#278

Nunca quise creer que mi novio, precisamente, me hiciera esto. Deseaba con todas mis fuerzas que no hubiera pasado y que no fuera cierto; que lo hubiera olvidado. Mi mente lo puso en blanco por completo cuando lo necesité. Solo que ahora, como han pasado unos dos años y casi un año y medio desde que me libré de él, siento que es demasiado tarde. Demasiado tarde para informar, demasiado tarde para hablar, demasiado tarde para admitirlo. Mi vida ha cambiado por completo desde que empezó el covid. Desde que terminó mi relación y los recuerdos empezaron a recomponerse. La historia empieza a encajar y mi pecho está a punto de estallar con la desesperada necesidad de contar mi historia. Verás, tenía unos 18 años y estaba con alguien que creía que me amaba. Estaba tan desesperada por ser amada, por ser vista, que me quedé tres años. Ahora, al mirar atrás, siento asco, vergüenza y bochorno por haberle permitido que me tratara así. El día que lo recordé, me volví completamente loca. Estaba hecha un desastre. Solo podía pensar en las sábanas blancas que tenían mi cara metida, en el rincón de su habitación, en cómo se había quedado sin emociones y había dejado de hablar. Cambió tan rápido en ese instante que despertó en mí un miedo muy profundo. Intenté defenderme, intenté apartarlo, decirle que no. Le dije que me estaba haciendo daño. Recuerdo haber mirado hacia atrás y haber visto su rostro inexpresivo, como si un álter ego se hubiera apoderado de mí; no estaba allí en ese momento. Algo se quebró en él que nunca antes había visto de esa forma. Recuerdo que, cuando me incorporé para defenderme, me agarró de las caderas y la nuca. Me empujó boca abajo, sujetándome con los brazos. Me sujetó así todo el tiempo, sujetándome por la nuca. Nunca temí tanto por mi vida como en ese momento. Intenté decir que no, intenté defenderme, pero su estado mental desquiciado me ignoró y me sujetó contra su cama. Recuerdo haberme rendido, haberme congelado y haberme quedado en silencio, salvo por los gemidos de dolor. Recuerdo llorar, rezando para que no me matara. Terminó, alejándose sin mirarme. "Límpiate", dijo, dejándome sola en su habitación de abajo para ir a hablar con sus padres, que lo habían llamado arriba. Recuerdo que fui a su baño a trompicones, con los pantalones todavía en los tobillos. Recuerdo que no podía parar de llorar, no dejaba de pensar: "Esto no acaba de pasar, ¿qué acaba de pasar?". Recuerdo sollozar mientras me limpiaba. Mi cuerpo se sentía diferente, asqueroso, repelido, invadido. Me sentí violada en todos los sentidos, pero estaba tan convencida de que no había pasado que no sabía por qué. Para cuando salí del baño, él estaba allí, preguntándome por qué lloraba. No supe qué decir, así que me encogí de hombros. Más tarde esa noche, tuvimos una conversación. Le conté lo utilizada que me sentí, lo diferente que me sentí esa vez, lo que me sentí como un juguete sexual. Él procedió a suplicarme y a suplicarme que "no quería sentir que te había violado". Recuerdo llorar. Recuerdo haber pensado: "Él es mi novio, no podría serlo", pero él era mi novio, y definitivamente lo era.