Confusión entre niños

Tenía 6 años cuando lo conocí. Él tenía 11, casi doce. Vive a dos casas de la mía; era divertidísimo. Escandaloso, alocado, salvaje, sin complejos. Una noche, estábamos jugando en su trampolín. Yo tenía siete años, él casi 13. Estaba en una etapa en la que siempre llevaba vestidos. Estaba sentada con las piernas ligeramente abiertas. Se desplomó frente a mí, y antes de que pudiera darme cuenta, su cabeza estaba entre mis piernas, sus uñas clavándose en mis muslos. No lo entendía, no sabía que no estaba bien. No lo odiaba, así que lo dejé hacer lo que quisiera. Pensé que ese sería el final. No lo fue. Continuó durante años, sus manos siempre sobre mí, sus labios siempre pegados a los míos. Me dijo que era normal. Que estaba bien. Dijo que solo era un juego. Pero que a nuestros padres no les gustaría, así que no se lo dijera. No lo hice. Hasta una noche, cuando tenía casi 9 años. Me empujó al baño, y no podía comprender qué estaba pasando mientras me quitaban la ropa. Tenía casi 15 años. Antes solo habíamos estado bailando y patinando, no sabía qué lo había hecho cambiar. Pero sí cambió, y perdí mi virginidad en el baño, contra mi voluntad, incluso antes de llegar a los dos dígitos. Me llevó hasta casi los 11 años contárselo a mi madre, y cuando lo hice, me dijeron que nunca podría volver a verlo. Se mudó. Me sentí muy culpable. Pero ya no lo soy. Soy libre en sus manos, libre para ser yo misma. Pasé años de autolesiones, pensamientos suicidas, trastornos alimenticios, etc. Estoy en camino a la recuperación, y nunca volveré a caer en ese punto tan bajo.