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De 2011 a 2015, sufrí abuso sexual, físico y psicológico, por parte de un hombre con el que mantenía una relación sentimental, casi 20 años mayor que yo. Tenía 17 años y me sentía atraída por alguien que en aquel momento me parecía cautivador y sabio, y que también mostraba interés y atracción por mí. Supe desde el principio que estaba mal, pero eso también fue lo que lo hizo emocionante. Nos conocimos en una comunidad segura con gente que conocía de toda la vida, y él parecía comprenderme de verdad, con todas mis complejidades. Me veía, lo cual fue muy importante para mí en una época en la que no me veía a mí misma. La primera vez que tuvimos sexo oral fue en un banco público de noche. Tenía 17 años, me llevó a comer sushi, me invitó a alcohol y me dijo que después quería dar un paseo por el bosque. Estaba vacío y oscuro, así que al principio no tuve miedo. Nos sentamos en una mesa a fumar marihuana y lo siguiente que pasó fue que me dejó tocarlo, con su pene expuesto delante de su cara. Él no tenía una casa adonde ir, así que aquí estábamos. Nunca había chupado una polla antes, pero no quería que lo supiera, así que hice lo mejor que pude. Y luego la cosa se intensificó. Había dedos y manos por todas partes y él se estaba bajando los pantalones encima de mí en este parque público. Tenía que parar. No podía perder mi virginidad de esta manera y no sabía cómo la cosa se había intensificado tan rápido. Se me pasó por la cabeza que él podía hacerme lo que quisiera ahora mismo y que no había nadie alrededor para oírme o ayudarme. Y que necesitaba que él encontrara la manera de salir del parque y llegar a casa. Supongo que este es uno de mis primeros recuerdos que moldeó cómo me siento sobre el sexo: es algo que puede y debe suceder en cualquier lugar, y es algo que tú, la chica, le estás ocultando al hombre. Porque eso es lo que éramos, una chica y un hombre. La primera vez que me golpeó fue en mi dormitorio de la universidad. Supongo que en parte por eso nunca pienso en la universidad y odio ir. Mis cuatro compañeros de piso estaban fuera de la ciudad y lo invité a pasar el fin de semana. Trajo a su hijo de 10 años. Ya estábamos en una situación difícil: problemas de confianza y de control. La noche anterior me hice amiga de un actor guapo que conocí en mi trabajo en el teatro. Intercambiamos números de teléfono. Envié un mensaje de texto a altas horas de la noche y luego borré la evidencia. Me desperté con las maletas empacadas, el caos en mi pequeño apartamento, el sol brillando a través de las ventanas de lo que prometía ser un día hermoso. Estaba confundida, pero no quería empezar a discutir delante de su hijo, que solo dijo: "Espera, ¿nos vamos?".