Corona rota

Un exprometido me envió dinero por un auto que alquilamos juntos hace tres años, después de una conversación privada sobre la finalización del contrato. Le dije a mi novio que hablé con él, pero no le conté los detalles. Le había explicado que mi exprometido y yo tomamos varias decisiones financieras juntos y acordamos cerrarlas de forma amistosa. Estos acuerdos se cerrarían de forma natural en unos meses. Un mes después, tras varios días de comunicación normal, mi novio me llama y hace planes improvisados para ir a su casa. Pide comida a domicilio. Solo era una ración. Segundos después, mi novio está en mi puerta e inmediatamente inicia el sexo. Después de llegar al clímax, me abraza y empieza a cuestionar mi relación con él. Me siento incómoda al instante. Pero él me abraza para mantener mi cuerpo cerca del suyo. Le respondo que conoce la naturaleza de mi relación con mi exprometido. De nuevo, agarrándome fuerte, me pregunta si acepté dinero de mi exprometido. Respondí honestamente que sí, porque le había dicho que al principio de la relación mi ex y yo intercambiamos dinero. Mi novio me acusó inmediatamente de mentirle, me soltó y empezó a regañarme por mentir. Estaba confundida. No entendía la acusación. Se levantó y se vistió mientras seguía reprendiéndome, exigiendo respuestas rápidas a sus preguntas, afirmando que sabía que mentía si me detenía y gritándome aún más si no respondía con la suficiente rapidez. Yo también me vestí, llorando de la confusión. Él se había tumbado en mi sofá con los pies en alto y yo me senté al piano al otro lado de la habitación, incómoda y sin poder pensar bien por qué. Me envió 800 dólares con el mensaje de que le devolviera el dinero a mi exprometido o le devolviera el suyo. Sintiendo que había hecho algo mal, le devolví el dinero a mi exprometido. Le mostré el recibo a mi novio. Intentó seguir discutiendo, pero mencionó que sabía que la transacción había ocurrido hacía un mes. Le pedí que se fuera, incómoda, pero sin poder identificar mi incomodidad. Ahora sé que planeó todo el encuentro porque me tomó una foto llorando al piano sin que yo lo supiera y la compartió. Luego apareció en un sitio web dedicado exclusivamente a mí y se podía buscar mi nombre en Google.