#11

Intenté besar a mi novia al final de nuestra segunda cita, y algo andaba mal. Se estremeció. Se movió. No, retrocedió. Luego, me contó que un hombre la había atacado hacía dos años y que no había tenido intimidad con nadie desde entonces. ¿Y ahora qué? Pasó por algo que nunca entenderé. No lo entiendo. ¿Cómo puedes entrar en su interior, sentir ese nivel de conexión y desearla, sabiendo que estuvo atada contra su voluntad y torturada durante horas con objetos extraños, empezando y terminando con abuso físico? No dice en voz alta el origen. Pero ahora sé que aún lleva cicatrices en la piel y daños en los órganos internos. Con una valentía que nunca entenderé. El poder de su historia fue superado solo por el poder de su decisión de compartirla conmigo. Desde ese día, he intentado mantener esa confianza, hacerla sentir segura y enriquecer su vida, como he podido. No se acerca a la comprensión que ella me ha dado. Ahora, mi pareja sigue mostrando señales del trauma casi a diario. Sin embargo, no es ni de lejos lo primero que me viene a la mente cuando pienso en ella. Es una de las mujeres más amables y consideradas que he tenido la suerte de conocer. A veces, su voz de maestra sale a relucir cuando he malinterpretado sus instrucciones o he hecho algo mal, y, sinceramente, no me molesta en absoluto, porque considero que esta confianza es una extensión de su deseo de resolver los conflictos con emociones positivas. No es poca cosa, considerando lo que ha pasado. A veces pienso en el hombre que la atacó. Lo odio. No sé su nombre ni su aspecto. Y no estoy segura de qué haría si lo supiera. Pero, en última instancia, no me corresponde a mí decidir. Ella lo ha perdonado y yo también debo hacerlo. Es más amable y paciente de lo que este mundo merece. Estoy orgullosa de conocerla y orgullosa de amarla.