que temo que alguien venga a por mí en momentos muy inesperados. Tengo pesadillas en las que alguien me estrangula y me golpea, y luego me despierto. Tengo ataques de pánico mientras camino por un sendero en un parque lleno de gente. Me pongo paranoica en público. No duermo. Estoy despierta más de 48 horas seguidas. Y cuando duermo, son quizás dos horas. Mi esposo dijo que no es normal que dure tanto. Siento que es imposible no sentirme tan afectada de repente. Estoy en proceso de desarrollo, pero he vuelto a un punto oscuro y me asusta. No quiero volver a lo que pasó después. No quiero lidiar con esto abusando de sustancias. No soy suicida, solo estoy en una situación en la que estoy sola en todos los sentidos otra vez. No quiero desanimar a nadie leyendo esto; todos lidiamos con esto de diferentes maneras, y a veces hay algo que dificulta nuestro progreso. No podemos rendirnos ni aceptar la derrota. Si no lo hubiera dicho ya, su nombre es Nombre, y ha dañado mi vida hasta el punto de que podría perder mi matrimonio, mi seguridad y mi felicidad una vez más. No ganará esta vez; lo superaré con las fuerzas que me quedan. Gracias por permitirme expresar mis pensamientos. Lo aprecio mucho.

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  • “Creemos en ustedes. Sus historias importan”.

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    🇺🇸

    #1778

    Esta no es una publicación optimista. Es simplemente la verdad tal como la viví. Durante mucho tiempo, negué el abuso. No porque no hubiera sucedido, sino porque cuando se lo conté a quienes se suponía que debían protegerme, no lo hicieron. Algunas de las personas en las que confiaba eran las que me hacían daño. Y cuando finalmente llegué a un punto en el que pensé que tal vez podría empezar a superarlo, otros se aprovecharon de mi trauma. Se convirtió en lo único de lo que todos querían hablar. Lo único de lo que no podía escapar. Seguí intentándolo de todos modos. Seguí intentando sanar. Y luego, de adulta, terminé en situaciones con desconocidos, y más tarde con un vecino, donde me volvieron a hacer daño. Sinceramente, creía que usar mi voz, defenderme, poner límites, hacer todo "bien", me ayudaría a superar mi trauma. Pero lo único que hizo fue hundirme más en él. Lo hizo inevitable. Obtuve órdenes de protección. Seguí todas las reglas. Hice todo lo que se les dice a los sobrevivientes que hagan. Nada de eso importó. No se impuso nada. Hoy no estoy más segura que cuando era una niña que no podía protegerse. La gente habla de la sanación como si fuera un destino. Como si si te esfuerzas lo suficiente, si lo "procesas" lo suficiente, si lo enfrentas de frente, acabarás en un lugar mejor. Pero la verdad es que el "lugar mejor" es simplemente donde sea que consigas aterrizar. Y el trauma viene contigo. Se sienta a tu lado. Te sigue. No desaparece porque te hayas esforzado, hayas creído con ahínco o hayas hecho todo bien. No todos los supervivientes obtienen justicia. No todos los supervivientes son creídos. No todos los supervivientes consiguen un contrato para publicar un libro, una plataforma o la oportunidad de ser escuchados. Algunos sufrimos abusos de personas poderosas. Algunos sufrimos abusos de nuestras propias familias. Y cuando todo termina, algunos nos quedamos sin familia, sin amigos, sin apoyo; solo silencio, pesadillas y la certeza de que si otro desconocido decide hacernos daño, probablemente pueda. Aunque lo graben en vídeo. Aunque sea en público. Hay muy poco que alguien pueda hacer para detenerlo. Pienso en la mujer que admiraba, la que se enfrentó públicamente a sus abusadores. Era fuerte. Era valiente. Luchó con todas sus fuerzas. Y aun así no ganó su batalla contra el trauma. Solía buscar fuerza en ella. Ahora la miro y siento el peso de lo pesado que es esto. No comparto esto por lástima. Lo comparto porque así es la supervivencia para algunos de nosotros. No es inspirador. No es agradable. No es algo que se "supere". Es algo que se lleva, lo quieras o no. Si alguien más se siente así, no eres el único.

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  • Mensaje de Sanación
    De un sobreviviente
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    Para mí, la curación es terapia y compartir mi historia.

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  • Cada paso adelante, por pequeño que sea, sigue siendo un paso adelante. Tómate todo el tiempo que necesites para dar esos pasos.

    Historia
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    ¿Fui abusado?

    Cuando era niña, probablemente de 4 o 5 años, empecé a tener juegos sexuales con mi prima, que tenía 6 años en ese momento. Nos frotábamos las partes, me hizo lamerla fuerte una vez y otras cosas que no recuerdo con claridad. Algunas se sentían bien, pero recuerdo la incomodidad si me negaba. Creo que me pegaba o me lastimaba si no quería jugar; en general, solía golpearme o jalarme el pelo. Pronto busqué en la televisión cosas que se parecieran a lo que hacíamos, nada explícito que recuerde, cosas como juegos sensuales entre parejas en películas, gente haciendo el amor, etc. En ese momento me avergonzaba y oculté este comportamiento a mis padres. No recuerdo cuándo paró, pero sí recuerdo la vergüenza y el miedo de que volviera a suceder, específicamente una vez, cuando éramos mayores y jugábamos, y ella me inmovilizó en la cama; me dieron náuseas. Por suerte, para entonces ya tenía la fuerza suficiente para quitármela de encima. No sé si esto fue abuso, pero sin duda la vergüenza y la culpa nunca desaparecieron de mi infancia. Incluso en mi primera comunión, recuerdo que quise contarle esta historia al sacerdote en mi confesión, pero me detuve porque sentí que era demasiado. Para entonces tenía 10 años. No culpo a mi prima, y la quiero mucho. No recordé esto hasta hace seis meses, mientras veía "Las ventajas de ser invisible", donde el protagonista es abusado por su tía. Al recordar esto, me pregunto si mis comportamientos sexuales actuales (gran vergüenza, culpa e incapacidad para relajarme) están influenciados por esta experiencia.

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    Mi inquietante e inolvidable pasado

    Esto es algo en lo que he pensado durante mucho tiempo. Se lo conté a algunas personas, pero no conocen los detalles. Empezaré por el principio. Cuando abusaron sexualmente de mí por primera vez. Tenía una mejor amiga. La conozco desde que usábamos pañales. Siempre iba a su casa cada. Fin. De semana. Hasta que terminó cuarto grado. Bueno, esta vez en particular fue diferente. Usaba el baño en su casa como siempre. Ahora es donde se pone raro. Me preguntó si... hice popó. Sí, raro. Le dije que sí a regañadientes. No recuerdo exactamente qué pasó después, pero cada fin de semana intentaba hacerme popó. Incluso si no tenía que hacerlo. Ahora, esta es la parte loca. Me hacía ponerme a gatas con los pantalones bajados. Luego me clavaba un rotulador permanente. Sí, dolía. Mi cara se arrugó. Ella siguió y yo no dije nada porque, uno, tenía miedo y dos, simplemente me asusté y me quedé paralizada. Y a veces se tumbaba en el suelo con la toalla, queriendo que cagara en él. No lo hice esa vez, pero creo que sí. Una vez. Otra vez fue cuando le salieron orbis. Sí, ORBIES. Los ponía en un estuche lleno de agua. Cuando crecieron, me hacía ponerme de rodillas otra vez y me los metía como hacía con el rotulador. Yo no tenía ni idea de qué pasaba. Tenía nueve años y no tenía ni idea. Y un poco asustada de ella. A veces se pone violenta si no hago algo que quiere. Así que esta vez, como todas las demás, no dije ni una palabra. Una vez que estaba lleno de orbis, me hizo sentarme en el inodoro y sacarlos. Algunos estaban demasiado dentro de mí y no podía sacarlos. Así que... esto es muy difícil de soltar. Nunca había entrado en tanto detalle antes. Tenía que usar el dedo para sacármelos. Cuando salieron, me hizo hacerle lo mismo. Y esa fue la primera y única vez que quiso que le hiciera algo. Cada vez que iba, hacía lo mismo. Seguía yendo a su casa porque, bueno, es mi mejor amiga y no sabía que estaba mal hasta que un día me lo pasó por la cabeza. Cuatro años después. Ahora, cuando descubrí que estaba mal, me quedé en shock. No sabía qué pensar. Bueno, lo primero que pensé fue "¿por qué?". Quedé traumatizada desde entonces. Y entonces ocurrió lo impensable. VUELVE A PASAR. Esta historia tiene muchas partes. Tenía una vecina muy pesada y trataba de evitarla. Bueno, cuando no podía, tenía que pasar tiempo con ella. Y cuando lo hacíamos, no todo era malo. Fuimos a casa de sus abuelos y nadamos en su piscina y jugamos al laser tag. Esa tarde en particular, estábamos nadando en casa de sus abuelos. Estábamos nadando y mi blusa se me caía todo el tiempo. Así que decidí quitármela. Bueno, éramos chicas y no le di mucha importancia. Pero eso solo llevó a cosas peores. Así que volvimos a la piscina. Me preguntó si podía besarme. No supe qué decir. Nunca había besado a nadie, así que dije "claro", solo quería probar. Claro, no me gustaba así. Así que para mí fue un beso. Para ella, fue algo más. Nos besamos y luego me restregué en su pierna y ella me hizo lo mismo. Después de eso, salimos y pasamos el rato. Un tiempo después empezamos a salir. Fue intermitente. Ella solo quería favores sexuales, pero ya hablaremos de eso. Estábamos en su casa, en su habitación buscando su Xbox. Se sentó en la cama y yo me quedé allí de pie, incómodo. Entonces mencionó algo sobre que yo le haría una mamada o la tocaría. No lo recuerdo, pero sí recuerdo que, de alguna manera, evité la pregunta y cambié de tema. Unas semanas después, estábamos en mi casa, en la piscina. Así que solo estábamos nadando y jugando. Bueno, se puso cachonda como siempre que estamos solos. Esta es la parte realmente perturbadora. Teníamos estos torpedos de piscina, ¿verdad? Teníamos como cuatro de ellos. Bueno, se puso creativa y decidió meterse dos dentro de ella y quería que yo hiciera lo mismo. Le pregunté 'por qué' y solo dijo 'Solo hazlo, se siente bien'. Por supuesto, no le creí, pero me obligó. Así que me metió dos y me dolió muchísimo. Apenas podía moverme. Después de unos segundos de tenerlos dentro, quise sacarlos, pero no me dejó. Le dije que dolía y no le importó. Me dijo que tenía que prepararme para la polla. En cambio, salimos de la piscina y caminamos hasta mi casa del árbol. No sé cómo pude caminar, y mucho menos subir la escalera para subir a la casa del árbol. Así que nos sentamos y le dije: 'Nombre, por favor, déjame sacarlos, me duele. Dijo que solo podía sacármelos si la tocaba. Sí, es controladora y manipuladora. No me dio opción. Cuando terminé, me los saqué. Justo entonces vino su madre y me dijo que era hora de ir a casa. Gracias a Dios. Cuando se fue, entré y me cambié. Cuando terminé, fui al baño y me ardía. Y estaba sangrando. Sí, me reventó la cereza de la peor manera posible. Una locura, ¿verdad? Bueno, no termina ahí. Me dolía caminar porque tenía un ardor constante entre las piernas. No podía usar ropa interior porque me dolía muchísimo. Se frotaban contra mí y empeoraban el dolor. No se lo dije a nadie porque me daba vergüenza. Nunca le dije que no. Es como si hicieras algo que no quieres hacer y sintieras que no tienes opción. Simplemente te disocias y no estás en el momento. Y cuando termina, es cuando te golpea. Y te preguntas, "¿Por qué hice eso?" y no puedes volver atrás y arreglarlo. Me pregunto eso cada día que la veo, cuando me acerco a mi piscina, y cuando veo esos juguetes que usó conmigo. Apenas pude dormir esa noche, y la quemadura me dificultó dormir. Unos días después, cuando fui al baño, me ardía y había un dolor. No puedo explicarlo. Ni siquiera pude practicar atletismo. Más tarde descubrí que tenía una infección urinaria. No me atreví a contárselo a nadie porque me avergonzaba de mí mismo. Dejé que esto me pasara de nuevo. Esa no fue la única vez. Intenté evitarla después de eso, pero siempre me veía y yo fingía estar feliz de verla. Siempre que estábamos solos, de alguna manera me obligaba a tener cosas sexuales con ella. Una vez fui a su casa después de bajar del autobús. Metí mi mochila dentro y volví. No debía estar allí porque su madre no estaba en casa. Ella me invitó a entrar, y por supuesto, no dije "no" por centésima vez. Así que me mostró la casa y nos sentamos en el sofá e intenté tener una conversación casual, pero lo único que quería era besarnos. Me convenció de ir a su habitación. Y allí nos besamos y nos desnudamos. Realmente odio decir esto. Pero la estaba besando y me preguntó "¿Quieres comer este coño?" y no dije que no. Solo asentí con la cabeza y me odié a mí mismo y quise suicidarme después. Fui a casa y me lavé la cara y la boca para quitarme su sabor de la cara y la boca. Nunca dije que no porque tenía miedo y si decía que no quería, me amenazaba o me manipulaba para que hiciera lo que quería. Como lo que hizo en la piscina. Todavía estoy traumatizado por eso. Y la veo todos los días en la escuela. No puedo olvidar lo que me hizo. Ahora no me gusta que la gente me toque como ella me hizo tocarla. Desde que fue mi primera experiencia sexual, ahora me relaciono más con chicas que con chicos. Me dejó hecho un desastre de muchas maneras. Le conté a mi amiga lo que hizo y, por supuesto, se disgustó. Puso cara de "puaj" y negó con la cabeza. Fue gracioso. Esta es la versión más actualizada que la que escribí, pero la voy a poner por escrito. Podría imprimirla, pero no quiero que mis padres la lean. Estarían muy preocupados.

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  • Mensaje de Sanación
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    Por favor verifique los antecedentes de sus facilitadores antes de trabajar con ellos.

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  • La sanación no es lineal. Es diferente para cada persona. Es importante que seamos pacientes con nosotros mismos cuando surjan contratiempos en nuestro proceso. Perdónate por todo lo que pueda salir mal en el camino.

    Historia
    De un sobreviviente
    🇺🇸

    #1010

    #1010
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  • Mensaje de Esperanza
    De un sobreviviente
    🇺🇸

    Todo lo que necesitamos es a Dios, sin importar en qué situación nos encontremos.

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  • “Realmente espero que compartir mi historia ayude a otros de una manera u otra y ciertamente puedo decir que me ayudará a ser más abierta con mi historia”.

    Historia
    De un sobreviviente
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    #549

    Gracias por permitirme compartir mi historia a través de una plataforma. No es tarea fácil; la he reescrito una y otra vez. Tengan en cuenta que los nombres y las ubicaciones se han eliminado y reemplazado para proteger la privacidad de todos los involucrados. Cuando tenía 21 años, fui agredida sexualmente por un hombre que me doblaba la edad. En ese momento, mi novio de 5 años y yo viajábamos al otro lado del país. Estaba enamorada y feliz. El 3 de julio de 2007 fue un día hermoso en cuanto al clima, lo cual fue bueno porque habíamos planeado un viaje de tres horas ese día a un pequeño pueblo en la costa oeste. Como llevábamos un tiempo viajando y había pasado mucho tiempo sentada y durmiendo en el auto, empecé a tener dolor de cuello. Mi novio y yo decidimos parar en algún lugar para que me diera un masaje. Encontramos una clínica de masajes y salí y entré al edificio para verificar la disponibilidad. El hombre que trabajaba allí dijo que las 5 p. m. estaban disponibles, así que reservé la cita y me fui. Mi novio me dejó de vuelta en la clínica a las 5 p. m., como estaba previsto. No entró conmigo, ya que habíamos acordado que volvería a recogerme cuando terminara. Era un edificio pequeño, con una sala de espera y solo dos habitaciones más: una era una oficina y la otra la sala de masajes. El hombre, que supuse era el dueño del establecimiento, salió de la sala. Me dijo que estaba terminando una cita con un cliente y me pidió que rellenara un formulario sobre mi historial médico. Escribí sobre el dolor de cuello que tenía y enumeré la medicación que me recetaron. Incluí que a los 12 años me diagnosticaron ansiedad y depresión. Mientras terminaba el formulario, el cliente que me precedió salió a la sala de espera. Complacidos con el tratamiento, le dieron las gracias a la masajista. Ahora era mi turno para el masaje. Solo había reservado media hora. Al entrar, vi que una cortina hacía las veces de puerta. El hombre me dijo que me desnudara y me tumbara boca abajo en la camilla. Como me había indicado, estaba boca abajo, y fue entonces cuando empezó entre mis piernas y continuó hacia mi zona íntima. Al principio, sentí como si sus manos se hubieran resbalado, como si simplemente hubiera olvidado la anatomía de la figura. Luego, cuando metió el dedo en mi cuerpo, sentí que mis músculos se tensaban y, conteniendo la respiración, me dije a mí misma que no hiciera ningún ruido. Este fue el comienzo de mi agresión, que duró una hora y media en total. Todavía me cuesta escribir o compartir esta experiencia. Dieciséis años después, todavía me cuesta compartir dónde me tocó o cómo me sentí. Me dijo que estaba dañada y que me estaba sanando. Me tocó constantemente, durante la hora y media, y mientras me tocaba, me dijo que tenía años de daño en el cuerpo debido a los antidepresivos que me habían recetado. Dijo que me estaba sanando de forma natural; me dijo que estaba eliminando las toxinas de mi cuerpo, pero en realidad me estaba agrediendo sexualmente y abusando emocionalmente. Me quedé paralizada y no podía hablar. No me salían las palabras, pero en ese momento pensé que guardar silencio era lo más seguro. No tenía a nadie conmigo. Mi novio estaba patinando en el parque local; no lo veía por ningún lado. Tumbada boca abajo, miré al suelo por el agujero de la cabeza, intentando pensar en algo que no fuera ese momento. Después de un rato, me dijo que me diera la vuelta y continuó su agresión. Me masajeó los pechos y, a pesar de mi negativa, siguió diciéndome lo mal que estaba. Cuando me sujetó la mano izquierda con la suya, empecé a llorar. No pude contener las lágrimas. Cuando me sujetó la mano con la suya y entrelazó nuestros dedos, me arrebató ese inocente acto de amor; nunca volvería a estar bien. Solo había reservado el masaje por 30 minutos, así que, con el tiempo, mi novio empezó a preguntarse dónde estaba y entró en el edificio. El hombre se sobresaltó al oír a mi novio entrar; me preguntó si esperaba a alguien, pero seguí sin poder hablar. El hombre salió de la habitación y aproveché para levantarme de la camilla y vestirme. Oí el timbre del vestíbulo mientras mi novio salía del edificio. El hombre regresó a la sala de masajes y me vio levantada, vistiéndome. Dejó la cortina abierta y me observó terminar de vestirme, y luego me acompañó a recepción para pagar. Ya no oculto que estoy llorando. Uso mi tarjeta de crédito para pagar la agresión, con la esperanza de poder rastrear el pago hasta este horrible lugar. Una vez afuera, sabiendo que por fin era libre y que todo había terminado, corrí hacia mi novio para ponerme a salvo. Le dije que subiera al coche y se fuera lo más rápido posible. No quería que el hombre viera nuestra matrícula ni supiera de dónde éramos. Había proporcionado una dirección antigua en el formulario de salud. Mi novio empezó a preguntarme por qué estaba molesta mientras nos íbamos. Frustrada, confundida y enfadada, pronto surgió un altercado mientras le explicaba frenéticamente lo que había pasado en esa habitación. Déjame explicarte, lo único que aprendí y realmente entiendo sobre todo esto es que no hay un manual a seguir cuando eres agredido sexualmente. A los 21, mi novio y yo no teníamos ni idea de qué hacer. Estábamos asustados y molestos. Ahora realmente lo entiendo. Mi novio quería ir a la policía y quería volver a gritarle al hombre. Entonces me miró y en ese momento vi que su rostro comenzaba a cambiar. De una vez, la mirada amorosa que recibía de mi novio de la secundaria fue reemplazada por algo que todavía me cuesta expresar con palabras. Ya no me miraba de la misma manera que lo había hecho desde que teníamos 16. Me hizo una pregunta simple: ¿por qué me había quedado allí tirada? La forma en que me miró me hizo sentir como si me estuviera acusando de permitir que sucediera. Pensé para mí misma: si mi novio, alguien a quien amaba más que a nadie, me estuviera preguntando por qué me había quedado allí tirada, ¿alguien más me creería? Era mi palabra contra la de este hombre. Nos marchamos en coche y, al dejar atrás ese pequeño pueblo, me dije: «Nunca le contaré a nadie lo que pasó porque nadie me creerá». En ese momento creí que si la persona que amaba podía cuestionarme y no entenderme, nadie lo haría. Mi novio y yo nunca volvimos a hablar del abuso. Los meses y años siguientes fueron, con diferencia, los más difíciles de mi vida. Mi novio y yo terminamos nuestra relación casi al instante. No podía tocarme sin llorar; la idea de las manos de aquel hombre me había marcado. Tal como había dicho, mi novio me miró de otra manera y no fue su culpa. Sentía como si aún estuviera oyendo sus palabras en la cabeza: que estaba herida y que mi novio le había creído. Mi novio era la única persona que sabía del abuso y ahora ya no estaba. Me sentía muy sola, en una nueva ciudad, empezando la universidad. Durante los primeros cinco años no se lo conté a nadie. Consumí alcohol y otras sustancias para olvidar y apaciguar el dolor. Bloqueé al hombre de mi mente todo lo que pude. Las pesadillas y los flashbacks se convirtieron en una realidad recurrente y, para cuando cumplí 26 años, estaba muy enferma. Me encontré en el hospital pesando solo 38 kilos y necesitando ayuda. Fue entonces cuando decidí contactar a la policía. Me dije a mí misma que estaría bien con cualquier resultado. Aunque nadie me creyera, había hecho todo lo posible por intentar olvidarlo. Para reforzar mi caso, necesitaba contactar a mi antiguo novio y pedirle ayuda. Sin dudarlo, prestó declaración a la policía. Se disculpó conmigo por lo ocurrido años atrás. Aunque agradecida por sus palabras, seguía muy disgustada. Le guardaba mucho resentimiento. En la comisaría presté juramento y presenté una declaración en vídeo de mi agresión. Describir y explicar la agresión en vídeo fue difícil. Pensé que podría sobrevivir sin llorar, pero no lo hice; me derrumbé. El agente me preguntó qué pensaba mi entonces novio sobre esto y por qué nunca se lo habíamos contado a la policía. Me asusté, pensando una vez más que nadie me creería. Me enteré por las fuerzas del orden de que otras dos mujeres habían sido agredidas sexualmente por este hombre. Ambas habían declarado cinco años antes. Desafortunadamente, no había suficientes pruebas hasta que me presenté. El pequeño pueblo turístico donde ocurrió la agresión conocía los rumores sobre este hombre y sus actividades. Ahora la policía tenía pruebas similares, lo que bastó para arrestarlo y emitir una orden judicial. Meses después de mi primer contacto con la policía, el hombre que me había agredido fue arrestado y se declaró culpable de los cargos. El servicio de atención a las víctimas me informó que el juez encargado de mi caso fue severo con mi agresor. Sus condiciones eran 6 meses de cárcel, 3 años de libertad condicional y el hombre tenía que registrarse como delincuente sexual durante 20 años. También se le proporcionaría ADN y ya no se le permitía ejercer la terapia de masajes. Han pasado casi 16 años desde el ataque, mi vida ha cambiado por completo desde ese día. He tenido tiempo de sanar. Aprendí que, en caso de agresión sexual, la víctima no siempre se defiende. Según el oficial de policía, la mayoría de las víctimas se congelan porque tienen miedo y no se defienden porque es lo más seguro que pueden hacer en ese momento. No se trata solo de luchar o huir, hay otra opción. También he aprendido a entender que la reacción de mi novio fue intentar darle sentido al momento. Que a pesar de decir algo incorrecto, tenía buenas intenciones y no lo dijo intencionalmente para lastimarme. Sé cuánto me amaba y también sé que él me creía. Todavía no puedo olvidar la mirada en su rostro. Sus pensamientos y la forma en que me miraba todavía pasan por mi cabeza 15 años después, sin importar a cuánta terapia asista uno. Este viaje definitivamente ha impactado mi vida de muchas maneras diferentes. Perdí a mi mejor amigo, la persona que más quería en el mundo. No pude ir a la escuela, abandoné mis clases. Perdí peso al instante y me enfermé. Dar a luz como sobreviviente de agresión sexual es devastador y te hace sentir como si estuvieras reviviendo el ataque. Pero he sobrevivido y seguiré sobreviviendo. He evitado que otros sean agredidos, pero hacer esto y aquello significa mucho para mí. También estoy agradecida de que mi agresor haya ido a prisión. Aunque sé que este es un proceso que dura toda la vida para seguir adelante y sanar, soy más fuerte que nunca. No me considero una víctima, sino una superviviente. Los flashbacks no son tan frecuentes y mi última pesadilla fue hace más de cinco años, pero el recuerdo de ese hombre tocándome sigue fresco en mi mente. Sigo sanando.

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    Este es un espacio donde sobrevivientes de trauma y abuso comparten sus historias junto a aliados que los apoyan. Estas historias nos recuerdan que existe esperanza incluso en tiempos difíciles. Nunca estás solo en tu experiencia. La sanación es posible para todos.

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    Name, solo tenía 6 años

    Tenía alrededor de 6 años, cierro los ojos y es cómo si volviera a vivir en carne propia el recuerdo, me acuerdo del ruido de la televisión, el olor del desayuno que estaba comiendo, yo solo estaba viendo caricaturas. El, un hombre de alrededor 50 años me cargó y me acomodó en sus piernas, y deslizó su mano por debajo de mis panties, TENÍA 6 AÑOS y ahí empezó mi historia de abusó sexual, una historia que me hubiese gustado no tener que experimentar. Yo hablé ya que mi mamá siempre me había enseñado a que nadie podía tocar mis partes pero en ese entonces mi mamá no tenía los recursos, vivíamos en casa de una prima (la hija de mi abusador) y nadie me creyó, dijeron que era mi imaginación. Otros sucesos pasaron cometidos por la misma persona, me arrebató mi inocencia y me rompió en pedacitos… pese a que yo hablé la primera vez, las otras veces me quedé callada porque nadie me creyó, nadie me protegió y nadie me escuchó más que mi mamá pero en ese entonces ella estaba luchando con un problema de alcoholismo y toda la familia nos dio la espalda. Después de un tiempo dejé de ver a mi abusador pero a los 8 años me volvió a pasar pero esta vez por el esposo de mi tía (la hermana de mi mamá) ellos han sido casados desde que mi tía tiene 16 años hasta el presente. Fuimos de visita a casa de mi tía, era diciembre entonces mi mamá salió con mi tía a comprar cosas para la navidad, yo, mi hermano y mi primo (hijo de mi tía) nos quedamos al cuidado del esposo de mi tía, el en ese entonces era oficial de la policía. Yo estaba jugando con mi primo y mi hermano cuando él me llamó, él estaba sentado en la mesedora viendo las noticias cuando me sentó en sus piernas y yo inmediatamente me paralice puesto que la última vez que alguien me sentó en sus piernas me manoseo, esta vez fue diferente, solo me acaricio las piernas y yo solo sentí cómo algo duro me rozaba mis glúteos, me paralicé y no sabía que hacer, hasta que tuve la fuerza y me bajé. Nunca hablé de mi segundo abusador y nunca lo he hecho, yo ya no vivo en Colombia pero cuando voy me toca actuar cómo si nada aunque por dentro sienta tantas cosas. Por mucho tiempo reprimí todo lo que me pasó, siempre decía que no me afectó y ahora a mis 22 años me está atormentando. Estoy comprometida con el amor de mi vida, siento que ha sido un regalo que Dios y la vida me dio después de tanto tormento pero hay veces que cuando vamos a tener intimidad y me toca siento una rabia en mi, ese tipo de rabia que te dan ganas de pegarle un puño en la cara a esa persona, y no lo entiendo, el no me ha hecho nada? El solo me ha ayudado y me ha tratado con amor y me ha demostrado lo mucho que me respeta y me ama, siempre quise evadir el tema y reprimirlo, no hablar de ello y pretender cómo que no me afectó pero ya llegué a un punto donde me dan unos ataques de ira que ni yo me reconozco, donde termino lastimándome a mí misma o sacando esa ira en mi prometido, hace unas noches por fin en medio de una ataque de ira donde terminé azotandome la cabeza en la pared solo repetía “no me deja en paz, me persigue, sácalo de mi cabeza” estaba en un estado de crisis y mi prometido solo pudo sujetarme en sus brazos mientras me preguntaba quién me perseguía y fue la primera vez que dije su nombre en voz alta, “Name, el hombre que me violo y me robo mi inocencia no sale de mi cabeza” no podía hablar, las lágrimas y gritos de desesperación eran más que las palabras, en ese momento me di cuenta que no importa cuánto allá crecido aquella niña de 6 años sigue dentro de mi, está enojada, está triste y rota. Mi pareja es abogado entonces el fue quien me habló sobre me too movement, me dijo que me hiciera justicia y lo denunciara pero que si no me sentía lista por miedo que navegara las opciones que me too ofrece y que quizá empezara por contar mi historia, por unos días habría la página y solo me quedaba paralizada, pero hoy me anime, ya no merezco ser prisionera de un dolor que no fue mi culpa aunque por mucho tiempo he sentido que lo es, me siento perdida y no quiero que mi pasado defina mi presente, la vida me está dando oportunidades bonitas pero mi abusó sexual no me deja avanzar, cómo me saco esta rabia que siento por dentro? Porque me volví un ser tan agrio y amargo, porque me enojo por todo? Porque no puedo disfrutar la intimidad con mi pareja si es delicado conmigo? Parece que entre más delicado es más rabia siento por dentro. Me siento muy sola y perdida. Quiero este dolor fuera de mi

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    No tengo recuerdos claros y siento mucha culpa

    Mi historia es un poco larga. Cuando tenía 15 años o 16 años, vino a mi mente el recuerdo de cosas que habían ocurrido cuando yo tenía entre 4 y 5 años. Dos tíos abusaron de mí. Los recuerdos sobre esto nunca han sido claros y ahora, muchos años después, todo se ha vuelto más lejano y confuso y he dudado varias veces de mí misma y de mi historia. Hay otras cosas que pasaron en mi infancia que sí recuerdo con más claridad: cuando tenía entre 7 y 8 años, vi a mis papás teniendo relaciones sexuales a mi lado (esa noche me había pasado a dormir con ellos en su cama). Tiempo después, se repitió la situación, pero con mi padrastro y mi mamá. También cuando tenía entre 7 y 8 años, estaba revisando unos CD'S en el DVD que había en la casa para marcarlos según el género musical o según la película que fuera. Uno de los CD'S, era una película porno. Como casi siempre, me encontraba sola en mi casa, entonces la vi completa. No recuerdo si me masturbé. Sé que desde muy niña me frotaba con peluches, muñecas y otros objetos, aunque sin mucha conciencia de lo que hacía, pero estaba presente el miedo a ser vista. Hay algo que me atormenta en este momento: cuando tenía 6 o 7 años, mi prima (ella un año mayor) y yo jugábamos a imitar algunas posiciones de un libro de kamasutra que había en su casa. También tengo leves recuerdos de una vez que, mientras nos bañábamos, frotamos nuestras partes íntimas. No sé si esto se dio en el marco de una curiosidad bilateral y por el contenido del libro al que habíamos estado expuestas o si fui yo quien generó la situación y la persuadió a ella de hacerlo o si la manipulé. No recuerdo que haya sido así, pero me da miedo que sí. ¿Y si imité lo que hacía mis tíos conmigo o lo que vi en contenido al que estuve expuesta? Siento miedo, culpa y vergüenza. Además, hace medio año, recordé que cuando tenía 10 años y cargué a mi hermanita en mi piernas (que estaba como de un mes), sentí un estímulo placentero en mi zona íntima por el contacto. Cuando esta imagen vino a mí (tampoco fue clara, como mis otros recuerdos) sentí culpa, pero no escaló a más porque entendí que fue una reacción física y nada más. Pero luego no podía dejar de pensar en ello y me cuestionaba si había prologando o intensificado el contacto y sentí muchísima culpa, asco y vergüenza. Fue tan fuerte, que tuve un episodio de TOC y siento que aún no he podido salir de ahí, porque ahora me inundan las dudas sobre lo sucedido con mi prima.

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    Creo que Dios me ha dado una segunda oportunidad y no la voy a desperdiciar. Soy muy feliz y tengo paz en mi hogar. La gente siente lástima por mí porque no tengo contacto con mi familia, pero lo que no entienden es que tengo paz. La paz es mucho más importante que la familia después de lo que he pasado. Tengo un perro de servicio para protegerme de ellos. Es una pitbull y me protege muchísimo. Así que si vienen por mí, más vale que sea con un arma porque es la única manera de que me atrapen. También tengo un gato y ahora es mi familia. Dios me ha bendecido inmensamente desde que dejé el abuso. La Biblia dice que Dios te dará el doble de lo que has perdido debido al abuso. Puedo dar fe de eso. Tengo un hermoso apartamento que es un edificio seguro, así que no puedes entrar a menos que tengas una llave. Vivo en un segundo piso, así que no pueden entrar a robarme. Mi exmarido y mi hija entraron a mi otra casa, robaron mis dos bulldogs ingleses y los mataron solo para hacerme daño. He tenido que mudarme cinco veces porque me siguen encontrando. No ayuda que si buscas el nombre de alguien en Google, puedas averiguar dónde vive. Además de enseñarle al sistema legal sobre el abuso, internet también necesita aprender cómo la gente lo usa no para bien, sino para abusar. Dios me ha bendecido con un coche precioso, una GMC Acadia Denali. Si alguno de ellos lo supiera, se pondría furioso porque su objetivo era destruirme. Dios no iba a permitir que eso sucediera.

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    #1778

    Esta no es una publicación optimista. Es simplemente la verdad tal como la viví. Durante mucho tiempo, negué el abuso. No porque no hubiera sucedido, sino porque cuando se lo conté a quienes se suponía que debían protegerme, no lo hicieron. Algunas de las personas en las que confiaba eran las que me hacían daño. Y cuando finalmente llegué a un punto en el que pensé que tal vez podría empezar a superarlo, otros se aprovecharon de mi trauma. Se convirtió en lo único de lo que todos querían hablar. Lo único de lo que no podía escapar. Seguí intentándolo de todos modos. Seguí intentando sanar. Y luego, de adulta, terminé en situaciones con desconocidos, y más tarde con un vecino, donde me volvieron a hacer daño. Sinceramente, creía que usar mi voz, defenderme, poner límites, hacer todo "bien", me ayudaría a superar mi trauma. Pero lo único que hizo fue hundirme más en él. Lo hizo inevitable. Obtuve órdenes de protección. Seguí todas las reglas. Hice todo lo que se les dice a los sobrevivientes que hagan. Nada de eso importó. No se impuso nada. Hoy no estoy más segura que cuando era una niña que no podía protegerse. La gente habla de la sanación como si fuera un destino. Como si si te esfuerzas lo suficiente, si lo "procesas" lo suficiente, si lo enfrentas de frente, acabarás en un lugar mejor. Pero la verdad es que el "lugar mejor" es simplemente donde sea que consigas aterrizar. Y el trauma viene contigo. Se sienta a tu lado. Te sigue. No desaparece porque te hayas esforzado, hayas creído con ahínco o hayas hecho todo bien. No todos los supervivientes obtienen justicia. No todos los supervivientes son creídos. No todos los supervivientes consiguen un contrato para publicar un libro, una plataforma o la oportunidad de ser escuchados. Algunos sufrimos abusos de personas poderosas. Algunos sufrimos abusos de nuestras propias familias. Y cuando todo termina, algunos nos quedamos sin familia, sin amigos, sin apoyo; solo silencio, pesadillas y la certeza de que si otro desconocido decide hacernos daño, probablemente pueda. Aunque lo graben en vídeo. Aunque sea en público. Hay muy poco que alguien pueda hacer para detenerlo. Pienso en la mujer que admiraba, la que se enfrentó públicamente a sus abusadores. Era fuerte. Era valiente. Luchó con todas sus fuerzas. Y aun así no ganó su batalla contra el trauma. Solía buscar fuerza en ella. Ahora la miro y siento el peso de lo pesado que es esto. No comparto esto por lástima. Lo comparto porque así es la supervivencia para algunos de nosotros. No es inspirador. No es agradable. No es algo que se "supere". Es algo que se lleva, lo quieras o no. Si alguien más se siente así, no eres el único.

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    #1010

    #1010
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    Corazón fuerte

    Si alguien quisiera entender quién soy, tendría que saber que… No sabría cómo ni por dónde empezar. Supongo que por la base de todo: mi niñez. Me llamo Name. Nací en Venezuela, pero me crie toda la vida en España, bueno, a partir de los ocho años. Mi niñez… qué decir. Era feliz. Fui feliz. O eso cree uno a esas edades. Mis primeros ocho años en Venezuela. Supongo que fui feliz. Una familia que me quería, un hermano, una mamá… aunque nunca un papá. Mami siempre supo cómo tirar ella sola con nosotros. Siempre me inculcó cosas buenas de mi padre. Incluso me enseñaba cartas y fotos de él. Crecí queriendo a mi padre, aun sin haberlo visto nunca en persona. Tuve un colegio que me gustaba mucho, aunque he de decir que la liaba mucho. Era demasiado ruido para aulas tan pequeñas. Tengo muchos recuerdos bonitos, otros que ahora de adulta sé que no lo fueron. Me dieron todo, tuve todo. A pesar de venir de una familia humilde, nunca me faltó un plato de comida, nunca me faltó amor, nunca me faltó nada. Todo se complica… Cuando cumplo los cuatro años, cuando ya eres un poquito, pero muy poquito, más consciente de la vida, todo se complica. Mamá dejó de estudiar y decidió trabajar. Eso implicaba verla menos. Eso implicaba ser cuidada por otras personas. Eso implicaba muchas cosas. A partir de ahí mi vida se derrumbó. A partir de ahí marcaría un antes y un después. A partir de ahí mi vida en la adultez sería distinta. La gravedad de todo lo vi al crecer. Aunque he de decir que tuve una pequeña reacción siendo tan pequeña. Podría decir que algo dentro de mí me dijo: esto está mal, esto no puede ser así. Siempre he dicho: ¿dónde estaba Dios? Soy creyente, o fui creyente, pero poco a poco todo eso fue desapareciendo. Cuanto más dolor me causaba la vida, más dejaba de creer. No me enrollo más… vamos al principio. Pues sí, tuve una niñez bastante bonita. Aunque la parte mala ahí está, y creo que estará por siempre en mi vida. Supongo que escribirlo me hace sentir un poquito mejor. Recalcar toda mi vida me hace sentir algo mejor. Fui violada. Sí, abusaron de mí siendo tan solo una niña de cuatro años. A partir de ahí me destrozaron la vida. Fui cumpliendo años y eso seguía sucediendo. Supongo que para mí era algo normal. Un niño, al sufrir eso, jamás podría darse cuenta de la gravedad. La persona que se supone que tenía que cuidar de mí era la causante de mis traumas ahora de mayor. Mi hermano y yo, siempre unidos, siempre juntos, mano a mano. Pasó por lo mismo, solo que yo cedía. Cedí muchas veces porque sabía que era la única forma, la única forma que tenía para proteger a mi tesoro más preciado: mi hermano. ¿Dónde estaba mi familia? Éramos tan solo unos niños que necesitaban ayuda de un adulto. ¿Dónde estaban todos? ¿Por qué nunca nadie se dio cuenta? Tan solo necesitábamos a un adulto que nos ayudase. ¿Cómo íbamos nosotros mismos a ayudarnos? Mi vida cambió. Mi tía nos devolvió la vida. La decisión de venir a España cambió nuestras vidas. Era un pequeño viaje. Jamás pensábamos quedarnos aquí a vivir. Ed y yo felices, con nuestra pequeña maleta, sabiendo que algún día volveríamos a Venezuela, que en un mes o así estaríamos de vuelta. Y aquí estoy, veinte años después, agradeciendo día a día la decisión de quedarnos aquí. Ahí empezó mi verdadera infancia feliz. Nos dieron todo. Mis tías nos dieron todo. Nunca había sido tan feliz. Mamá se enamoró. Ahí conoció al que creí mi padre. Es normal, ¿no? Te crías sin una figura paterna y cuando entra alguien en tu vida con tanto amor para darte… cómo no creer que es tu padre. Mil viajes, muchas playas, muchos planes, mucho de todo. Él nos dio tanto. Estuvo en todo. Cómo no haberle querido tanto. El colegio es verdad que no me gustaba tanto. Sufrí mucho bullying. Supongo que no estarían acostumbrados a ver a una niña latina, pelo rizado y rasgos de negra. Esa parte quiero omitirla. La verdad que me marcó demasiado. Pensé siempre que de ahí venía mi inseguridad. Crecí. O eso creía con catorce años. Me creía la reina del mambo. Quería vivir rápido, quería ser adulta, quería hacer mil cosas. Empecé a perderme. A ser una inconsciente con mamá. A ser una rebelde. Cuanto más me prohibían, más quería hacerlo. Creo que fue mi peor época. Nunca me sentí entendida por nadie. Nunca nadie se sentó a explicarme paso a paso cómo va la vida y desde cuándo tenía que empezarla a vivir como una adulta. Mamá lo hizo bien siempre, pero he de decir que no supo lidiar con una adolescente llena de ira, llena de rabia, llena de odio. Fui mi peor versión. Pero era adolescente, ¿quién se da cuenta a esas edades? Porque yo, hasta que no tuve un choque de realidad, no me di cuenta. Mi primer amor… Sí, tuve mi primer amor. Fue lo más preciado que la vida me había dado. Tus primeras veces en todo, tus primeros te quiero, tu primer sentimiento de amor, tu primer todo. Fue un fracaso. Supongo que éramos muy jóvenes e inexpertos. Yo quería más, salir al mundo, conocer gente. No me valía nada. Tuve más de un amor. Con todos fracasé. Pero me quedo con lo que aprendí con cada uno de ellos. Aprendí a saber qué merezco y qué no. Aprendí a quererme un poco más. Aprendí a no tolerar cosas que no. Aprendí a no quedarme con migajas. No sé por qué nunca me fue bien en el amor. Y la poca fe que me quedaba me la destrozaron. Cumplo dieciocho. Por fin mayor de edad. Por fin podría hacer lo que me diese la gana. Eso sentía y eso creía. Me duró bastante la rebeldía. Hasta que… Ocurriría de nuevo. Mamá se separa. Mi vida cambia. Todo cambia. Mi supuesto padre sigue siéndolo. Seguimos queriéndolo como el primer día. Seguimos viéndole. Seguimos todo con él, a pesar de no estar con mamá. Pero tuve un choque con la realidad. Creí que mis parejas me habían roto el corazón, pero creí mal. Él me rompió el corazón. Dejé de creer en el amor. Si la persona que más quería, a quien yo consideraba mi papá, me partió el alma, me partió el corazón… ¿qué iba a pensar del resto del mundo? ¿Cómo debía ser yo? Y llegó ese día, el segundo peor día de mi vida. Sufrí violencia doméstica. Mi supuesto padre fue capaz de destrozarme la vida. Intento de violación. Una vez más sentí ese miedo. Una vez más sentí que la vida se me caía. Una vez más sentí decepción. Una vez más sentí cómo mi corazón se rompía poco a poco. Cómo creer en la gente. Cómo creer en la vida. Nace Brother. Empecé a ver la vida un poco mejor. Brother llega a nuestras vidas, mi pequeño hermano, y cambié por completo. Me dio esa felicidad que no tenía. Me dio esa calma en el alma que yo tanto necesitaba. Verle tan pequeño, tan bonito, esas manitos… Mi hermano me devolvió la vida y las ganas de querer con el alma a alguien. Nunca se lo dije. Es muy pequeño. Pero algún día me sentaré y hablaré con él. Dejé de estudiar. Fui de mal en peor en los estudios y decidí adentrarme en el mundo de la hostelería. Crecí de verdad. Mi mentalidad cambió. Empecé a ser mejor persona con mamá, mejor persona con mi hermano Edy, mejor persona con todos. Trabajar me hizo darme cuenta de cuánto cuesta la vida. De cuánto ha tenido que currar mamá para darnos todo. Trabajar me hizo crecer como persona, como mujer. Pasa el tiempo. Pasa la vida. Y sí, sigo estancada en la hostelería. Pero he de decir que me he ganado todo lo que tengo a pulso. Agradecida de todo lo que aprendí. Sigo con la vida. Sigo con mi vida. Pasa el tiempo. Vuelvo a tener amores que no van a ningún lado. Más decepciones: de familia, de novios, de amistades. Pero supongo que siempre pude con todo. Era como que mi corazón estaba a prueba de balas. Como que algo más ya me era indiferente. Estaba tan acostumbrada a que lo malo me persiguiese que era totalmente normal para mí. Pero oye, que nunca dejé de ser buena. Nunca dejé de tener este corazón tan noble, como dice mamá. Siempre di todo de mí a todos. Siempre fui con mis mejores intenciones. Hace poco leí que las personas que siempre están haciendo la gracia son las que más tristes están por dentro. Nunca algo me había representado tanto. Como digo yo, soy la payasa del grupo. Me encanta ver a mi gente reír a base de mis ocurrencias. Eso me hace sentir un poco menos mal. Eso me ayuda mucho. Me gusta hacer la gracia siempre, porque sí, porque no. Eso me hace olvidar un poco todo. Pasa el tiempo y estoy en calma. Siento que no tendré nada más por lo que sufrir. Y llega un mensaje inesperado… Siempre estuve en contacto con mi padre, ese mismo del que mamá siempre me habló y siempre me inculcó cosas buenas. Le quiero tanto que jamás se me pasaría por la mente odiarle. Y llega un mensaje: “Hola hija, Dios te bendiga. Soy tu papá, el hermano de tu mamá.” Mi mente no entendía absolutamente nada. Papá, mamá, hermano… Pensé que era fake, pero indagué hasta dar con la realidad de todo. Ese día, bendito día, una vez más me vuelven a romper el corazón. Pero esta vez, mi querida mamá. Resulta que ese señor era mi padre de verdad. Resulta que mi mamá no era mi madre biológica. Resulta que toda mi vida crecí creyéndome mentiras. Mi madre biológica me abandonó. Con tan solo un mes de nacida. Me abandonó como un perro. Mi papá, con miedo de la vida, con miedo de seguir con una niña tan pequeña, solo buscó ayuda. Ayuda de sus hermanos. Y ahí entra mi mamá en el plano. Como me dice ella: “Hija, me enamoré de ti. Verte tan pequeña, tan vulnerable, con esa carita, con esa nariz, con esos rizos… cómo no quedarme contigo.” Mamá no me dio la vida. Me la devolvió. Agradezco la vida que me diste, mamá. Para mí siempre serás mi madre. Mi única y verdadera madre. Pero me duele el alma. Todo por lo que tanto había trabajado volvió: mis miedos, mis inquietudes, mis traumas, mis inseguridades, mi rabia, mi ira. Y llegó él. Llegó alguien a mi vida para hacerme entender que la vida no siempre es tan mala. Alguien que me haría entender por qué nunca funcionó con nadie más. Alguien que me daría todo el amor del mundo. Y llegaste tú, justo en el momento que más me dolía la vida. Llegaste y me olvidé por un ratito de todo lo que estaba pasando. Volví a creer en el amor. Volví a creer en que de verdad hay personas buenas con corazones bonitos. A veces siento que no lo merezco. A veces siento que es una trampa de la vida. Me saboteo mucho. No sé cómo asimilarlo. Siento que en cualquier momento todo se romperá. Sentiré miedo. Sentiré angustia .

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  • “Puede resultar muy difícil pedir ayuda cuando estás pasando por un momento difícil. La recuperación es un gran peso que hay que soportar, pero no es necesario que lo lleves tú solo”.

    Todos tenemos la capacidad de ser aliados y apoyar a los sobrevivientes en nuestras vidas.

    “Siempre está bien pedir ayuda”

    “Estos momentos, mi quebrantamiento, se han transformado en una misión. Mi voz solía ayudar a otros. Mis experiencias tenían un impacto. Ahora elijo ver poder, fuerza e incluso belleza en mi historia”.

    Historia
    De un sobreviviente
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    20 años después y todavía estoy trabajando en la curación.

    Han pasado 20 años y sigo teniendo problemas. Soy una sobreviviente de TMS, y solo recientemente no me he considerado una víctima. He podido ocultar mis problemas con mi trauma, pero he superado momentos en los que me he vuelto insensible. Tuve otro trauma en ese momento que desencadenó mi TEPT, pero no estaba en un entorno emocionalmente seguro y mi trauma no era tan importante como el otro trauma que estaba ocurriendo. Yo no era la que necesitaba apoyo, así que sufrí en silencio mientras mis síntomas empeoraban. A medida que mis síntomas empeoraban, alejé a todos. Cuando hablo con mi esposo sobre esto, él se niega a decirme que necesito superarlo, que no puedo cambiarlo. Me dice que no debería imponérselo a mi trauma porque él no lo hizo. Sé que es cierto, pero no puedo evitar lo que me desencadena. Así que, ahora que lo pienso, sigo sin recibir el apoyo que necesito. Sé que su forma de sanarme es presionarme para que lo acepte, pero solo necesito que alguien me escuche. Lo intenta, pero no es como necesito. Cree que después de 20 años no debería tener desencadenantes, pero ya no sé qué los desencadena. Así que mi historia es esta: tenía 19 años y estaba en el ejército. Era madre primeriza, madre soltera, de una bebé prematura que acababa de salir del hospital hacía unas semanas. Tenía una compañera de piso, y como no tenía llave, la puerta estaba abierta esperando a que volviera. Estaba en mi habitación con mi hija durmiendo y de repente él estaba allí. Me estranguló hasta que me desmayé. Volví en mí y me estaba violando. Luego, cuando se aburrió, intentó obligarme a hacerle sexo oral, y yo le mordí, y él empezó a golpearme y siguió. Estaba concentrada en mi hija; no quería que le hiciera daño. Intenté defenderme, pero no funcionó. Finalmente dejó de atormentarme y se fue antes de que mi compañera de piso llegara. Recuerdo la canción exacta que sonaba, el olor de la vela, estaba nevando, hacía frío, pero no recuerdo su apellido. A veces pienso que Nombre no era su nombre de pila. Recordaba el nombre de todos los que trabajaban conmigo, pero el suyo ya no me viene. Después de que se fue, cerré la puerta con llave y abracé a mi hija todo el fin de semana. No salí de mi habitación, tenía todo lo necesario para mi bebé en mi habitación, así que no tuve que irme. Llegó el lunes y tuve que usar muchísimo maquillaje para tapar las marcas de las manos y los moretones, el ojo morado, el labio partido, era difícil ocultarlo todo. Iba caminando al trabajo y mi suboficial me vio, me vio el cuello y me dijo qué hice. Se lo dije y me dijo que no podía contárselo a nadie, nadie me creería porque era madre soltera, una mujer que obviamente no era inteligente, ya que era muy joven y había tenido un bebé con un desconocido, y quería que siguiera así porque no era asunto de nadie. Así que, después de que me rechazara, fui con mi sargento primero. Básicamente me dijo lo mismo. Añadió que él era un suboficial respetado, que nadie me creería jamás, que yo era una mujer con un bebé, soltera, una joven alistada, que andaba con la gente equivocada, etc. Después de eso, simplemente lo dejé estar, decidí que no serviría de nada seguir contándoselo a nadie. Cuando me preguntaban qué me había pasado, simplemente les decía que había tenido un fin de semana terrible. Después, recurrí al alcohol y las drogas. Iba de fiesta en exceso sin importar cuánto trabajara. Bebía y consumía drogas hasta el punto de saber que mi hija estaría más segura con mi madre hasta que pudiera regresar a Estados Unidos. Me volví un poco promiscua, pero principalmente solo salía de fiesta hasta que no podía recordar. Nota al margen, esto es algo que mi esposo no entiende y agrega cómo lo habría manejado. Quedé embarazada en diciembre de ese mismo año, me casé con él y él fue mi lugar seguro por un tiempo. Regresé a casa, tuve a mi hijo y me di cuenta de que no podría lidiar con mi trauma con dos bebés, así que aprendí a dejarlo de lado. Volví al ejército para ser desplegada, necesitaba ganar dinero para mis bebés ya que me estaba divorciando. Lo alejé tanto y sé que fue mi culpa que terminara. Bueno, fui a Irak y conocí a mi actual esposo. Él es la primera persona a la que le conté todo lo que pude sacar de esa caja en mi cabeza. En ese momento, pareció entender que estaba rota y dañada. Escuchó y entendió por qué no podía ser la misma persona que era antes de mi trauma. A lo largo de los años, ha visto problemas en mi forma de ser y no entiende que desconozco qué los desencadena. Simplemente me dice que lo supere, que no puede cambiarlo, que necesita encontrar algo que lo distraiga. Se enoja porque la intimidad va y viene, pero no puedo evitarlo; no entiendo bien mis desencadenantes, sobre todo porque ahora estoy completamente sola, mi esposo trabaja fuera del estado, todos mis hijos ya son mayores, así que estoy literalmente sola con mis pensamientos. Sé que no estoy aprendiendo a sanar, pero lo estoy descuidando y no me importa, lo cual está muy lejos de la realidad. Pasé por algo con uno de mis hijos que me llevó a estar insensible y a no preocuparme por nada durante mucho tiempo. Decidí buscar ayuda porque me afectaban cosas que no sabía ni veía desde hacía años, y mi esposo ya no aguantaba más y me convenció de que era hora de superarlo. Así que empecé este programa para supervivientes de TMS y me iba muy bien, pero entonces algo me desencadenó y no sé bien qué fue. He recaído tanto que temo que alguien venga a por mí en momentos muy inesperados. Tengo pesadillas en las que alguien me estrangula y me golpea, y luego me despierto. Tengo ataques de pánico mientras camino por un sendero en un parque lleno de gente. Me pongo paranoica en público. No duermo. Estoy despierta más de 48 horas seguidas. Y cuando duermo, son quizás dos horas. Mi esposo dijo que no es normal que dure tanto. Siento que es imposible no sentirme tan afectada de repente. Estoy en proceso de desarrollo, pero he vuelto a un punto oscuro y me asusta. No quiero volver a lo que pasó después. No quiero lidiar con esto abusando de sustancias. No soy suicida, solo estoy en una situación en la que estoy sola en todos los sentidos otra vez. No quiero desanimar a nadie leyendo esto; todos lidiamos con esto de diferentes maneras, y a veces hay algo que dificulta nuestro progreso. No podemos rendirnos ni aceptar la derrota. Si no lo hubiera dicho ya, su nombre es Nombre, y ha dañado mi vida hasta el punto de que podría perder mi matrimonio, mi seguridad y mi felicidad una vez más. No ganará esta vez; lo superaré con las fuerzas que me quedan. Gracias por permitirme expresar mis pensamientos. Lo aprecio mucho.

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  • “Creemos en ustedes. Sus historias importan”.

    Mensaje de Sanación
    De un sobreviviente
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    Para mí, la curación es terapia y compartir mi historia.

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  • Cada paso adelante, por pequeño que sea, sigue siendo un paso adelante. Tómate todo el tiempo que necesites para dar esos pasos.

    Historia
    De un sobreviviente
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    Mi inquietante e inolvidable pasado

    Esto es algo en lo que he pensado durante mucho tiempo. Se lo conté a algunas personas, pero no conocen los detalles. Empezaré por el principio. Cuando abusaron sexualmente de mí por primera vez. Tenía una mejor amiga. La conozco desde que usábamos pañales. Siempre iba a su casa cada. Fin. De semana. Hasta que terminó cuarto grado. Bueno, esta vez en particular fue diferente. Usaba el baño en su casa como siempre. Ahora es donde se pone raro. Me preguntó si... hice popó. Sí, raro. Le dije que sí a regañadientes. No recuerdo exactamente qué pasó después, pero cada fin de semana intentaba hacerme popó. Incluso si no tenía que hacerlo. Ahora, esta es la parte loca. Me hacía ponerme a gatas con los pantalones bajados. Luego me clavaba un rotulador permanente. Sí, dolía. Mi cara se arrugó. Ella siguió y yo no dije nada porque, uno, tenía miedo y dos, simplemente me asusté y me quedé paralizada. Y a veces se tumbaba en el suelo con la toalla, queriendo que cagara en él. No lo hice esa vez, pero creo que sí. Una vez. Otra vez fue cuando le salieron orbis. Sí, ORBIES. Los ponía en un estuche lleno de agua. Cuando crecieron, me hacía ponerme de rodillas otra vez y me los metía como hacía con el rotulador. Yo no tenía ni idea de qué pasaba. Tenía nueve años y no tenía ni idea. Y un poco asustada de ella. A veces se pone violenta si no hago algo que quiere. Así que esta vez, como todas las demás, no dije ni una palabra. Una vez que estaba lleno de orbis, me hizo sentarme en el inodoro y sacarlos. Algunos estaban demasiado dentro de mí y no podía sacarlos. Así que... esto es muy difícil de soltar. Nunca había entrado en tanto detalle antes. Tenía que usar el dedo para sacármelos. Cuando salieron, me hizo hacerle lo mismo. Y esa fue la primera y única vez que quiso que le hiciera algo. Cada vez que iba, hacía lo mismo. Seguía yendo a su casa porque, bueno, es mi mejor amiga y no sabía que estaba mal hasta que un día me lo pasó por la cabeza. Cuatro años después. Ahora, cuando descubrí que estaba mal, me quedé en shock. No sabía qué pensar. Bueno, lo primero que pensé fue "¿por qué?". Quedé traumatizada desde entonces. Y entonces ocurrió lo impensable. VUELVE A PASAR. Esta historia tiene muchas partes. Tenía una vecina muy pesada y trataba de evitarla. Bueno, cuando no podía, tenía que pasar tiempo con ella. Y cuando lo hacíamos, no todo era malo. Fuimos a casa de sus abuelos y nadamos en su piscina y jugamos al laser tag. Esa tarde en particular, estábamos nadando en casa de sus abuelos. Estábamos nadando y mi blusa se me caía todo el tiempo. Así que decidí quitármela. Bueno, éramos chicas y no le di mucha importancia. Pero eso solo llevó a cosas peores. Así que volvimos a la piscina. Me preguntó si podía besarme. No supe qué decir. Nunca había besado a nadie, así que dije "claro", solo quería probar. Claro, no me gustaba así. Así que para mí fue un beso. Para ella, fue algo más. Nos besamos y luego me restregué en su pierna y ella me hizo lo mismo. Después de eso, salimos y pasamos el rato. Un tiempo después empezamos a salir. Fue intermitente. Ella solo quería favores sexuales, pero ya hablaremos de eso. Estábamos en su casa, en su habitación buscando su Xbox. Se sentó en la cama y yo me quedé allí de pie, incómodo. Entonces mencionó algo sobre que yo le haría una mamada o la tocaría. No lo recuerdo, pero sí recuerdo que, de alguna manera, evité la pregunta y cambié de tema. Unas semanas después, estábamos en mi casa, en la piscina. Así que solo estábamos nadando y jugando. Bueno, se puso cachonda como siempre que estamos solos. Esta es la parte realmente perturbadora. Teníamos estos torpedos de piscina, ¿verdad? Teníamos como cuatro de ellos. Bueno, se puso creativa y decidió meterse dos dentro de ella y quería que yo hiciera lo mismo. Le pregunté 'por qué' y solo dijo 'Solo hazlo, se siente bien'. Por supuesto, no le creí, pero me obligó. Así que me metió dos y me dolió muchísimo. Apenas podía moverme. Después de unos segundos de tenerlos dentro, quise sacarlos, pero no me dejó. Le dije que dolía y no le importó. Me dijo que tenía que prepararme para la polla. En cambio, salimos de la piscina y caminamos hasta mi casa del árbol. No sé cómo pude caminar, y mucho menos subir la escalera para subir a la casa del árbol. Así que nos sentamos y le dije: 'Nombre, por favor, déjame sacarlos, me duele. Dijo que solo podía sacármelos si la tocaba. Sí, es controladora y manipuladora. No me dio opción. Cuando terminé, me los saqué. Justo entonces vino su madre y me dijo que era hora de ir a casa. Gracias a Dios. Cuando se fue, entré y me cambié. Cuando terminé, fui al baño y me ardía. Y estaba sangrando. Sí, me reventó la cereza de la peor manera posible. Una locura, ¿verdad? Bueno, no termina ahí. Me dolía caminar porque tenía un ardor constante entre las piernas. No podía usar ropa interior porque me dolía muchísimo. Se frotaban contra mí y empeoraban el dolor. No se lo dije a nadie porque me daba vergüenza. Nunca le dije que no. Es como si hicieras algo que no quieres hacer y sintieras que no tienes opción. Simplemente te disocias y no estás en el momento. Y cuando termina, es cuando te golpea. Y te preguntas, "¿Por qué hice eso?" y no puedes volver atrás y arreglarlo. Me pregunto eso cada día que la veo, cuando me acerco a mi piscina, y cuando veo esos juguetes que usó conmigo. Apenas pude dormir esa noche, y la quemadura me dificultó dormir. Unos días después, cuando fui al baño, me ardía y había un dolor. No puedo explicarlo. Ni siquiera pude practicar atletismo. Más tarde descubrí que tenía una infección urinaria. No me atreví a contárselo a nadie porque me avergonzaba de mí mismo. Dejé que esto me pasara de nuevo. Esa no fue la única vez. Intenté evitarla después de eso, pero siempre me veía y yo fingía estar feliz de verla. Siempre que estábamos solos, de alguna manera me obligaba a tener cosas sexuales con ella. Una vez fui a su casa después de bajar del autobús. Metí mi mochila dentro y volví. No debía estar allí porque su madre no estaba en casa. Ella me invitó a entrar, y por supuesto, no dije "no" por centésima vez. Así que me mostró la casa y nos sentamos en el sofá e intenté tener una conversación casual, pero lo único que quería era besarnos. Me convenció de ir a su habitación. Y allí nos besamos y nos desnudamos. Realmente odio decir esto. Pero la estaba besando y me preguntó "¿Quieres comer este coño?" y no dije que no. Solo asentí con la cabeza y me odié a mí mismo y quise suicidarme después. Fui a casa y me lavé la cara y la boca para quitarme su sabor de la cara y la boca. Nunca dije que no porque tenía miedo y si decía que no quería, me amenazaba o me manipulaba para que hiciera lo que quería. Como lo que hizo en la piscina. Todavía estoy traumatizado por eso. Y la veo todos los días en la escuela. No puedo olvidar lo que me hizo. Ahora no me gusta que la gente me toque como ella me hizo tocarla. Desde que fue mi primera experiencia sexual, ahora me relaciono más con chicas que con chicos. Me dejó hecho un desastre de muchas maneras. Le conté a mi amiga lo que hizo y, por supuesto, se disgustó. Puso cara de "puaj" y negó con la cabeza. Fue gracioso. Esta es la versión más actualizada que la que escribí, pero la voy a poner por escrito. Podría imprimirla, pero no quiero que mis padres la lean. Estarían muy preocupados.

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  • La sanación no es lineal. Es diferente para cada persona. Es importante que seamos pacientes con nosotros mismos cuando surjan contratiempos en nuestro proceso. Perdónate por todo lo que pueda salir mal en el camino.

    Mensaje de Esperanza
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    Todo lo que necesitamos es a Dios, sin importar en qué situación nos encontremos.

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  • “Realmente espero que compartir mi historia ayude a otros de una manera u otra y ciertamente puedo decir que me ayudará a ser más abierta con mi historia”.

    Mensaje de Sanación
    De un sobreviviente
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    Contar eso sin derrumbarme

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  • Mensaje de Sanación
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    poder seguir adelante y pasar un poco la pagina

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    #1287

    Tocamientos inapropiados es como me refería a lo que hacía mi exmarido. Estuvimos juntos casi number años. Incontables veces me despertaba con sus manos bajo mi pijama, teniendo relaciones sexuales conmigo, obligándome a hacerle cosas; simplemente se volvió normal. Sentía que esto era parte de mi matrimonio. Ahora sé que no debería haber sido así y que ningún hombre debería tratar así a una mujer. El consentimiento no se puede pedir, debe darse. Nos separamos y él seguía viviendo en casa. Estuve hospitalizada. Él ayudaba a cuidar a nuestros tres hijos. Venía a mi habitación por la noche, después de que yo llegara del hospital, y me frotaba la espalda y el vientre, aunque le había pedido que no lo hiciera. Esto derivó en dos ocasiones en violación; le dije que no, y él siguió haciéndolo. En ese momento no me di cuenta de que era eso. Incluso escribir esto ahora me resulta difícil. Fue solo tres años después, tras hablar sobre los tocamientos inapropiados con una terapeuta, que ella usó esa palabra conmigo. En el fondo, sabía lo fundamentalmente equivocado que era todo esto, pero nunca me imaginé que mi esposo me había agredido sexualmente ni violado mientras estábamos casados ni justo después de separarnos. Todavía me resulta extremadamente difícil decirlo en voz alta. La mayoría de mis amigos y familiares no saben que esto ha sucedido. Es una situación muy solitaria, pero hablar con profesionales sin duda me ayuda a superar la vergüenza y la culpa que siento.

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    Nombre

    Tener TU voz es lo más importante que puedes tener como víctima de abuso. Después de sufrir abuso durante varios años en Ubicación, sentí que me lo arrebataban todo. A los 9 años, me habían arrebatado mi dignidad, autoestima, confianza, felicidad y fuerza. Verano tras verano, iba a este lugar oscuro que se suponía sería una experiencia positiva. Mis padres creían que me dejaban en un lugar para ayudarme a crecer en mi relación con el Señor. Lo que no sabían es que Nombre 2 me dijo que si realizaba los actos sexuales que él quería, me prometía que me acercaría más a Dios. Era una persona enferma que constantemente infringía las normas de Ubicación y la ley. Lo peor es que Ubicación tenía la visión y sabía que esto estaba sucediendo, pero no hizo nada. Al salir del campamento y volver a casa, recuerdo sentirme vacía y deprimida. A esta edad, no se tiene la madurez suficiente para comprender lo que ha sucedido y cómo procesarlo. Acudí a centros de defensa infantil para obtener ayuda profesional y me costaba incluso hablar de lo sucedido porque no tenía sentido en mi cabeza y no podía verbalizar los acontecimientos ni el impacto que tuvieron en mí. A medida que avanzaba en la adolescencia, me deprimí más. Todas las noches soñaba que Nombre 2 abusaba de mí y sentía que cada noche que me iba a dormir, iba a ser abusada de nuevo. El miedo, la ira y la depresión que experimenté me pesaban tanto que casi no quería llegar al día siguiente. Después de años en este ciclo, decidí que necesitaba un cambio para poder vivir una vida plena. Empecé a trabajar en mi salud física, espiritual y mental. Lo más importante es tener voz. Tienes que poder compartir tu experiencia para poder recibir la ayuda que necesitas y expresar el dolor que has vivido. Por eso estoy agradecida por la Ley de Trey. Esta elimina la posibilidad de que organizaciones como Ubicación silencien a las víctimas después de hacerles pasar por experiencias horribles. Le devuelve el poder al Superviviente. La Ley de Trey salvará vidas. Permitirá que alguien pueda defenderse. Permitirá que menos criminales/organizaciones se salgan con la suya en el peor delito que alguien puede cometer. Si alguien lee esto y necesita ayuda, ¡siempre estaré encantado de escuchar su voz!

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    De un sobreviviente
    🇪🇸

    ¿Fui abusado?

    Cuando era niña, probablemente de 4 o 5 años, empecé a tener juegos sexuales con mi prima, que tenía 6 años en ese momento. Nos frotábamos las partes, me hizo lamerla fuerte una vez y otras cosas que no recuerdo con claridad. Algunas se sentían bien, pero recuerdo la incomodidad si me negaba. Creo que me pegaba o me lastimaba si no quería jugar; en general, solía golpearme o jalarme el pelo. Pronto busqué en la televisión cosas que se parecieran a lo que hacíamos, nada explícito que recuerde, cosas como juegos sensuales entre parejas en películas, gente haciendo el amor, etc. En ese momento me avergonzaba y oculté este comportamiento a mis padres. No recuerdo cuándo paró, pero sí recuerdo la vergüenza y el miedo de que volviera a suceder, específicamente una vez, cuando éramos mayores y jugábamos, y ella me inmovilizó en la cama; me dieron náuseas. Por suerte, para entonces ya tenía la fuerza suficiente para quitármela de encima. No sé si esto fue abuso, pero sin duda la vergüenza y la culpa nunca desaparecieron de mi infancia. Incluso en mi primera comunión, recuerdo que quise contarle esta historia al sacerdote en mi confesión, pero me detuve porque sentí que era demasiado. Para entonces tenía 10 años. No culpo a mi prima, y la quiero mucho. No recordé esto hasta hace seis meses, mientras veía "Las ventajas de ser invisible", donde el protagonista es abusado por su tía. Al recordar esto, me pregunto si mis comportamientos sexuales actuales (gran vergüenza, culpa e incapacidad para relajarme) están influenciados por esta experiencia.

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  • Mensaje de Sanación
    De un sobreviviente
    🇺🇸

    Por favor verifique los antecedentes de sus facilitadores antes de trabajar con ellos.

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  • Historia
    De un sobreviviente
    🇨🇦

    #549

    Gracias por permitirme compartir mi historia a través de una plataforma. No es tarea fácil; la he reescrito una y otra vez. Tengan en cuenta que los nombres y las ubicaciones se han eliminado y reemplazado para proteger la privacidad de todos los involucrados. Cuando tenía 21 años, fui agredida sexualmente por un hombre que me doblaba la edad. En ese momento, mi novio de 5 años y yo viajábamos al otro lado del país. Estaba enamorada y feliz. El 3 de julio de 2007 fue un día hermoso en cuanto al clima, lo cual fue bueno porque habíamos planeado un viaje de tres horas ese día a un pequeño pueblo en la costa oeste. Como llevábamos un tiempo viajando y había pasado mucho tiempo sentada y durmiendo en el auto, empecé a tener dolor de cuello. Mi novio y yo decidimos parar en algún lugar para que me diera un masaje. Encontramos una clínica de masajes y salí y entré al edificio para verificar la disponibilidad. El hombre que trabajaba allí dijo que las 5 p. m. estaban disponibles, así que reservé la cita y me fui. Mi novio me dejó de vuelta en la clínica a las 5 p. m., como estaba previsto. No entró conmigo, ya que habíamos acordado que volvería a recogerme cuando terminara. Era un edificio pequeño, con una sala de espera y solo dos habitaciones más: una era una oficina y la otra la sala de masajes. El hombre, que supuse era el dueño del establecimiento, salió de la sala. Me dijo que estaba terminando una cita con un cliente y me pidió que rellenara un formulario sobre mi historial médico. Escribí sobre el dolor de cuello que tenía y enumeré la medicación que me recetaron. Incluí que a los 12 años me diagnosticaron ansiedad y depresión. Mientras terminaba el formulario, el cliente que me precedió salió a la sala de espera. Complacidos con el tratamiento, le dieron las gracias a la masajista. Ahora era mi turno para el masaje. Solo había reservado media hora. Al entrar, vi que una cortina hacía las veces de puerta. El hombre me dijo que me desnudara y me tumbara boca abajo en la camilla. Como me había indicado, estaba boca abajo, y fue entonces cuando empezó entre mis piernas y continuó hacia mi zona íntima. Al principio, sentí como si sus manos se hubieran resbalado, como si simplemente hubiera olvidado la anatomía de la figura. Luego, cuando metió el dedo en mi cuerpo, sentí que mis músculos se tensaban y, conteniendo la respiración, me dije a mí misma que no hiciera ningún ruido. Este fue el comienzo de mi agresión, que duró una hora y media en total. Todavía me cuesta escribir o compartir esta experiencia. Dieciséis años después, todavía me cuesta compartir dónde me tocó o cómo me sentí. Me dijo que estaba dañada y que me estaba sanando. Me tocó constantemente, durante la hora y media, y mientras me tocaba, me dijo que tenía años de daño en el cuerpo debido a los antidepresivos que me habían recetado. Dijo que me estaba sanando de forma natural; me dijo que estaba eliminando las toxinas de mi cuerpo, pero en realidad me estaba agrediendo sexualmente y abusando emocionalmente. Me quedé paralizada y no podía hablar. No me salían las palabras, pero en ese momento pensé que guardar silencio era lo más seguro. No tenía a nadie conmigo. Mi novio estaba patinando en el parque local; no lo veía por ningún lado. Tumbada boca abajo, miré al suelo por el agujero de la cabeza, intentando pensar en algo que no fuera ese momento. Después de un rato, me dijo que me diera la vuelta y continuó su agresión. Me masajeó los pechos y, a pesar de mi negativa, siguió diciéndome lo mal que estaba. Cuando me sujetó la mano izquierda con la suya, empecé a llorar. No pude contener las lágrimas. Cuando me sujetó la mano con la suya y entrelazó nuestros dedos, me arrebató ese inocente acto de amor; nunca volvería a estar bien. Solo había reservado el masaje por 30 minutos, así que, con el tiempo, mi novio empezó a preguntarse dónde estaba y entró en el edificio. El hombre se sobresaltó al oír a mi novio entrar; me preguntó si esperaba a alguien, pero seguí sin poder hablar. El hombre salió de la habitación y aproveché para levantarme de la camilla y vestirme. Oí el timbre del vestíbulo mientras mi novio salía del edificio. El hombre regresó a la sala de masajes y me vio levantada, vistiéndome. Dejó la cortina abierta y me observó terminar de vestirme, y luego me acompañó a recepción para pagar. Ya no oculto que estoy llorando. Uso mi tarjeta de crédito para pagar la agresión, con la esperanza de poder rastrear el pago hasta este horrible lugar. Una vez afuera, sabiendo que por fin era libre y que todo había terminado, corrí hacia mi novio para ponerme a salvo. Le dije que subiera al coche y se fuera lo más rápido posible. No quería que el hombre viera nuestra matrícula ni supiera de dónde éramos. Había proporcionado una dirección antigua en el formulario de salud. Mi novio empezó a preguntarme por qué estaba molesta mientras nos íbamos. Frustrada, confundida y enfadada, pronto surgió un altercado mientras le explicaba frenéticamente lo que había pasado en esa habitación. Déjame explicarte, lo único que aprendí y realmente entiendo sobre todo esto es que no hay un manual a seguir cuando eres agredido sexualmente. A los 21, mi novio y yo no teníamos ni idea de qué hacer. Estábamos asustados y molestos. Ahora realmente lo entiendo. Mi novio quería ir a la policía y quería volver a gritarle al hombre. Entonces me miró y en ese momento vi que su rostro comenzaba a cambiar. De una vez, la mirada amorosa que recibía de mi novio de la secundaria fue reemplazada por algo que todavía me cuesta expresar con palabras. Ya no me miraba de la misma manera que lo había hecho desde que teníamos 16. Me hizo una pregunta simple: ¿por qué me había quedado allí tirada? La forma en que me miró me hizo sentir como si me estuviera acusando de permitir que sucediera. Pensé para mí misma: si mi novio, alguien a quien amaba más que a nadie, me estuviera preguntando por qué me había quedado allí tirada, ¿alguien más me creería? Era mi palabra contra la de este hombre. Nos marchamos en coche y, al dejar atrás ese pequeño pueblo, me dije: «Nunca le contaré a nadie lo que pasó porque nadie me creerá». En ese momento creí que si la persona que amaba podía cuestionarme y no entenderme, nadie lo haría. Mi novio y yo nunca volvimos a hablar del abuso. Los meses y años siguientes fueron, con diferencia, los más difíciles de mi vida. Mi novio y yo terminamos nuestra relación casi al instante. No podía tocarme sin llorar; la idea de las manos de aquel hombre me había marcado. Tal como había dicho, mi novio me miró de otra manera y no fue su culpa. Sentía como si aún estuviera oyendo sus palabras en la cabeza: que estaba herida y que mi novio le había creído. Mi novio era la única persona que sabía del abuso y ahora ya no estaba. Me sentía muy sola, en una nueva ciudad, empezando la universidad. Durante los primeros cinco años no se lo conté a nadie. Consumí alcohol y otras sustancias para olvidar y apaciguar el dolor. Bloqueé al hombre de mi mente todo lo que pude. Las pesadillas y los flashbacks se convirtieron en una realidad recurrente y, para cuando cumplí 26 años, estaba muy enferma. Me encontré en el hospital pesando solo 38 kilos y necesitando ayuda. Fue entonces cuando decidí contactar a la policía. Me dije a mí misma que estaría bien con cualquier resultado. Aunque nadie me creyera, había hecho todo lo posible por intentar olvidarlo. Para reforzar mi caso, necesitaba contactar a mi antiguo novio y pedirle ayuda. Sin dudarlo, prestó declaración a la policía. Se disculpó conmigo por lo ocurrido años atrás. Aunque agradecida por sus palabras, seguía muy disgustada. Le guardaba mucho resentimiento. En la comisaría presté juramento y presenté una declaración en vídeo de mi agresión. Describir y explicar la agresión en vídeo fue difícil. Pensé que podría sobrevivir sin llorar, pero no lo hice; me derrumbé. El agente me preguntó qué pensaba mi entonces novio sobre esto y por qué nunca se lo habíamos contado a la policía. Me asusté, pensando una vez más que nadie me creería. Me enteré por las fuerzas del orden de que otras dos mujeres habían sido agredidas sexualmente por este hombre. Ambas habían declarado cinco años antes. Desafortunadamente, no había suficientes pruebas hasta que me presenté. El pequeño pueblo turístico donde ocurrió la agresión conocía los rumores sobre este hombre y sus actividades. Ahora la policía tenía pruebas similares, lo que bastó para arrestarlo y emitir una orden judicial. Meses después de mi primer contacto con la policía, el hombre que me había agredido fue arrestado y se declaró culpable de los cargos. El servicio de atención a las víctimas me informó que el juez encargado de mi caso fue severo con mi agresor. Sus condiciones eran 6 meses de cárcel, 3 años de libertad condicional y el hombre tenía que registrarse como delincuente sexual durante 20 años. También se le proporcionaría ADN y ya no se le permitía ejercer la terapia de masajes. Han pasado casi 16 años desde el ataque, mi vida ha cambiado por completo desde ese día. He tenido tiempo de sanar. Aprendí que, en caso de agresión sexual, la víctima no siempre se defiende. Según el oficial de policía, la mayoría de las víctimas se congelan porque tienen miedo y no se defienden porque es lo más seguro que pueden hacer en ese momento. No se trata solo de luchar o huir, hay otra opción. También he aprendido a entender que la reacción de mi novio fue intentar darle sentido al momento. Que a pesar de decir algo incorrecto, tenía buenas intenciones y no lo dijo intencionalmente para lastimarme. Sé cuánto me amaba y también sé que él me creía. Todavía no puedo olvidar la mirada en su rostro. Sus pensamientos y la forma en que me miraba todavía pasan por mi cabeza 15 años después, sin importar a cuánta terapia asista uno. Este viaje definitivamente ha impactado mi vida de muchas maneras diferentes. Perdí a mi mejor amigo, la persona que más quería en el mundo. No pude ir a la escuela, abandoné mis clases. Perdí peso al instante y me enfermé. Dar a luz como sobreviviente de agresión sexual es devastador y te hace sentir como si estuvieras reviviendo el ataque. Pero he sobrevivido y seguiré sobreviviendo. He evitado que otros sean agredidos, pero hacer esto y aquello significa mucho para mí. También estoy agradecida de que mi agresor haya ido a prisión. Aunque sé que este es un proceso que dura toda la vida para seguir adelante y sanar, soy más fuerte que nunca. No me considero una víctima, sino una superviviente. Los flashbacks no son tan frecuentes y mi última pesadilla fue hace más de cinco años, pero el recuerdo de ese hombre tocándome sigue fresco en mi mente. Sigo sanando.

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    Actividad de puesta a tierra

    Encuentra un lugar cómodo para sentarte. Cierra los ojos suavemente y respira profundamente un par de veces: inhala por la nariz (cuenta hasta 3), exhala por la boca (cuenta hasta 3). Ahora abre los ojos y mira a tu alrededor. Nombra lo siguiente en voz alta:

    5 – cosas que puedes ver (puedes mirar dentro de la habitación y por la ventana)

    4 – cosas que puedes sentir (¿qué hay frente a ti que puedas tocar?)

    3 – cosas que puedes oír

    2 – cosas que puedes oler

    1 – cosa que te gusta de ti mismo.

    Respira hondo para terminar.

    Desde donde estás sentado, busca objetos con textura o que sean bonitos o interesantes.

    Sostén un objeto en la mano y concéntrate completamente en él. Observa dónde caen las sombras en algunas partes o quizás dónde se forman formas dentro del objeto. Siente lo pesado o ligero que es en la mano y cómo se siente la textura de la superficie bajo los dedos (esto también se puede hacer con una mascota, si tienes una).

    Respira hondo para terminar.

    Hazte las siguientes preguntas y respóndelas en voz alta:

    1. ¿Dónde estoy?

    2. ¿Qué día de la semana es hoy?

    3. ¿Qué fecha es hoy?

    4. ¿En qué mes estamos?

    5. ¿En qué año estamos?

    6. ¿Cuántos años tengo?

    7. ¿En qué estación estamos?

    Respira hondo para terminar.

    Coloca la palma de la mano derecha sobre el hombro izquierdo. Coloca la palma de la mano izquierda sobre el hombro derecho. Elige una frase que te fortalezca. Por ejemplo: "Soy poderoso". Di la oración en voz alta primero y da una palmadita con la mano derecha en el hombro izquierdo, luego con la mano izquierda en el hombro derecho.

    Alterna las palmaditas. Da diez palmaditas en total, cinco de cada lado, repitiendo cada vez las oraciones en voz alta.

    Respira hondo para terminar.

    Cruza los brazos frente a ti y llévalos hacia el pecho. Con la mano derecha, sujeta el brazo izquierdo. Con la mano izquierda, sujeta el brazo derecho. Aprieta suavemente y lleva los brazos hacia adentro. Mantén la presión un rato, buscando la intensidad adecuada para ti en ese momento. Mantén la tensión y suelta. Luego, vuelve a apretar un rato y suelta. Mantén la presión un momento.

    Respira hondo para terminar.