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La persona que me hizo daño era un...

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Me identifico como...

Yo era...

Cuando esto ocurrió, también experimenté...

Bienvenido a Our Wave.

Este es un espacio donde sobrevivientes de trauma y abuso comparten sus historias junto a aliados que los apoyan. Estas historias nos recuerdan que existe esperanza incluso en tiempos difíciles. Nunca estás solo en tu experiencia. La sanación es posible para todos.

¿Cuál cree que es el lugar adecuado para empezar hoy?
Historia
De un sobreviviente
🇨🇦

Name, solo tenía 6 años

Tenía alrededor de 6 años, cierro los ojos y es cómo si volviera a vivir en carne propia el recuerdo, me acuerdo del ruido de la televisión, el olor del desayuno que estaba comiendo, yo solo estaba viendo caricaturas. El, un hombre de alrededor 50 años me cargó y me acomodó en sus piernas, y deslizó su mano por debajo de mis panties, TENÍA 6 AÑOS y ahí empezó mi historia de abusó sexual, una historia que me hubiese gustado no tener que experimentar. Yo hablé ya que mi mamá siempre me había enseñado a que nadie podía tocar mis partes pero en ese entonces mi mamá no tenía los recursos, vivíamos en casa de una prima (la hija de mi abusador) y nadie me creyó, dijeron que era mi imaginación. Otros sucesos pasaron cometidos por la misma persona, me arrebató mi inocencia y me rompió en pedacitos… pese a que yo hablé la primera vez, las otras veces me quedé callada porque nadie me creyó, nadie me protegió y nadie me escuchó más que mi mamá pero en ese entonces ella estaba luchando con un problema de alcoholismo y toda la familia nos dio la espalda. Después de un tiempo dejé de ver a mi abusador pero a los 8 años me volvió a pasar pero esta vez por el esposo de mi tía (la hermana de mi mamá) ellos han sido casados desde que mi tía tiene 16 años hasta el presente. Fuimos de visita a casa de mi tía, era diciembre entonces mi mamá salió con mi tía a comprar cosas para la navidad, yo, mi hermano y mi primo (hijo de mi tía) nos quedamos al cuidado del esposo de mi tía, el en ese entonces era oficial de la policía. Yo estaba jugando con mi primo y mi hermano cuando él me llamó, él estaba sentado en la mesedora viendo las noticias cuando me sentó en sus piernas y yo inmediatamente me paralice puesto que la última vez que alguien me sentó en sus piernas me manoseo, esta vez fue diferente, solo me acaricio las piernas y yo solo sentí cómo algo duro me rozaba mis glúteos, me paralicé y no sabía que hacer, hasta que tuve la fuerza y me bajé. Nunca hablé de mi segundo abusador y nunca lo he hecho, yo ya no vivo en Colombia pero cuando voy me toca actuar cómo si nada aunque por dentro sienta tantas cosas. Por mucho tiempo reprimí todo lo que me pasó, siempre decía que no me afectó y ahora a mis 22 años me está atormentando. Estoy comprometida con el amor de mi vida, siento que ha sido un regalo que Dios y la vida me dio después de tanto tormento pero hay veces que cuando vamos a tener intimidad y me toca siento una rabia en mi, ese tipo de rabia que te dan ganas de pegarle un puño en la cara a esa persona, y no lo entiendo, el no me ha hecho nada? El solo me ha ayudado y me ha tratado con amor y me ha demostrado lo mucho que me respeta y me ama, siempre quise evadir el tema y reprimirlo, no hablar de ello y pretender cómo que no me afectó pero ya llegué a un punto donde me dan unos ataques de ira que ni yo me reconozco, donde termino lastimándome a mí misma o sacando esa ira en mi prometido, hace unas noches por fin en medio de una ataque de ira donde terminé azotandome la cabeza en la pared solo repetía “no me deja en paz, me persigue, sácalo de mi cabeza” estaba en un estado de crisis y mi prometido solo pudo sujetarme en sus brazos mientras me preguntaba quién me perseguía y fue la primera vez que dije su nombre en voz alta, “Name, el hombre que me violo y me robo mi inocencia no sale de mi cabeza” no podía hablar, las lágrimas y gritos de desesperación eran más que las palabras, en ese momento me di cuenta que no importa cuánto allá crecido aquella niña de 6 años sigue dentro de mi, está enojada, está triste y rota. Mi pareja es abogado entonces el fue quien me habló sobre me too movement, me dijo que me hiciera justicia y lo denunciara pero que si no me sentía lista por miedo que navegara las opciones que me too ofrece y que quizá empezara por contar mi historia, por unos días habría la página y solo me quedaba paralizada, pero hoy me anime, ya no merezco ser prisionera de un dolor que no fue mi culpa aunque por mucho tiempo he sentido que lo es, me siento perdida y no quiero que mi pasado defina mi presente, la vida me está dando oportunidades bonitas pero mi abusó sexual no me deja avanzar, cómo me saco esta rabia que siento por dentro? Porque me volví un ser tan agrio y amargo, porque me enojo por todo? Porque no puedo disfrutar la intimidad con mi pareja si es delicado conmigo? Parece que entre más delicado es más rabia siento por dentro. Me siento muy sola y perdida. Quiero este dolor fuera de mi

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  • Historia
    De un sobreviviente
    🇨🇴

    No tengo recuerdos claros y siento mucha culpa

    Mi historia es un poco larga. Cuando tenía 15 años o 16 años, vino a mi mente el recuerdo de cosas que habían ocurrido cuando yo tenía entre 4 y 5 años. Dos tíos abusaron de mí. Los recuerdos sobre esto nunca han sido claros y ahora, muchos años después, todo se ha vuelto más lejano y confuso y he dudado varias veces de mí misma y de mi historia. Hay otras cosas que pasaron en mi infancia que sí recuerdo con más claridad: cuando tenía entre 7 y 8 años, vi a mis papás teniendo relaciones sexuales a mi lado (esa noche me había pasado a dormir con ellos en su cama). Tiempo después, se repitió la situación, pero con mi padrastro y mi mamá. También cuando tenía entre 7 y 8 años, estaba revisando unos CD'S en el DVD que había en la casa para marcarlos según el género musical o según la película que fuera. Uno de los CD'S, era una película porno. Como casi siempre, me encontraba sola en mi casa, entonces la vi completa. No recuerdo si me masturbé. Sé que desde muy niña me frotaba con peluches, muñecas y otros objetos, aunque sin mucha conciencia de lo que hacía, pero estaba presente el miedo a ser vista. Hay algo que me atormenta en este momento: cuando tenía 6 o 7 años, mi prima (ella un año mayor) y yo jugábamos a imitar algunas posiciones de un libro de kamasutra que había en su casa. También tengo leves recuerdos de una vez que, mientras nos bañábamos, frotamos nuestras partes íntimas. No sé si esto se dio en el marco de una curiosidad bilateral y por el contenido del libro al que habíamos estado expuestas o si fui yo quien generó la situación y la persuadió a ella de hacerlo o si la manipulé. No recuerdo que haya sido así, pero me da miedo que sí. ¿Y si imité lo que hacía mis tíos conmigo o lo que vi en contenido al que estuve expuesta? Siento miedo, culpa y vergüenza. Además, hace medio año, recordé que cuando tenía 10 años y cargué a mi hermanita en mi piernas (que estaba como de un mes), sentí un estímulo placentero en mi zona íntima por el contacto. Cuando esta imagen vino a mí (tampoco fue clara, como mis otros recuerdos) sentí culpa, pero no escaló a más porque entendí que fue una reacción física y nada más. Pero luego no podía dejar de pensar en ello y me cuestionaba si había prologando o intensificado el contacto y sentí muchísima culpa, asco y vergüenza. Fue tan fuerte, que tuve un episodio de TOC y siento que aún no he podido salir de ahí, porque ahora me inundan las dudas sobre lo sucedido con mi prima.

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  • “Puede resultar muy difícil pedir ayuda cuando estás pasando por un momento difícil. La recuperación es un gran peso que hay que soportar, pero no es necesario que lo lleves tú solo”.

    Mensaje de Sanación
    De un sobreviviente
    🇨🇴

    poder seguir adelante y pasar un poco la pagina

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  • Tomarse un tiempo para uno mismo no siempre significa pasar el día en el spa. La salud mental también puede significar que está bien establecer límites, reconocer las emociones, priorizar el sueño y encontrar la paz en la quietud. Espero que hoy te tomes un tiempo para ti, de la manera en que más lo necesitas.

    Mensaje de la Comunidad
    🇺🇸

    ACABA CON LA CULPABILIZACIÓN DE LAS VÍCTIMAS. NO ES TU CULPA.

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  • “Para mí, sanar significa que todas estas cosas que sucedieron no tienen por qué definirme”.

    Historia
    De un sobreviviente
    🇰🇼

    Atrapados en casa y anhelando la vida

    Testimonio de una joven del Golfo Soy una joven de un país del Golfo. Desde fuera, mi familia parece "normal" y religiosa. Desde dentro, crecí en una casa que parecía una jaula. De niña, ni siquiera tenía habitación propia. Mi cama y mi armario estaban en un pasillo estrecho entre la habitación de mi padre, el baño y la cocina. Encima de mi cama, había una ventana que daba directamente a donde dormía y usaba mi teléfono. Recuerdo estar sentada en la cama, intentando distraerme con el teléfono, y de repente sentir su mirada fija en mí. Levantaba la vista y lo veía observándome por la ventana, en silencio, como si pensara que no me daría cuenta. No había hecho nada malo. Siempre fui "la hija obediente". Pero la forma en que me miraba era aterradora: sus ojos, su rostro. Sentía que me vigilaban en mi espacio más privado. Una niña pequeña, sin puerta que cerrar, sin rincón donde sentirme segura. También estuve prácticamente prisionera desde la infancia. No me permitían salir como a los demás niños. Mi mundo era la casa, la escuela y viceversa. De niño me pegaban y me decían que era "disciplina". Y hasta el día de hoy, sigo sin poder tener amigos ni una vida social propia. Incluso las amistades normales se consideran algo peligroso o vergonzoso. Mis recuerdos de infancia están llenos de golpes de mis padres. Si lloraba o intentaba hablar de cómo me sentía, mi madre me decía cosas como: "Estás exagerando". "Te estás imaginando". "No es tan grave". Una vez, después de que mi padre me humillara delante de todos, fui a verla llorando, esperando que me consolara. Me miró con ojos fríos y me dijo: "No deberías llorar". El mensaje siempre era el mismo: Tus sentimientos no son reales. Tú eres el problema, no la violencia. Hoy, mi padre me mantiene prácticamente prisionera en casa. Soy adulta, pero él aún controla mis movimientos y mi vida. Si saliera a tomar un café sin que él lo supiera y se enterara, no creo que me matara, pero sí me castigaría con dureza: me golpearía, me encerraría aún más, me haría la vida imposible. Vincula su "hombría" a controlarme. Le da más miedo el "qué dirán" que el daño que le está haciendo a su propia hija. La mayoría de mis familiares lo ven como algo normal. Para ellos, es simplemente "un padre estricto" protegiendo a su hija. Para mí, es una prisión y una forma de abuso constante. Mi habitación ahora es mi único espacio real. Si no hubiera tenido mi propia habitación, siento que ya me habría vuelto loca. Esa pequeña habitación es el único lugar donde puedo respirar, leer, pensar, llorar y ser yo misma, aunque el resto de la casa siga sintiéndose insegura. Además, crecí en un sistema donde la religión y la cultura se usan para justificar lo que les pasa a chicas como yo. Me enseñaron que: • Soy "menos" que un hombre. • Mi herencia debería ser menor. • Mi mente y mi fe son deficientes. • Debo obedecer, ser paciente y aceptar lo que me hagan porque “esta es nuestra religión” y “esta es nuestra tradición”. Al mismo tiempo, veo un mundo donde: • Un hombre que reza y ayuna, pero es abusivo, aún puede ser considerado “un buen musulmán”. • A un no musulmán que ayuda a miles de personas se le puede decir que irá al infierno “sin importar lo que haya hecho”. Esto no me parece justicia. Lucho profundamente con estas contradicciones. Siento que vivo en una mentira construida por la historia, la religión interpretada por los hombres y una sociedad que normaliza la violencia contra las mujeres y las niñas. Hay cosas que aún no puedo describir con todo detalle, pero diré esto: Cuando una niña crece siendo controlada, vigilada, golpeada y silenciada en su propia casa, rodeada de personas que le dicen “esto es normal”, le deja heridas profundas. Aprende a reír, hablar y comportarse bien con los demás, pero en su interior lleva miedo, ira, tristeza y recuerdos que la atacan cada vez que está sola. Por todo esto, sufro a diario de maneras que no siempre son visibles. Vivo con miedo y ansiedad constantes en mi propia casa. Tengo recuerdos y pensamientos intrusivos sobre mi infancia y mi familia, especialmente cuando estoy sola. A veces siento que observo mi vida desde fuera, que no estoy realmente presente con los demás, ni siquiera cuando sonrío y hablo. Me cuesta conciliar el sueño, tengo oleadas repentinas de tristeza, dolores de cabeza y una opresión en el pecho. A menudo me siento culpable hacia mis hermanas y me debato entre querer escapar y sentirme atrapada por la responsabilidad y el miedo. Ha habido momentos en que el dolor ha sido tan intenso que he deseado desaparecer, aunque todavía intento aferrarme y continuar con mis estudios y mi vida. A menudo pienso en las niñas y mujeres de otros países que pueden caminar libremente, vivir solas, elegir su ropa, estudiar y trabajar sin que su existencia esté controlada por un hombre y todo un sistema social tras él. No les deseo mal. Les deseo más bien. Pero no puedo negar que siento dolor y envidia al ver que la vida que sería mi mayor sueño es algo en lo que simplemente nacieron. También pienso en mis hermanas menores. Sus infancias no fueron tan violentas físicamente como la mía. Mi padre se ablandó con ellas en comparación con lo que fue conmigo. Me alegra que se hayan librado de algo de lo que yo pasé. Al mismo tiempo, me rompe el corazón que yo haya sido quien absorbió la mayor parte de los golpes, el miedo y el daño temprano. Hago todo lo posible por no repetir el ciclo con ellas. No quiero convertirme en otra adulta cruel en su historia. Quiero ser una persona segura para ellas: alguien que las escuche, que no diga "te lo estás imaginando", que no menosprecie su dolor. Comparto esto porque quiero que la gente de fuera de nuestro mundo, especialmente aquellos en países que hablan de derechos humanos, derechos de las mujeres, libertad y dignidad, sepan que: • No todas las mujeres del Golfo son "ricas y consentidas". • Algunos somos prisioneros en nuestros propios hogares. • Algunos tenemos padres que usan la religión, la cultura y el honor como armas para controlarnos y quebrarnos. • Algunos sobrevivimos, pero no vivimos. No escribo esto para atacar una religión ni una cultura. Escribo esto para decir: Existimos. Nuestro dolor es real. Quiero que los sistemas, los gobiernos, los activistas y la gente común fuera de mi país entiendan que: • El abuso emocional, físico y psicológico en la familia no es disciplina. Es violencia. • Encerrar a una joven en casa y controlar cada movimiento que hace no es protección. Es encarcelamiento. • Decirle a un niño que sus sentimientos son exagerados o producto de su imaginación no es crianza. Es manipulación psicológica y negligencia emocional. No sé cómo será mi futuro. Ahora mismo, intento sobrevivir, estudiar y construir un pequeño mundo interior donde todavía creo que merezco la libertad, aunque mi realidad me la niegue. Si lees esto desde un hogar seguro, en un país donde una niña puede salir de casa sin miedo a ser golpeada o repudiada, por favor, no lo des por sentado. Hay chicas como yo que lo darían todo por tener lo que tú consideras "una vida normal". Espero que al compartir mi historia, aunque sea anónimamente, no solo me esté "quejando", sino sumando una voz más a la evidencia de que este tipo de vida no es aceptable, no es "normal" y no se justifica por ningún sentido real de justicia o compasión. Merecemos algo mejor. Yo merezco algo mejor.

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    De un sobreviviente
    🇺🇸

    Empezó con mi hermano

    Mi hermano, que ha crecido mucho, me usó, pero aún llevo cicatrices. Mi hermano es cuatro años mayor que yo y, cuando estaba pasando de la primaria a la secundaria, ese verano, me hizo pensar que las chicas de secundaria necesitan saber cómo hacerle sexo oral a los chicos. Primero me lo hizo para mostrarme que no era para tanto. Pensé que era algo muy serio. Pero lo hice y él me entrenó y me hizo mantenerlo en secreto, excepto para mi mejor amiga. Invitó a su amiga a casa cuando tuve una pijamada una noche y le pidió que se lo hiciera a su amiga. Luego nos hacían hacer concursos con los ojos vendados. Al menos entonces no estaba sola. Me cambió, aunque el séptimo grado en sí no tuvo nada que ver con nada de eso. Era una mentira para obtener placer de mí. Mi hermano todavía me hacía hacerlo en casa. Y a veces me lo hacía y yo llegaba al clímax. Así que tuve una extraña vida sexual secreta y me sentí muy mal por eso. Luego, en octavo grado, tuve mi primer novio de verdad. Mis padres son muy estrictos, aunque ambos trabajaban y me dejaban sola con mi hermano. Para ir al cine con mi novio, se aseguraban de que fuera en grupo, me llevaban y me esperaban fuera del cine. Bueno, una vez, cuando fuimos a ver Blancanieves y el cazador, mi mejor amiga y yo hicimos lo que queríamos: hacerle sexo oral a nuestros chicos en la última fila del cine, y lo hicimos. Solo un mes después, empecé a tener sexo con él, algo que nunca habría sucedido de no ser por lo que hizo mi hermano. Nos escapamos de su casa durante una pijamada, quedamos con los chicos afuera, fuimos al parque cercano y lo hicimos en el césped. Esa fue mi virginidad. El evento realmente malo, donde mi vida se descarriló, fue cuando lo intentamos desde mi casa, escabulléndonos por la ventana y adentrándonos un poco más en mi gran patio trasero que daba a la ladera de una gran colina, y mi padre nos pilló. Fue horrible. Se acabó el mundo. Me trataron como una gran traidora y casi todos mis privilegios fueron revocados y esencialmente fui castigada sin fecha límite. Y aún así mi hermano me obligaba a hacerle sexo oral. Estaba desconsolada porque no me permitían tener a mi novio hasta el punto en que mis padres me obligaron a ir a la escuela y hablar con el director y el subdirector y se aseguraron de que no tuviera la oportunidad de verlo a solas. Y mi hermano seguía entrando sigilosamente por la noche a veces o cuando nos quedábamos solas esperando que hiciera lo que él me había entrenado para que estuviera acostumbrada. La siguiente parte realmente mala fue dos meses en mi nueva vida restringida. Mi hermano comenzó a hacerme sexo oral una tarde después de la escuela y decidió llevarlo más lejos y se levantó y comenzó a besarme y tuvo sexo conmigo. Estaba en el momento y no hice nada para detenerlo e incluso participé. Sin condón. Era una tarde en la que mis padres estaban fuera, así que no teníamos que callarnos ni preocuparnos. Y él lo hizo mucho más tiempo que las pocas veces que yo había tenido con mi novio, porque él era mayor y sabía más por haber estado con otras chicas. Me sentí irritada por primera vez y me dio una infección de orina. No cené esa noche, fingí estar enferma y lloré hasta quedarme dormida. Mi hermano tenía muchas ganas de repetirlo, diciéndome que había sido el mejor sexo de su vida, pero me negué, y algo que podía decir de él en aquel entonces era que al menos no era un violador. Aunque me presionaba, nunca intentó forzarme. Cuatro meses después de perder mi virginidad por incesto, terminó el curso escolar y él se graduó. Fui al instituto y él se mudó a una residencia universitaria a 190 kilómetros de nuestro pueblo. La escuela pública terminó para mí, como estaba planeado, en cuanto mi padre me pilló en la colina. Fui a un instituto católico solo para chicas. Mi padre tenía que llevarme media hora en coche todas las mañanas y mi madre me recogía durante todo el primer año. Luego me consiguieron un auto para que pudiera conducir yo mismo, pero el kilometraje y mis tiempos eran monitoreados de cerca. No tuve relaciones sexuales durante la escuela secundaria, pero siete veces en total le hice sexo oral a mi hermano durante las vacaciones de verano e invierno cuando los dos estábamos en casa. Ese fue el fin del incesto en mi vida. Fui a la universidad en Atlanta, pero no a la misma que mi hermano. Me rebelé contra mis padres y, aunque intentaron mantener el control, como adulta legalmente no los dejé. La confusión y la tristeza duraron meses hasta que finalmente lo entendieron. Me separé de ellos financieramente y trabajé y saqué préstamos estudiantiles. Fui muy promiscua en la universidad. Bebía, salía de fiesta y consumía drogas recreativamente y salía con varios chicos de vez en cuando, principalmente para sexo. Esa era mi vida y pensé que la disfrutaba en ese momento. Me volví más fuerte y asertiva, y cuando mi hermano insinuó por primera vez durante una reunión de Acción de Gracias en casa de un pariente que íbamos a dar un paseo, le dije que no quería volver a tocarlo de una forma tan contundente que supo que yo estaba fuera de mis límites e incluso pareció la asustada de nuestra relación. No me matriculé en clases durante dos semestres no consecutivos solo porque mi vida de fiesta era mucho más divertida. Viajaba de vez en cuando. A veces con amigos, a veces con hombres, normalmente mayores, que me invitaban a lugares exóticos. Las Maldivas, Portugal, las Islas Vírgenes. Dejé que mi jefe casado me usara durante un fin de semana en Cayo Hueso. Tuve una aventura con mi profesor de español, que solo me llevó hasta Ciudad de Panamá, Florida. Tantos rollos arriesgados de una noche. Mi identidad era que no buscaba nada permanente, una hija del universo. Mientras que me usaron como juguete tantas veces y creía que me gustaba el juego. Les decía cosas sobre querer hacerles feliz y cosas que inflarían su ego. Estoy segura de que hay muchísimos mensajes de texto por ahí que guardaron sobre la talla de su D que encajaba en mi pequeña P, sobre ser una niña pequeña y querer que me enseñaran a ser mujer y otras fantasías depravadas que pensé que querían oír. Obviamente, directamente relacionadas con lo que me hizo mi hermano. Estoy casi segura de que evité ser violada más de una vez dejándome llevar por la corriente cuando no lo esperaba o probablemente no quería. Puede que sea bueno que algunas de ellas probablemente no las recuerde. Una vez fue en una de las pocas fiestas de fraternidades a las que fui. Éramos tres chicos, no es mi estilo habitual. Otra vez fue con el padre de mi compañera de piso, que la visitaba en nuestra casa alquilada y se metió en mi cama de madrugada. Uno de los eventos traumáticos más extremos fue con un policía que me paró por conducir cuando había bebido, pero tenía menos del límite legal en su alcoholímetro. Me siguió a casa, como a un kilómetro de distancia, "por mi seguridad", e incluso me siguió adentro. Estaba en un apartamento en ese momento y pensé que mi compañera de piso estaba en casa y se lo dije. Pero cuando ella no estaba allí, dijo que le mentí a un oficial de policía y que tenía que hacer una búsqueda más exhaustiva si quería evitar que me arrestaran. No era atractivo ni agradable. Tenía un arma, aunque nunca la sacó. Puedes adivinar lo que pasó. Finalmente me deshice de esa vida salvaje durante mi penúltimo semestre cuando vi venir el final de la universidad. Mi promedio era 3. 3. y mi especialidad era filosofía y me di cuenta de que el futuro no era brillante en términos de lo que haría o cómo pagaría mis préstamos. Me puse a trabajar y decidí cambiar. Tenía una oferta para desnudarme y "ganar mucho dinero", pero afortunadamente no solo nunca me consideré así, sino que cuando fui con una amiga a su entrevista e intentaron reclutarme fueron tan sórdidos que los dos salimos corriendo de allí disgustados. Reevalué toda mi vida. Consideré terminarla, pero algún mecanismo de supervivencia no lo permitió. No quería ser la persona que había sido durante unos años. Miré hacia adelante y vi que no era sostenible a medida que envejecía y no tenía amor ni estabilidad. Dejé de trabajar cuando me ofrecieron un despacho de abogados. Me acosté con el gerente que me contrató como recepcionista, pero fue una gota en el océano de cosas de las que avergonzarme. Fue el último en hacerlo. Saqué solo sobresalientes y me gradué cum laude. Ascendí en el bufete principalmente por mi título, pero lo aproveché para escabullirme y aceptar un trabajo peor pagado en un bufete sin fines de lucro donde no me había acostado con nadie. Allí sí me acosté con un abogado, pero sigo casada con él y mi vida ha vuelto a la normalidad. Lo amo y él me ama. Él no sabe hasta qué punto fui promiscua en la universidad ni sobre mi hermano, y dudo que lo sepa alguna vez. Esa oscuridad se está desvaneciendo y ya no forma parte de mi vida. No es quien soy. En cuanto a mi hermano, ahora tiene familia y nos llevamos bien. Hablamos de ello una vez mientras estudiaba como loca en el último año, aunque no fue una conversación profunda. Mencioné que me usó, se disculpó, nos abrazamos y eso fue todo. No fue la confrontación catártica que algunos esperarían. Mi catarsis es mi esposo y mi vida actual, por la que estoy agradecida. Adoptamos dos hermanos pequeños y soy su mamá. Quizás tengamos uno propio. Quizás volvamos a adoptar. Me usaron y me introdujeron al sexo demasiado joven y temprana, lo que tensó mi relación con mis padres durante mucho tiempo y nunca la recuperaré. Descarriló mi vida. Estuve a la deriva por un tiempo, pero Dios, el universo o la suerte finalmente me pusieron en un buen lugar. Todo lo que sucedió me llevó a lo que soy ahora. No puedo decir que nunca contemplé el suicidio en tiempos más oscuros. Pero como en la película Náufrago, si se me permite citar, “Seguí vivo. Seguí respirando. Y un día, mi lógica se desvirtuó por completo porque la marea subió y me dio una vela. Y ahora, aquí estoy”. Miles de horas dedicadas al estudio de la filosofía y cito una película que ni siquiera está basada en un libro. Pero es perfecta.

    Estimado lector, esta historia contiene lenguaje autolesivo que puede resultar molesto o incomodo para algunos.

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  • “Creemos en ustedes. Sus historias importan”.

    Historia
    De un sobreviviente
    🇺🇸

    Sólo palabras.

    Solo palabras. Te cuesta hablar de estas cosas. Te das cuenta de que te cuesta hablar de muchas cosas. Recuerdas la emoción que te produjo tu primer trabajo en Nombre de la empresa. Una amiga trabaja allí y sabes que mucha gente trabaja allí durante el verano. Es la década de 1990 y la ley te permite pagar menos del salario mínimo porque es como una formación a tiempo parcial para estudiantes que empiezan a trabajar. Como repartir periódicos. Eso es para chicos. Te emocionaste tanto después de estar nerviosa que pediste una solicitud junto con tu amiga. No recuerdas haberlo conocido entonces. Mucha gente quiere ser elegida para ese trabajo de mierda porque, por alguna razón, se ha vuelto muy popular entre los chicos. Sí recuerdas la llamada para que pudieras ir a una entrevista. De camino a casa, te preguntas si ser guapa y tener los pechos más grandes que la mayoría de las chicas de primer año tuvo algo que ver. Conociste a Nombre y esta vez lo recuerdas con seguridad. Tu aspecto ha sido mucho más una maldición que una bendición. Una razón por la que la gente no se sentiría tan mal por ti. 'Dios realmente te bendijo, cariño. Tienes tantos malos recuerdos, recuerdos bloqueados, recuerdos reprimidos por culpa de Nombre. Estás dudando mientras las lágrimas se acumulan. Necesitas un trago. Dejaste de beber hace años y hoy llevas tres meses y ocho días sobrio. Tu récord es de nueve meses y dos días. Eres fuerte. La mayor parte del tiempo. Estás vacío. Todo el tiempo. Nombre no fue el último, pero fue el primero. Le cambias el nombre aunque no quieras. Es el símbolo de tu odio por todo lo malo de los hombres. Te engañaron. Nombre consiguió lo que quería de ti. Demasiadas veces. Demasiadas veces antes de que dejaras de volver. Simplemente dejaste de hacerlo. Podrías haber dejado de hacerlo después de la primera vez que te abrazó y te acarició antes de que tu madre te recogiera esa noche. La primera vez. Todavía no lo entiendes ni te perdonas por eso. Dejaste que un chico en una fiesta y otro en un baile de octavo grado te metieran la mano debajo de la camisa. Te había gustado tanto esas veces. Había sido emocionante. y feliz. Nombre no te hizo feliz. Regresaste. Ahora quieres hablar de otra cosa. No de los otros hombres que pensaban que tu cuerpo era su juguete. No de la vez que fuiste a Irlanda con tus tías y mamá. Extrañas a mamá. Ese fue un buen viaje. Volviste mucho a eso. Te sentaste a hablar de cosas de las que no hablas. En un viaje familiar a Adventureland le preguntaste a tu prima si se consideraba perder la virginidad si un chico te lo hacía en los senos. Fingiste que era un chico lindo, no Nombre. Era difícil respirar con él sentado sobre tu torso embistiendo. A veces rompes cosas y gritas. Nunca cuando tu hijo está cerca. Tienes dos trabajos y realmente no te gusta el que más paga. Tu título universitario no cuenta mucho. ¿Cuánta vida se desperdicia en la desesperación, la duda y tomando el camino equivocado? Sientes alivio cuando finalmente terminó. Odias cuando termina porque sabes que te está robando su máximo placer cuando tiene una esposa. Actúa como si fuera solo otro día de trabajo para Te mantiene bajo su control. Eres patética. Sus restos están dentro de ti cada vez que vas a casa después de terminar con él. Solo otro día miserable en la vida. No dices nada. No se lo cuentas a nadie. No vales nada excepto como un recipiente para él. Tus padres te dicen cosas bonitas sobre ti. Siempre lo han hecho. Tienen que hacerlo. No saben lo que realmente eres. Una vergüenza negra son las veces que sentiste placer en tu cuerpo mientras él te lo hacía. Al menos mientras permanecías callada e inmóvil había algo de dignidad. Desafío. Insulto para él. Cuando tu cuerpo y tu voz reaccionaron como si te gustara, fue una traición. Como si te gustara esa bañera de hombre asqueroso encima y dentro de ti, follándote en ese suelo de baldosas, besándote como un amante. Te hiciste amiga de un grupo de chicos a mediados de la secundaria. Más de un año después, Nombre era más que una espina en tu alma. Una profunda insensibilidad. El grupo descubrió quién eras. Jugaban al fútbol. Eran importantes y tenían una voluntad fuerte. Te compartieron y te pasaron de mano en mano. Te dijeron Te amaban. Que eras la chica más genial. Tomaban lo que querían cuando querían. ¿Por qué? Nombre 2 fue tu compañero de laboratorio de biología. Fue el primero. Era el único de tu edad. Fuiste en su coche a almorzar y conociste a otros. Te querían. Te ofreciste voluntaria. Es todo para lo que sirves. Para drenarles su energía para que puedan ser felices y sentirse hombres. Para que puedas sentirte vacía y sucia. Incluso después de graduarse, se juntaban para divertirse en grupo o te hacían escabullirte por la noche para dar una vuelta. Te dirigiste al oeste después de graduarte. Un nuevo comienzo. Un éxodo. Una huida. Fuiste a una reunión. La reunión de diez años. Nombre 2 vino con su esposa. Te presentó como su exnovia. Dejaste que te llevara al baño para discapacitados y tuviera su rapidito. Después fuiste a los bares y dejaste a tu verdadero amigo y dejaste que Nombre 3 te llevara de vuelta a su habitación de hotel para vivir sus fantasías solo porque decía que siempre te había amado. Dicen que las personas atractivas tienen sexo con más frecuencia y con más parejas que la gente normal. Lo oscuro de esa afirmación es que, para las mujeres, no siempre es porque lo quieran, sino por la presión implacable de los hombres y por cómo hacen cualquier cosa si tienen la oportunidad. No eres una chica buena e inocente. ¿Lo habrías sido de no ser por Nombre, como quieres creer? ¿Habrías dejado que tu primo, mucho mayor que apenas conoces, te llevara de vuelta al bosque, detrás de su casa, a la choza donde fuma marihuana después de una boda? Y luego esperaras allí a que llamara a sus amigos después de descubrir que eras una chica mala y los esperaras también. Espantando moscas en tu ropa interior mientras los esperabas. No bebías porque tu madre no lo permitía, aunque eran niños menores que tú. Pero tu primo y sus amigos del barrio sí. Cuatro de ellos, contando a tu primo, lo suficientemente mayor como para ser tu tío. Aun así, actuabas como si te gustara todo lo que hacían. Lo llevaban tan lejos como si fueras el mejor juguete del mundo. Estrella porno, te llamaban como si fueras lo mejor que podrías ser. El sexo anal era insoportable. Era más fácil simplemente quitarte todo el maquillaje que intentar arreglarlo después de todo el sudor y la pegajosidad. Sonrisas y cumplidos seguidos de la profunda sensación de vacío del aislamiento total en la camioneta de regreso a casa desde Kansas City. Odiar a Nombre y sentir que traicionaste a tu tía porque uno de ellos era su prometido. Tuviste una infección y fue vergonzoso cuando el médico te lo dijo. Al menos era una doctora. La idea de un ginecólogo hombre es desconcertante. La única vez que te examinó uno fue aterradora. Estabas en la universidad. Era demasiado minucioso y hablador, como si estuviera a punto de invitarte a una cita y decidiste que nunca más. El único que tuviste sin guantes para el examen de mamas. El examen vaginal digital más sensual que tuviste para revisar el cuello uterino y los ovarios en busca de dolor. ¿Se suponía que su pulgar debía rozar tu clítoris? Incluso te preguntas si lo estaba grabando en su teléfono, ya que lo viste ajustar dos veces mientras asomaba por el bolsillo del pecho. Su bata de laboratorio. Su estúpido bigote de noviembre te preguntó si te gustaba. Así que algunos días no comes. Haces ejercicio para mantener el cuerpo que quieren. Te da valor para ellos. No eres nada. La gente siempre dice cosas bonitas. Cosas huecas. ¿Y si nunca hubieras conocido a Nombre? ¿Y si nunca te hubieran follado en el suelo por 3,45 dólares la hora? De espaldas, a gatas, a veces incluso encima de él. Tu primer orgasmo en ese suelo que olía a leche rancia y lejía. Tener que decirle a tu madre que te recogiera 45 minutos después del cierre del lugar para tus tareas de limpieza. Usaste tampones solo para evitar que se le escapara el semen de camino a casa. Fingiste ser virgen cuando estabas lejos de serlo. Te dijo que no te preocuparas porque se había hecho una vasectomía. Esa parte debe haber sido cierta. No tienes citas aunque siempre intentan concertarte una cita. Ni una oportunidad. Tu hijo es una buena excusa. Y una verdadera razón. Amor verdadero. La Tierra gira en el espacio. ¿Por qué no puede simplemente ¿Congelarte y morir como yo? Tu jefe no te lleva hasta el final porque no le engaña a su esposa. Le haces sexo oral porque no cree que cuente. Preserva su pureza. Dice que lo desea con todas sus fuerzas, como si pudiera tomarte lo que quisiera, pero es fuerte y valiente. No eres nada. Él es guapo. Dejas que te bese y te acaricie. Anhelas su contacto. No es un gran hombre, pero lo anhelas. Lo más parecido a un buen hombre que has conocido. Una figura paterna. Tu hijo necesita una figura paterna. Él lo es todo. Se merece algo mejor. Te quiere. Te dice que eres una buena madre y que por eso vale la pena soportar el mundo el tiempo que sea necesario. Pones buena cara, pero él sabe que estás vacía, en el fondo. Un pato herido fingiendo ser un cisne. Siempre fingiendo. ¿No había fingimiento antes de Nombre? Quizás no. Los días empiezan y tu mente finge, y es difícil, y los días terminan. Malos sueños por ambos lados. ¿Será un buen hombre? El gracioso La cosa es que quieres que sea un príncipe porque es tu príncipe, pero aunque sea como la mayoría de los hombres, quieres su felicidad total. Quieres chicas hermosas, buenos momentos y amigos fuertes para él. Existes para fingir y para que esos hombres te disfruten, pero sobre todo para darle a tu hijo la mejor vida posible más allá de ti. No eres inútil. No es tu culpa. Eres más fuerte de lo que crees. Palabras vacías. Tienen que decirlo. Siempre lo han hecho. Sin creatividad. Sin perspicacia. Sin verdad. Solo palabras.

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    Liberarse: Escapar del control de un narcisista

    Dejar a mi ex fue una decisión marcada por años de aislamiento y maltrato físico, pero el punto de quiebre llegó cuando intentó controlar mi sustento. Quería que dejara mi trabajo, y cuando me negué, no le importó. En otra ocasión, me miró a los ojos y me dijo: «No vas a salir viva de este apartamento», antes de reírse. Ese fue el momento en que me di cuenta: ¿por qué dejaba que este hombre decidiera qué hacía con mi vida? ¿Por qué dejaba que él decidiera si iba a seguir viva o no? El día que finalmente me fui, llamé a mi madre y le dije que quería irme. Cuando mi ex amenazó con tirar todas mis pertenencias, llamé a la policía. Me dieron cinco minutos para recoger lo que pudiera. Agarré todo lo que pude cargar y me fui. Pero irme no fue el final, fue solo el principio. Me acosó sin descanso. Mensajes en redes sociales. Regalos en mi coche. Apariciones en casa de mis padres. Llamadas incesantes. Al final tuve que cambiar mi número de teléfono. Aun así, me llevó un tiempo solicitar una orden de protección porque, de alguna manera, seguía sintiéndome mal por él. Entonces, tras meses sin contacto, me lo encontré en el gimnasio. Hizo un comentario amenazante, así que lo denuncié y le prohibieron la entrada. Eso lo enfureció. Al salir del gimnasio, intentó sacarme de la carretera. Conseguí entrar en un aparcamiento donde me rodearon unos transeúntes mientras él gritaba. Llegó la policía y me dijo que debía solicitar una orden de protección de emergencia inmediatamente, algo que había pospuesto, pensando que tenía que esperar al horario de oficina. Recibí la orden y pensé que ahí se acabaría todo. Pero justo un día después de que expirara, volvió a aparecer, y esta vez no me dejó salir del aparcamiento. El pánico me invadió mientras intentaba desesperadamente llamar la atención de alguien para que llamara a la policía. Finalmente, conseguí ponerme a salvo, y alguien ya había hecho la llamada. Al empezar a conducir a casa, me di cuenta de que me seguía de nuevo. En lugar de irme, me di la vuelta y se lo dije a la policía. Se ofrecieron a seguirme y, mientras me alejaba, lo vi al otro lado de la carretera. Le hice una seña al agente, quien inmediatamente lo detuvo. Unos minutos después, el agente me llamó y me dijo que necesitaba obtener otra orden judicial contra él, advirtiéndome que tenía problemas mentales. Esperaba que al detenerlo me hubiera dado tiempo suficiente para llegar a casa sana y salva. Esta vez, tuve que solicitar una orden de paz, que solo duró seis meses. Incluso intentó apelarla, pero al final se la concedieron. Mirando hacia atrás, aprendí que el momento más peligroso para una sobreviviente no es durante la relación, sino cuando intentan irse. Esos meses después de mi partida fueron mucho más aterradores que cualquier momento que pasé con él. Pero al final, salí adelante. Y eso es lo que importa.

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    DÉCADAS

    DÉCADAS Cuando tenía 22 años, estaba en el campus universitario con mis finanzas y decidí ir al coche a las 11 de la noche a buscar el pastel que habíamos traído de la cena. Un hombre se me acercó, lo saludé y procedí a buscar el pastel. El hombre se me acercó por detrás y me tiró al suelo intentando violarme. Grité, el tiempo se ralentizó y recuerdo haber oído a mi madre decir que las llaves de mi coche eran un arma, así que empecé a golpearlo con ellas. Me solté con dificultad, corrí hacia un edificio y me caí en el camino. Llegó un conductor que escuchó mis gritos a varias cuadras de distancia y llamaron a la policía. La policía incluso creyó haberlo atrapado y me mostró varias fotos de hombres parecidos, pero no pude identificarlo con certeza, así que lo liberaron. Después de esta agresión sexual, compré un arma, me mudé con mi prometido, tomé clases de defensa personal, leí libros y fui a un psicólogo que me diagnosticó TEPT debido a una ansiedad abrumadora que me paralizaba. El mundo ya no era seguro. Esto generó detonantes y me hizo recordar mi primera agresión sexual de adolescente en un autobús lleno de gente en otro país: un hombre mayor me presionaba la erección mientras yo me alejaba de él hacia la parte delantera del autobús, hasta que finalmente encontré a otra adolescente a quien pude sentar en su regazo para que el desconocido se detuviera. Han pasado 64 años desde que me atacaron en ese estacionamiento. Llevo 64 años felizmente casada y tengo una imagen positiva de mí misma. PERO, todavía no puedo usar faldas. Todavía no puedo ir sola a los estacionamientos de noche y me incomoda ir a cualquier sitio de noche. No puedo ver una película ni una obra de teatro que incluya agresión sexual, porque la ansiedad se vuelve abrumadora. Sigo teniendo la misma pistola.

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  • “Estos momentos, mi quebrantamiento, se han transformado en una misión. Mi voz solía ayudar a otros. Mis experiencias tenían un impacto. Ahora elijo ver poder, fuerza e incluso belleza en mi historia”.

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    De un sobreviviente
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    Hay buenos chicos, lo prometo.

    Era mi novio. Acabábamos de tener sexo y quería volver. Le dije que no, él dijo "pero quiero", y lo hizo. Esas palabras resuenan en mi mente con tanta claridad. No fue violento ni agresivo, pero sentí como si algo se rompiera dentro de mí. Lo llevé conmigo durante mucho tiempo, y todavía lo llevo. Parte de mi vergüenza fue no haberme ido. Meses después, lo confronté y se enojó muchísimo y no quiso escucharme. Así no actúa alguien que te ama, te cuida o te respeta. Así no actúa alguien que respeta a las mujeres. Me llevó mucho tiempo darme cuenta. Años después, estoy saliendo con alguien amable y seguro. Él no conoce esta historia, pero se preocupa por mí y quiere que me sienta segura a pesar de todo. Nunca se ha enfadado ni se ha molestado cuando no quería tener sexo, si quería parar, pausar o hablar de ello, o si había algo que no me gustaba o con lo que no me sentía cómoda. Me escucha cuando le explico un límite y siempre está dispuesto a cambiar su comportamiento para que me sienta lo más cómoda y segura posible. Es alguien que se preocupa, que respeta a los demás por naturaleza y quiere crear un espacio seguro. Eso es normal y lo mínimo indispensable. Los maltratadores, perpetradores y depredadores pueden distorsionar tu percepción de la realidad, pero te aseguro que existen personas amables y buenas, y hay muchas más de las que crees. Mereces ser tratada con respeto, amabilidad y gentileza. Nunca es demasiado pedir, es lo mínimo indispensable.

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  • “Siempre está bien pedir ayuda”

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    Solo llámame "papá"

    En mi historia, COMENZÓ CON MI HERMANO, mencioné brevemente 3 instancias en las que evité ser violada al dejar que los hombres me tuvieran cuando parecía que iban a hacerlo sin importar si yo consentía o no. Creo que evité el trauma emocional y físico en ese momento, pero la ira, el resentimiento hacia mí misma y los sentimientos de haber sido agraviada y al respecto se acumularon después. Nunca compartí ni publiqué esas historias. Por favor, lea mi historia original para el contexto. En esta instancia, el sexo ya estaba sucediendo cuando desperté, y mi reflejo fue tomar el camino de la no confrontación. El camino fácil, no el correcto. Había llegado a casa del trabajo como mesera en mi bar y restaurante a la parrilla y mi compañera de cuarto tenía a su padre alojado con nosotros durante el fin de semana. Ya lo conocía porque condujeron directamente del aeropuerto al bar deportivo en el que trabajaba. Ahí fue donde me dijo: "Solo llámame, 'papá'". Se sentaron en mi sección, comieron y se fueron. Sin problemas. Luego, de vuelta en nuestro apartamento de dos habitaciones, hubo una pequeña fiesta para él con un par de amigos. Tomé un par de sidras fuertes y charlé sobre la universidad y mi compañera de piso, y escuché historias de cuando ella era niña. Coqueteé y seguí la corriente a las insinuaciones sexuales de "Papá" dirigidas a mí, e ignoré sus ojos de arriba abajo. Ya estaba acostumbrada. Jugué a ser la buena anfitriona y esperé hasta que todo se calmara, probablemente alrededor de las 2 o 3 de la mañana, antes de ducharme e irme a la cama. Había sido un largo día con clases y trabajo. Me desperté unas horas más tarde con "Papá" ya dentro de mí, ¡empujando dentro y fuera entre mis piernas! Por la luz que entraba a raudales por mis persianas oscuras, podía decir que era de día. ¡Pero qué diablos estaba pasando! No tenía bragas, pero sí camiseta. Debajo, la figura oscura que rápidamente pude identificar como "Papá" me acariciaba los pechos con una mano mientras me sujetaba con la otra. Todavía aturdida y confundida, supongo que lo abracé y respondí como una compañera dispuesta. Pronto terminó y luego se puso incómodo. Me dijo "Eso realmente dio en el clavo". ¡Empezó a conversar! Cuanto más tenía que pensar, más me daba cuenta de lo que había pasado. Que simplemente se había servido mientras yo dormía. Tenía 19 años y estaba saliendo con un jugador de béisbol universitario atractivo en ese momento y no me habría acercado a este tipo de cincuenta y tantos a propósito. Seguro que estaba bebiendo esa noche, pero yo solo había tomado unas pocas sidras. Así que ahí estaba yo, dándome cuenta de que me habían violado, ¡pero rehén de un sentido de la cortesía! Sin mencionar que medía 1,60 m y pesaba 50 kg, por lo que estaba la intimidación física de un hombre mucho más alto con un cuerpo de padre. Siempre orino justo después del sexo, pero me sentí cautiva por las divagaciones de "Papá" mientras se apoyaba en un codo flotando sobre mí mientras pasaba sus dedos sobre mí y me acariciaba el cabello esporádicamente. Compartí con él su lata de cerveza fría, que debió abrir justo antes de entrar a violarme, porque recuerdo haber bebido a fondo el líquido frío que me alivió la garganta seca. Sufrí algunos chistes de papá e historias que no me interesaban, además de responder algunas preguntas personales sobre mí y mi sexualidad. Buscaba un momento para levantarme y alejarme de "Papá" cuando dijo: "Estoy listo para ir otra vez, cariño". ¡No! ¡Se colocó encima de mí! En lugar de resistirme o incluso decir "no", abrí las piernas para acomodarlo. ¡Qué demonios! La segunda vez no tuvo la misma ansiedad que la primera, por desgracia. Como él mismo dijo, esta vez quería darme una lección. Supongo que sobre lo bueno que era en la cama. Un caso claro de "pene de whisky". Así que dejé que este hombre con el que nunca había querido ni considerado tener sexo me empujara en varias posturas. Era un hombre grande y mucho más fuerte que yo, era una broma. Después del misionero, me levantó para demostrarme algo y me lo hizo contra la pared junto a mi ventana. Recuerdo ver a través de las rendijas de las persianas y saber que era temprano porque el estacionamiento estaba lleno y no se movía nada. Entonces me tiré de golpe a la cama. Hicimos un 69, yo tumbada sobre él, chupándolo con todas mis fuerzas, deseando acabar con él mientras me lamía. ¡Fracasé! En un momento dado, me tuvo encima, montándolo. Estaba a gatas con él embistiendo detrás de mí cuando me desplomé boca abajo bajo su peso. Disfrutaba de las embestidas sin parar, ya que estaba completamente inmovilizada por él. Dejé que me diera dos o más orgasmos con la esperanza de que acabara. Grité tanto que me daba vergüenza que mi compañera de cuarto entrara corriendo en cualquier momento. Estaba desmayada, borracha. Finalmente se fue en cuanto terminó. Estoy segura de que tenía el ego desorbitado y ¡ese hombre tan terrible todavía piensa en mí! Me quedo tumbada en la cama, recuperando el aliento y cada vez más ansiosa. Me levanté, me puse un chándal y salí corriendo hacia el gimnasio. Tenía muchísimas ganas de escaparme. Bebí agua como si acabara de salir de un desierto. Me duché un buen rato en el gimnasio vacío del sábado por la mañana, sin más productos que jabón de manos. Luego empecé a entrenar como una loca, con tres horas de sueño y agotada. Intentaba sacármelo de encima sudando, gritando y haciendo ejercicio a toda máquina. Me duché de nuevo, salí y me quedé dormida en el coche, en la parte de atrás del aparcamiento. El resto del fin de semana solo iba a mi apartamento unos minutos a la vez para recoger cosas que necesitaba. ¡Y desde luego que no dormí allí! Cuando se fue, respondí a las preguntas de mi compañera de piso, que había estado ignorando con mentiras y respuestas cortas. Le dije la verdad. Se encogió de hombros y me miró con escepticismo, como si fuera una de esas cosas. Fui promiscua en la universidad y ella lo sabía. Hicimos una especie de broma y seguimos adelante. De la forma fácil, no de la correcta. Todavía me siento muy culpable por cómo era entonces. En aquel entonces, mi problema no era "ojalá hubiera peleado con él". ¡Lo que deseaba era haber estado demasiado borracho para recordarlo! Así que eso fue todo. Algo que guardé dentro, supurando. Otras cosas se sumaron y lo escondí bajo la alfombra de mi mente dañada. No es uno de los peores esqueletos en mi armario, pero por ahora estoy dispuesta a compartirlo. Estoy trabajando en las demás. Mi primera historia me ayudó mucho. Espero que también le haya ayudado a alguien más. Les agradezco a todos y me solidarizo. Leeré sus historias y los apoyaré en mis pensamientos y oraciones.

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    De un sobreviviente
    🇦🇺

    Justicia por violación marital

    Antes de mudarme a California, viví en Pakistán. Esta historia es de 2008. Mi madre me convenció de casarme con un hombre acomodado, a pesar de que yo quería casarme con alguien que me había gustado en la universidad. El hombre con el que me casé tenía un carácter muy amable y respetuoso. Le conté la situación, pero me dijo que me enamoraría de él si le daba tiempo a la relación. Acepté con la condición de que durmiera en una habitación aparte y que no hubiera intimidad mientras yo decidía si lo aceptaba o me divorciaba. Poco a poco, intentó conquistarme. Primero, pidiéndome que me besara los pies, luego masajeándome las piernas y los hombros. Un día, como siempre, me pidió que me besara los pies mientras veía la televisión. Lo pillé mirando hacia abajo desde mi camisón. Me molesté. Se disculpó, pero luego me pidió que me masajeara los hombros. Acepté. Mientras me masajeaba los hombros, me levantó los brazos y me lamió las axilas. Me molesté mucho. Lo aparté y corrí al baño. Cuando salí, me agarró, me empujó al dormitorio, me obligó a subirme a la cama, me ató las muñecas y ató la cuerda a una silla cerca de la cama. Le rogué que parara y me resistí con todas mis fuerzas, pero me penetró. Empecé a llorar. Se disculpó, pidió perdón, pero no pudo haber perdón. Mi tía (en la policía) lo arrestó. Pedí el máximo castigo posible para él. Le dieron 10,5 años de prisión rigurosa, 200 latigazos y también me pagó una gran multa. Participé personalmente en azotarlo. Más tarde lo perdoné y su sentencia fue conmutada por latigazos. Finalmente nos divorciamos, pero me sentí satisfecha de que se hiciera justicia en este caso y finalmente me casé con mi amor de la universidad.

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  • “Sanar significa perdonarme a mí mismo por todas las cosas que pude haber hecho mal en el momento”.

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    De un sobreviviente
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    Sobreviviendo a mi padre.

    Hola, me llamo Nombre y esta es mi historia... El abuso fue bastante físico, comenzó a una edad temprana, desde que tengo memoria. La EMDR me ha hecho recordar cuando tenía unos dos años, cuando mi padre era corpulento y daba miedo. Si bien era un hombre muy abusivo físicamente, esto trata sobre lo que me hizo a partir de los 13 años. El abuso sexual comenzó de forma simple cuando era solo una joven, pero progresó hasta convertirse en una pesadilla. Este hombre no solo me había pedido que me casara con él y fuera su esposa más de tres veces, sino que tampoco me dejó ir después de los 18 años, cuando intenté mudarme. El abuso fue más que simples tocamientos inapropiados; me obligó a compartir habitación con él después de cumplir los 16, y sentí que mi vida se había acabado. Cuando empezó a hacerme dormir en su habitación, tuvo acceso total a mí y no tuvo ningún límite, en absoluto. Muchos días y noches estuve atrapada en la casa por él porque dejaba que otros en la familia salieran y exploraran la vida, mientras que yo estaba castigada para que pudiera vigilarme. No me permitían hablar con chicos de mi edad, y si lo hacía, lo ponía celoso y enojado. Tenía que revisar constantemente mi teléfono y demostrar a dónde iba cada mensaje de texto. No entraré en detalles de las cosas que hizo, pero me hizo todo lo que un hombre solo debe hacer con su esposa, no con su hija. Le tenía mucho miedo a este hombre, ya que pasaba cada momento vigilándome y observando lo que hacía. Incluso amenazó con terminar con las vidas de ambos si no obedecía, que es algo que todos los sobrevivientes sienten o por lo que pasan. Cuando cumplí 18 años, me fui esa noche y caminé desde Ciudad, Estado, hasta el aeropuerto en Ciudad, Estado 2 en mitad de la noche. Estaba desesperada por salir, y él no iba a dejarme ir. Cuando llegué al aeropuerto y empecé a pedir limosna, poco después de la mañana, me di la vuelta y allí estaba. Se me acercó y me llevó de vuelta al coche. Tenía demasiado miedo como para gritar. Estaba furioso conmigo y me llevó de vuelta a casa en City, donde me encerró en su habitación durante dos semanas. No me permitieron hablar con mi familia, me quitaron el teléfono y me sirvieron comida. A los 19 años, lo volví a intentar. Le rogué a mi madre que me ayudara y ella me llevó a la estación de autobuses Greyhound de City y me compró un billete. Me dijo que no llamara la atención y que tuviera cuidado, y me envió con un teléfono con wifi. Después de 32 horas de viaje en autobús, recibí una llamada de mi madre diciéndome que mi padre se había enterado y que iba de camino. Cuando el autobús llegó a la estación de City, State 3, él estaba allí, de nuevo, para llevarme de vuelta. Intenté luchar esta vez, después de que rompiera una promesa. Me dijo que quería asegurarse de que estuviera a salvo y prometió llevarme con mis abuelos. Cansada, hambrienta y necesitando que me llevara, le creí. En lugar de ir al norte, empezó a conducir hacia el sur. Empecé a gritar y él subió la música; finalmente, me desmayé por el agotamiento y desperté de nuevo en Nuevo México. Finalmente escapé a los 21 años cuando nos mudamos a Tennessee y un amigo que conocí allí entendió por lo que estaba pasando. Me ayudó a escapar de esa casa un día, y me fui sin nada. Mi padre descubrió dónde estaba otra vez y vino a secuestrarme otra vez. Esta vez, llamaron a la policía y fui en busca de protección. Mi padre no me dejó llevar ni una sola prenda de ropa en ese momento cuando supo que estaba oficialmente fuera de sus manos. Durante los siguientes años, no supe cómo desenvolverme en la vida ni con mi familia. Guardé mi historia, cargando con vergüenza y culpa por cosas que estaban fuera de mi control. Quería una familia, así que intenté fingir que las cosas no pasaban y en 2015 volví a Utah para estar con mi familia de nuevo. Al hacerlo, no podía quitarme de encima la sensación de incomodidad y asco. Finalmente conocí a un chico que me dejó mudarme con él (porque estaba sin blanca y vivir con mi familia no me funcionaba) y empezó a ayudarme. Terminamos saliendo, formando una relación y teniendo un hijo pequeño. Durante este tiempo, empecé a poner límites a mi familia y a decirles quién era mi padre; nadie me creía. En 2020, me desperté un día, era el Día Nacional de los Hermanos, y me sentía herida. Estaba triste porque todos se pusieron de su lado y porque mis cinco hermanos, mi madre y mi hermana pequeña le creyeron a él antes que a mí y me insultaron. Publiqué mi historia en TikTok y empezó a explotar a medida que muchos otros empezaban a sentirse de forma similar o pasaban por cosas parecidas. Este fue el comienzo de mi proceso de sanación. Dije: "No tengo por qué avergonzarme de mi pasado y puedo controlar quién soy hoy. El pasado no tiene por qué definirte, pero quién eres sí puede depender de ti". Si bien fue y sigue siendo difícil corregir malos hábitos o hábitos no deseados, estoy agradecida por quien soy ahora debido al dolor que he vivido. Gracias al sufrimiento que aprecié durante los primeros 21 años de mi vida, esta mujer de 32 años se ha vuelto brillante y positiva. He pasado años en terapia con EMDR, ART, Mindfulness, trabajo de respiración y muchos otros cursos que me han convertido en la guerrera que soy hoy. Me enorgullezco de mi historia y la asumo. No puedo cambiar lo que he vivido, pero puedo hacer los cambios para mejorar mi futuro y ser una mejor madre para mi hijo. Después de ver a mi madre soportar el abuso de mi padre, me dije a mí misma que nunca sería como ella. Después de 10 años de vivir con el padre de mi hijo, me he vuelto más fuerte y he reconocido las señales de abuso doméstico que yo también estaba experimentando. Tras años de detonantes, y al darme cuenta de que él es mi padre, reuní la fuerza para irme como necesitaba. Ahora soy madre soltera y amo a mi hijo, trabajo en una gran corporación en su división de Salud Conductual y estoy creando mis propios caminos empresariales para ayudar a otros sobrevivientes a prosperar. Sé que el camino hacia la sanación es difícil, y puede ser difícil empezar, pero tú puedes. ¡Todos podemos!

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    Mi primer año en la universidad

    He sufrido agresiones sexuales muchas veces, pero esa es otra historia. Dos estudiantes me agredieron sexualmente durante mi primer año de universidad. En abril de 2022, mi primer agresor empezó a escribirme. Todo fue platónico. Ni siquiera coqueteamos. Cuando nos vimos, todo iba bien hasta que me pidió que volviéramos a quedar. Quería ser amable, así que acepté sin darle ninguna importancia. Quedamos el 12 de abril de 2022 y todo fue bien. Hasta que estuvimos en su coche, me preguntó si quería tener algo. Me pilló desprevenida, pero me negué. Aun así, insistió. Me sentí incómoda y no supe qué hacer. Entonces empezó a besarme y tocarme. Me quitó la ropa en segundos. No pude apartarlo. Y me agredió sin condón. Me quedé allí paralizada mientras él reía. Después, hizo como si nada. Al principio, no pensé que fuera una agresión sexual. No lo procesé ni lo comprendí. Intenté convencerme de que "lo quería. Estoy siendo dramática. Me gustaba". Intenté autoexagerar y normalizar el incidente. Me culpaba constantemente: "Es culpa mía. Yo fui quien se subió a su coche. Debería haberlo pensado mejor". Así que fingí estar bien e intenté seguir adelante. Hasta el día siguiente, volví a ser agredida sexualmente dos veces, el segundo día consecutivo, por su amigo/compañero de equipo. En agosto de 2021, mi segundo agresor me vio y pensó que era "guapa" y que "quería una relación conmigo", pero le dejé muy claro que no estaba interesada. Aun así, coqueteaba e intentaba hablar conmigo, pero yo seguía rechazándolo. Dejó de intentarlo, y con el tiempo nos llevamos bien y poco a poco empezamos a ser amigos. El 13 de abril de 2022, me invitó a "comer". Mintió y, en lugar de eso, me llevó a un aparcamiento público vacío. En cuanto aparcó, me agarró la cara, me besó y me tocó por dentro de la camisa y los pantalones. No me pidió permiso ni una sola vez. Intenté apartarme, pero él seguía acosándome y me preguntaba más de dos veces: "¿Por qué te alejas?". Le dije: "No quiero hacer nada". Intentó convencerme. Dije: "No". Entonces tuvo la audacia de preguntarme: "¿Por qué?". Solo dije: "Estoy cansada". Aunque mi segundo agresor se detuvo, siguió violando mis límites. Después de rechazarlo varias veces, mentirme y alejarse, afirmó: "Sabía que no era bienvenido, pero lo hizo de todos modos porque no tenía nada mejor que hacer". Después, me dejó en la escuela. No pude callármelo más. Fui al baño para llamar a mi prima. Empecé a llorar y le conté todo. Mi prima estudiaba en la misma universidad que yo. Fue la primera persona a la que se lo conté. Desde que se fue, necesitaba hablar con alguien en el campus. Caminé por el campus llorando. No sabía a quién acudir. La gente me miraba de forma extraña. Fue entonces cuando me encontré con mi amiga. Me llevó al vestíbulo de su dormitorio. Le conté todo mientras me consolaba durante mi ataque de pánico. Después de dos horas, me tranquilicé y me fui a casa. Una vez en casa, me acosté y dormí todo el día. A la mañana siguiente, tuve que contárselo a mi madre. Se lo conté todo. Hay mucho más en la historia. Ojalá pudiera decir que se hará justicia, pero esta historia termina de otra manera. Salieron libres y siguieron asistiendo a mi antigua universidad, lo que me dejó sin otra opción que transferirme. No podía quedarme sin temer encontrarme con mis atacantes. Nada de esto ha sido fácil. El proceso legal, la hospitalización, el cambio de universidad y el susto del embarazo. Mis gritos mientras tomaba la mano de mi defensora durante el examen médico siempre me perseguirán. Cada día después de eso fue más difícil. Tuve que cortarme el pelo largo por los flashbacks. Tengo pesadillas. Siento pánico cada vez que estoy cerca de un hombre. Me siento utilizada y repugnante todo el tiempo. Ya no sé cómo ser ni conectar con la gente. Algunas amistades ya no son las mismas porque prefieren mantener las distancias. Mi prima no me cree. Las reacciones que recibí de la gente me han afectado mucho. Tengo amigos y mucha gente que me cree y me ha apoyado. Pero algunas reacciones de mi propia familia me impactaron y me sorprendieron. Su respuesta fue casi tan mala como la propia agresión. Ya no soy la misma persona que solía ser. Nunca podría explicar lo que paso a diario. Ocho meses después, mi ansiedad y depresión han empeorado, y ahora tengo TEPT. Lo tomo día a día. Algunos días son más difíciles que otros. Pero lo estoy intentando y trabajando en mí misma. Estoy en terapia, tomando medicamentos y sigo yendo a la escuela. A veces todavía siento que fue mi culpa. A veces me siento avergonzada de haber sido agredida. Lo que pasó es una carga enorme para mí. He debatido numerosas veces si compartir esto por miedo a ser juzgado, pero aquí estoy.

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  • “He aprendido a abundar en la alegría de las cosas pequeñas... y de Dios, la bondad de las personas. Desconocidos, maestros, amigos. A veces no lo parece, pero hay bondad en el mundo, y eso también me da esperanza”.

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    🇺🇸

    No soy solo una herramienta

    Todos los recuerdos a los que mi mente parece acceder fácilmente día tras día son mucho más difíciles de verbalizar. Nunca he compartido mi historia, pero pensé que esto podría ayudar y quizás también a otros. Parece egoísta compartirla, así que me alegra que sea anónima para no sentirme culpable ni preocupada por las opiniones de los demás. Debido a mi pasado, me ha costado mucho separarme de ser la herramienta sexual y ser normal. Mis padres se separaron cuando tenía 3 años. Mi madre consumió heroína y poco después se casó con un hombre abusador. Había abuso físico extremo en casa (nos pegaba, nos encerraba, mató a golpes a un perro delante de nosotros, incluso le disparó a mi madre en la pierna y nos obligó a cuidarlo). Cuando se quedaban sin dinero para las drogas, ofrecían a sus amigos para agredirme sexualmente. Tenía entre 4 y 5 años. También nos animaban a mi hermano menor y a mí a actuar entre nosotros. Tenía que orinarme encima o yo tenía que tocarle sus partes íntimas. Una vez me llevaron a una fiesta en una casa. Era una mansión con ascensor que me pareció genial. Me llevaron a una habitación y permitieron que varios hombres me tocaran. Solo uno tuvo relaciones sexuales ese día. Todavía tengo pesadillas con él. Todo esto se descubrió pronto y me enviaron a vivir con mi padre. Era alcohólico, así que nos quedábamos a menudo en casa de mi abuela. Mi hermano, mi primo menor y yo jugábamos al "médico" todo el tiempo. Era lo único que conocíamos. Una Navidad, cuando tenía 8 años, me dijeron que fuera a buscar a mis primos. Tenían 16 y 18 años y eran amigos suyos. Cuando toqué la puerta, me dijeron que entrara. Me violaron de todas las maneras posibles. Nadie se dio cuenta de mi ausencia. Después fui al baño y estaba sangrando. Pensé que iba a morir ese día. Pensé que me desangraría. Esa noche, mi primo de 16 años se disculpó y prometió cuidarme. Durante 3 años, cada vez que estaba en casa de mi abuela, me acostaba con él y me violaba, pero con suavidad. Me dijo que sería su esposa. Me dijo que me amaba y que siempre me mantendría a salvo. Cuando cumplió 21, dejó embarazada a otra chica. Me dijo que tenía que casarse con ella. Luego fue a casa y se pegó un tiro en la cabeza. Me sentí desconsolada. Me corté la muñeca para acabar con el dolor, pero fracasé. Mi madre regresó a mi vida con un nuevo marido. Empezó a querer que me probara ropa para él. Luego empezó a entrar en mi habitación por las noches y a complacerse sobre mí mientras me tocaba. Se lo dije a mi madre y ella dijo que no, que solo la estaba abusando a ella. Lo echó. Se ahorcó poco después. Yo había empezado a portarme mal. Les daba trabajos duros a alumnos de 12º grado en 7º grado en el autobús. Pensaba que mi trabajo era complacer a los hombres. Tenía 15 años cuando me di cuenta de que estaba equivocada. Esta comprensión vino de que la gente en la escuela empezó a llamarme puta y a burlarse de mí. Cambié mis comportamientos con mucho esfuerzo. Tuve que observar a otros adultos para descubrir qué era normal. La gente me preguntaba cuándo perdí mi virginidad y no sabía qué decirles. Tuve problemas principalmente en las relaciones porque priorizaba mi valor como esposa en mi desempeño en la cama. Cargaba con mucha culpa por las personas de las que abusé de niña, cuando no tenía ni idea. Especialmente mi primo menor. Yo solo tenía 5 o 6 años, pero él 3 o 4. Ahora lleva mucho tiempo en prisión por drogas. Me pregunto si lo que hice lo cambió como me cambió a mí. Siento mucha culpa por eso. Mi hermano es drogadicto y me pregunto si lo que hicimos influyó en eso. Siento culpa, como si fuera un año mayor y debería haberlo protegido. De adulta, puedo protegerme más. Mi padre me agarró el trasero y me dijo que era sexy hace unos 10 años, pero ya no lo veo. Mi madre murió de hambre por consumir drogas hace 5 años. Soy solo yo y pienso en el daño que todo esto me ha causado. Me siento diferente a los demás. Me siento dañada. Me distancio a menudo. Necesito conectar con la tierra. No confío en la gente. Veo lo malo que puede ser la gente, incluso la que parece normal. Sin embargo, crezco cada día. Intento ser la mujer y la madre que necesitaba. Me esfuerzo por ser mejor cada día. Ahora tengo un marido maravilloso. Aunque no puedo sentir amor, él me sigue queriendo a diario. Tengo unos hijos maravillosos. Les va bien en la escuela y son unas personitas maravillosas. Estoy orgullosa de lo lejos que he llegado. Todavía me siento culpable, pero cada día es uno nuevo.

    Estimado lector, esta historia contiene lenguaje autolesivo que puede resultar molesto o incomodo para algunos.

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  • Bienvenido a Our Wave.

    Este es un espacio donde sobrevivientes de trauma y abuso comparten sus historias junto a aliados que los apoyan. Estas historias nos recuerdan que existe esperanza incluso en tiempos difíciles. Nunca estás solo en tu experiencia. La sanación es posible para todos.

    ¿Cuál cree que es el lugar adecuado para empezar hoy?
    Historia
    De un sobreviviente
    🇨🇴

    No tengo recuerdos claros y siento mucha culpa

    Mi historia es un poco larga. Cuando tenía 15 años o 16 años, vino a mi mente el recuerdo de cosas que habían ocurrido cuando yo tenía entre 4 y 5 años. Dos tíos abusaron de mí. Los recuerdos sobre esto nunca han sido claros y ahora, muchos años después, todo se ha vuelto más lejano y confuso y he dudado varias veces de mí misma y de mi historia. Hay otras cosas que pasaron en mi infancia que sí recuerdo con más claridad: cuando tenía entre 7 y 8 años, vi a mis papás teniendo relaciones sexuales a mi lado (esa noche me había pasado a dormir con ellos en su cama). Tiempo después, se repitió la situación, pero con mi padrastro y mi mamá. También cuando tenía entre 7 y 8 años, estaba revisando unos CD'S en el DVD que había en la casa para marcarlos según el género musical o según la película que fuera. Uno de los CD'S, era una película porno. Como casi siempre, me encontraba sola en mi casa, entonces la vi completa. No recuerdo si me masturbé. Sé que desde muy niña me frotaba con peluches, muñecas y otros objetos, aunque sin mucha conciencia de lo que hacía, pero estaba presente el miedo a ser vista. Hay algo que me atormenta en este momento: cuando tenía 6 o 7 años, mi prima (ella un año mayor) y yo jugábamos a imitar algunas posiciones de un libro de kamasutra que había en su casa. También tengo leves recuerdos de una vez que, mientras nos bañábamos, frotamos nuestras partes íntimas. No sé si esto se dio en el marco de una curiosidad bilateral y por el contenido del libro al que habíamos estado expuestas o si fui yo quien generó la situación y la persuadió a ella de hacerlo o si la manipulé. No recuerdo que haya sido así, pero me da miedo que sí. ¿Y si imité lo que hacía mis tíos conmigo o lo que vi en contenido al que estuve expuesta? Siento miedo, culpa y vergüenza. Además, hace medio año, recordé que cuando tenía 10 años y cargué a mi hermanita en mi piernas (que estaba como de un mes), sentí un estímulo placentero en mi zona íntima por el contacto. Cuando esta imagen vino a mí (tampoco fue clara, como mis otros recuerdos) sentí culpa, pero no escaló a más porque entendí que fue una reacción física y nada más. Pero luego no podía dejar de pensar en ello y me cuestionaba si había prologando o intensificado el contacto y sentí muchísima culpa, asco y vergüenza. Fue tan fuerte, que tuve un episodio de TOC y siento que aún no he podido salir de ahí, porque ahora me inundan las dudas sobre lo sucedido con mi prima.

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    De un sobreviviente
    🇰🇼

    Atrapados en casa y anhelando la vida

    Testimonio de una joven del Golfo Soy una joven de un país del Golfo. Desde fuera, mi familia parece "normal" y religiosa. Desde dentro, crecí en una casa que parecía una jaula. De niña, ni siquiera tenía habitación propia. Mi cama y mi armario estaban en un pasillo estrecho entre la habitación de mi padre, el baño y la cocina. Encima de mi cama, había una ventana que daba directamente a donde dormía y usaba mi teléfono. Recuerdo estar sentada en la cama, intentando distraerme con el teléfono, y de repente sentir su mirada fija en mí. Levantaba la vista y lo veía observándome por la ventana, en silencio, como si pensara que no me daría cuenta. No había hecho nada malo. Siempre fui "la hija obediente". Pero la forma en que me miraba era aterradora: sus ojos, su rostro. Sentía que me vigilaban en mi espacio más privado. Una niña pequeña, sin puerta que cerrar, sin rincón donde sentirme segura. También estuve prácticamente prisionera desde la infancia. No me permitían salir como a los demás niños. Mi mundo era la casa, la escuela y viceversa. De niño me pegaban y me decían que era "disciplina". Y hasta el día de hoy, sigo sin poder tener amigos ni una vida social propia. Incluso las amistades normales se consideran algo peligroso o vergonzoso. Mis recuerdos de infancia están llenos de golpes de mis padres. Si lloraba o intentaba hablar de cómo me sentía, mi madre me decía cosas como: "Estás exagerando". "Te estás imaginando". "No es tan grave". Una vez, después de que mi padre me humillara delante de todos, fui a verla llorando, esperando que me consolara. Me miró con ojos fríos y me dijo: "No deberías llorar". El mensaje siempre era el mismo: Tus sentimientos no son reales. Tú eres el problema, no la violencia. Hoy, mi padre me mantiene prácticamente prisionera en casa. Soy adulta, pero él aún controla mis movimientos y mi vida. Si saliera a tomar un café sin que él lo supiera y se enterara, no creo que me matara, pero sí me castigaría con dureza: me golpearía, me encerraría aún más, me haría la vida imposible. Vincula su "hombría" a controlarme. Le da más miedo el "qué dirán" que el daño que le está haciendo a su propia hija. La mayoría de mis familiares lo ven como algo normal. Para ellos, es simplemente "un padre estricto" protegiendo a su hija. Para mí, es una prisión y una forma de abuso constante. Mi habitación ahora es mi único espacio real. Si no hubiera tenido mi propia habitación, siento que ya me habría vuelto loca. Esa pequeña habitación es el único lugar donde puedo respirar, leer, pensar, llorar y ser yo misma, aunque el resto de la casa siga sintiéndose insegura. Además, crecí en un sistema donde la religión y la cultura se usan para justificar lo que les pasa a chicas como yo. Me enseñaron que: • Soy "menos" que un hombre. • Mi herencia debería ser menor. • Mi mente y mi fe son deficientes. • Debo obedecer, ser paciente y aceptar lo que me hagan porque “esta es nuestra religión” y “esta es nuestra tradición”. Al mismo tiempo, veo un mundo donde: • Un hombre que reza y ayuna, pero es abusivo, aún puede ser considerado “un buen musulmán”. • A un no musulmán que ayuda a miles de personas se le puede decir que irá al infierno “sin importar lo que haya hecho”. Esto no me parece justicia. Lucho profundamente con estas contradicciones. Siento que vivo en una mentira construida por la historia, la religión interpretada por los hombres y una sociedad que normaliza la violencia contra las mujeres y las niñas. Hay cosas que aún no puedo describir con todo detalle, pero diré esto: Cuando una niña crece siendo controlada, vigilada, golpeada y silenciada en su propia casa, rodeada de personas que le dicen “esto es normal”, le deja heridas profundas. Aprende a reír, hablar y comportarse bien con los demás, pero en su interior lleva miedo, ira, tristeza y recuerdos que la atacan cada vez que está sola. Por todo esto, sufro a diario de maneras que no siempre son visibles. Vivo con miedo y ansiedad constantes en mi propia casa. Tengo recuerdos y pensamientos intrusivos sobre mi infancia y mi familia, especialmente cuando estoy sola. A veces siento que observo mi vida desde fuera, que no estoy realmente presente con los demás, ni siquiera cuando sonrío y hablo. Me cuesta conciliar el sueño, tengo oleadas repentinas de tristeza, dolores de cabeza y una opresión en el pecho. A menudo me siento culpable hacia mis hermanas y me debato entre querer escapar y sentirme atrapada por la responsabilidad y el miedo. Ha habido momentos en que el dolor ha sido tan intenso que he deseado desaparecer, aunque todavía intento aferrarme y continuar con mis estudios y mi vida. A menudo pienso en las niñas y mujeres de otros países que pueden caminar libremente, vivir solas, elegir su ropa, estudiar y trabajar sin que su existencia esté controlada por un hombre y todo un sistema social tras él. No les deseo mal. Les deseo más bien. Pero no puedo negar que siento dolor y envidia al ver que la vida que sería mi mayor sueño es algo en lo que simplemente nacieron. También pienso en mis hermanas menores. Sus infancias no fueron tan violentas físicamente como la mía. Mi padre se ablandó con ellas en comparación con lo que fue conmigo. Me alegra que se hayan librado de algo de lo que yo pasé. Al mismo tiempo, me rompe el corazón que yo haya sido quien absorbió la mayor parte de los golpes, el miedo y el daño temprano. Hago todo lo posible por no repetir el ciclo con ellas. No quiero convertirme en otra adulta cruel en su historia. Quiero ser una persona segura para ellas: alguien que las escuche, que no diga "te lo estás imaginando", que no menosprecie su dolor. Comparto esto porque quiero que la gente de fuera de nuestro mundo, especialmente aquellos en países que hablan de derechos humanos, derechos de las mujeres, libertad y dignidad, sepan que: • No todas las mujeres del Golfo son "ricas y consentidas". • Algunos somos prisioneros en nuestros propios hogares. • Algunos tenemos padres que usan la religión, la cultura y el honor como armas para controlarnos y quebrarnos. • Algunos sobrevivimos, pero no vivimos. No escribo esto para atacar una religión ni una cultura. Escribo esto para decir: Existimos. Nuestro dolor es real. Quiero que los sistemas, los gobiernos, los activistas y la gente común fuera de mi país entiendan que: • El abuso emocional, físico y psicológico en la familia no es disciplina. Es violencia. • Encerrar a una joven en casa y controlar cada movimiento que hace no es protección. Es encarcelamiento. • Decirle a un niño que sus sentimientos son exagerados o producto de su imaginación no es crianza. Es manipulación psicológica y negligencia emocional. No sé cómo será mi futuro. Ahora mismo, intento sobrevivir, estudiar y construir un pequeño mundo interior donde todavía creo que merezco la libertad, aunque mi realidad me la niegue. Si lees esto desde un hogar seguro, en un país donde una niña puede salir de casa sin miedo a ser golpeada o repudiada, por favor, no lo des por sentado. Hay chicas como yo que lo darían todo por tener lo que tú consideras "una vida normal". Espero que al compartir mi historia, aunque sea anónimamente, no solo me esté "quejando", sino sumando una voz más a la evidencia de que este tipo de vida no es aceptable, no es "normal" y no se justifica por ningún sentido real de justicia o compasión. Merecemos algo mejor. Yo merezco algo mejor.

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    DÉCADAS

    DÉCADAS Cuando tenía 22 años, estaba en el campus universitario con mis finanzas y decidí ir al coche a las 11 de la noche a buscar el pastel que habíamos traído de la cena. Un hombre se me acercó, lo saludé y procedí a buscar el pastel. El hombre se me acercó por detrás y me tiró al suelo intentando violarme. Grité, el tiempo se ralentizó y recuerdo haber oído a mi madre decir que las llaves de mi coche eran un arma, así que empecé a golpearlo con ellas. Me solté con dificultad, corrí hacia un edificio y me caí en el camino. Llegó un conductor que escuchó mis gritos a varias cuadras de distancia y llamaron a la policía. La policía incluso creyó haberlo atrapado y me mostró varias fotos de hombres parecidos, pero no pude identificarlo con certeza, así que lo liberaron. Después de esta agresión sexual, compré un arma, me mudé con mi prometido, tomé clases de defensa personal, leí libros y fui a un psicólogo que me diagnosticó TEPT debido a una ansiedad abrumadora que me paralizaba. El mundo ya no era seguro. Esto generó detonantes y me hizo recordar mi primera agresión sexual de adolescente en un autobús lleno de gente en otro país: un hombre mayor me presionaba la erección mientras yo me alejaba de él hacia la parte delantera del autobús, hasta que finalmente encontré a otra adolescente a quien pude sentar en su regazo para que el desconocido se detuviera. Han pasado 64 años desde que me atacaron en ese estacionamiento. Llevo 64 años felizmente casada y tengo una imagen positiva de mí misma. PERO, todavía no puedo usar faldas. Todavía no puedo ir sola a los estacionamientos de noche y me incomoda ir a cualquier sitio de noche. No puedo ver una película ni una obra de teatro que incluya agresión sexual, porque la ansiedad se vuelve abrumadora. Sigo teniendo la misma pistola.

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    🇮🇪

    Hay buenos chicos, lo prometo.

    Era mi novio. Acabábamos de tener sexo y quería volver. Le dije que no, él dijo "pero quiero", y lo hizo. Esas palabras resuenan en mi mente con tanta claridad. No fue violento ni agresivo, pero sentí como si algo se rompiera dentro de mí. Lo llevé conmigo durante mucho tiempo, y todavía lo llevo. Parte de mi vergüenza fue no haberme ido. Meses después, lo confronté y se enojó muchísimo y no quiso escucharme. Así no actúa alguien que te ama, te cuida o te respeta. Así no actúa alguien que respeta a las mujeres. Me llevó mucho tiempo darme cuenta. Años después, estoy saliendo con alguien amable y seguro. Él no conoce esta historia, pero se preocupa por mí y quiere que me sienta segura a pesar de todo. Nunca se ha enfadado ni se ha molestado cuando no quería tener sexo, si quería parar, pausar o hablar de ello, o si había algo que no me gustaba o con lo que no me sentía cómoda. Me escucha cuando le explico un límite y siempre está dispuesto a cambiar su comportamiento para que me sienta lo más cómoda y segura posible. Es alguien que se preocupa, que respeta a los demás por naturaleza y quiere crear un espacio seguro. Eso es normal y lo mínimo indispensable. Los maltratadores, perpetradores y depredadores pueden distorsionar tu percepción de la realidad, pero te aseguro que existen personas amables y buenas, y hay muchas más de las que crees. Mereces ser tratada con respeto, amabilidad y gentileza. Nunca es demasiado pedir, es lo mínimo indispensable.

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    🇦🇺

    Justicia por violación marital

    Antes de mudarme a California, viví en Pakistán. Esta historia es de 2008. Mi madre me convenció de casarme con un hombre acomodado, a pesar de que yo quería casarme con alguien que me había gustado en la universidad. El hombre con el que me casé tenía un carácter muy amable y respetuoso. Le conté la situación, pero me dijo que me enamoraría de él si le daba tiempo a la relación. Acepté con la condición de que durmiera en una habitación aparte y que no hubiera intimidad mientras yo decidía si lo aceptaba o me divorciaba. Poco a poco, intentó conquistarme. Primero, pidiéndome que me besara los pies, luego masajeándome las piernas y los hombros. Un día, como siempre, me pidió que me besara los pies mientras veía la televisión. Lo pillé mirando hacia abajo desde mi camisón. Me molesté. Se disculpó, pero luego me pidió que me masajeara los hombros. Acepté. Mientras me masajeaba los hombros, me levantó los brazos y me lamió las axilas. Me molesté mucho. Lo aparté y corrí al baño. Cuando salí, me agarró, me empujó al dormitorio, me obligó a subirme a la cama, me ató las muñecas y ató la cuerda a una silla cerca de la cama. Le rogué que parara y me resistí con todas mis fuerzas, pero me penetró. Empecé a llorar. Se disculpó, pidió perdón, pero no pudo haber perdón. Mi tía (en la policía) lo arrestó. Pedí el máximo castigo posible para él. Le dieron 10,5 años de prisión rigurosa, 200 latigazos y también me pagó una gran multa. Participé personalmente en azotarlo. Más tarde lo perdoné y su sentencia fue conmutada por latigazos. Finalmente nos divorciamos, pero me sentí satisfecha de que se hiciera justicia en este caso y finalmente me casé con mi amor de la universidad.

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    Sobreviviendo a mi padre.

    Hola, me llamo Nombre y esta es mi historia... El abuso fue bastante físico, comenzó a una edad temprana, desde que tengo memoria. La EMDR me ha hecho recordar cuando tenía unos dos años, cuando mi padre era corpulento y daba miedo. Si bien era un hombre muy abusivo físicamente, esto trata sobre lo que me hizo a partir de los 13 años. El abuso sexual comenzó de forma simple cuando era solo una joven, pero progresó hasta convertirse en una pesadilla. Este hombre no solo me había pedido que me casara con él y fuera su esposa más de tres veces, sino que tampoco me dejó ir después de los 18 años, cuando intenté mudarme. El abuso fue más que simples tocamientos inapropiados; me obligó a compartir habitación con él después de cumplir los 16, y sentí que mi vida se había acabado. Cuando empezó a hacerme dormir en su habitación, tuvo acceso total a mí y no tuvo ningún límite, en absoluto. Muchos días y noches estuve atrapada en la casa por él porque dejaba que otros en la familia salieran y exploraran la vida, mientras que yo estaba castigada para que pudiera vigilarme. No me permitían hablar con chicos de mi edad, y si lo hacía, lo ponía celoso y enojado. Tenía que revisar constantemente mi teléfono y demostrar a dónde iba cada mensaje de texto. No entraré en detalles de las cosas que hizo, pero me hizo todo lo que un hombre solo debe hacer con su esposa, no con su hija. Le tenía mucho miedo a este hombre, ya que pasaba cada momento vigilándome y observando lo que hacía. Incluso amenazó con terminar con las vidas de ambos si no obedecía, que es algo que todos los sobrevivientes sienten o por lo que pasan. Cuando cumplí 18 años, me fui esa noche y caminé desde Ciudad, Estado, hasta el aeropuerto en Ciudad, Estado 2 en mitad de la noche. Estaba desesperada por salir, y él no iba a dejarme ir. Cuando llegué al aeropuerto y empecé a pedir limosna, poco después de la mañana, me di la vuelta y allí estaba. Se me acercó y me llevó de vuelta al coche. Tenía demasiado miedo como para gritar. Estaba furioso conmigo y me llevó de vuelta a casa en City, donde me encerró en su habitación durante dos semanas. No me permitieron hablar con mi familia, me quitaron el teléfono y me sirvieron comida. A los 19 años, lo volví a intentar. Le rogué a mi madre que me ayudara y ella me llevó a la estación de autobuses Greyhound de City y me compró un billete. Me dijo que no llamara la atención y que tuviera cuidado, y me envió con un teléfono con wifi. Después de 32 horas de viaje en autobús, recibí una llamada de mi madre diciéndome que mi padre se había enterado y que iba de camino. Cuando el autobús llegó a la estación de City, State 3, él estaba allí, de nuevo, para llevarme de vuelta. Intenté luchar esta vez, después de que rompiera una promesa. Me dijo que quería asegurarse de que estuviera a salvo y prometió llevarme con mis abuelos. Cansada, hambrienta y necesitando que me llevara, le creí. En lugar de ir al norte, empezó a conducir hacia el sur. Empecé a gritar y él subió la música; finalmente, me desmayé por el agotamiento y desperté de nuevo en Nuevo México. Finalmente escapé a los 21 años cuando nos mudamos a Tennessee y un amigo que conocí allí entendió por lo que estaba pasando. Me ayudó a escapar de esa casa un día, y me fui sin nada. Mi padre descubrió dónde estaba otra vez y vino a secuestrarme otra vez. Esta vez, llamaron a la policía y fui en busca de protección. Mi padre no me dejó llevar ni una sola prenda de ropa en ese momento cuando supo que estaba oficialmente fuera de sus manos. Durante los siguientes años, no supe cómo desenvolverme en la vida ni con mi familia. Guardé mi historia, cargando con vergüenza y culpa por cosas que estaban fuera de mi control. Quería una familia, así que intenté fingir que las cosas no pasaban y en 2015 volví a Utah para estar con mi familia de nuevo. Al hacerlo, no podía quitarme de encima la sensación de incomodidad y asco. Finalmente conocí a un chico que me dejó mudarme con él (porque estaba sin blanca y vivir con mi familia no me funcionaba) y empezó a ayudarme. Terminamos saliendo, formando una relación y teniendo un hijo pequeño. Durante este tiempo, empecé a poner límites a mi familia y a decirles quién era mi padre; nadie me creía. En 2020, me desperté un día, era el Día Nacional de los Hermanos, y me sentía herida. Estaba triste porque todos se pusieron de su lado y porque mis cinco hermanos, mi madre y mi hermana pequeña le creyeron a él antes que a mí y me insultaron. Publiqué mi historia en TikTok y empezó a explotar a medida que muchos otros empezaban a sentirse de forma similar o pasaban por cosas parecidas. Este fue el comienzo de mi proceso de sanación. Dije: "No tengo por qué avergonzarme de mi pasado y puedo controlar quién soy hoy. El pasado no tiene por qué definirte, pero quién eres sí puede depender de ti". Si bien fue y sigue siendo difícil corregir malos hábitos o hábitos no deseados, estoy agradecida por quien soy ahora debido al dolor que he vivido. Gracias al sufrimiento que aprecié durante los primeros 21 años de mi vida, esta mujer de 32 años se ha vuelto brillante y positiva. He pasado años en terapia con EMDR, ART, Mindfulness, trabajo de respiración y muchos otros cursos que me han convertido en la guerrera que soy hoy. Me enorgullezco de mi historia y la asumo. No puedo cambiar lo que he vivido, pero puedo hacer los cambios para mejorar mi futuro y ser una mejor madre para mi hijo. Después de ver a mi madre soportar el abuso de mi padre, me dije a mí misma que nunca sería como ella. Después de 10 años de vivir con el padre de mi hijo, me he vuelto más fuerte y he reconocido las señales de abuso doméstico que yo también estaba experimentando. Tras años de detonantes, y al darme cuenta de que él es mi padre, reuní la fuerza para irme como necesitaba. Ahora soy madre soltera y amo a mi hijo, trabajo en una gran corporación en su división de Salud Conductual y estoy creando mis propios caminos empresariales para ayudar a otros sobrevivientes a prosperar. Sé que el camino hacia la sanación es difícil, y puede ser difícil empezar, pero tú puedes. ¡Todos podemos!

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    Name, solo tenía 6 años

    Tenía alrededor de 6 años, cierro los ojos y es cómo si volviera a vivir en carne propia el recuerdo, me acuerdo del ruido de la televisión, el olor del desayuno que estaba comiendo, yo solo estaba viendo caricaturas. El, un hombre de alrededor 50 años me cargó y me acomodó en sus piernas, y deslizó su mano por debajo de mis panties, TENÍA 6 AÑOS y ahí empezó mi historia de abusó sexual, una historia que me hubiese gustado no tener que experimentar. Yo hablé ya que mi mamá siempre me había enseñado a que nadie podía tocar mis partes pero en ese entonces mi mamá no tenía los recursos, vivíamos en casa de una prima (la hija de mi abusador) y nadie me creyó, dijeron que era mi imaginación. Otros sucesos pasaron cometidos por la misma persona, me arrebató mi inocencia y me rompió en pedacitos… pese a que yo hablé la primera vez, las otras veces me quedé callada porque nadie me creyó, nadie me protegió y nadie me escuchó más que mi mamá pero en ese entonces ella estaba luchando con un problema de alcoholismo y toda la familia nos dio la espalda. Después de un tiempo dejé de ver a mi abusador pero a los 8 años me volvió a pasar pero esta vez por el esposo de mi tía (la hermana de mi mamá) ellos han sido casados desde que mi tía tiene 16 años hasta el presente. Fuimos de visita a casa de mi tía, era diciembre entonces mi mamá salió con mi tía a comprar cosas para la navidad, yo, mi hermano y mi primo (hijo de mi tía) nos quedamos al cuidado del esposo de mi tía, el en ese entonces era oficial de la policía. Yo estaba jugando con mi primo y mi hermano cuando él me llamó, él estaba sentado en la mesedora viendo las noticias cuando me sentó en sus piernas y yo inmediatamente me paralice puesto que la última vez que alguien me sentó en sus piernas me manoseo, esta vez fue diferente, solo me acaricio las piernas y yo solo sentí cómo algo duro me rozaba mis glúteos, me paralicé y no sabía que hacer, hasta que tuve la fuerza y me bajé. Nunca hablé de mi segundo abusador y nunca lo he hecho, yo ya no vivo en Colombia pero cuando voy me toca actuar cómo si nada aunque por dentro sienta tantas cosas. Por mucho tiempo reprimí todo lo que me pasó, siempre decía que no me afectó y ahora a mis 22 años me está atormentando. Estoy comprometida con el amor de mi vida, siento que ha sido un regalo que Dios y la vida me dio después de tanto tormento pero hay veces que cuando vamos a tener intimidad y me toca siento una rabia en mi, ese tipo de rabia que te dan ganas de pegarle un puño en la cara a esa persona, y no lo entiendo, el no me ha hecho nada? El solo me ha ayudado y me ha tratado con amor y me ha demostrado lo mucho que me respeta y me ama, siempre quise evadir el tema y reprimirlo, no hablar de ello y pretender cómo que no me afectó pero ya llegué a un punto donde me dan unos ataques de ira que ni yo me reconozco, donde termino lastimándome a mí misma o sacando esa ira en mi prometido, hace unas noches por fin en medio de una ataque de ira donde terminé azotandome la cabeza en la pared solo repetía “no me deja en paz, me persigue, sácalo de mi cabeza” estaba en un estado de crisis y mi prometido solo pudo sujetarme en sus brazos mientras me preguntaba quién me perseguía y fue la primera vez que dije su nombre en voz alta, “Name, el hombre que me violo y me robo mi inocencia no sale de mi cabeza” no podía hablar, las lágrimas y gritos de desesperación eran más que las palabras, en ese momento me di cuenta que no importa cuánto allá crecido aquella niña de 6 años sigue dentro de mi, está enojada, está triste y rota. Mi pareja es abogado entonces el fue quien me habló sobre me too movement, me dijo que me hiciera justicia y lo denunciara pero que si no me sentía lista por miedo que navegara las opciones que me too ofrece y que quizá empezara por contar mi historia, por unos días habría la página y solo me quedaba paralizada, pero hoy me anime, ya no merezco ser prisionera de un dolor que no fue mi culpa aunque por mucho tiempo he sentido que lo es, me siento perdida y no quiero que mi pasado defina mi presente, la vida me está dando oportunidades bonitas pero mi abusó sexual no me deja avanzar, cómo me saco esta rabia que siento por dentro? Porque me volví un ser tan agrio y amargo, porque me enojo por todo? Porque no puedo disfrutar la intimidad con mi pareja si es delicado conmigo? Parece que entre más delicado es más rabia siento por dentro. Me siento muy sola y perdida. Quiero este dolor fuera de mi

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  • “Puede resultar muy difícil pedir ayuda cuando estás pasando por un momento difícil. La recuperación es un gran peso que hay que soportar, pero no es necesario que lo lleves tú solo”.

    Tomarse un tiempo para uno mismo no siempre significa pasar el día en el spa. La salud mental también puede significar que está bien establecer límites, reconocer las emociones, priorizar el sueño y encontrar la paz en la quietud. Espero que hoy te tomes un tiempo para ti, de la manera en que más lo necesitas.

    “Para mí, sanar significa que todas estas cosas que sucedieron no tienen por qué definirme”.

    “Creemos en ustedes. Sus historias importan”.

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    Liberarse: Escapar del control de un narcisista

    Dejar a mi ex fue una decisión marcada por años de aislamiento y maltrato físico, pero el punto de quiebre llegó cuando intentó controlar mi sustento. Quería que dejara mi trabajo, y cuando me negué, no le importó. En otra ocasión, me miró a los ojos y me dijo: «No vas a salir viva de este apartamento», antes de reírse. Ese fue el momento en que me di cuenta: ¿por qué dejaba que este hombre decidiera qué hacía con mi vida? ¿Por qué dejaba que él decidiera si iba a seguir viva o no? El día que finalmente me fui, llamé a mi madre y le dije que quería irme. Cuando mi ex amenazó con tirar todas mis pertenencias, llamé a la policía. Me dieron cinco minutos para recoger lo que pudiera. Agarré todo lo que pude cargar y me fui. Pero irme no fue el final, fue solo el principio. Me acosó sin descanso. Mensajes en redes sociales. Regalos en mi coche. Apariciones en casa de mis padres. Llamadas incesantes. Al final tuve que cambiar mi número de teléfono. Aun así, me llevó un tiempo solicitar una orden de protección porque, de alguna manera, seguía sintiéndome mal por él. Entonces, tras meses sin contacto, me lo encontré en el gimnasio. Hizo un comentario amenazante, así que lo denuncié y le prohibieron la entrada. Eso lo enfureció. Al salir del gimnasio, intentó sacarme de la carretera. Conseguí entrar en un aparcamiento donde me rodearon unos transeúntes mientras él gritaba. Llegó la policía y me dijo que debía solicitar una orden de protección de emergencia inmediatamente, algo que había pospuesto, pensando que tenía que esperar al horario de oficina. Recibí la orden y pensé que ahí se acabaría todo. Pero justo un día después de que expirara, volvió a aparecer, y esta vez no me dejó salir del aparcamiento. El pánico me invadió mientras intentaba desesperadamente llamar la atención de alguien para que llamara a la policía. Finalmente, conseguí ponerme a salvo, y alguien ya había hecho la llamada. Al empezar a conducir a casa, me di cuenta de que me seguía de nuevo. En lugar de irme, me di la vuelta y se lo dije a la policía. Se ofrecieron a seguirme y, mientras me alejaba, lo vi al otro lado de la carretera. Le hice una seña al agente, quien inmediatamente lo detuvo. Unos minutos después, el agente me llamó y me dijo que necesitaba obtener otra orden judicial contra él, advirtiéndome que tenía problemas mentales. Esperaba que al detenerlo me hubiera dado tiempo suficiente para llegar a casa sana y salva. Esta vez, tuve que solicitar una orden de paz, que solo duró seis meses. Incluso intentó apelarla, pero al final se la concedieron. Mirando hacia atrás, aprendí que el momento más peligroso para una sobreviviente no es durante la relación, sino cuando intentan irse. Esos meses después de mi partida fueron mucho más aterradores que cualquier momento que pasé con él. Pero al final, salí adelante. Y eso es lo que importa.

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  • “Estos momentos, mi quebrantamiento, se han transformado en una misión. Mi voz solía ayudar a otros. Mis experiencias tenían un impacto. Ahora elijo ver poder, fuerza e incluso belleza en mi historia”.

    “Siempre está bien pedir ayuda”

    “Sanar significa perdonarme a mí mismo por todas las cosas que pude haber hecho mal en el momento”.

    “He aprendido a abundar en la alegría de las cosas pequeñas... y de Dios, la bondad de las personas. Desconocidos, maestros, amigos. A veces no lo parece, pero hay bondad en el mundo, y eso también me da esperanza”.

    Mensaje de Sanación
    De un sobreviviente
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    poder seguir adelante y pasar un poco la pagina

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  • Mensaje de la Comunidad
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    ACABA CON LA CULPABILIZACIÓN DE LAS VÍCTIMAS. NO ES TU CULPA.

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    De un sobreviviente
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    Empezó con mi hermano

    Mi hermano, que ha crecido mucho, me usó, pero aún llevo cicatrices. Mi hermano es cuatro años mayor que yo y, cuando estaba pasando de la primaria a la secundaria, ese verano, me hizo pensar que las chicas de secundaria necesitan saber cómo hacerle sexo oral a los chicos. Primero me lo hizo para mostrarme que no era para tanto. Pensé que era algo muy serio. Pero lo hice y él me entrenó y me hizo mantenerlo en secreto, excepto para mi mejor amiga. Invitó a su amiga a casa cuando tuve una pijamada una noche y le pidió que se lo hiciera a su amiga. Luego nos hacían hacer concursos con los ojos vendados. Al menos entonces no estaba sola. Me cambió, aunque el séptimo grado en sí no tuvo nada que ver con nada de eso. Era una mentira para obtener placer de mí. Mi hermano todavía me hacía hacerlo en casa. Y a veces me lo hacía y yo llegaba al clímax. Así que tuve una extraña vida sexual secreta y me sentí muy mal por eso. Luego, en octavo grado, tuve mi primer novio de verdad. Mis padres son muy estrictos, aunque ambos trabajaban y me dejaban sola con mi hermano. Para ir al cine con mi novio, se aseguraban de que fuera en grupo, me llevaban y me esperaban fuera del cine. Bueno, una vez, cuando fuimos a ver Blancanieves y el cazador, mi mejor amiga y yo hicimos lo que queríamos: hacerle sexo oral a nuestros chicos en la última fila del cine, y lo hicimos. Solo un mes después, empecé a tener sexo con él, algo que nunca habría sucedido de no ser por lo que hizo mi hermano. Nos escapamos de su casa durante una pijamada, quedamos con los chicos afuera, fuimos al parque cercano y lo hicimos en el césped. Esa fue mi virginidad. El evento realmente malo, donde mi vida se descarriló, fue cuando lo intentamos desde mi casa, escabulléndonos por la ventana y adentrándonos un poco más en mi gran patio trasero que daba a la ladera de una gran colina, y mi padre nos pilló. Fue horrible. Se acabó el mundo. Me trataron como una gran traidora y casi todos mis privilegios fueron revocados y esencialmente fui castigada sin fecha límite. Y aún así mi hermano me obligaba a hacerle sexo oral. Estaba desconsolada porque no me permitían tener a mi novio hasta el punto en que mis padres me obligaron a ir a la escuela y hablar con el director y el subdirector y se aseguraron de que no tuviera la oportunidad de verlo a solas. Y mi hermano seguía entrando sigilosamente por la noche a veces o cuando nos quedábamos solas esperando que hiciera lo que él me había entrenado para que estuviera acostumbrada. La siguiente parte realmente mala fue dos meses en mi nueva vida restringida. Mi hermano comenzó a hacerme sexo oral una tarde después de la escuela y decidió llevarlo más lejos y se levantó y comenzó a besarme y tuvo sexo conmigo. Estaba en el momento y no hice nada para detenerlo e incluso participé. Sin condón. Era una tarde en la que mis padres estaban fuera, así que no teníamos que callarnos ni preocuparnos. Y él lo hizo mucho más tiempo que las pocas veces que yo había tenido con mi novio, porque él era mayor y sabía más por haber estado con otras chicas. Me sentí irritada por primera vez y me dio una infección de orina. No cené esa noche, fingí estar enferma y lloré hasta quedarme dormida. Mi hermano tenía muchas ganas de repetirlo, diciéndome que había sido el mejor sexo de su vida, pero me negué, y algo que podía decir de él en aquel entonces era que al menos no era un violador. Aunque me presionaba, nunca intentó forzarme. Cuatro meses después de perder mi virginidad por incesto, terminó el curso escolar y él se graduó. Fui al instituto y él se mudó a una residencia universitaria a 190 kilómetros de nuestro pueblo. La escuela pública terminó para mí, como estaba planeado, en cuanto mi padre me pilló en la colina. Fui a un instituto católico solo para chicas. Mi padre tenía que llevarme media hora en coche todas las mañanas y mi madre me recogía durante todo el primer año. Luego me consiguieron un auto para que pudiera conducir yo mismo, pero el kilometraje y mis tiempos eran monitoreados de cerca. No tuve relaciones sexuales durante la escuela secundaria, pero siete veces en total le hice sexo oral a mi hermano durante las vacaciones de verano e invierno cuando los dos estábamos en casa. Ese fue el fin del incesto en mi vida. Fui a la universidad en Atlanta, pero no a la misma que mi hermano. Me rebelé contra mis padres y, aunque intentaron mantener el control, como adulta legalmente no los dejé. La confusión y la tristeza duraron meses hasta que finalmente lo entendieron. Me separé de ellos financieramente y trabajé y saqué préstamos estudiantiles. Fui muy promiscua en la universidad. Bebía, salía de fiesta y consumía drogas recreativamente y salía con varios chicos de vez en cuando, principalmente para sexo. Esa era mi vida y pensé que la disfrutaba en ese momento. Me volví más fuerte y asertiva, y cuando mi hermano insinuó por primera vez durante una reunión de Acción de Gracias en casa de un pariente que íbamos a dar un paseo, le dije que no quería volver a tocarlo de una forma tan contundente que supo que yo estaba fuera de mis límites e incluso pareció la asustada de nuestra relación. No me matriculé en clases durante dos semestres no consecutivos solo porque mi vida de fiesta era mucho más divertida. Viajaba de vez en cuando. A veces con amigos, a veces con hombres, normalmente mayores, que me invitaban a lugares exóticos. Las Maldivas, Portugal, las Islas Vírgenes. Dejé que mi jefe casado me usara durante un fin de semana en Cayo Hueso. Tuve una aventura con mi profesor de español, que solo me llevó hasta Ciudad de Panamá, Florida. Tantos rollos arriesgados de una noche. Mi identidad era que no buscaba nada permanente, una hija del universo. Mientras que me usaron como juguete tantas veces y creía que me gustaba el juego. Les decía cosas sobre querer hacerles feliz y cosas que inflarían su ego. Estoy segura de que hay muchísimos mensajes de texto por ahí que guardaron sobre la talla de su D que encajaba en mi pequeña P, sobre ser una niña pequeña y querer que me enseñaran a ser mujer y otras fantasías depravadas que pensé que querían oír. Obviamente, directamente relacionadas con lo que me hizo mi hermano. Estoy casi segura de que evité ser violada más de una vez dejándome llevar por la corriente cuando no lo esperaba o probablemente no quería. Puede que sea bueno que algunas de ellas probablemente no las recuerde. Una vez fue en una de las pocas fiestas de fraternidades a las que fui. Éramos tres chicos, no es mi estilo habitual. Otra vez fue con el padre de mi compañera de piso, que la visitaba en nuestra casa alquilada y se metió en mi cama de madrugada. Uno de los eventos traumáticos más extremos fue con un policía que me paró por conducir cuando había bebido, pero tenía menos del límite legal en su alcoholímetro. Me siguió a casa, como a un kilómetro de distancia, "por mi seguridad", e incluso me siguió adentro. Estaba en un apartamento en ese momento y pensé que mi compañera de piso estaba en casa y se lo dije. Pero cuando ella no estaba allí, dijo que le mentí a un oficial de policía y que tenía que hacer una búsqueda más exhaustiva si quería evitar que me arrestaran. No era atractivo ni agradable. Tenía un arma, aunque nunca la sacó. Puedes adivinar lo que pasó. Finalmente me deshice de esa vida salvaje durante mi penúltimo semestre cuando vi venir el final de la universidad. Mi promedio era 3. 3. y mi especialidad era filosofía y me di cuenta de que el futuro no era brillante en términos de lo que haría o cómo pagaría mis préstamos. Me puse a trabajar y decidí cambiar. Tenía una oferta para desnudarme y "ganar mucho dinero", pero afortunadamente no solo nunca me consideré así, sino que cuando fui con una amiga a su entrevista e intentaron reclutarme fueron tan sórdidos que los dos salimos corriendo de allí disgustados. Reevalué toda mi vida. Consideré terminarla, pero algún mecanismo de supervivencia no lo permitió. No quería ser la persona que había sido durante unos años. Miré hacia adelante y vi que no era sostenible a medida que envejecía y no tenía amor ni estabilidad. Dejé de trabajar cuando me ofrecieron un despacho de abogados. Me acosté con el gerente que me contrató como recepcionista, pero fue una gota en el océano de cosas de las que avergonzarme. Fue el último en hacerlo. Saqué solo sobresalientes y me gradué cum laude. Ascendí en el bufete principalmente por mi título, pero lo aproveché para escabullirme y aceptar un trabajo peor pagado en un bufete sin fines de lucro donde no me había acostado con nadie. Allí sí me acosté con un abogado, pero sigo casada con él y mi vida ha vuelto a la normalidad. Lo amo y él me ama. Él no sabe hasta qué punto fui promiscua en la universidad ni sobre mi hermano, y dudo que lo sepa alguna vez. Esa oscuridad se está desvaneciendo y ya no forma parte de mi vida. No es quien soy. En cuanto a mi hermano, ahora tiene familia y nos llevamos bien. Hablamos de ello una vez mientras estudiaba como loca en el último año, aunque no fue una conversación profunda. Mencioné que me usó, se disculpó, nos abrazamos y eso fue todo. No fue la confrontación catártica que algunos esperarían. Mi catarsis es mi esposo y mi vida actual, por la que estoy agradecida. Adoptamos dos hermanos pequeños y soy su mamá. Quizás tengamos uno propio. Quizás volvamos a adoptar. Me usaron y me introdujeron al sexo demasiado joven y temprana, lo que tensó mi relación con mis padres durante mucho tiempo y nunca la recuperaré. Descarriló mi vida. Estuve a la deriva por un tiempo, pero Dios, el universo o la suerte finalmente me pusieron en un buen lugar. Todo lo que sucedió me llevó a lo que soy ahora. No puedo decir que nunca contemplé el suicidio en tiempos más oscuros. Pero como en la película Náufrago, si se me permite citar, “Seguí vivo. Seguí respirando. Y un día, mi lógica se desvirtuó por completo porque la marea subió y me dio una vela. Y ahora, aquí estoy”. Miles de horas dedicadas al estudio de la filosofía y cito una película que ni siquiera está basada en un libro. Pero es perfecta.

    Estimado lector, esta historia contiene lenguaje autolesivo que puede resultar molesto o incomodo para algunos.

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    Sólo palabras.

    Solo palabras. Te cuesta hablar de estas cosas. Te das cuenta de que te cuesta hablar de muchas cosas. Recuerdas la emoción que te produjo tu primer trabajo en Nombre de la empresa. Una amiga trabaja allí y sabes que mucha gente trabaja allí durante el verano. Es la década de 1990 y la ley te permite pagar menos del salario mínimo porque es como una formación a tiempo parcial para estudiantes que empiezan a trabajar. Como repartir periódicos. Eso es para chicos. Te emocionaste tanto después de estar nerviosa que pediste una solicitud junto con tu amiga. No recuerdas haberlo conocido entonces. Mucha gente quiere ser elegida para ese trabajo de mierda porque, por alguna razón, se ha vuelto muy popular entre los chicos. Sí recuerdas la llamada para que pudieras ir a una entrevista. De camino a casa, te preguntas si ser guapa y tener los pechos más grandes que la mayoría de las chicas de primer año tuvo algo que ver. Conociste a Nombre y esta vez lo recuerdas con seguridad. Tu aspecto ha sido mucho más una maldición que una bendición. Una razón por la que la gente no se sentiría tan mal por ti. 'Dios realmente te bendijo, cariño. Tienes tantos malos recuerdos, recuerdos bloqueados, recuerdos reprimidos por culpa de Nombre. Estás dudando mientras las lágrimas se acumulan. Necesitas un trago. Dejaste de beber hace años y hoy llevas tres meses y ocho días sobrio. Tu récord es de nueve meses y dos días. Eres fuerte. La mayor parte del tiempo. Estás vacío. Todo el tiempo. Nombre no fue el último, pero fue el primero. Le cambias el nombre aunque no quieras. Es el símbolo de tu odio por todo lo malo de los hombres. Te engañaron. Nombre consiguió lo que quería de ti. Demasiadas veces. Demasiadas veces antes de que dejaras de volver. Simplemente dejaste de hacerlo. Podrías haber dejado de hacerlo después de la primera vez que te abrazó y te acarició antes de que tu madre te recogiera esa noche. La primera vez. Todavía no lo entiendes ni te perdonas por eso. Dejaste que un chico en una fiesta y otro en un baile de octavo grado te metieran la mano debajo de la camisa. Te había gustado tanto esas veces. Había sido emocionante. y feliz. Nombre no te hizo feliz. Regresaste. Ahora quieres hablar de otra cosa. No de los otros hombres que pensaban que tu cuerpo era su juguete. No de la vez que fuiste a Irlanda con tus tías y mamá. Extrañas a mamá. Ese fue un buen viaje. Volviste mucho a eso. Te sentaste a hablar de cosas de las que no hablas. En un viaje familiar a Adventureland le preguntaste a tu prima si se consideraba perder la virginidad si un chico te lo hacía en los senos. Fingiste que era un chico lindo, no Nombre. Era difícil respirar con él sentado sobre tu torso embistiendo. A veces rompes cosas y gritas. Nunca cuando tu hijo está cerca. Tienes dos trabajos y realmente no te gusta el que más paga. Tu título universitario no cuenta mucho. ¿Cuánta vida se desperdicia en la desesperación, la duda y tomando el camino equivocado? Sientes alivio cuando finalmente terminó. Odias cuando termina porque sabes que te está robando su máximo placer cuando tiene una esposa. Actúa como si fuera solo otro día de trabajo para Te mantiene bajo su control. Eres patética. Sus restos están dentro de ti cada vez que vas a casa después de terminar con él. Solo otro día miserable en la vida. No dices nada. No se lo cuentas a nadie. No vales nada excepto como un recipiente para él. Tus padres te dicen cosas bonitas sobre ti. Siempre lo han hecho. Tienen que hacerlo. No saben lo que realmente eres. Una vergüenza negra son las veces que sentiste placer en tu cuerpo mientras él te lo hacía. Al menos mientras permanecías callada e inmóvil había algo de dignidad. Desafío. Insulto para él. Cuando tu cuerpo y tu voz reaccionaron como si te gustara, fue una traición. Como si te gustara esa bañera de hombre asqueroso encima y dentro de ti, follándote en ese suelo de baldosas, besándote como un amante. Te hiciste amiga de un grupo de chicos a mediados de la secundaria. Más de un año después, Nombre era más que una espina en tu alma. Una profunda insensibilidad. El grupo descubrió quién eras. Jugaban al fútbol. Eran importantes y tenían una voluntad fuerte. Te compartieron y te pasaron de mano en mano. Te dijeron Te amaban. Que eras la chica más genial. Tomaban lo que querían cuando querían. ¿Por qué? Nombre 2 fue tu compañero de laboratorio de biología. Fue el primero. Era el único de tu edad. Fuiste en su coche a almorzar y conociste a otros. Te querían. Te ofreciste voluntaria. Es todo para lo que sirves. Para drenarles su energía para que puedan ser felices y sentirse hombres. Para que puedas sentirte vacía y sucia. Incluso después de graduarse, se juntaban para divertirse en grupo o te hacían escabullirte por la noche para dar una vuelta. Te dirigiste al oeste después de graduarte. Un nuevo comienzo. Un éxodo. Una huida. Fuiste a una reunión. La reunión de diez años. Nombre 2 vino con su esposa. Te presentó como su exnovia. Dejaste que te llevara al baño para discapacitados y tuviera su rapidito. Después fuiste a los bares y dejaste a tu verdadero amigo y dejaste que Nombre 3 te llevara de vuelta a su habitación de hotel para vivir sus fantasías solo porque decía que siempre te había amado. Dicen que las personas atractivas tienen sexo con más frecuencia y con más parejas que la gente normal. Lo oscuro de esa afirmación es que, para las mujeres, no siempre es porque lo quieran, sino por la presión implacable de los hombres y por cómo hacen cualquier cosa si tienen la oportunidad. No eres una chica buena e inocente. ¿Lo habrías sido de no ser por Nombre, como quieres creer? ¿Habrías dejado que tu primo, mucho mayor que apenas conoces, te llevara de vuelta al bosque, detrás de su casa, a la choza donde fuma marihuana después de una boda? Y luego esperaras allí a que llamara a sus amigos después de descubrir que eras una chica mala y los esperaras también. Espantando moscas en tu ropa interior mientras los esperabas. No bebías porque tu madre no lo permitía, aunque eran niños menores que tú. Pero tu primo y sus amigos del barrio sí. Cuatro de ellos, contando a tu primo, lo suficientemente mayor como para ser tu tío. Aun así, actuabas como si te gustara todo lo que hacían. Lo llevaban tan lejos como si fueras el mejor juguete del mundo. Estrella porno, te llamaban como si fueras lo mejor que podrías ser. El sexo anal era insoportable. Era más fácil simplemente quitarte todo el maquillaje que intentar arreglarlo después de todo el sudor y la pegajosidad. Sonrisas y cumplidos seguidos de la profunda sensación de vacío del aislamiento total en la camioneta de regreso a casa desde Kansas City. Odiar a Nombre y sentir que traicionaste a tu tía porque uno de ellos era su prometido. Tuviste una infección y fue vergonzoso cuando el médico te lo dijo. Al menos era una doctora. La idea de un ginecólogo hombre es desconcertante. La única vez que te examinó uno fue aterradora. Estabas en la universidad. Era demasiado minucioso y hablador, como si estuviera a punto de invitarte a una cita y decidiste que nunca más. El único que tuviste sin guantes para el examen de mamas. El examen vaginal digital más sensual que tuviste para revisar el cuello uterino y los ovarios en busca de dolor. ¿Se suponía que su pulgar debía rozar tu clítoris? Incluso te preguntas si lo estaba grabando en su teléfono, ya que lo viste ajustar dos veces mientras asomaba por el bolsillo del pecho. Su bata de laboratorio. Su estúpido bigote de noviembre te preguntó si te gustaba. Así que algunos días no comes. Haces ejercicio para mantener el cuerpo que quieren. Te da valor para ellos. No eres nada. La gente siempre dice cosas bonitas. Cosas huecas. ¿Y si nunca hubieras conocido a Nombre? ¿Y si nunca te hubieran follado en el suelo por 3,45 dólares la hora? De espaldas, a gatas, a veces incluso encima de él. Tu primer orgasmo en ese suelo que olía a leche rancia y lejía. Tener que decirle a tu madre que te recogiera 45 minutos después del cierre del lugar para tus tareas de limpieza. Usaste tampones solo para evitar que se le escapara el semen de camino a casa. Fingiste ser virgen cuando estabas lejos de serlo. Te dijo que no te preocuparas porque se había hecho una vasectomía. Esa parte debe haber sido cierta. No tienes citas aunque siempre intentan concertarte una cita. Ni una oportunidad. Tu hijo es una buena excusa. Y una verdadera razón. Amor verdadero. La Tierra gira en el espacio. ¿Por qué no puede simplemente ¿Congelarte y morir como yo? Tu jefe no te lleva hasta el final porque no le engaña a su esposa. Le haces sexo oral porque no cree que cuente. Preserva su pureza. Dice que lo desea con todas sus fuerzas, como si pudiera tomarte lo que quisiera, pero es fuerte y valiente. No eres nada. Él es guapo. Dejas que te bese y te acaricie. Anhelas su contacto. No es un gran hombre, pero lo anhelas. Lo más parecido a un buen hombre que has conocido. Una figura paterna. Tu hijo necesita una figura paterna. Él lo es todo. Se merece algo mejor. Te quiere. Te dice que eres una buena madre y que por eso vale la pena soportar el mundo el tiempo que sea necesario. Pones buena cara, pero él sabe que estás vacía, en el fondo. Un pato herido fingiendo ser un cisne. Siempre fingiendo. ¿No había fingimiento antes de Nombre? Quizás no. Los días empiezan y tu mente finge, y es difícil, y los días terminan. Malos sueños por ambos lados. ¿Será un buen hombre? El gracioso La cosa es que quieres que sea un príncipe porque es tu príncipe, pero aunque sea como la mayoría de los hombres, quieres su felicidad total. Quieres chicas hermosas, buenos momentos y amigos fuertes para él. Existes para fingir y para que esos hombres te disfruten, pero sobre todo para darle a tu hijo la mejor vida posible más allá de ti. No eres inútil. No es tu culpa. Eres más fuerte de lo que crees. Palabras vacías. Tienen que decirlo. Siempre lo han hecho. Sin creatividad. Sin perspicacia. Sin verdad. Solo palabras.

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    Solo llámame "papá"

    En mi historia, COMENZÓ CON MI HERMANO, mencioné brevemente 3 instancias en las que evité ser violada al dejar que los hombres me tuvieran cuando parecía que iban a hacerlo sin importar si yo consentía o no. Creo que evité el trauma emocional y físico en ese momento, pero la ira, el resentimiento hacia mí misma y los sentimientos de haber sido agraviada y al respecto se acumularon después. Nunca compartí ni publiqué esas historias. Por favor, lea mi historia original para el contexto. En esta instancia, el sexo ya estaba sucediendo cuando desperté, y mi reflejo fue tomar el camino de la no confrontación. El camino fácil, no el correcto. Había llegado a casa del trabajo como mesera en mi bar y restaurante a la parrilla y mi compañera de cuarto tenía a su padre alojado con nosotros durante el fin de semana. Ya lo conocía porque condujeron directamente del aeropuerto al bar deportivo en el que trabajaba. Ahí fue donde me dijo: "Solo llámame, 'papá'". Se sentaron en mi sección, comieron y se fueron. Sin problemas. Luego, de vuelta en nuestro apartamento de dos habitaciones, hubo una pequeña fiesta para él con un par de amigos. Tomé un par de sidras fuertes y charlé sobre la universidad y mi compañera de piso, y escuché historias de cuando ella era niña. Coqueteé y seguí la corriente a las insinuaciones sexuales de "Papá" dirigidas a mí, e ignoré sus ojos de arriba abajo. Ya estaba acostumbrada. Jugué a ser la buena anfitriona y esperé hasta que todo se calmara, probablemente alrededor de las 2 o 3 de la mañana, antes de ducharme e irme a la cama. Había sido un largo día con clases y trabajo. Me desperté unas horas más tarde con "Papá" ya dentro de mí, ¡empujando dentro y fuera entre mis piernas! Por la luz que entraba a raudales por mis persianas oscuras, podía decir que era de día. ¡Pero qué diablos estaba pasando! No tenía bragas, pero sí camiseta. Debajo, la figura oscura que rápidamente pude identificar como "Papá" me acariciaba los pechos con una mano mientras me sujetaba con la otra. Todavía aturdida y confundida, supongo que lo abracé y respondí como una compañera dispuesta. Pronto terminó y luego se puso incómodo. Me dijo "Eso realmente dio en el clavo". ¡Empezó a conversar! Cuanto más tenía que pensar, más me daba cuenta de lo que había pasado. Que simplemente se había servido mientras yo dormía. Tenía 19 años y estaba saliendo con un jugador de béisbol universitario atractivo en ese momento y no me habría acercado a este tipo de cincuenta y tantos a propósito. Seguro que estaba bebiendo esa noche, pero yo solo había tomado unas pocas sidras. Así que ahí estaba yo, dándome cuenta de que me habían violado, ¡pero rehén de un sentido de la cortesía! Sin mencionar que medía 1,60 m y pesaba 50 kg, por lo que estaba la intimidación física de un hombre mucho más alto con un cuerpo de padre. Siempre orino justo después del sexo, pero me sentí cautiva por las divagaciones de "Papá" mientras se apoyaba en un codo flotando sobre mí mientras pasaba sus dedos sobre mí y me acariciaba el cabello esporádicamente. Compartí con él su lata de cerveza fría, que debió abrir justo antes de entrar a violarme, porque recuerdo haber bebido a fondo el líquido frío que me alivió la garganta seca. Sufrí algunos chistes de papá e historias que no me interesaban, además de responder algunas preguntas personales sobre mí y mi sexualidad. Buscaba un momento para levantarme y alejarme de "Papá" cuando dijo: "Estoy listo para ir otra vez, cariño". ¡No! ¡Se colocó encima de mí! En lugar de resistirme o incluso decir "no", abrí las piernas para acomodarlo. ¡Qué demonios! La segunda vez no tuvo la misma ansiedad que la primera, por desgracia. Como él mismo dijo, esta vez quería darme una lección. Supongo que sobre lo bueno que era en la cama. Un caso claro de "pene de whisky". Así que dejé que este hombre con el que nunca había querido ni considerado tener sexo me empujara en varias posturas. Era un hombre grande y mucho más fuerte que yo, era una broma. Después del misionero, me levantó para demostrarme algo y me lo hizo contra la pared junto a mi ventana. Recuerdo ver a través de las rendijas de las persianas y saber que era temprano porque el estacionamiento estaba lleno y no se movía nada. Entonces me tiré de golpe a la cama. Hicimos un 69, yo tumbada sobre él, chupándolo con todas mis fuerzas, deseando acabar con él mientras me lamía. ¡Fracasé! En un momento dado, me tuvo encima, montándolo. Estaba a gatas con él embistiendo detrás de mí cuando me desplomé boca abajo bajo su peso. Disfrutaba de las embestidas sin parar, ya que estaba completamente inmovilizada por él. Dejé que me diera dos o más orgasmos con la esperanza de que acabara. Grité tanto que me daba vergüenza que mi compañera de cuarto entrara corriendo en cualquier momento. Estaba desmayada, borracha. Finalmente se fue en cuanto terminó. Estoy segura de que tenía el ego desorbitado y ¡ese hombre tan terrible todavía piensa en mí! Me quedo tumbada en la cama, recuperando el aliento y cada vez más ansiosa. Me levanté, me puse un chándal y salí corriendo hacia el gimnasio. Tenía muchísimas ganas de escaparme. Bebí agua como si acabara de salir de un desierto. Me duché un buen rato en el gimnasio vacío del sábado por la mañana, sin más productos que jabón de manos. Luego empecé a entrenar como una loca, con tres horas de sueño y agotada. Intentaba sacármelo de encima sudando, gritando y haciendo ejercicio a toda máquina. Me duché de nuevo, salí y me quedé dormida en el coche, en la parte de atrás del aparcamiento. El resto del fin de semana solo iba a mi apartamento unos minutos a la vez para recoger cosas que necesitaba. ¡Y desde luego que no dormí allí! Cuando se fue, respondí a las preguntas de mi compañera de piso, que había estado ignorando con mentiras y respuestas cortas. Le dije la verdad. Se encogió de hombros y me miró con escepticismo, como si fuera una de esas cosas. Fui promiscua en la universidad y ella lo sabía. Hicimos una especie de broma y seguimos adelante. De la forma fácil, no de la correcta. Todavía me siento muy culpable por cómo era entonces. En aquel entonces, mi problema no era "ojalá hubiera peleado con él". ¡Lo que deseaba era haber estado demasiado borracho para recordarlo! Así que eso fue todo. Algo que guardé dentro, supurando. Otras cosas se sumaron y lo escondí bajo la alfombra de mi mente dañada. No es uno de los peores esqueletos en mi armario, pero por ahora estoy dispuesta a compartirlo. Estoy trabajando en las demás. Mi primera historia me ayudó mucho. Espero que también le haya ayudado a alguien más. Les agradezco a todos y me solidarizo. Leeré sus historias y los apoyaré en mis pensamientos y oraciones.

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    Mi primer año en la universidad

    He sufrido agresiones sexuales muchas veces, pero esa es otra historia. Dos estudiantes me agredieron sexualmente durante mi primer año de universidad. En abril de 2022, mi primer agresor empezó a escribirme. Todo fue platónico. Ni siquiera coqueteamos. Cuando nos vimos, todo iba bien hasta que me pidió que volviéramos a quedar. Quería ser amable, así que acepté sin darle ninguna importancia. Quedamos el 12 de abril de 2022 y todo fue bien. Hasta que estuvimos en su coche, me preguntó si quería tener algo. Me pilló desprevenida, pero me negué. Aun así, insistió. Me sentí incómoda y no supe qué hacer. Entonces empezó a besarme y tocarme. Me quitó la ropa en segundos. No pude apartarlo. Y me agredió sin condón. Me quedé allí paralizada mientras él reía. Después, hizo como si nada. Al principio, no pensé que fuera una agresión sexual. No lo procesé ni lo comprendí. Intenté convencerme de que "lo quería. Estoy siendo dramática. Me gustaba". Intenté autoexagerar y normalizar el incidente. Me culpaba constantemente: "Es culpa mía. Yo fui quien se subió a su coche. Debería haberlo pensado mejor". Así que fingí estar bien e intenté seguir adelante. Hasta el día siguiente, volví a ser agredida sexualmente dos veces, el segundo día consecutivo, por su amigo/compañero de equipo. En agosto de 2021, mi segundo agresor me vio y pensó que era "guapa" y que "quería una relación conmigo", pero le dejé muy claro que no estaba interesada. Aun así, coqueteaba e intentaba hablar conmigo, pero yo seguía rechazándolo. Dejó de intentarlo, y con el tiempo nos llevamos bien y poco a poco empezamos a ser amigos. El 13 de abril de 2022, me invitó a "comer". Mintió y, en lugar de eso, me llevó a un aparcamiento público vacío. En cuanto aparcó, me agarró la cara, me besó y me tocó por dentro de la camisa y los pantalones. No me pidió permiso ni una sola vez. Intenté apartarme, pero él seguía acosándome y me preguntaba más de dos veces: "¿Por qué te alejas?". Le dije: "No quiero hacer nada". Intentó convencerme. Dije: "No". Entonces tuvo la audacia de preguntarme: "¿Por qué?". Solo dije: "Estoy cansada". Aunque mi segundo agresor se detuvo, siguió violando mis límites. Después de rechazarlo varias veces, mentirme y alejarse, afirmó: "Sabía que no era bienvenido, pero lo hizo de todos modos porque no tenía nada mejor que hacer". Después, me dejó en la escuela. No pude callármelo más. Fui al baño para llamar a mi prima. Empecé a llorar y le conté todo. Mi prima estudiaba en la misma universidad que yo. Fue la primera persona a la que se lo conté. Desde que se fue, necesitaba hablar con alguien en el campus. Caminé por el campus llorando. No sabía a quién acudir. La gente me miraba de forma extraña. Fue entonces cuando me encontré con mi amiga. Me llevó al vestíbulo de su dormitorio. Le conté todo mientras me consolaba durante mi ataque de pánico. Después de dos horas, me tranquilicé y me fui a casa. Una vez en casa, me acosté y dormí todo el día. A la mañana siguiente, tuve que contárselo a mi madre. Se lo conté todo. Hay mucho más en la historia. Ojalá pudiera decir que se hará justicia, pero esta historia termina de otra manera. Salieron libres y siguieron asistiendo a mi antigua universidad, lo que me dejó sin otra opción que transferirme. No podía quedarme sin temer encontrarme con mis atacantes. Nada de esto ha sido fácil. El proceso legal, la hospitalización, el cambio de universidad y el susto del embarazo. Mis gritos mientras tomaba la mano de mi defensora durante el examen médico siempre me perseguirán. Cada día después de eso fue más difícil. Tuve que cortarme el pelo largo por los flashbacks. Tengo pesadillas. Siento pánico cada vez que estoy cerca de un hombre. Me siento utilizada y repugnante todo el tiempo. Ya no sé cómo ser ni conectar con la gente. Algunas amistades ya no son las mismas porque prefieren mantener las distancias. Mi prima no me cree. Las reacciones que recibí de la gente me han afectado mucho. Tengo amigos y mucha gente que me cree y me ha apoyado. Pero algunas reacciones de mi propia familia me impactaron y me sorprendieron. Su respuesta fue casi tan mala como la propia agresión. Ya no soy la misma persona que solía ser. Nunca podría explicar lo que paso a diario. Ocho meses después, mi ansiedad y depresión han empeorado, y ahora tengo TEPT. Lo tomo día a día. Algunos días son más difíciles que otros. Pero lo estoy intentando y trabajando en mí misma. Estoy en terapia, tomando medicamentos y sigo yendo a la escuela. A veces todavía siento que fue mi culpa. A veces me siento avergonzada de haber sido agredida. Lo que pasó es una carga enorme para mí. He debatido numerosas veces si compartir esto por miedo a ser juzgado, pero aquí estoy.

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    De un sobreviviente
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    No soy solo una herramienta

    Todos los recuerdos a los que mi mente parece acceder fácilmente día tras día son mucho más difíciles de verbalizar. Nunca he compartido mi historia, pero pensé que esto podría ayudar y quizás también a otros. Parece egoísta compartirla, así que me alegra que sea anónima para no sentirme culpable ni preocupada por las opiniones de los demás. Debido a mi pasado, me ha costado mucho separarme de ser la herramienta sexual y ser normal. Mis padres se separaron cuando tenía 3 años. Mi madre consumió heroína y poco después se casó con un hombre abusador. Había abuso físico extremo en casa (nos pegaba, nos encerraba, mató a golpes a un perro delante de nosotros, incluso le disparó a mi madre en la pierna y nos obligó a cuidarlo). Cuando se quedaban sin dinero para las drogas, ofrecían a sus amigos para agredirme sexualmente. Tenía entre 4 y 5 años. También nos animaban a mi hermano menor y a mí a actuar entre nosotros. Tenía que orinarme encima o yo tenía que tocarle sus partes íntimas. Una vez me llevaron a una fiesta en una casa. Era una mansión con ascensor que me pareció genial. Me llevaron a una habitación y permitieron que varios hombres me tocaran. Solo uno tuvo relaciones sexuales ese día. Todavía tengo pesadillas con él. Todo esto se descubrió pronto y me enviaron a vivir con mi padre. Era alcohólico, así que nos quedábamos a menudo en casa de mi abuela. Mi hermano, mi primo menor y yo jugábamos al "médico" todo el tiempo. Era lo único que conocíamos. Una Navidad, cuando tenía 8 años, me dijeron que fuera a buscar a mis primos. Tenían 16 y 18 años y eran amigos suyos. Cuando toqué la puerta, me dijeron que entrara. Me violaron de todas las maneras posibles. Nadie se dio cuenta de mi ausencia. Después fui al baño y estaba sangrando. Pensé que iba a morir ese día. Pensé que me desangraría. Esa noche, mi primo de 16 años se disculpó y prometió cuidarme. Durante 3 años, cada vez que estaba en casa de mi abuela, me acostaba con él y me violaba, pero con suavidad. Me dijo que sería su esposa. Me dijo que me amaba y que siempre me mantendría a salvo. Cuando cumplió 21, dejó embarazada a otra chica. Me dijo que tenía que casarse con ella. Luego fue a casa y se pegó un tiro en la cabeza. Me sentí desconsolada. Me corté la muñeca para acabar con el dolor, pero fracasé. Mi madre regresó a mi vida con un nuevo marido. Empezó a querer que me probara ropa para él. Luego empezó a entrar en mi habitación por las noches y a complacerse sobre mí mientras me tocaba. Se lo dije a mi madre y ella dijo que no, que solo la estaba abusando a ella. Lo echó. Se ahorcó poco después. Yo había empezado a portarme mal. Les daba trabajos duros a alumnos de 12º grado en 7º grado en el autobús. Pensaba que mi trabajo era complacer a los hombres. Tenía 15 años cuando me di cuenta de que estaba equivocada. Esta comprensión vino de que la gente en la escuela empezó a llamarme puta y a burlarse de mí. Cambié mis comportamientos con mucho esfuerzo. Tuve que observar a otros adultos para descubrir qué era normal. La gente me preguntaba cuándo perdí mi virginidad y no sabía qué decirles. Tuve problemas principalmente en las relaciones porque priorizaba mi valor como esposa en mi desempeño en la cama. Cargaba con mucha culpa por las personas de las que abusé de niña, cuando no tenía ni idea. Especialmente mi primo menor. Yo solo tenía 5 o 6 años, pero él 3 o 4. Ahora lleva mucho tiempo en prisión por drogas. Me pregunto si lo que hice lo cambió como me cambió a mí. Siento mucha culpa por eso. Mi hermano es drogadicto y me pregunto si lo que hicimos influyó en eso. Siento culpa, como si fuera un año mayor y debería haberlo protegido. De adulta, puedo protegerme más. Mi padre me agarró el trasero y me dijo que era sexy hace unos 10 años, pero ya no lo veo. Mi madre murió de hambre por consumir drogas hace 5 años. Soy solo yo y pienso en el daño que todo esto me ha causado. Me siento diferente a los demás. Me siento dañada. Me distancio a menudo. Necesito conectar con la tierra. No confío en la gente. Veo lo malo que puede ser la gente, incluso la que parece normal. Sin embargo, crezco cada día. Intento ser la mujer y la madre que necesitaba. Me esfuerzo por ser mejor cada día. Ahora tengo un marido maravilloso. Aunque no puedo sentir amor, él me sigue queriendo a diario. Tengo unos hijos maravillosos. Les va bien en la escuela y son unas personitas maravillosas. Estoy orgullosa de lo lejos que he llegado. Todavía me siento culpable, pero cada día es uno nuevo.

    Estimado lector, esta historia contiene lenguaje autolesivo que puede resultar molesto o incomodo para algunos.

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    Actividad de puesta a tierra

    Encuentra un lugar cómodo para sentarte. Cierra los ojos suavemente y respira profundamente un par de veces: inhala por la nariz (cuenta hasta 3), exhala por la boca (cuenta hasta 3). Ahora abre los ojos y mira a tu alrededor. Nombra lo siguiente en voz alta:

    5 – cosas que puedes ver (puedes mirar dentro de la habitación y por la ventana)

    4 – cosas que puedes sentir (¿qué hay frente a ti que puedas tocar?)

    3 – cosas que puedes oír

    2 – cosas que puedes oler

    1 – cosa que te gusta de ti mismo.

    Respira hondo para terminar.

    Desde donde estás sentado, busca objetos con textura o que sean bonitos o interesantes.

    Sostén un objeto en la mano y concéntrate completamente en él. Observa dónde caen las sombras en algunas partes o quizás dónde se forman formas dentro del objeto. Siente lo pesado o ligero que es en la mano y cómo se siente la textura de la superficie bajo los dedos (esto también se puede hacer con una mascota, si tienes una).

    Respira hondo para terminar.

    Hazte las siguientes preguntas y respóndelas en voz alta:

    1. ¿Dónde estoy?

    2. ¿Qué día de la semana es hoy?

    3. ¿Qué fecha es hoy?

    4. ¿En qué mes estamos?

    5. ¿En qué año estamos?

    6. ¿Cuántos años tengo?

    7. ¿En qué estación estamos?

    Respira hondo para terminar.

    Coloca la palma de la mano derecha sobre el hombro izquierdo. Coloca la palma de la mano izquierda sobre el hombro derecho. Elige una frase que te fortalezca. Por ejemplo: "Soy poderoso". Di la oración en voz alta primero y da una palmadita con la mano derecha en el hombro izquierdo, luego con la mano izquierda en el hombro derecho.

    Alterna las palmaditas. Da diez palmaditas en total, cinco de cada lado, repitiendo cada vez las oraciones en voz alta.

    Respira hondo para terminar.

    Cruza los brazos frente a ti y llévalos hacia el pecho. Con la mano derecha, sujeta el brazo izquierdo. Con la mano izquierda, sujeta el brazo derecho. Aprieta suavemente y lleva los brazos hacia adentro. Mantén la presión un rato, buscando la intensidad adecuada para ti en ese momento. Mantén la tensión y suelta. Luego, vuelve a apretar un rato y suelta. Mantén la presión un momento.

    Respira hondo para terminar.