Un recuerdo que se repite cada vez que cierra los ojos

Un recuerdo que se repite cada vez que cierra los ojos Para mi lector: Escribí esto de una manera un poco diferente y espero que no sea demasiado difícil de seguir. No es que tenga palabras para explicar esta experiencia, la sensación, pero es lo mejor que pude hacer. 97%. ¿Qué fue lo primero que te vino a la mente? Retén esa idea. Siempre se escuchan esas historias de terror; las historias de terror que se propagan por los pueblos pequeños y luego se extienden a otros. Historias de terror de las que la gente habla con tanta libertad porque "no me va a pasar a mí". "Adolescente es seguida, secuestrada y violada", dice en cualquier periódico ocasional, con subtítulos políticos, por supuesto, si es que se informa. Subtitulada, menospreciada y olvidada una semana después del suceso. Esas historias de terror en las que nadie piensa demasiado, simplemente un suceso que ya es cosa del pasado. Este es el tipo de historias de terror que más daño hacen. Ella hace una mueca cada vez que cierra los ojos, esperando que tal vez si cierra los ojos lo suficiente, todo desaparezca. Cita. Está rodeada de rostros familiares, aquellos que pensó que nunca le harían daño. Empezó a sentirlo, una sensación de liberación y consuelo, pero no lo suficiente como para perturbar su conciencia. Amaba noches como estas, aquellas en las que podía soltarse con aquellos que le decían que la amaban, un lugar de tranquilidad y risas. "Otro vamos...", escucha mientras sus rodillas comienzan a colapsar. Arde ahora, recordando cuando solía deslizarse por su garganta y olía a manzanas y naranjas de una caja de papel lo suficientemente pequeña como para llenar sus manos. Ella no es quien solía ser, pero no necesariamente en el mal sentido. Ahora es mayor, pero a veces ser lo suficientemente mayor se da por sentado. Es ingenua, en un aturdimiento que parece ser utópico, un aturdimiento que insistió en que nunca podría romperse. Poco sabía ella; Poco era consciente del abrupto esfuerzo que su identidad pronto enfrentaría inconscientemente. Siente unos brazos musculosos y familiares firmemente alrededor de sus costillas y bajo sus piernas mientras su peso parece aumentar. Similar a cómo su padre solía sacarla del auto, fingiendo dormir, después de un largo viaje a casa. Esta vez era diferente, no tenía la misma sensación; no tenía el mismo amor. Solo quería estar quieta. Se oyen voces débiles que resuenan; está lo suficientemente despierta como para percibir la urgencia y la preocupación, pero no puede entender lo que dicen. Sus voces se hacen cada vez más fuertes hasta que la voz de él resuena una vez más en su pecho contra su oído y todo se queda en silencio. Entra y sale cada pocos minutos mientras su cabeza cuelga, pesando lo que parecen ser más de cinco toneladas. "Estás bien", se repetía a sí misma en su mente aletargada. De inmediato, se desliza entre sus dedos y se estrella contra las sábanas. Espera el familiar masaje en la espalda mientras su padre le acomoda el cabello detrás de las orejas con un suave beso de buenas noches. Nunca llegó. Está bien, por fin puede descansar, ¿verdad? "Estoy a salvo", repite su subconsciente sin parar, intentando calmarse. Solo quería estar quieta. No es que no lo conociera, mejores amigos sería mejor decirlo. ¿Lo justifica eso? La presión de unas manos le corta la circulación en las muñecas al vislumbrar una silueta que se alzaba sobre ella. ¿Por qué eran sus manos? Su incapacidad para mantenerse consciente solo empeora y pronto hace una mueca y su visión desaparece. "Estoy tan cansada, cama, no...", fueron las únicas palabras que lograron escapar. Recuerda esta parte, la única parte que su cuerpo y su mente podían permitirle recordar. Poco sabía ella de lo importante que era. Su subconsciente sabe que está en problemas, sin poder, sin fuerza, sin defensa, solo un peso muerto. Indefensa e inconsciente. Hay tanto dolor, un dolor insoportable pulsando entre sus caderas. Ella espera abrir los ojos a pesar de estar completamente consciente después de las pocas horas que le quedan de la noche. Su piel se frota, nunca ha tenido tanto frío. Intentando con todas sus fuerzas procesar cada pista, hay tanto dolor. Su cuerpo desnudo, el cuerpo que ya no siente como suyo, palpita mientras sus ojos recorren la habitación, saltando de un objeto a otro. Se queda quieta, sus ojos vagando con una mueca de dolor ocasional. Le duele la espalda cuando finalmente se gira hacia la mesita de noche de la habitación de invitados y, el latido de su corazón se desploma hasta su estómago, está vacía. Se siente TAN vacía, como si la mitad de su alma hubiera sido succionada con una sola respiración fuerte. Está usada. Las ha visto antes, pero nunca en persona, tan cerca de ella. Lo sabe, pero no hay palabras. Quiere gritar, pero no le sale nada. Está tan sola y cae en una profunda negación. Sus ojos se llenan de lágrimas y una lágrima, reteniendo su identidad, su amor, su esperanza, su felicidad; Su confianza le resbala por la cara, desde el rabillo del ojo hasta la base de la clavícula. Nunca imaginó que podría perder tanto en cuestión de minutos. ¿Cómo puede pasar esto? Se da la vuelta lentamente, con la mirada perdida en el techo, rogando y suplicando respuestas, pero nadie está ahí para darle la respuesta que merece. El corazón le latía con fuerza en el pecho, latiendo dentro y fuera de sus oídos y detrás de sus ojos. Le pasó a ella. Busca su ropa, esparcida por el suelo y enterrada bajo las sábanas que estaban a los pies del colchón, y la busca a tientas. El dolor se intensifica; se dobla mientras gatea hacia la puerta del baño. Tiene moretones en las piernas y el silencio y la desesperación llenan el aire. ¿Se dio cuenta del daño? ¿Dijo "no" lo suficientemente alto? ¿Fue culpa suya no poder verbalizar su "no" con la suficiente claridad? Él lo sabía; era imposible que no lo supiera. A veces, tarda varios días. Unos días, unas semanas; unos meses para comprender plenamente lo sucedido, para confiar en sí misma, para confiar en él. Viviendo dentro y fuera de su propio cuerpo, sin saber cuándo es realmente ella o qué queda de ella. De vez en cuando, sus oídos se apagan, zumbando mientras mira fijamente al vacío, disociando y recordando cada detalle sin decir palabra. A veces, solo se necesita un olor, un nombre, una prenda de ropa, un sonido para recordar esos momentos. No se necesita mucho para recordarle al cerebro la agonía. Es difícil. Se desvanece cada día, cada noche, mientras cada aspecto del recuerdo se repite cada vez que se toma un segundo para pensar. Lo realmente difícil es que lo conocía, alguien que sabía tanto de ella y prometió estar ahí para ella cuando lo necesitara. Alguien que la hacía reír, alguien que siempre la priorizaba, alguien con quien se sentía cómoda. Quizás la gente cambia, pero quizás muestra su verdadera cara de maneras que la mayoría no puede comprender. Y eso es lo que da miedo. De verdad creía conocerlo. Ella se derrumba mentalmente al verlo, al pensar en él. Lo intentó. Intentó durante meses recuperar su atención, pero ¿cómo se suponía que iba a conocer sus intenciones, sus verdaderas intenciones? Para ella, tener cualquier tipo de conexión con esta persona era inimaginable. ¿Cómo se suponía que iba a confiar en él? Es una persona diferente a los ojos de esta chica. Una vez una chica alegre, extrovertida y segura, rápida y abruptamente se convirtió en una extraña para su propia mente, su propio cuerpo; su propia vida. No quiere que esto dure para siempre. Es una locura pensar que la gente desestime estas historias, sin importar la gravedad. El 97%. El 97% de la población femenina ha experimentado algo así. Estas historias de terror persiguen al público por un tiempo hasta que algo más intriga sus mentes hambrientas. "Pelear" es realmente una palabra generosa. ¿De qué más pueden hablar? ¿Por qué más pueden fingir compasión en un intento de demostrar algún tipo de preocupación? Y así, se corre la voz, el juicio y la incredulidad. "No hay manera", créeme, eso es lo que ella también pensó. A veces la verdad es demasiado para la gente; prefieren tomar la salida fácil y no ser "asociados" en lugar de tomarse el tiempo para comprender de verdad su preocupación. Su reputación engañosa fue suficiente para que él saliera adelante y para que la gente la descartara con tanta facilidad. Ahora está aprendiendo, sanando, y un año después, sigue sin poder pasar 24 horas sin pensar en Cita. Ojalá algún día pueda. Ojalá algún día su yo más joven pueda recuperarse y lamentar la abrupta pérdida temporal de su identidad. Ahora busca a quienes le recojan el pelo detrás de la oreja, la carguen cuando esté cansada, le acaricien la espalda y le den un beso de buenas noches, sin importar la relación. Amiga o pareja, ya no quiere este dolor.