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Tenía 12 o 13 años y dormía en casa de un amigo de la infancia. Me desperté en mitad de la noche y él me tocaba. A la mañana siguiente, fingimos que no había pasado nada. Teníamos una muy buena amistad; lo consideraba mi mejor amigo. Era fácil ignorar lo sucedido. Volví a dormir en su casa y volvió a ocurrir. Lo ignoré, una y otra vez. Podía ignorarlo hasta que me acomodara para dormir en su casa. Nunca me permití pensar en ello, pero empecé a dormir con las manos entre las piernas, a asegurarme de llevar el cinturón abrochado, etc., pero seguía ocurriendo. Probablemente tendría 14 o 15 años en ese momento. Para cuando tenía 16 o 17, aprendí que dormir en su casa significaba que estaba siendo inapropiado conmigo, así que lo evitaba, pero seguía siendo un amigo cercano de la familia. Nunca lo evité, solo lo que hacía. Salíamos a fumar. Era un amigo de toda la vida, nos reíamos y bromeábamos. Bueno, me ponía demasiado drogada para irme a casa y me quedaba a dormir, y volvía a pasar, pero aun así lo ignoraba. Una de las últimas veces que pasó, me habló por primera vez en todos esos años y me dijo: «Sé que estás despierta. Sé que te gusta». Ahora tengo 23 años. En estos últimos dos años, empecé a pensar en ello. Al principio, tuve que convencerme una y otra vez de que lo que hizo NO fue consensuado ni incorrecto. Todavía ahora, decir que me agredió, abusó sexualmente o me violó es muy duro. Me parece demasiado duro. No fue violento y él no era mayor que yo; éramos amigos. No le dije que parara, cerré los ojos y me quedé paralizada. Me preguntaba: «¿Me gustó?». Entonces, empecé a aceptarlo. Me enfadé mucho y lo odié. Analizaba todos los buenos momentos que habíamos pasado y pensaba en lo retorcido que había sido todo, en cómo fingía ser buena persona todos estos años. Mis amigos y familiares lo mencionaban o lo invitaban a casa. Dejé de verlos por un tiempo por eso. Finalmente le escribí un mensaje diciéndole que no viniera más y que no estaba fingiendo que ya no pasaba. Simplemente me bloqueó. Entonces, me asusté. Una vez, vi las luces de un coche en la ventana de mi habitación, salté de la cama y me escondí, temiendo que entrara en mi habitación. No podía dormir por la noche. Me preocupaba que apareciera de repente en mi universidad. Cuando me acostaba y cerraba los ojos, sentía como si pudiera sentir sus dedos. Empecé a recordar cosas que había olvidado. Habían pasado entre 3 y 5 años desde la última vez que pasó algo. ¿Por qué de repente no me siento bien con lo que hizo? No me importó durante años. ¿No debería haber reaccionado así hace años? ¿Me gustó entonces y ahora he cambiado de opinión? ¿Es solo un arrepentimiento del "día después"? No, no lo fue. Esto es lo que hizo que mi trauma sexual fuera tan duro. No fue tanto el acto en sí, sino la gimnasia mental, la inseguridad, el miedo, las reacciones de los demás al contárselo. Ahora me cuesta aceptar que no lo odio. Odio lo que hizo, pero también tengo muy buenos recuerdos. ¿Está mal que sienta que puedo perdonarlo? Me enoja que fuera mi responsabilidad sentirme incómoda y contárselo a mis padres, cuando no hice nada malo; lo sentí como un castigo. Su madre fue como una segunda madre para mí. ¿Sigo hablando con ella? ¿Se lo cuento? ¿Qué hago cuando me escribe? Mi propósito al compartir mi historia es validar la tuya, especialmente si no lo denunciaste hasta años después, si seguiste siendo amiga/amante de esa persona, si te congelaste en lugar de huir o luchar, si fue un niño con otro o si no fue una relación sexual. Quiero más representación/comprensión de este tipo de trauma sexual y espero que mi historia contribuya a eso.