#112

Tenía 13 años cuando nos conocimos, 15 cuando las cosas empezaron a empeorar, él 45. Siempre disfruté de ser amiga de adultos; me hacía sentir madura e inteligente. Mi familia estaba pasando por un momento difícil y yo era la chica que se quedaba atrás. Él se ofreció a ayudar y, en ese momento, era lo que yo creía que quería. Mis padres confiaban en su amigo íntimo, y él sabía exactamente cómo conseguir lo que quería. Mi amistad con él era demasiado cercana y poco saludable, pero siempre lo disimulaba. Con el tiempo, me enamoré de él en mi adolescencia; era alguien a quien admiraba, en quien confiaba y de quien necesitaba su aprobación. Me besó un poco antes de mi 16 cumpleaños, mientras mi familia estaba de compras. Esperó hasta la medianoche de mi 18 para tener sexo conmigo, en el momento en que fue legal. Siempre decía que nadie entendería nuestra relación y que un día incluso yo lo abandonaría; por suerte, tenía razón. Había jurado guardar el secreto, pero en ese momento no lo necesitaba. Creía que estaba enamorada. Pensé que me casaría con este hombre que tenía la misma edad que mi padre, y tendría hijos y viviría feliz para siempre con este pedófilo manipulador. La relación continuó durante años, hasta que comencé a crecer. Ya no era la adolescente tímida que él había manipulado, encontré amigos que me animaron a ser asertiva, pasé menos tiempo con él, me enamoré de una persona de mi edad, comencé a encontrarlo sexualmente repulsivo, la vida para la que me había moldeado se estaba desmoronando. Cuando dejé de involucrarme en la relación, rápidamente encontró un nuevo modelo, mi hermana menor. Mis padres lo contrataron para que fuera su cuidador para sus complicaciones médicas y de salud mental. Al cabo de un mes, él estaba en contacto físico con ella, y en menos de un año, se casó con ella. Ya no tengo una relación con ninguno de los dos. Han pasado años desde que salí, pero todavía me persigue: ¿alguna vez se lo diré a mi pareja, a mis padres, a mis amigos? Siento que como duró tanto tiempo, entonces soy culpable de no irme, pensé que lo quería, pensé que estaba enamorado, pero fueron todas las mentiras enrevesadas de un anciano repugnante y patético que tenía como objetivo a una adolescente frágil.