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Historia original
Para el sobreviviente que lee esto: Sé que se siente como si el mundo se hubiera detenido cuando te lastimaron, pero no terminó ahí. Simplemente está comenzando de nuevo, de una manera nueva. No eres débil por sobrevivir a lo que te destrozó. Eres fuerte por seguir eligiendo sanar. Habrá días en que la esperanza parezca pequeña, pero incluso la chispa más pequeña puede iluminar un nuevo camino. Un día te darás cuenta de que la paz no es algo que tengas que ganar. Es algo que mereces. Espera. Te estás convirtiendo en la versión de ti mismo que siempre debiste ser.
Para mí, sanar no se trata de olvidar lo sucedido, sino de aprender a vivir sin cargar con el mismo peso. Es la decisión silenciosa cada mañana de elegir la paz sobre el miedo, la autoestima sobre la vergüenza. Sanar consiste en reaprender cosas sencillas: comer sin culpa, reír sin esperar la reacción de los demás, gastar dinero en mí sin ansiedad. Es reconocer que la seguridad no es egoísta y que los límites son una forma de amor. Algunos días, la sanación se siente fuerte y progresista; otros, es simplemente respirar a través de un recuerdo y recordarme que ahora estoy a salvo. Ambas cosas cuentan. Para mí, sanar es recuperar el control de mi propia historia: ya no estar definida por lo que me hicieron, sino por cómo elijo superarlo.
Nunca pensé que terminaría en una relación donde el amor se convirtiera en control. Empezó poco a poco, controlando dónde estaba, con quién hablaba y cuánto gastaba. Al poco tiempo, me aislé de mi familia, mis finanzas dejaron de ser mías y me sentí atrapada en una versión de la vida que giraba en torno a mantener la paz. El control eventualmente se volvió financiero y emocional. Me presionaron para dejar mi trabajo, me dijeron qué podía o no comprar y me hicieron sentir culpable por necesitar independencia. Cada dólar gastado era cuestionado. Mi autoestima se desvaneció lentamente hasta que ya no me reconocí. Entonces llegó la noche en que todo cambió. Durante una discusión, él sacó un arma de fuego no para defenderse, sino como intimidación. En ese momento, me di cuenta de lo fácil que es silenciar al miedo. Ese silencio casi se convirtió en mi prisión. Pero en el fondo, algo dentro de mí se negaba a morir allí. Decidí irme, aunque eso significara empezar de cero. Irme fue aterrador, pero también fue el comienzo de la libertad. Tuve que reconstruir desde cero mi confianza, mis finanzas y mi sensación de seguridad. Hubo noches en las que me pregunté si había tomado la decisión correcta, pero cada mañana me despertaba sin miedo, sabía que sí. Hoy estoy aprendiendo que sanar no se trata de olvidar, sino de recuperar el poder poco a poco. Todavía me estremezco ante los ruidos fuertes y reviso las cerraduras, pero también vuelvo a reír. Tomo decisiones por mí misma. Estoy aprendiendo a confiar en que ahora estoy a salvo. A cualquiera que viva en silencio, con miedo a irse: su historia importa. El miedo no te define, y el control no es amor. Mereces seguridad, libertad y paz. No estás solo y tú también puedes superar esto.
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Actividad de puesta a tierra
Encuentra un lugar cómodo para sentarte. Cierra los ojos suavemente y respira profundamente un par de veces: inhala por la nariz (cuenta hasta 3), exhala por la boca (cuenta hasta 3). Ahora abre los ojos y mira a tu alrededor. Nombra lo siguiente en voz alta:
5 – cosas que puedes ver (puedes mirar dentro de la habitación y por la ventana)
4 – cosas que puedes sentir (¿qué hay frente a ti que puedas tocar?)
3 – cosas que puedes oír
2 – cosas que puedes oler
1 – cosa que te gusta de ti mismo.
Respira hondo para terminar.
Desde donde estás sentado, busca objetos con textura o que sean bonitos o interesantes.
Sostén un objeto en la mano y concéntrate completamente en él. Observa dónde caen las sombras en algunas partes o quizás dónde se forman formas dentro del objeto. Siente lo pesado o ligero que es en la mano y cómo se siente la textura de la superficie bajo los dedos (esto también se puede hacer con una mascota, si tienes una).
Respira hondo para terminar.
Hazte las siguientes preguntas y respóndelas en voz alta:
1. ¿Dónde estoy?
2. ¿Qué día de la semana es hoy?
3. ¿Qué fecha es hoy?
4. ¿En qué mes estamos?
5. ¿En qué año estamos?
6. ¿Cuántos años tengo?
7. ¿En qué estación estamos?
Respira hondo para terminar.
Coloca la palma de la mano derecha sobre el hombro izquierdo. Coloca la palma de la mano izquierda sobre el hombro derecho. Elige una frase que te fortalezca. Por ejemplo: "Soy poderoso". Di la oración en voz alta primero y da una palmadita con la mano derecha en el hombro izquierdo, luego con la mano izquierda en el hombro derecho.
Alterna las palmaditas. Da diez palmaditas en total, cinco de cada lado, repitiendo cada vez las oraciones en voz alta.
Respira hondo para terminar.
Cruza los brazos frente a ti y llévalos hacia el pecho. Con la mano derecha, sujeta el brazo izquierdo. Con la mano izquierda, sujeta el brazo derecho. Aprieta suavemente y lleva los brazos hacia adentro. Mantén la presión un rato, buscando la intensidad adecuada para ti en ese momento. Mantén la tensión y suelta. Luego, vuelve a apretar un rato y suelta. Mantén la presión un momento.
Respira hondo para terminar.