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Historia de un superviviente

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Mensaje para un superviviente

Un día, encontrarás el valor para hablar con alguien sobre lo que te pasó. Un día encontrarás a alguien de confianza que te escuche. Un día te amarás y aceptarás que mereces mejorar.

Mensaje de sanación

Sanar significa aceptar que esta parte de mierda de mi vida fue lo que me convirtió en la persona adulta que soy, junto con muchas otras partes que también fueron muy influyentes. Sanar llega al leer y conocer a personas que han pasado por un trauma sexual y ver la valentía que se necesita para compartir sus historias con los demás. Definitivamente me ayuda saber que no estoy sola y que cuanto más hablamos de ello, más rompemos tabúes y la vergüenza social que lo rodea.

Cuando era niña, entre los 6 y los 10 años, mi primo, que era 5 años mayor, nos encerró en el baño y me obligó a meterme su pene en la boca. Tenía miedo, pensé que no era divertido y quería salir corriendo. Pero él dijo que tenía que hacerlo, que sería divertido y que no se lo diría a nadie. Así que lo hice. Recuerdo el olor, recuerdo la vergüenza y recuerdo saber que estaba mal y que debía contárselo a un adulto de mi familia. Semanas después, se lo conté a mi madrina, quien se lo contó a mi tía. Decidieron guardarse el secreto y se aseguraron de que nunca más me quedara sola con ese primo. Nadie habló con él, nadie le dijo que estaba mal, nadie le preguntó por qué lo hizo, nadie me preguntó si estaba bien y no avisaron a mis padres. Todos tenían miedo de hablar de ello. Así que el silencio fue clave para que todos lo olvidaran. Más adelante, cuando tenía 17 o 18 años, me quedé en casa de ese mismo primo. Él ya tenía veintitantos años, me abrazó y frotó su cuerpo vestido contra el mío de una forma que parecía un juego sexual previo. Me quedé atónita y no tuve fuerzas para decir que no. Finalmente me soltó y se fue a otra habitación. Tenía miedo de moverme. Un sentimiento similar de incomodidad y vergüenza me invadió y por esa época decidí empezar terapia. No sabía a quién acudir, pero mi ginecóloga me recomendó una terapeuta de unos cuarenta años. Cuando le conté la primera historia, dijo que solo eran niños jugando al baño. Sobre la segunda, dijo que era curioso que no encontrara fuerzas para decir que no. Estuve de acuerdo. Era curioso. Pero eso no me hizo sentir validada. Si mi propia familia no lo hubiera abordado como un problema, y un terapeuta profesional no lo hubiera considerado un problema de niña y me hubiera dicho que, como mujer adulta, debería poder decir que no, quizá les había dado demasiada importancia a estas experiencias. Quizás no fueran tan malas. Siempre podía pensar en cosas mucho peores que les habían pasado a otras personas. Las mías no importaban tanto. Yo no importaba tanto. A finales de mis 40, finalmente le conté a mi madre lo sucedido. Estuvo furiosa, triste y enojada durante un par de días. No lo ha vuelto a mencionar en los últimos seis años. Lo peor, sin duda, no es lo que realmente sucedió. Lo peor es el silencio y el tabú que lo rodea, que se han vuelto más densos cada año. Y, sin embargo, ha moldeado mi vida sexual, mis relaciones con mis parejas y con mis familiares. Lo que me ha ayudado durante los últimos 15 años es contar con la plena validación de una pareja increíble que siempre está dispuesta a escucharme y a darme espacio para sentir y reflexionar sobre lo que ahora considero un trauma sexual, a falta de un mejor término. Me siento comprendida y vista por él. Compartir esto aquí también me resulta muy útil. Gracias por este espacio.

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Actividad de puesta a tierra

Encuentra un lugar cómodo para sentarte. Cierra los ojos suavemente y respira profundamente un par de veces: inhala por la nariz (cuenta hasta 3), exhala por la boca (cuenta hasta 3). Ahora abre los ojos y mira a tu alrededor. Nombra lo siguiente en voz alta:

5 – cosas que puedes ver (puedes mirar dentro de la habitación y por la ventana)

4 – cosas que puedes sentir (¿qué hay frente a ti que puedas tocar?)

3 – cosas que puedes oír

2 – cosas que puedes oler

1 – cosa que te gusta de ti mismo.

Respira hondo para terminar.

Desde donde estás sentado, busca objetos con textura o que sean bonitos o interesantes.

Sostén un objeto en la mano y concéntrate completamente en él. Observa dónde caen las sombras en algunas partes o quizás dónde se forman formas dentro del objeto. Siente lo pesado o ligero que es en la mano y cómo se siente la textura de la superficie bajo los dedos (esto también se puede hacer con una mascota, si tienes una).

Respira hondo para terminar.

Hazte las siguientes preguntas y respóndelas en voz alta:

1. ¿Dónde estoy?

2. ¿Qué día de la semana es hoy?

3. ¿Qué fecha es hoy?

4. ¿En qué mes estamos?

5. ¿En qué año estamos?

6. ¿Cuántos años tengo?

7. ¿En qué estación estamos?

Respira hondo para terminar.

Coloca la palma de la mano derecha sobre el hombro izquierdo. Coloca la palma de la mano izquierda sobre el hombro derecho. Elige una frase que te fortalezca. Por ejemplo: "Soy poderoso". Di la oración en voz alta primero y da una palmadita con la mano derecha en el hombro izquierdo, luego con la mano izquierda en el hombro derecho.

Alterna las palmaditas. Da diez palmaditas en total, cinco de cada lado, repitiendo cada vez las oraciones en voz alta.

Respira hondo para terminar.

Cruza los brazos frente a ti y llévalos hacia el pecho. Con la mano derecha, sujeta el brazo izquierdo. Con la mano izquierda, sujeta el brazo derecho. Aprieta suavemente y lleva los brazos hacia adentro. Mantén la presión un rato, buscando la intensidad adecuada para ti en ese momento. Mantén la tensión y suelta. Luego, vuelve a apretar un rato y suelta. Mantén la presión un momento.

Respira hondo para terminar.