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De pequeña, estaba en casa de mi tía con mis primos y un amigo de la familia. Después de ver algo inapropiado juntos, este amigo me pidió que le tocara sus partes íntimas. Al principio le dije que no, pero él seguía insistiendo y me sentí presionada, así que finalmente dije que sí. Lo toqué brevemente, pero paré porque me daba asco. Le pregunté si podíamos olvidarlo. Ahora me siento culpable y avergonzada, como si nunca pudiera ser perdonada y como si fuera mi responsabilidad ser mejor desde que soy mayor. Tengo miedo de meterme en problemas y quiero decírselo a mi madre porque me ha estado carcomiendo cada día. ¿Hice algo mal? ¿Podría alguna vez esperar perdón?

Dr. Laura

Respuesta por Dr. Laura

Enfermera de Salud Mental con Doctorado y Examinadora de Enfermera de Agresión Sexual

Gracias por compartir tu historia con nosotros. Lo que describes parece increíblemente doloroso, y pedir ayuda requiere una gran valentía. A los 13 años, todavía eras un niño, intentando comprender nuevos sentimientos y dinámicas sociales. Tu cerebro aún se estaba desarrollando, en particular las partes responsables de la toma de decisiones, la comprensión de las consecuencias y la resistencia a la presión social. La exposición temprana a medios inapropiados puede nublar la comprensión de los límites y el comportamiento adecuados, lo que dificulta aún más el manejo adecuado de estas situaciones.

Es importante recordar que tanto tú como tu amigo eran menores de edad, y ninguno de los dos tenía la madurez ni los conocimientos necesarios para comprender plenamente las implicaciones de esas acciones. Los niños suelen participar en la exploración o experimentación sexual, y aunque puede resultar confuso o aterrador más adelante, en realidad es bastante común en el desarrollo. Sin embargo, la presión que sentiste para decir que sí después de haber dicho que no inicialmente es significativa. Incluso entre niños, la coerción puede ocurrir, y parece que experimentaste esa presión. Esto no te hace responsable de crear una situación perjudicial.

Sentirte presionado en ese momento y finalmente aceptar no te convierte en una mala persona. Esto resalta la difícil situación en la que te encontrabas cuando eras adolescente, sin las herramientas para manejar este tipo de situaciones. El hecho de que te sintieras incómodo, detuvieras la interacción y quisieras olvidarlo demuestra que tus límites naturales y tu conciencia funcionaban, incluso de joven. Es natural mirar atrás con la perspectiva que tienes ahora y desear haber actuado de otra manera, pero también es importante ser compasivo con tu yo más joven, que se adentraba en un territorio desconocido.

Tu miedo a meterte en problemas es natural, pero las interacciones entre niños de edades similares suelen manejarse de forma muy distinta a las situaciones entre adultos y niños. La atención suele centrarse en la educación, el apoyo y la sanación, más que en el castigo. La culpa que cargas pertenece a la situación, no a ti como persona, y el hecho de que esto te pese tanto habla de tu carácter y tu conciencia.

Si esta experiencia te está afectando mucho, podría ser útil hablar con un adulto de confianza o un profesional de la salud mental. Pueden brindarte un espacio seguro y confidencial para expresar tus sentimientos y ayudarte a superar la culpa y la ansiedad que estás experimentando. Abrirte a tu mamá también podría ser un paso positivo si te sientes cómodo al hacerlo. Ella podría ofrecerte apoyo y orientación para ayudarte a procesar estas emociones. Muchos padres entienden que los niños a veces se encuentran en situaciones confusas y necesitan apoyo, no juicios.

El perdón es posible, tanto de los demás como de ti mismo. Fuiste un niño y lidiaste con una situación que no estabas preparado para manejar a la perfección. Te detuviste cuando te sentiste incómodo, reconociste que algo no andaba bien y cargaste con un remordimiento genuino. Estas son señales de alguien de buen corazón que merece compasión, incluso de ti mismo. Reconocer tus sentimientos y buscar apoyo son pasos importantes hacia la sanación. Recuerda que no estás solo y que hay personas que se preocupan por ti y quieren ayudarte a superar este momento difícil. Sanar es posible, y no tienes que cargar con esta vergüenza para siempre.

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Actividad de puesta a tierra

Encuentra un lugar cómodo para sentarte. Cierra los ojos suavemente y respira profundamente un par de veces: inhala por la nariz (cuenta hasta 3), exhala por la boca (cuenta hasta 3). Ahora abre los ojos y mira a tu alrededor. Nombra lo siguiente en voz alta:

5 – cosas que puedes ver (puedes mirar dentro de la habitación y por la ventana)

4 – cosas que puedes sentir (¿qué hay frente a ti que puedas tocar?)

3 – cosas que puedes oír

2 – cosas que puedes oler

1 – cosa que te gusta de ti mismo.

Respira hondo para terminar.

Desde donde estás sentado, busca objetos con textura o que sean bonitos o interesantes.

Sostén un objeto en la mano y concéntrate completamente en él. Observa dónde caen las sombras en algunas partes o quizás dónde se forman formas dentro del objeto. Siente lo pesado o ligero que es en la mano y cómo se siente la textura de la superficie bajo los dedos (esto también se puede hacer con una mascota, si tienes una).

Respira hondo para terminar.

Hazte las siguientes preguntas y respóndelas en voz alta:

1. ¿Dónde estoy?

2. ¿Qué día de la semana es hoy?

3. ¿Qué fecha es hoy?

4. ¿En qué mes estamos?

5. ¿En qué año estamos?

6. ¿Cuántos años tengo?

7. ¿En qué estación estamos?

Respira hondo para terminar.

Coloca la palma de la mano derecha sobre el hombro izquierdo. Coloca la palma de la mano izquierda sobre el hombro derecho. Elige una frase que te fortalezca. Por ejemplo: "Soy poderoso". Di la oración en voz alta primero y da una palmadita con la mano derecha en el hombro izquierdo, luego con la mano izquierda en el hombro derecho.

Alterna las palmaditas. Da diez palmaditas en total, cinco de cada lado, repitiendo cada vez las oraciones en voz alta.

Respira hondo para terminar.

Cruza los brazos frente a ti y llévalos hacia el pecho. Con la mano derecha, sujeta el brazo izquierdo. Con la mano izquierda, sujeta el brazo derecho. Aprieta suavemente y lleva los brazos hacia adentro. Mantén la presión un rato, buscando la intensidad adecuada para ti en ese momento. Mantén la tensión y suelta. Luego, vuelve a apretar un rato y suelta. Mantén la presión un momento.

Respira hondo para terminar.