El viaje en autobús a casa

El día antes de mis vacaciones de Acción de Gracias, iba en autobús a casa (el autobús escolar, no el transporte público). Suelo sentarme atrás porque ahí es donde se sientan mis otros amigos la mayor parte del tiempo. El autobús no va tan lleno como de costumbre porque no viene mucha gente a la escuela, así que solo estaba yo, que tenía 12 años en ese momento y estaba en séptimo grado. Mi otro amigo de séptimo grado, al que llamaré "T", también tenía 12 o 13 años, y un alumno de octavo grado, al que llamaré "M", iba sentado detrás de mí. Me senté al fondo, un asiento por delante del último; M estaba detrás de mí. Estaba revisando mi teléfono esperando a llegar a mi parada. Poco antes de salir de la escuela, T empezó a hacer comentarios raros sobre cómo me iba a tocar. A veces, la gente a mi alrededor bromeaba así y no hacía nada, así que no le presté mucha atención y volví a mirar mi teléfono. Finalmente, se sienta a mi lado y empieza a hacer comentarios inapropiados sobre cómo me tocaría el pecho, los muslos y otras partes íntimas. Cabe mencionar que ya le tenía un poco de miedo a T por su fuerza física, así que intento moverme, pero él me empuja contra la ventana e intenta tocarme. No lo dejo ir demasiado lejos hasta que M empieza a ayudar a mi "amigo" en el acto sujetándome y apartándome los brazos para que pudiera tocarme libremente. Grité, pero nadie de la parte delantera del autobús pareció oírme o simplemente asumieron que era alguien raro o que estaba jugando. Intenté grabar lo que decía, pero se dio cuenta, me quitó el teléfono y amenazó con tirarlo por la ventana, pero por el momento, simplemente lo tiró al asiento de enfrente. Le escribí a mi profesora contándole lo sucedido, pero sabía que no vería mi mensaje hasta que volviéramos a la escuela, lo cual fue unos cuatro días después. Una vez transcurridos esos cuatro días, le di más información. Ella se lo contó a la subdirectora de nuestro grado y no pasó nada. Esperé días, semanas, y finalmente pasó un mes y simplemente desistí de meterlos en problemas. No recuerdo haber llorado ni nada parecido, y no le dije al conductor del autobús; casualmente teníamos un sustituto ese día y aún tenían otra ruta que hacer después de nosotros, así que tampoco pudieron hacer mucho. No sé si me afectó mucho o no, simplemente fue raro, sobre todo porque consideraba a T mi amiga y a M no tan rara. Un año después de que todo esto pasara, seguía sin pasar nada, pero para entonces ya no me importaba. No se lo dije a mis padres porque no quería que reaccionaran de forma exagerada; bueno, esto es serio, pero sentí que no me había hecho mucho daño. También me asustaba la idea de que T y M intentaran pelear conmigo o lo volvieran a hacer si las suspendían y volvían después. Los confronté a ambos después del recreo delante de otras personas. Les pareció raro, pero no pareció importarles mucho ni querer hacer nada al respecto. Diría que ahora estoy bien, que ha pasado tiempo y que no necesito terapia; solo quería que se metieran en problemas por lo que hicieron. En octavo grado, intenté alejarme de T lo más posible, pero nuestro autobús era más pequeño y estábamos en el mismo grado, así que no fue del todo factible. No sé muy bien qué hacer ahora; quizá algún día le cuente a algún familiar lo que pasó, pero hoy no es uno de esos días, ni mañana tampoco.