Aprovechado: Un joven que se aprovecha de él

Tenía 18 años. Mi padre me trajo de vacaciones a Tailandia y me dejó sola unos días porque nuestros vuelos no coincidían. Antes de irse, se encargó de enseñarme el barrio rojo. Me dio vergüenza cuando me señaló los sitios donde podías conseguir una mamada o una novia para pasar la noche. Me señaló el sitio donde estaban las travestis y me dijo que lo evitara. Ojalá hubiera prestado más atención, porque cuando se fue, y yo estaba sola esa primera noche, fui al barrio rojo como pensé que mi padre quería. Acabé en ese bar donde están las travestis, sentada sola, tomando una cerveza, preguntándome cómo iría mi noche. No importó tanto cómo pensaba que iría, porque se me acercaron dos travestis, metieron las manos en mis pantalones y empezaron a acariciarme. Fue placentero, y parecían mujeres, y mi padre se habría alegrado de que estuviera "consiguiendo algo", así que volví al hotel con dos de ellas. Creo que intentaba convencerme de que eran mujeres, porque para mí, a los 18 años, ese era mi sueño. Que se acercaran mujeres y quisieran tener sexo conmigo. Pero una vez que subimos a la habitación y me quité la ropa, me di cuenta de que estaba en un lío. Ojalá pudiera decir que la historia terminó ahí. Que pude despedirlas. Pero en ese momento no sabía el precio que tenía el sexo. Nunca había tenido sexo antes, y aquí estaba alguien dispuesto a hacerlo conmigo. Después me sentí mal. Sentí que le debía algo a esa persona. Cuando en realidad, consiguió todo lo que quería: un hombre con la mitad de su edad, un inocente tonto. Había entregado mi alma a alguien que solo quería usarme. Me sentí mal, y seguí así durante varios días. Recuerdo la situación y siento mucho resentimiento. Resentimiento hacia mi padre, por llevarme al barrio rojo. Resentimiento hacia la prostituta, que se aprovechó de un chico triste y solitario. Pero ahora solo puedo perdonar. Puede que nunca recupere mi virginidad, pero al menos estoy viva.