¿Por qué yo?

Escribo esto mientras mi esposo trabaja en la computadora y mi hijo juega con su espada de mentira. Escribo esto mientras intento no llorar. Escribo esto porque contenerlo me está dando asco. Lo siento dando vueltas en la boca del estómago, ahí sentado como un gran bulto de lodo pesado. La noche empezó divertida; se suponía que sería una reunión informal para una compañera de trabajo que cambiaba de puesto. Estaba emocionada de salir porque la mayoría de las veces no puedo hacerlo. Soy mamá, esposa, trabajadora. Cuido de los demás. Mis días consisten en trabajar, preparar comidas, ir al tee-ball y a nadar. Mis fines de semana consisten en ponerme al día con la ropa lavada, hacerme la pedicura de vez en cuando e ir a Costco. Lucho como cualquier mujer con mi identidad como mamá y esposa, y la persona que era antes. Estaba tomando bebidas, compartiendo historias de nuestro trabajo loco y disfrutando de mi tiempo libre. Me reí un montón. Aquí es donde entra la culpa, y aunque sé que no es así, no puedo evitar culparme. Me culpo por beber demasiado, me culpo por ser demasiado hablador. Me culpo por ser demasiado amable. Me culpo por no irme antes a casa. Todos habían terminado, pero yo quería seguir. Un bar más, y él también. Me alegré mucho de que alguien estuviera en sintonía y no quisiera que la noche terminara todavía. Me sentí joven y libre, recorriendo diferentes bares con un nuevo amigo. No paramos de hablar de las chicas que le gustaban, y yo le daba consejos sobre ser joven, despreocupado y aprovecharlo. Los bares estaban cerrando, tuve que pedir que alguien me llevara y tuve que caminar hasta mi coche. El alcohol me corría por las venas y me sentía tan bien. Pensé que estaba atribuyendo la noche a una noche divertida y despreocupada, donde se hicieron nuevas amistades, y resultó que estaba equivocado. Todo empezó a volverse borroso mientras estábamos sentados en el cemento esperando mi transporte. Seguíamos hablando y todo iba bien, pero entonces sacó un vídeo de un hombre y una mujer teniendo sexo y me preguntó si me gustaba. Empezó a hacerme más preguntas: si veía porno, con qué frecuencia y de qué tipo. Me quedé en shock, respondí a las preguntas como un robot. Me dijo que estaba duro y yo seguía mirando hacia otro lado. Finalmente apareció mi coche y me fui, llegué a casa y no entendía del todo lo que acababa de pasar. Lo incómoda que estaba y lo equivocado que estaba al hacer eso. Me envió un mensaje pidiéndome que fuera a su casa, pidiéndome que viera el mismo vídeo que él. Respondí y fingí que estaba bien, fingí que las preguntas que me hacía eran normales... No sé por qué. Me da asco no haberle dicho simplemente ¡que te jodan! ¡Maldito pedazo de mierda! ¡No vuelvas a hablarme nunca más, cabrón! Seguí diciendo sí, claro, qué vídeo, no puedes venir y jajaja. Finalmente paró y me desmayé. Me desperté con una alarma y luego recibí un mensaje suyo, riéndose, pidiéndome que borrara los mensajes, y lo hice. Seguí con mi día, seguí con mi fin de semana. Pero los destellos de lo que pasó siguen filtrándose. No puedo detenerlos. Me aterra verlo en el trabajo. Temo que convierta lo que pasó en una historia que me haga parecer una esposa infiel. Siento que fui infiel. Sé que no hice nada malo, pero me odio a mí misma, odio lo que pasó y odio tener que vivir con esto. Siento que no puedo hacer nada y que no puedo contárselo a nadie. Nunca. Me cuestiono todo mi ser, por qué alguien pensaría que podría hacerme esto. Por qué, por qué, por qué yo.