Sanando...por fin.

Mi historia comienza cuando tenía 10 años. Mi hermano, dos años mayor que yo, empezó a pedirme que le diera calzones chinos, y luego la cosa se volvió más oscura. Después, mi hermano me pidió ver mis partes íntimas y, a cambio, me enseñaría las suyas. Y, claro, de niña no entendía bien qué pasaba, ¿cómo iba a entenderlo? Al principio le dije que no, porque no estaba bien, pero siguió insistiendo y finalmente cedí. Empezó a tocarme las partes íntimas y me hizo sentir muy incómoda. Pero luego la cosa se intensificó y quiso enseñarme cómo se masturbaba. Unos seis meses después, poco después de cumplir 11, me pidió que se las chupara. Me negué, pero luego acepté. Sin saber qué significaba, solo que mi hermano mayor me había pedido algo. Después de ese día, todo se paró. Cuando cumplí 17, finalmente les conté a mis padres todo lo que había pasado y confronté a mi hermano. Él no recordaba nada, mientras que yo lo recordaba todo. Entonces todos procedimos a ocultar todo el calvario, el mecanismo de defensa favorito de mis padres. Y finalmente, a los 19 años, decidí que ya no lo ocultaría. Mi historia ha sido un largo camino; ahora tengo 19 años y finalmente he aceptado todo lo que pasó. Realmente creo en la palabra: se puede perdonar, pero nunca se olvida. Pero me llevó mucho tiempo llegar hasta aquí y créanme cuando les digo que todavía me duele; me ocurrió algo muy traumático cuando era niña, por alguien en quien confiaba completamente. Y sigo sin contarle a nadie lo que pasó, por miedo a que me arrebataran a mi hermano. Pero aunque todavía estoy en proceso de sanación, pensé que tal vez alguien podría beneficiarse de mi historia.