Yo gané.

Me prometí a mí misma que le demostraría a mi madre que estaba equivocada, que no soy nada de lo que ella decía, y que un día me convertiría en una persona exitosa y le haría saber que lo logré a pesar de ella. Me negué a darle poder sobre mí a quienes me hicieron daño. Sentirme derrotada, miserable o permanecer en un estado de depresión sería permitirles ganar. No podía darles una razón para pensar que tenían un efecto en mí. Quería ser la mejor versión de mí misma y empoderar a otras personas cuando llegara el momento. Ahora he recuperado mi poder. Ya no me avergüenzo de lo que me pasó. Ahora me siento cómoda en mi propio cuerpo. Este cuerpo ha pasado por mucho, pero ahora lo veo como una armadura. Puede que haya sido herida. Puede que tenga algunas cicatrices, pero son solo recordatorios de lo que sobreviví. Todavía tengo mi alma, y mi mente está intacta. Cuando me miro al espejo, todo lo que puedo hacer es sonreír y admirar quién soy y lo lejos que he llegado. Gané. Gané porque no permití que esas personas me robaran el alma. No dejé que me robaran la oportunidad de amar, ni de ser la mejor persona que puedo ser. En cambio, me convertí en una sanadora, una guerrera, una amante, una líder y una madre orgullosa. Soy quien soy porque Dios me amó y aprendí a amarme a mí misma. Y cuando todos pensaron que estaba derrotada… me levanté.