Ser la mascota del profesor

Me cuesta creer que lo que pasó fue suficientemente malo. La autoinvalidación y la invalidación externa no han ayudado. Pero ahora quiero hablar, aunque nadie lo escuche ni lo lea. Era un niño, ni siquiera tenía 5 años. Mi maestra de preescolar nos hacía dormir la siesta. Se sentaba a los pies de mi cama, me desnudaba, me metía el dedo, me ponía algodones. Paso horas al día intentando que sus manos se apartaran de mí. Se lo dije a mi madre, y ella me dijo que solo era un sueño. Se lo dije a mi (ahora ex) novia, y me acosó para que le diera audios y fotos mías para complacerla. La hipersexualidad ahora nunca fue mi elección; me repugna que una parte de mí daría lo que fuera por otra oportunidad de contacto, pero los odio. Son horribles. Crecí en internet, con gente pidiendo y enviando desnudos. Solo tenía 13 años. Nadie necesita tanta exposición al sexo de niño, no era justo. Pero mi cuerpo sigue siendo mío. Aunque no puedo controlar cómo lo tratan los demás, sí puedo controlar el mío. No me haré daño por lo que me han hecho; no fue nada que yo haya dicho ni hecho. De ninguna manera provoqué a nadie a esto. Y nunca lo haré. No los perdonaré, no los olvidaré. Pero esta es mi vida, no la suya, y viviré como quiera; nunca tuvieron derecho a arrebatarme mi infancia.